LA INFORMACIÓN INÚTIL
Estamos jodidos, sí. Estamos
jodidos, compañeros. Algunos ya lo sentimos así desde el genocidio, desde la
"salida" misma de la dictadura (que en aspectos decisivos nos dejó
sus reglas de juego). En nuestros trabajos anteriores hemos dado distintas
perspectivas de esta sociedad de información, tal como la llaman. Hoy vamos a
mencionar al mexicano Fernando Buen Abad, que aporta una mirada más cercana a
la nuestra en este tema.
Dice Buen Abad que "A estas
alturas de la historia la agenda temática indispensable para cualquier sociedad
no es un misterio ni un enigma indescifrable. No hay territorio en el planeta
que no tenga urgencia de saber qué pasa (verdaderamente) con la economía, no
como la trama de negociados procaces culpables de la miseria sino como la
realidad cruda y dura del paradero de las riquezas producidas por los
trabajadores." Si ya sabemos que la riqueza la crea el trabajo y no los
parásitos dueños del capital, ¿por qué seguimos aceptando ovejunamente que se
la lleven TODA? Y sobre eso, sobre preguntas de ese talante, reina la inanición informativa.
No hay territorio que no requiera saber,
con nitidez escrupulosa, qué hacen los “políticos”, no por el entramado tóxico
del tráfico de influencias, favores u odios entre ellos, sino por la calidad y
la cantidad de los problemas sociales que deben atender bajo mandato
democrático.
No hay un centímetro de planeta
que pueda confiar en su estructura social sin conocer la dinámica completa del
avance en las ciencias, en las artes, en
la conflictividad y principalmente en la evolución de sus luchas, todas y cada
una, en el espectro complejo de la sociedad actual. Y eso es de lo que más se
silencia y tergiversa. Desfigurar los hechos es, por supuesto, desinformar.
Hace mucho tiempo, en los métodos
y los instrumentales científicos de la producción informativa, dejó de tener
valor la excusa de la ignorancia. Lo que se publica -o lo que se silencia-
tiene la marca de los grupos de “inteligencia”, públicos o privados, que operan
dentro y fuera de los medios de información. Ahí se cuecen los datos, su
extensión, su profundidad su calidad y su cantidad. Ahí se definen los temas y
se define el “canon” informativo obligatorio que una sociedad requiere para su
desempeño cotidiano. Pero, bajo el capitalismo, que ha convertido la
información también en mercancía, secuestrada para tribulaciones políticas o
mercenarias, el “canon” (el conjunto mínimo obligatorio de información) no
obedece a la producción social de conocimiento colectivo sino a la lógica de
mercado.
Tal “canon” es hoy una referencia
ineludible para medir la calidad y cantidad de la producción, la distribución y
la interlocución con la información ofertada. Hay perfiles etarios, de género,
de oficio, de orientaciones políticas, estéticas o científicas. Hay
datossuficientes, relevamientos geográficos, climatológicos económicos,
políticos y culturales abundantes, como para proveer a las sociedades enteras
con informaciones pertinentes, oportunas, amplias y críticas. Sin excusas, sin
pretextos y sin omisiones. Y, sobre todo, proveer al “canon” con verdad
científica, diversa, rica, consensuada y enriquecida permanentemente. Hay
métodos avanzados para garantizarlo a pesar de que la niebla de mediocridad y
servilismo que cubre a la mayoría de los “medios” no permita que se conozca la
fuerza de la ciencia al servicio de la información social cotidiana.
Desinformar no solo es suspender o sobreabundar en la “transmisión” de
“datos”, es también sepultar un canon social informativo obligatorio. Es reducir
el acto de informar al capricho de los fabricantes de “noticias”. Es redactar
corpus cercenados, al antojo de una ofensiva contra la consciencia de los
pasivos receptores, para entregarles una visión (o noción) de la realidad
deformada, desfigurada, desinformada. Es un fraude de punta a punta. No es una
“omisión” más o menos interesada o tendenciosa…no es una “falla” del método; no
es un accidente de la lógica narrativa; no es un incidente en la composición de
la realidad; no es una errata del observador;
no es miopía técnica ni es, desde luego, “gaje del oficio”. Es lisa y
llanamente una canallada contra el conocimiento, un delito de lesa humanidad.
Es como privar a los pueblos de su Derecho a la Educación. A estas alturas de
la Historia y, especialmente de la historia de los “medios de comunicación”, no
hay derecho que justifique la acción deliberada de silenciar lo que ocurre. La
excusa de “no saber”, de “no conocer”, de “no tener información” para, por
ello, no asumir la responsabilidad profesional y ética que le compete a un
medio informativo… es francamente sospechosa y ridícula.
A
la vista de todas las canalladas inventadas por los monopolios para violar el
legítimo derecho de los pueblos a la mejor información evaluada ética y
científicamente por las sociedades, bien vendría instruir una revolución
jurídico-política hacia una nueva Justicia Social irreversible que tuviera como
ejes prioritarios los que competen a la Cultura y a la Comunicación como
inalienables. O dicho de otro modo, que nunca más la Cultura, la Comunicación
ni la Información puedan ser reducidas, retaceadas ni regateadas por el interés
de la clase dominante contra las necesidades de las clases oprimidas,
impunemente.
PEDRO
RODRIGUEZ
Desde Rosario- Militante Social
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