DESGRABACIÓN del video sobre el libro del sociólogo
brasileño Jessé Souza, titulado "EL POBRE DE DERECHA".
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EL POBRE DE DERECHA
EL POBRE DE DERECHA, bajo el subtítulo “La venganza de los
bastardos”, es un libro del sociólogo brasileño Jessé Souza, publicado en su idioma
original en 2024 y todavía no traducido al español.
¿Por qué una parte significativa de los pobres vota
masivamente en todo el mundo por candidatos como Bolsonaro o Trump? ¿Cómo fue
que sucedió esto? ¿Fueron, acaso, las nuevas formas de manipulación de los
medios digitales, su causa?
Éstas son preguntas centrales que se repiten incesantemente
en la última década, para intentar explicar un fenómeno político novedoso en el
mundo occidental. Por lo general, los análisis de este fenómeno de sectores
populares votando a representantes políticos de la derecha radical se centran
en la cuestión de los medios digitales y las redes, como factores causales del
fenómeno. Pero, dice Jessé Souza, lo más importante debe ser centrarse en
cuáles son las ansiedades de las clases populares a las que apuntaron esos
mensajes políticos.
¿Por qué la prédica de la extrema derecha encuentra terreno
fértil entre los empobrecidos? ¿Por qué razón porciones significativas de las
clases populares, que no tienen NADA que ganar con candidatos de derecha –sólo
perder, especialmente desde el punto de vista económico- votan a quienes los
perjudican?
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Hay una inclinación a considerar que se trata de una
decisión IRRACIONAL. Y se la considera irracional, basándose en la idea de que
el factor económico es el criterio más importante de la racionalidad humana al
momento de tomar una decisión, como es el caso del voto.
Pero Souza considera que la mentada “racionalidad económica”
como motivo del comportamiento humano es una perspectiva incorrecta.
Parafraseando la tradicional expresión política popularizada por Bill Clinton
en los 90, Souza dice “No es la economía, estúpido”.
Las personas, dice Souza, tienen como motivación última de
su acción social la dimensión MORAL, no la económica, como suponen el
liberalismo y el marxismo. Es decir: se trata de la lucha por el reconocimiento
social que garantice la autoestima y la confianza en sí mismo. Todos somos
seres frágiles y vulnerables; y existe una mirada negativa o positiva de la
sociedad para con nosotros, por lo que esta necesidad de reconocimiento es más
elemental que cualquier otra necesidad humana.
La economía moderna inventó ecuaciones y números para crear
la impresión de ser un conocimiento científico que puede reclamar neutralidad
técnica. Todo está preparado para que nos olvidemos de que toda forma de
producción y circulación de bienes tiene implícita su propia noción de
justicia: que dice que unos lo tendrán todo y otros nada (o casi). SE HA HECHO
TODO LO POSIBLE PARA QUE LA ECONOMÍA DEJE DE SER MIRADA COMO Economía POLÍTICA.
Lo que pasa por ser una cuestión económica neutral es, de
hecho, un esquema de producción y distribución de bienes de acuerdo con un
PRINCIPIO MORAL. El núcleo de todo modelo de producción y distribución tiene en
sí una elección moral: quiénes ganan y quiénes pierden.
Un modelo económico que se autotitula “neutral” se pretende
a sí mismo como definitivo, natural, que no tiene alternativas: como la única
forma económica posible, que no está dispuesta a someterse a la crítica.
Como lo planteó Hegel, nuestro comportamiento está
determinado por la más básica de todas las necesidades: el reconocimiento
social de nuestra dignidad y singularidad. El motivo último es siempre MORAL,
lo sepamos o no. Y esto implica que LOS POBRES VOTAN POR LOS CANDIDATOS DE LA
DERECHA POR CAUSAS MORALES, no económicas.
Y estas causas MORALES no suelen ser las que suponemos. Como
que los pobres se caracterizan por su conservadurismo moral, o que se oponen a
la actual agenda de las costumbres. Se trata de guías morales más importantes;
esencialmente LA HUMILLACIÓN COMO EXPERIENCIA COTIDIANA, que desde afuera no se
logra comprender en sus efectos reales. Por eso, la lucha por el reconocimiento
que persiguen los humillados deriva en el apoyo a las derechas radicalizadas.
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También es común analizar las incidencias que tienen las
adhesiones a iglesias conservadoras por parte de gran parte de los votantes
pobres. Pero no basta con una simple cuestión de fe como explicación. El
análisis debe ir más profundamente.
La pregunta, en este caso, debe ser: ¿POR QUÉ TANTOS POBRES
BUSCAN LAS OPCIONES RELIGIOSAS CONSERVADORAS, Y NO OTRAS? Y la respuesta nos
lleva de nuevo al mismo terreno moral.
Debemos, entonces, reconstruir la causalidad social en todos
sus eslabones de significado para llegar a las motivaciones reales del
problema. Si no logramos acceder a esas causas, dice Jessé Souza, no entendemos
nada.
En primer lugar, debemos entender que las causas generales
que determinan el advenimiento de la extrema derecha no son nacionales. Porque
su telón de fondo es el capitalismo financiero global, que enriquece a unos
pocos a expensas de millones.
Jessé Souza elabora una teoría para establecer esas causas,
la que llama “EL SÍNDROME DEL JOKER”.
La película JOKER de 2019 toca un punto neurálgico de
nuestro tiempo, al reconstruir la figura del ciudadano empobrecido que toma
consciencia de su ira y reacciona de manera pre-política, haciendo justicia por
mano propia.
La figura principal, el Joker, a diferencia de lo que
podemos suponer, no es una figura “rara”. Por el contrario, es una figura
TÍPICA de nuestro mundo. El cuadro patológico que muestra el Joker no es más
que una exacerbación de una característica normal y generalizada en el mundo
neoliberal del capitalismo financiero.
Nuestro antihéroe es pobre, cuida una madre enferma y es
constantemente humillado: en casa, en el trabajo, en la calle. Humillado por su
padre, por sus colegas, por el gobierno, por los otros. Y es humillado,
finalmente, por la atroz soledad que le hace vivir una vida sin imaginación y
fantasía.
Esto es el punto central de lo que Jessé Souza llama “EL
SÍNDROME DEL JOKER”: la EXPERIENCIA DE LA HUMILLACIÓN. Esto es algo que las personas
que forman parte de las clases privilegiadas no sienten; y por lo tanto no
saben qué significa. La élite y la clase media no tienen la experiencia
cotidiana de la humillación. Los signos de los nuevos tiempos están impresos en
la vida cotidiana: malos salarios, trabajo precario, culto a los ricos, odio a
los pobres, recorte del gasto social, desorientación, falta crónica de
esperanza. Cuando la realidad se vuelve insoportable, la huida a la fantasía
resulta inevitable. Aunque más no sea para hacer la vida mínimamente
soportable.
El Joker siente soledad y aislamiento extremos. Al igual que
los nuevos oprimidos que se encuentran solos e indefensos, que ya no cuentan
con la protección de sindicatos, partidos políticos, instituciones que
protegían a la clase obrera y que fueron arrasadas por el poder neoliberal que
les declaró la guerra en los 80.
El tipo de rebelión a la que esta categoría social
caracterizada por el Joker está destinado es el MUNDO DE LA ANARQUÍA, de la
rebelión ciega, sin estrategia o propósitos definidos. La pobreza y la
humillación se viven como dolores personales e intransferibles, lo cual
demuestra que el Joker es la figura social más típica de este mundo; y que la
pobreza se vive como una CULPA PERSONAL por las propias víctimas.
La legión de olvidados y humillados –los Jokers que crecen
cada día- tienen una rabia y un resentimiento contra el mundo que no pueden
explicar ni dirigir, que no pueden canalizar: SÓLO PUEDEN VIVIR SU HUMILLACIÓN
CON CULPA INDIVIDUAL.
La más perfecta dominación social no surge de la violencia y
la fuerza ejercidas desde arriba: sino del CONVENCIMIENTO DE LOS OPRIMIDOS DE
SU PROPIA INFERIORIDAD. Y que ser pobres es su propia culpa.
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Jessé Souza vuelve entonces a la pregunta central: ¿CÓMO ES
POSIBLE QUE LOS POBRES VOTEN Y APOYEN A LOS CANDIDATOS DE LA EXTREMA DERECHA,
QUE REPRESENTAN A LAS PEORES ÉLITES Y A SUS MAYORES ENEMIGOS?
Una respuesta habitual es dudar sobre el grado de
inteligencia de estos sectores empobrecidos, lo cual no es cierto.
Y otra respuesta dominante parece aludir a su perfil
conservador, lo cual los acerca a ciertos partidos de la derecha o a la
influencia de la derecha. Pero sigue siendo una explicación incompleta.
Lo que importa es establecer QUÉ HAY DETRÁS DE ESAS ELECCIONES.
Un problema es que los pobres y los desposeídos son los que
menos interpretan cómo funciona el mundo social, aunque suelen ser las mayores
víctimas de todos los prejuicios creados para oprimirlos. Para evitarlo, se
requieren instituciones de protección, como sindicatos y partidos políticos; y,
esencialmente, una educación crítica, para develar sus mecanismos sociales. Es
decir: lo que falta es todo lo que hemos perdido o estamos perdiendo.
Los Jokers del mundo y sus sufrimientos son la materia prima
esencial de cualquier clase dominante. Pero, ¿cómo se construyeron los Jokers,
es decir, los trabajadores sobreexplotados, humillados y precarios? ¿Cómo se
convirtió esta nueva clase en la materia prima de la extrema derecha mundial?
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Se trata de una REVOLUCIÓN REACCIONARIA DESDE ARRIBA, que
aprovechó la ola de concentración de los grandes medios de comunicación en
manos de poderes vinculados a las élites económicas o financieras.
Se ha generado una FEUDALIZACIÓN en la esfera de la
comunicación pública, que permitió que la comunicación se volviera un insumo
destinado a impedir la reflexión de la sociedad, eliminando la pluralidad de
opiniones y generando un terreno fértil para la manipulación de los ciudadanos.
En este contexto de desinformación y debilitamiento del
espíritu crítico, se comenzó a atacar al discurso multicultural y de defensa de
las minorías, insinuando que ambos conceptos son la causa de la decadencia
económica de la mayoría.
Una consecuencia adicional de la crisis de los medios de
comunicación es LA ELIMINACIÓN DE LA SEPARACIÓN MISMA ENTRE VERDAD Y MENTIRA,
preparando el terreno para la difusión masiva de noticias falsas hacia un
público que ya no logra saber qué es real y qué no.
LA MENTIRA ES UN ARMA DE GUERRA QUE SE UTILIZA NO SOLAMENTE
CONTRA LOS ENEMIGOS, sino con el objetivo de ENFERMAR A LA SOCIEDAD, LLEVÁNDOLA
A UN ESTADO DE GUERRA LATENTE. Rompiendo todos los acuerdos implícitos en los
que descansa la vida social.
La disputa política se transforma en un juego de todo o
nada, en donde lo único que importa es ganar. GANAR A CUALQUIER PRECIO.
ESTA TIERRA DE NADIE REINSTALA LA BARBARIE COMO EXPRESIÓN DE
LA POLÍTICA.
Este escenario produce una confusión total en la sociedad,
que resulta beneficiosa para quienes buscan un lucro incontrolado, ya que la
confusión impide cualquier defensa articulada. Manipular el odio y el
resentimiento de los perdedores del neoliberalismo es la intención de todas las
campañas de la derecha radical, sea Donald Trump, el BREXIT o Bolsonaro,
ocultando las causas objetivas de su empobrecimiento y marginación.
Otro mecanismo utilizado por la extrema derecha es recurrir
a un mensaje de EMANCIPACIÓN, para defender el ASCENSO INDIVIDUAL de las
personas “más capaces”, justificando y legitimando la idea de la meritocracia.
De este modo nunca se menciona –y siempre se oculta- la verdadera razón del
empobrecimiento general de las mayorías, y causas del consecuente resentimiento
que eso provoca.
Paradójicamente, quienes más creen en la meritocracia –que
dice que uno puede lograr SOLO, con su esfuerzo individual, una buena vida- son
los más pobres. Es decir, precisamente, sus mayores víctimas. Como los pobres
creen en la falacia de la meritocracia, la culpa de su fracaso social sería
suya y, por lo tanto, para evitar esa profunda herida narcisista en su
conciencia, la alternativa que les queda es CULPAR A OTROS; si es posible, a
alguien MÁS FRÁGIL que ellos mismos, ya que la propia lógica de la falacia
meritocrática les impide odiar a los que se encuentran por sobre ellos en la
escala social: a sus verdaderos dominadores.
De esta manera, se les invita a ODIAR A LOS MÁS FRÁGILES,
mediante un doble mecanismo.
Por un lado, se genera una IDEALIZACIÓN o IDENTIFICACIÓN con
el más poderoso, con el opresor; que hace que las personas en estado de
desprotección e inequidad, por efecto de esa identificación, se vean a sí
mismas como fuertes y temibles.
Por otro lado, se ofrece la posibilidad de atacar a los más
débiles SIN TEMOR A SER MORALMENTE SEÑALADOS, compensando de esa manera el
sentimiento de impotencia y resentimiento que sienten en relación con el mundo.
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Los asuntos públicos han sido cuidadosamente reemplazados
por agresiones personales, para lo cual las redes sociales se convierten en
terreno ideal, dando rienda suelta al odio y resentimiento PRIVADOS. Los medios
de acceso a la conciencia individual cambian, y se ubican en Internet creando
burbujas anónimas sin control, a los fines de la manipulación política.
Algunos sectores se muestran y otros se ocultan en un
algoritmo sin control, y LAS REDES SE CONVIERTEN EN UN PELIGRO INMEDIATO PARA
LA DEMOCRACIA.
El clásico espacio de la interacción de la vía pública –la
calle- da paso a una performance virtual de los fantasmas psíquicos y
psicosociales de cada uno.
La concepción de la política, tal como la conocemos, se ha
transformado. La esfera pública se empobrece como espacio para el debate y
confrontación de ideas. El mundo privatizado de los individuos se ve expuesto a
UNA SEGUNDA DESPOSESIÓN: se lo reduce a una mercancía vendible con fines de
manipulación. En lugar de un espacio de interacción, encuentro e intercambio de
experiencias del mundo, ahora tenemos un SOLIPSISMO VIRTUAL que nos aprisiona
en BURBUJAS DE ODIO. Las CALLES, ahora, PERTENECEN A LA EXTREMA DERECHA.
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Jessé Souza llama “FALSO MORALISMO” al espíritu que unió a
la clase media y a la clase trabajadora precaria que en 2018 llevó a Jair
Bolsonaro al poder.
El Falso Moralismo es el recubrimiento del arcaico racismo
racial con una fina pátina de RACISMO. Si antiguamente la culpa radicaba en el
factor racial del individuo, ahora el defecto es el factor cultural; es decir:
la influencia inconciente de la cultura en la que nace y se forma un individuo.
Las personas que son estigmatizadas por el racismo cultural
son las mismas que fueron discriminadas antes por el racismo explícito. El
cambio tiene un objetivo: ocultar, moralizar y legitimar al racismo.
TODO SUCEDE COMO SI NO SE TRATARA DE RACISMO, por el simple
hecho de no utilizar la palabra “RAZA”, sustituyéndola por la palabra
“CULTURA”.
Este mecanismo de ocultamiento permite una característica
particular de nuestro presente: LAS PERSONAS SE SIENTEN LIBERADAS PARA ODIAR A
LOS MÁS DÉBILES, amparadas en el Racismo Cultural.
El racismo es una categoría que, por su lógica simplista que
enfrenta a lo propio con lo extraño, permite eliminar todas las dudas sobre el
funcionamiento social, entregando a aquellos que carecen de un mapa cognitivo
claro una herramienta conceptual que le brinda solución a esta carencia. Y esa
herramienta es el racismo, que les acerca una explicación sencilla de cómo
funciona la sociedad.
Y estas explicaciones simples y sencillas del complejo
funcionamiento de la sociedad –como son el racismo y las teorías conspirativas-
RESULTAN IRRESISTIBLES PARA UN PÚBLICO SEDIENTO DE AUTOESTIMA Y DE DISTINCIÓN
SOCIAL, a expensas de quien sea.
Los líderes de la extrema derecha destapan las alcantarillas
que prohibían formas explícitas de racismo, que ahora se transmutan en una
dimensión ÉTICA. Por ejemplo, se construye la idea de un “pueblo corrupto”
integrado por los más pobres y excluidos, a quienes se les asignan todos los
pecados amorales de la pereza y la apatía, vistiendo al racismo con un ropaje
cultural pseudo-científico.
Este camino de explicación de cómo son las cosas, disfrazado
de “rebeldía ante lo corrupto”, aglutina a todos los frustrados que culpan a la
vida y a los demás de su desgracia. Y proporciona emoción, SIMULA PARTICIPACIÓN
POLÍTICA, y otorga un sentido de orientación para aquellos que habían perdido
el Tren de la Vida.
Lo que busca este sentir social es un CULPABLE EXTERNO para
la sensación de fracaso de aquellos que no poseen capital económico ni
cultural. Este sujeto necesita encontrar un culpable para una gran herida
narcisista, QUE ES VIVIDA COMO UNA INCAPACIDAD PERSONAL Y NO COMO UNA
CONSECUENCIA SOCIAL.
Se libera entonces una cruzada moral del Bien contra el Mal,
lo que le da al racista una falsa justificación moral para comportarse como
tal. En ese objetivo, el racismo recubierto de una pátina cultural le brinda a
buena parte de la población una herramienta simple para alcanzar esa
comprensión y posicionarse en un lugar moralmente superior: el de “LOS BUENOS”.
El odio popular no se dirige contra los sectores de poder
que reproducen la pobreza en la mayoría de la población. Esa es una de las
funciones de los medios de comunicación: BLINDAR CUALQUIER REFERENCIA A LOS
RICOS Y PODEROSOS COMO LA VERDADERA CAUSA DE LA POBREZA.
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CUANDO SE CULPA A LA VÍCTIMA, EL PODER SE VUELVE INVISIBLE.
Y no hay nada mejor para la reproducción de cualquier privilegio que volverse
invisible.
Cuando el camino de la indignación contra la injusticia está
cerrado, el camino que queda es DIRIGIR LA IRA HACIA LOS MÁS DÉBILES, hacia los
únicos incapaces de defenderse. De ahí que se direccione el odio hacia los más
pobres, los inmigrantes, las mujeres, los negros, los marrones o la comunidad
LGBT.
Una canalización de la ira que garantiza dos cosas: la
comprensión del mundo social de una manera sencilla y conveniente y la certeza
de su superioridad moral sobre los demás.
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El mecanismo del falso moralismo –que sustituyó al racismo
racial por el racismo cultural- es una estrategia también aplicada a la propia
dominación mundial del Norte global contra el Sur progre.
La oposición “Cuerpo – Espíritu” que ha gobernado a
Occidente desde sus inicios se construye como una oposición entre la mente y el
cuerpo.
La inteligencia y el conocimiento -reflejando la Moralidad y
la Estética- (Espíritu) en oposición al Cuerpo, que es percibido como el Reino
de la Animalidad, el de las pulsiones sexuales y agresivas.
Dentro de esa oposición, quien domina tiene que estar
relacionado con el Espíritu (la mente, la inteligencia); y quien es dominado se
asocia con el Cuerpo (lo humano primitivo y lo salvaje). La vieja dicotomía
decimonónica retorna: CIVILIZACIÓN O BARBARIE.
Y sea para opornerse a sociedades, clases sociales, razas o
género, siempre se utiliza la misma dicotomía moral. Y en base a esta oposición
se ha impuesto la idea de que las sociedades del Sur Global –como las
latinoamericanas, africanas o asiáticas- son endémicamente corruptas. A
diferencia del Norte Global, en el que la corrupción se percibe como un mero
problema individual, jamás sistémico.
Así se ha justificado históricamente el saqueo de los países
del Sur Global, incluidos los golpes de Estado, con la idea de que se trata de
sociedades “poco confiables” que merecen ser controladas y dominadas. Esta idea
circuló por todo el mundo, surgiendo de las Universidades y de los medios de
comunicación; y ahora circula en las redes sociales y en los contenidos
culturales. Lo cual explica por qué la muerte de palestinos e inmigrantes
africanos no cause mayor conmoción en los países occidentales, y muchos menos
en los del Norte Global.
Así, las sociedades supuestamente más “impersonales” del
Espíritu y del Intelecto, serían más democráticas y moralmente superiores a las
culturas “corruptas” del personalismo y el afecto. La supuesta mayor honestidad
y moralidad atribuida a los dominadores, y la ausencia de estas virtudes en los
dominados. Así se asegura la reproducción de todos los privilegios injustos.
Como ya hemos dicho, un mecanismo perfecto para perpetuar un
estado de dominación a lo largo del tiempo es CONVENCER AL OPRIMIDO DE QUE EN
REALIDAD ES INFERIOR. Cuando se alcanza ese estado de conciencia en los de
abajo, el esquema de explotación y humillación se institucionaliza y se
estabiliza.
Cada vez que el pueblo elige a alguien vinculado a las
agendas populares, la élite toca el bombo del falso moralismo de la corrupción,
y lo hace porque necesita del poder del Estado para perpetuar sus beneficios.
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LA ÉLITE DEBE FINGIR QUE SU CONMOCIÓN MORAL ES REAL, pero
necesita del apoyo popular a esa postura; y ese rol de apoyo lo ocupa la clase
media, que entra en este juego moral por su fantasía de creer que forma parte
de la élite. Cree pertenecer al grupo de los que dominan.
En verdad, ni la élite ni la clase media tienen NINGÚN
PROBLEMA CON LA CORRUPCIÓN, SIEMPRE Y CUANDO SEA COMETIDA POR LOS RICOS DEL
MERCADO. No les preocupa la corrupción, sino cualquier forma de inclusión
popular que pueda perjudicar su reproducción como clase.
Pero como la combinación Élite – Clase Media es minoritaria
en Latinoamérica, no gana elecciones. Para lograrlo, necesita ir más abajo en
la escala social; y convocar a amplios sectores populares a adherir a estas
ideologías construidas PARA HACERLOS ACTUAR EN CONTRA DE SUS INTERESES.
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Pero el moralismo de la clase media es diferente al
moralismo de los pobres más acomodados, como los trabajadores precarizados. El
falso moralismo clasemediero de la corrupción selectiva no impacta con fuerza
en el sector de los pobres insertados en el sistema. En ellos aparece otra
forma de moralismo: la diferencia entre “pobres honestos” y “pobres
delincuentes”. Y ALLÍ RADICA LA VERDADERA FUNCIÓN DE LOS QUE OCUPAN EL ÚLTIMO
ESCALÓN DE LA JERARQUÍA SOCIAL: los excluidos, los marginados, la función de
ser humillados y despreciados por todos los que están encima de ellos.
“Existir para ser odiado”. Y el dispositivo por el cual se
dispara este odio es a través de su DESHUMANIZACIÓN.
Se trata otra vez de una nueva forma de simplificación con
el objetivo de entender cómo funciona este mundo social, confuso y complejo;
asegurando un esquema de comprensión de la vida que ayuda a darle sentido al
mundo: la oposición entre “Ellos” y “Nosotros”.
Porque tener un sentido es una necesidad ineludible para
todos los seres humanos, no importa la época. Ya lo decía Max Weber: LA
BÚSQUEDA DE UN SENTIDO A LA VIDA ES TAN NECESARIA QUE, EN SU AUSENCIA,
CUALQUIER COSA, INCLUSO LA IDEA MÁS INSÓLITA, PUEDE SER ACEPTADA Y LLEGAR A SER
VERDAD.
Y la segunda década del siglo XXI le está dando la razón.