RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

viernes, 7 de noviembre de 2025

EL ESTADO DE LA CATÁSTROFE - PEDRO RODRIGUEZ

 

EL ESTADO DE LA CATÁSTROFE



Hoy leeremos buena parte de un artículo firmado por el premio nobel de la paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel, entendiendo que desde distintos sectores politicos o ideológicos pueden hacerse diagnósticos muy similares.

 

Argentina está en peligro de desintegración, de desguace por un gobierno al servicio de grupos empresariales y buitres —internos y externos— que saquean el país con total impunidad. El costo social es devastador:  hambre, pobreza extrema, cierre de pymes y fábricas, retroceso en el desarrollo, desfinanciación de la ciencia, la educación y la salud. Todo esto evidencia el riesgo de colapso que enfrentamos.

 

La política de este gobierno es destruir el Estado y las organizaciones sociales. Ataca a la agricultura familiar y a los pueblos originarios, mientras los despidos masivos aumentan y miles terminan en la calle, revolviendo basura para comer. Los niños son víctimas de un Estado ausente y perverso que busca bajar la edad de punibilidad para criminalizarlos, en lugar de reconocer que son fruto de una sociedad injusta.

 

 Diputados y diputadas votan DNUs sin saber qué aprueban, ignorando las cláusulas que el FMI impone al país, no tienen responsabilidad. Traicionan al pueblo y son brutos y brutales (el sistema necesita que no puedan juntar dos palabras con mínima coherencia, y la mejor forma de asegurarse de ello es que, sencillamente, sean imbéciles).

 

El gobierno reprime a jubilados que reclaman sus derechos, y el poder judicial es unánime con elpoder político.

 

La historia la escriben las víctimas y el pueblo, no un gobierno dictatorial como el de Milei y Villarruel, que abusa del poder y degrada la política. Si un gobierno no sirve al pueblo, está contra el pueblo.

 

Vivimos tiempos de incertidumbre, pero también de resistencia, rebeldía cultural, social y política en defensa de la Patria, sus instituciones y la recuperación de un Poder Judicial independiente del poder político.

 

El gobierno está destruyendo el país con el silencio cómplice de legisladores, jueces, medios de comunicación y empresarios.

 

Los feudos provinciales ponen en remate el territorio nacional con total impunidad,Gobernadores entregan bienes y recursos naturales —como la megaminería y las tierras raras— que pertenecen al pueblo. Nadie sabe quién vendió las tierras a empresas extranjeras y gobiernos, dónde está el dinero de esas ventas o en qué se invirtió.

 

El saqueo del país se hace con total impunidad.

 

El oro del Banco Central fue secuestrado sin explicaciones: nadie sabe su paradero ni sus motivos. Los fondos buitre acechan ese “tesoro escondido” para embargarlo, mientras la Corte Suprema, el Poder Judicial y los legisladores guardan silencio cómplice.

 

En la Cámara de Diputados hay cinco pedidos de juicio político contra Milei por ilícitos y abuso de poder. Su gobierno busca destruir el Estado y sus instituciones. El escándalo internacional por la estafa de las criptomonedas ya genera juicios en EE.UU., pero aquí los legisladores hacen oídos sordos.

 

Mienten sobre la pobreza: dicen que baja, pero el hambre crece en todo el país. Los despidos masivos y la indigencia golpean a millones. Según UNICEF, más de un millón de niños se acuestan sin comer, mientras el gobierno recorta fondos a comedores comunitarios y organizaciones sociales, y la oposición se enfrasca en luchas internas, ignorando las urgencias del pueblo. Despertemos antes de que sea tarde. No se trata de repetir errores ni de asistencialismo, sino de construir propuestas concretas: trabajo genuino, desarrollo nacional y unidad popular.

 

Hasta aquí Pérez Esquivel. Decíamos que se hacen diagnósticos similares desde distintos espacios. Necesitamos también, como señala el premio nobel, construir propuestas concretas y  organización propia.

 

 

PEDRO RODRIGUEZ

Desde Rosario- Militante Social

 

 

 

SI TODOS LOS PAÍSES ESTÁN ENDEUDADOS, ¿QUIÉN ES EL ACREEDOR DE LA DEUDA GLOBAL? LA DEUDA, PRIMER PRODUCTO DE EXPORTACIÓN DE LOS ESTADOS. -PROF. VIVIANA ONOFRI

 

SI TODOS LOS PAÍSES ESTÁN ENDEUDADOS, ¿QUIÉN ES EL ACREEDOR DE LA DEUDA GLOBAL? LA DEUDA, PRIMER PRODUCTO DE EXPORTACIÓN DE LOS ESTADOS.

 

 



  Un cálido abrazo a toda la querida audiencia de EL CLUB DE LA PLUMA. Otro día más, nos encontramos aquí en este espacio de reflexión compartida. ¡Quédate, lo de hoy también te va a interesar! ¡Los secretos del mundo financiero!

 

  Todos hablan de deuda, pero casi nadie entiende lo que significa vivir en un planeta que debe más dinero del que existe. Estados Unidos supera los treinta ocho billones de dólares, la Unión Europea, 14 billones y hasta países ricos en petróleo como Arabia Saudí o potencias exportadoras como Alemania y China deben sumas enormes, todos los países viven del peso de la deuda. Y aquí llega la pregunta que nadie se atreve a hacer: si prácticamente todas las naciones del planeta están endeudadas, ¿a quién le deben exactamente? ¿Quién está del otro lado cobrando los intereses del mundo entero? Es que la deuda no sólo está en manos de otras naciones, sino de sus propios ciudadanos de cada estado.

 Y la deuda no es sólo una carga, sino la arquitectura del mundo moderno: controla guerras, gobiernos, mercados y el destino de cada país. Cada crisis, cada rescate, cada auge y cada caída se sostiene por ese andamiaje invisible de pagarés para que la deuda nunca desaparezca y cuando sigues la cadena de acreedores hasta el final, descubres algo perturbador: el mundo no le debe dinero a alguien en particular, el mundo se debe a sí mismo, pero eso no significa que todos ganen por igual. Existen pocos jugadores que diseñan las reglas y millones que sólo pueden obedecerlas y para entender cómo llegamos a este punto, a un planeta ahogado en más de trescientos quince billones de dólares en deuda total, casi tres veces el tamaño de toda la economía global, hay que volver al principio.

 

 En el año 1694, la idea de la deuda pública nació en Inglaterra que se encontraba inmersa en un conflicto costoso contra Francia. Para sostener la guerra, el rey acudió a los comerciantes más influyentes del país, aquellos que tenían experiencia y liquidez manejando grandes sumas de dinero. A cambio de obtener un flujo constante de pago de intereses, respaldado por impuestos futuros, esos comerciantes aceptaron financiar a la monarquía. Así cambió para siempre el funcionamiento del Estado: podía gastar dinero que aún no tenía. Para ello se creó una institución, el Banco de Inglaterra: institución que permitió que se gastaran recursos que todavía no existían, utilizando el futuro como garantía. Ya hemos hablado del Banco de Inglaterra que hunde sus raíces en la nobleza negra veneciana. Los prestamistas obtuvieron algo que no tenía precio: una promesa oficial del gobierno, un documento que representaba la deuda del Estado que podía ser comprado, vendido o intercambiado. Así nació el bono gubernamental, la semilla del sistema financiero moderno que domina la economía mundial.

 

 El bono se convirtió en un indicador de credibilidad económica, un símbolo de poder, es la prueba de que un país tenía capacidad de gobernar, crecer y proyectar poder más allá de sus fronteras. Durante siglos, los imperios conquistaron territorios para extraer recursos naturales, pero a partir de entonces, los nuevos imperios empezaron a emitir bonos para extraer intereses del trabajo, los impuestos de su propia población y de los inversionistas. El campo de batalla ya no era el campo físico donde se peleaban las guerras, se transformó en el balance financiero de las naciones: las cifras que determinan quién domina, quién depende de los demás. Tres siglos después de los primeros bonos, la deuda se ha convertido en el principal producto de exportación de los países: es la base del capitalismo global. Hoy, lo que mueve a la economía global no es solamente el comercio de bienes físicos, la droga, sino a la promesa constante de pago futuro. La deuda mundial crece a alrededor de un billón de dólares cada cien días, lo que muestra que este sistema no se detiene nunca. Tú también eres parte de esta red, porque tu trabajo, tu consumo financiero depende de este ciclo. La deuda sigue un camino circular: sale del gobierno, pasa por instituciones financieras y vuelvo al pueblo como forma de ahorros futuros. Existe un intercambio de deudas que recorre el planeta en múltiples direcciones. Cada nación posee los bonos de otra y espera que la cadena nunca se rompa. Lo que pasa de mano en mano son promesas de pago: la única regla del juego es que nadie se retire. Néstor cuando pagó toda la deuda externa rompió esa cadena que sostiene toda la economía mundial. El sistema financiero necesita deudas impagables, eternas: vive de las deudas nacionales. La deuda moderna no está hecha para ser pagada, sino para ser refinanciada.

 

   La deuda se convirtió en el sistema de control más poderoso de la historia. Desde Babilonia a Wall Street; del Imperio romano al Fondo Monetario Internacional; de la culpa religiosa al crédito digital: es la línea cronológica de cómo la humanidad fue domesticada no con cadenas, sino con intereses. Durante siglos, los imperios aprendieron que no hacía falta conquistar territorios para gobernar, bastaba con endeudar conciencias. Aquí se desnuda el espíritu del poder. Esos hilos invisibles desde las tablillas de arcilla en la antigua Mesopotamia llegaron hasta la colonización financiera del siglo XXI, hasta los algoritmos digitales y los sistemas de crédito, hipotecas. El dólar se convirtió en el nuevo dios del mundo moderno; América Latina y Caribeña fueron laboratorios de esclavitud financiera; el sistema transformó la culpa en virtud y la deuda en moral. Quizás el futuro de la libertad humana dependa de romper la obediencia del acreedor. Y el verdadero poder no se impone, se cree. Y el día en que el deudor deje de creer, todo caerá. La deuda no es un error del sistema, sino su verdadera esencia. La deuda es un arma de dominación mundial: paga, obedece y calla.

 

 Desde hace tres mil años, la humanidad carga con una cadena invisible y se llama “deuda”. La deuda no es un accidente de la economía, sino un instrumento de control que ha moldeado imperios, religiones, culturas y hasta la vida cotidiana de cada uno de nosotros. La deuda no nació como un acto de cooperación, sino como un instrumento de poder para ganar la obediencia y limitar la libertad. Estas reflexiones sobre las deudas nacionales nos involucran directamente: la Unión Europea, como ya dijimos, tiene una deuda de 14 billones de dólares. Argentina obtuvo su primer préstamo del Fondo Monetario Internacional en 1957; en la última dictadura militar, Argentina recibió numerosos desembolsos y solicitó un préstamo de 300 millones de dólares en 1976; durante el Macriato, con un préstamo de 57.000 millones dólares en 2018, impagable, absolutamente, y, otra vez, y en forma de préstamos reiterados, con Milei.

 ¿Y qué relación existe con esos bonos que se intercambian y hacen circular la deuda por todo el planeta? Cuando tú tomas un préstamo, esperas devolverlo; un país, en cambio, emite nuevos bonos para pagar los anteriores. Es un círculo que nunca se acaba. La Reserva Federal de los Estados Unidos es como el banco de los bancos del país. Una cosa que puede hacer es crear dinero, pero no lo hace imprimiendo dinero, sino que utiliza una serie de herramientas de política monetaria para influir en la cantidad de dinero disponible. Una de ellas, son las operaciones de Mercado Abierto, donde la Reserva Federal compra y vende bonos del Gobierno Federal. Cuando el gobierno necesita dinero para financiar sus actividades, puede obtenerlo a través de la emisión de bonos.

 

 Los bonos son una especie de papel donde te dicen que te pagarán el bono en una fecha determinada, que suelen ser diez años. Y hasta ese plazo, te pagará un interés anualmente. Este proceso de emitir bonos y obtener dinero a cambio, se conoce como deuda del gobierno. El gobierno invierte ese dinero de los bonos, pero ¿cómo hace para devolver el dinero si ya se lo ha gastado? Aquí se pone interesante. Los bancos son los principales compradores de bonos del gobierno. Cuando el gobierno compra de nuevo los bonos que le devuelven, no utiliza dinero existente: crea dinero nuevo, como cuando un banco otorga un préstamo a una persona, no saca dinero de una caja fuerte en efectivo. Lo que hace es cambiar unas cifras en su cuenta de manera digital. Algo así es lo que hace la Reserva Federal con los bancos, y cuando la Reserva Federal compra esos bonos no usa dinero existente, crea dinero nuevo, pero no imprime billetes físicos, solamente aumenta el saldo en las cuentas de los bancos en el sistema de la Reserva Federal. Este es el dinero nuevo que el gobierno le está dando a los bancos para que puedan seguir prestando para otorgar créditos a las empresas, a las personas. Así se estimula la economía, pero el problema es que aumenta la cantidad de dinero total que hay y, de esa manera, cada dólar vale menos. La cantidad en tu cuenta bancaria no cambia, pero debido al dinero nuevo que el gobierno acaba de crear, tu dinero ya no vale como antes. Esa maquinaria de emitir bonos y hacer circular las deudas por todo el planeta te oculta una verdad incuestionable: el dinero circulante pierde valor día a día y, aquí, ya el euro es pura basura.

 

       Me despido de nuestra querida audiencia, agradeciendo su amable atención e invitándola a otra nueva emisión de EL CLUB DE LA PLUMA, el próximo domingo. ¡Hasta la victoria siempre, compañeros! ¡Palestina libre!

 

 

 

PROF. VIVIANA ONOFRI

 Desde Islas Canarias

Profesora en Letras, ex catedrática de la Universidad Nacional de Mar del Plata

AL SERVICIO DEL EGOCENTRISMO - MAURICIO IBÁÑEZ

 

AL SERVICIO DEL EGOCENTRISMO 


Apreciados compañeros, amigos y escuchas de El Club de La Pluma. Desde Colombia los saluda Mauricio Ibáñez, con nuestro acostumbrado abrazo por la unidad latinoamericana.

 

En varias de nuestras columnas anteriores, hemos examinado el conjunto de motivadores que constituyen el eje del actual comportamiento humano, siendo el miedo su raíz instintiva y la culpa, la incertidumbre, la soledad, la desesperanza y la lucha por el territorio algunas de sus ramificaciones más complejas, atadas al cerebro límbico y motivadas por el deseo de supervivencia.

 

La corteza, esa capa racional de nuestro cerebro, marcó la necesidad de desarrollar herramientas que nos permitieran sobrevivir al miedo fundamental y sobrellevar sus ramificaciones. Ya vimos cómo desarrollamos la idea de un ser superior para soportar la noción de la muerte, el lenguaje como herramienta para comunicar ideas y resolver conflictos, el conocimiento para adaptarnos al entorno y la construcción de comunidad para tramitar la necesidad de reconocimiento al hacernos parte de un conjunto.

 

A pesar de toda esa magnífica evolución con su música, la literatura, las artes, la política en su forma más básica – la búsqueda del beneficio común, de la felicidad colectiva – el cerebro básico, el límbico, el instintivo, se nos atraviesa por el camino y nos hace retroceder, generalmente por obra y gracia de algún interés particular, algún ego dominante, algún macho alfa de la civilización que busca, con una actitud regresiva, devolvernos a la cultura de la supervivencia básica, al miedo fundamental, al círculo vicioso de dominadores y dominados.

 

Son varias las herramientas que usan los dominadores para esparcir el temor y lograr que nos refugiemos en el atraso mientras ellos progresan. Al principio de los tiempos, aquellos que reunían y acaparaban el conocimiento se lo negaban a los demás, de manera que la desigualdad estaba atada a la ignorancia. Con la era de la ilustración y el surgimiento de las enciclopedias se produjo una gran revolución: la gente del común despertó, fue consciente de la mordaza que se le había impuesto y la reacción no fue pacífica. Por supuesto, este fenómeno no se dio en todos los países a la vez, y los dominadores trataron de aplastarlo con sus inquisiciones, sus quemas de brujas, sus masacres de indios y, por supuesto, con sus ejércitos.

 

Pero, a la par de la evolución de la cultura humana, la difusión de información también evolucionó y se fue convirtiendo en una herramienta que todos usaban: los dominadores para esparcir sus edictos y amenazas, y los dominados para expresar descontentos y alentar revoluciones. El desarrollo de la capacidad para expresar ideas, aún a pesar de toda clase de intentos de represión, marcó siglos enteros de turbulencia política, económica y social.

 

En el último siglo, con la economía como eje de la dominación y con el miedo y la incertidumbre como sus principales instrumentos, y con la religión como el gran manipulador de la culpa, la información se había convertido en una herramienta cooptada por las élites y utilizada para manipular a los pueblos. La única esperanza de que la opinión individual tuviera alguna incidencia en lo colectivo radicaba en adquirir popularidad o, al menos, alguna notoriedad, a cualquier precio. Grandes egos se apoyaron en la prensa para exacerbar los ánimos de sus seguidores y, en el espacio de 100 años, tuvimos dos guerras en las que participó, de una u otra manera, toda la humanidad. Dos guerras que no sirvieron para nada más que cambiar el mapa de Europa, pero que en realidad perdimos todos. Dos guerras que finalmente desembocaron en una tercera, la guerra fría, que era una combinación de amenazas y prensa, y que aún continúa.

 

El deseo de reconocimiento individual, la apología del egocentrismo encontró en las redes sociales su herramienta fundamental: hoy en día la economía, la política, la religión y lo social funcionan a través de una popularidad transitoria que se mide a través del número de seguidores y de los “likes” que se obtienen mediante la publicación de una opinión, una idea o un comentario provocador. La guerra se atomizó y el campo de batalla, bastante violento, por cierto, cuenta con miles de millones de egos en busca de reconocimiento individual. Una búsqueda que trajo de vuelta lo que los dominadores manejaban desde su prensa: la desinformación, la manipulación, las mentiras, lo que hoy llamamos “el Fake News”.

 

Hoy estamos viendo cómo renace el imperio de los ególatras, alimentado por los “likes” de las redes sociales y alentado por multitudes de seguidores impetuosos y agresivos que ni siquiera están considerando, ni de lejos, el bienestar colectivo. El fenómeno de hoy es la satisfacción propia, sin importar lo que suceda alrededor.

 

Tuve la oportunidad de conversar con un amigo sobre la propuesta de reforma laboral que estaba liderando el gobierno del presidente Gustavo Petro en Colombia. Una reforma cuyo objetivo es recuperar varios derechos y beneficios perdidos por los trabajadores durante el gobierno de Álvaro Uribe, entre los cuales están el pago de horas extras y los dominicales. Mi amigo odiaba la reforma por dos razones: una, porque lo afectaba a él como individuo, ya que el reconocimiento de derechos laborales para los vigilantes de su unidad residencial implicaba un aumento en sus costos de administración (en este caso no importaba qué tanto se beneficiase el conjunto de los trabajadores colombianos, sino el impacto sobre su interés individual). La segunda razón, por un odio enfermizo contra Gustavo Petro, una animadversión construida por la prensa hegemónica bajo una narrativa cargada de la amargura que le produce a los políticos corruptos haberse visto expuestos por sus investigaciones y denuncias como senador.

 

Volvamos, entonces, al problema de la afectación del interés individual como eje del rechazo al beneficio común. La lógica de este fenómeno es “si la decisión del estado me afecta como individuo, así beneficie al conjunto de la población, el estado no me sirve”. El imperio del egocentrismo se impone a través de las redes sociales, y tiene exponentes que le hacen apología, personajes como Trump o Milei, que concentran las miradas en ellos mismos y sus espectáculos mediáticos de culto a la apariencia, sin importar qué tan irresponsables sean sus decisiones en relación con los pueblos que gobiernan.

 

Después de que en 2.500 ciudades de los Estados Unidos salieran a marchar más de 7 millones de personas contra el estilo monárquico de Donald Trump, la casa blanca publicó en redes un video del presidente, con una corona en la cabeza y montado en un bombardero, disparando materia fecal sobre los manifestantes, en una clara demostración de lo que le importa a un ególatra la opinión del pueblo que gobierna.

 

¿Cómo se neutraliza esta tendencia hacia la concentración de nuestra atención en nosotros mismos sin importar lo que pase a nuestro alrededor? Es necesario que entendamos que el auto aislamiento es una nueva forma de soledad que, en medio del ruido mediático y de las redes, está afectando nuestras mentes y nos está enfermando. Es indispensable que eduquemos a nuestros hijos en el uso adecuado de las redes para construir comunidades, no para destruirlas.

 

No es viable prohibir el desarrollo y uso de las redes sociales, la inteligencia artificial y otras herramientas que conducen a la auto-satisfacción. Lo que es necesario es preparar a nuestros jóvenes para que sepan como usarlas con sabiduría y conciencia de lo colectivo y lo constructivo. Lo que tenemos al frente es una tarea larga y difícil, pero no imposible, y debemos comenzar por nuestros pequeños círculos de influencia.

 

Hasta la próxima semana, compañeros, un abrazo. 

 

MAURICIO IBÁÑEZ

 Desde Colombia

Biólogo Especialista En Estudios Socio-Ambientales