RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

viernes, 10 de noviembre de 2023

EL CLUB BILDELBERG - El Instituto Tavistock y lo que esconde la ciencia ficción - Parte XXIII - PROF. VIVIANA ONOFRI

 

EL CLUB BILDELBERG

LA ÉLITE QUE DOMINA EL PLANETA

RED TAVISTOCK

LAVADO DE CEREBROS A ESCALA MUNDIAL

El Instituto Tavistock y lo que esconde la ciencia ficción

Parte XXIII 

 

Un cálido abrazo a la distancia a toda la querida audiencia de EL CLUB DE LA PLUMA.

 

 En una extensa reflexión acerca de diferentes temáticas que lleva más de cuatro meses, continuaremos con los lineamientos conceptuales del Dr. Daniel Estulin, en sus libros LA VERDADERA HISTORIA DEL CLUB BILDELBERG, EL INSTITUTO TAVISTOCK y METAPOLÍTICA.

 

 Nuestra columna de hoy se referirá a la ciencia ficción.

 

 Muchos especialistas en ciencia ficción o ficción literaria, para nombrarla con más propiedad, afirman que la primera novela de ciencia ficción fue Franskenstein, de Mary Shelley. Más adelante, estas ideas se transformaron en películas de ciencia ficción que a menudo expresaban el poder de la tecnología para destruir a la humanidad por medio de catástrofes como la película Armaggedon, guerras entre mundos, situaciones que ponen a la Tierra en peligro o desastres, como ocurre en las producciones de Hollywood: Ultimatum a la Tierra (1951), Cuando los mundos chocan ((1951) y los tres éxitos de taquilla: Deep Impact (1998), Armageddon (1998) y El libro de Eli (2010).

 

 Todas presentan un futuro siniestro, una visión distorsionada del mundo en una fase de avanzado declive, como la película Metrópolis, rodada en 1927, donde la población está esclavizada, vive bajo tierra y la industrialización ha tenido efectos desastrosos para la sociedad. Si observamos detenidamente, los temas tratados por la ciencia ficción, veremos que dicho género no es la fuente de iluminación colectiva ni el corpus de literatura imaginativa que pretende ser, sino que está orientado hacia algo mucho más siniestro que es preciso deconstruir. Todo forma parte de un conjunto de ataques psicológicos a la idea de la gente de que las leyes del universo son racionales y, por lo tanto, cognoscibles por la mente humana. Dichos relatos suelen retratar lo peligroso y siniestro que es el conocimiento.

 

 “Hay ideas que el hombre no ha de saber”, idea que se repite continuamente en incontables películas. Y la amenazante existencial pérdida de la individualidad personal, como en la Invasión de los ladrones de cuerpos (1956), la hecatombe nuclear en un mundo postapocalíptico de La hora final (1959). Todas son afirmaciones de la impotencia humana ante el inmenso cosmos, imposible de conocer y de controlar. Tal como dicen los propios escritores de ciencia ficción, sus relatos están diseñados para “manipular las mentes”, es decir, destruirlas.

 

 La ciencia ficción no es un simple género literario, sino una herramienta sofisticada, diseñada para atrapar, desorientar y destruir la prometedora mente creativa de la generación joven. Una vez que ha desaparecido la fe en el poder de la razón humana, queda destruido todo el potencial de un trabajo científico futuro. La actual explosión de medios visuales ha desempeñado un papel decisivo en las películas de ciencia ficción modernas, como El señor de los anillos y Avatar.

 

 Pocas personas son conscientes de que el género de la ciencia ficción fue diseñado en un laboratorio e inoculado en las mentes de los jóvenes norteamericanos por los mismos políticos y financieros que antes habían patrocinado el comercio de las drogas y más tarde el movimiento contracultural de los años sesenta.

 

 Herbert George Wells, polifacético escritor de ciencia ficción, jefe de la Inteligencia Exterior británica durante la Primera Guerra Mundial fue un protegido del gran darwinista Huxley, fundador de la organización de inteligencia británica Mesa Redonda. La Mesa Redonda es una de las sociedades secretas “abiertas” vinculada con la Casa de Windsor. Su miembro más importante fue el barón Harold Anthony Caccia, cuya familia es una de las más antiguas de la llamada Nobleza negra.

 A su vez, la Nobleza Negra veneciana estaba relacionada con una organización secreta llamada Organizational Consul, controlada por la Sociedad Thule. Las “mayores” creaciones de la Sociedad Thule fueron el partido nazi y su líder, Adolf Hitler.

 

 Herbert George Wells, el novelista, era miembro de un grupo elitista de la oligarquía británica, el Club de los Coeficientes. Tanto la Mesa Redonda como los miembros del Club de los Coeficientes tenían como objetivo establecer un “imperio feudal dirigido por una aristocracia que controlase los conocimientos y la tecnología y los utilizaría para gobernar a una población de ignorantes y drogadictos”.

 

 El grupo BILDELBERG era, de hecho, una extrapolación natural del Club de los Coeficientes. Milner (alto comisionado de Sudáfrica) expuso su visión del futuro durante un encuentro celebrado en 1903, más de medio siglo antes de que se fundara el CLUB BILDELBERG, en 1954. “Debe haber una aristocracia con determinación, si no la humanidad fracasará.

 La solución no reside en la confrontación directa. Podemos derrotar a la democracia porque comprendemos cómo funciona la mente humana”. La idea de que las masas estén educadas es horrible, porque significaría la muerte de la oligarquía. Las naciones que fomentan el desarrollo de la mente creativa de su población, consiguen que su pueblo no esté dispuesto a tolerar indefinidamente gobiernos oligárquicos, no así los pueblos analfabetos y atrasados tecnológicamente.

 

 Sin duda alguna, uno de los autores más famosos es Isaac Asimov. Firme partidario de la doctrina de Malthus, según la cual se están agotando los recursos naturales y, por lo tanto, hay que reducir la población mundial, comenzó a trabajar con Heinlein, gran escritor prolífico de ciencia ficción, que había sido destinado al proyecto MK-PLUS ULTRA de proliferación de drogas en el Laboratorio de Experimentos Navales. Ambos grupos siguen el modelo británico del INSTITUTO TAVISTOCK de lavado de cerebros a escala mundial.

 

 No nos olvidemos de Carl Sagan, casi la única persona de la que se fiaron los medios de comunicación de la clase gobernante para que hablase de los ovnis, de la astrología y de las sectas.

 En 1980, se creó la serie Cosmos, todo un referente que la han visto más de mil millones de personas de todo el planeta. No hace falta ver los trece episodios de la serie Cosmos para ver que no es ciencia pura, sino que nos adentra en el misticismo.

 Cosmos nos propone una versión acuariodionisíaca de la ciencia basada en el irracionalismo existencialista, sentimentalista y ecologista. En vez de hacer preguntas pertinentes referidas al lugar que ocupa la humanidad en el universo, Sagan nos lleva a un universo de la mano del poder alquímico de la televisión. No es de sorprender que ese gran espectáculo fuera financiado por personas y organizaciones estrechamente vinculadas a los mismos locos de la Conspiración de Acuario, del Instituto Aspen que creó el movimiento ecologista por medio de instituciones como el Club de Roma, Amigos de la Tierra, el Fondo Mundial para la Vida Salvaje y el Word Watch Institute.

 

 No olvidemos que la Conspiración de Acuario tiene como finalidad ir minando la sociedad por medio de movimientos contra la guerra, ecologistas y de la contracultura de las drogas. Quienes lanzaron a Carl Sagan fueron los capitalistas financieros que promovieron sus políticas anticientíficas que vende su serie Cosmos. Los servicios prestados por Sagan forman parte del intento consciente de erradicar el progreso científico, porque la idea de un avance incesante a favor de un futuro mejor es algo prohibido para los oligarcas que operan en secreto.

 

 La auténtica soberanía no radica en la opinión popular, sino en el poder creativo de la mente humana individual. La única defensa que tenemos contra quienes intentan lavarnos el cerebro es desarrollar nuestras capacidades mentales, de forma individual, para que hagan de cortafuegos contra la guerra psicológica y el colonialismo cultural.

 

 Me despido de nuestra querida audiencia, agradeciendo su amable atención, deseando que volvamos a encontrarnos una vez más en EL CLUB DE LA PLUMA. Antes de dejarlos, introduciré algo del tema musical que elegí: Jerusalema. Jerusalén es mi casa, sálvame, no me dejes aquí, mi reino no está aquí. No me dejes aquí, sálvame, sálvame, sálvame.

 La letra de Jerusalema habla de Jerusalén como la ciudad soñada en la que estar en comunión con Dios, un canto a la vida. 

 


VIVIANA ONOFRI

Profesora en Letras

 ex catedrática de la Universidad Nacional de Mar del Plata