GREGORIANAMENTE HABLANDO
Según las
costumbres e imposiciones, estamos llegando a un final, última palabra ésta que
se me antoja antipática, hasta detestable. Prefiero el término “pausa”, para
luego continuar.
No descarto ni
reniego de la oportunidad del encuentro en los abrazos y tragos (a veces…) de
por medio; sólo que en esta insistencia de imponernos hasta “cuándo es el
momento de compartir la vida”, me suena grosero.
Algunos han
incorporado la creencia que por el cambio de un dígito en el calendario, la
historia se transforma… Es la remanida actitud de endilgar en otros, o a factores externos, la responsabilidad de
las modificaciones; cuando en realidad debemos ser nosotros en actitudes y
acciones los transformadores del presente.
Y cuando me refiero
al presente, digo éste presente que lastima, hiere en cada individuo
imposibilitado de elegir cómo vivir.
En fin, como
sea…otra agenda que se cierra y otra que se abre.
Pero tanto la que
se cierra como la que se abre, son agendas con deudas cuasi eternas, porque
desde hace más de dos mil años han desaparecido miles de millones de hermanos,
con el cuento de la esperanza, sin que nada haya cambiado. Los números en los
calendarios sí, pero el hambre sigue siendo el mismo eliminador de mañanas.
No sólo hambre y
desnutrición, sumemos analfabetismo, aculturación y miseria para tener una vaga
idea del caudal de la deuda para con la mayoría de “nuestros semejantes”…
Y cuando nos
impusieron una formación basada en la discriminación, lo hicieron haciéndonos
creer que “el semejante” era aquél otro parecido a nosotros. Pero no había
“otro”, eran los modelos impuestos para la mercantilización de la existencia.
Cuando nos enseñaban al “semejante”, ese era casi un muñequito de torta
disfrazado de humano. El “otro”, el que no estaba en las imágenes de manuales,
revistas de moda o programas televisivos espectaculares, era y es el que
siempre está ausente. Los inexistentes… así nos lo hicieron creer y así
preferimos creer.
Luego vinieron las
campañas, donde los comenzamos a ver, para entregarles “las sobras” y así
intentar calmar nuestras conciencias.
Cuando mis hijos me
preguntaban sobre la solidaridad, siempre les expliqué que ella podía ser
entendida cuando le entregábamos al “otro” lo que el “otro” necesitaba, no lo
que nos sobraba. Compartir es entregarte mi pan, no la mitad.
Más de dos mil años
de costumbres impuestas y nada hemos hecho para cambiar realidades
vergonzantes.
Hay deudas que por
más cambios de calendarios que haya, no se saldan, al menos que cambiemos desde
nuestras miradas hasta nuestras acciones tendientes a ver, de una buena vez al
“otro”. Y de la mano del “otro” comenzar a construir un mundo completamente
diferente, donde “todos” tengamos cabida y la única excluida sea la tristeza.
NORBERTO
GANCI –DIRECTOR- El Club de la Pluma
DOMINGOS DE
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El Club de la Pluma
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