EL CAMINO DE LA
REBELIÓN
Por estos días, en que se recuerdan los
funestos días del golpe del asesino pinochet en Chile, nos admirábamos con los
compañeros con lo que sucedía en el
ánimo de los chilenos por esa época.
Es
sencillo demostrar que ese ánimo se extendía por toda Latinoamérica (o
para decirlo como el gran José Martí: Nuestra américa), incluyendo a Argentina,
por supuesto. Constatamos cómo, en una sola década, Chile mostró una
efervescencia de creatividad, de arte, de belleza, de riqueza inmensa en su
producción cultural, que es producción de excelsa humanidad, para sufrir el
máximo horror del asesino que cortó abruptamente todo ese proceso fulgurante.
Un rápido repaso de los hechos:
1963:
nace el grupo Los Jaivas
1964:
Violeta Parra expone en el Museo del Louvre, París
1965:
Violeta funda la Universidad del folklore, y Patricio Manns estrena
"Arriba en la cordillera". Sale el disco Cecilia la incomparable. Los
huasos quincheros crean el clásico Si vas para chile, y se funda la banda
Quilapayún
1966:
un director teatral ya reconocido se lanza a la música con un disco que lleva
su nombre: Víctor Jara
1967:
Jara canta El aparecido, Neruda publica Fulgor y muerte de Joaquín Murieta y
terminando el año se funda el grupo Inti Illimani
1968:
el gran cineasta Raúl Ruiz estrena su película Tres tristes tigres y Patricio
Manns canta Cautivo del Til til
1969:
Jara canta Plegaria de un labrador y Te recuerdo Amanda, y Miguel Littin
estrena El chacal de Nahuel Toro. Nicanor Parra recibe el premio nacional de literatura.
1970:
entre otras grandes obras publicadas, Quilapayún hace conocer su Cantata de
Santa María de Iquique
1971:
Neruda recibe el Nobel de Literatura, y toda la fabulosa producción continúa en
su apogeo hasta septiembre de 1973. Es una síntesis muy apretada de los hechos,
por supuesto.
La historia humana marcha en un inconcebible y
complejo movimiento de avances, retrocesos, pasos al costado y pasos de baile o
de monotonía mortal, casi siempre en contra de lo que los hombres y sus
ideologías pregonan (y -ya que hablamos de septiembres históricos- el ejemplo
lo pone Slavoj Zizek, cuando señala , a propósito del 11S : "usualmente la gente cree que el ‘89
es el fin del socialismo y, en un sentido, el fin de las utopías: aparece el
realismo, tenemos que aceptar la economía de mercado y el fin de la ideología
política. Pero yo creo -dice Zizek- casi todo lo contrario: la verdadera utopía
era la de los años noventa, la de la economía global liberal capitalista, el
fin de la historia de Fukuyama; Y si el 11-S nos dice algo es precisamente
porque marca el fin de esa utopía (les duró también una década esa estupidez):
ahora nadie puede pensar seriamente que la democracia burguesa sea una
solución.
Por nuestra parte, nos permitimos postular
que, dada las coincidencias encontrables en la historia entre producción de
belleza y rebelión, es necesario desarrolllarlas juntas, y es imprescindible
pensarlas, elaborarlas, fundamentarlas, esto es, fundarlas, cuantas veces sea
necesario.
Albert
Camus opone tajantemente lo sagrado a la rebelión. El hombre rebelde es el
hombre situado antes o después de lo sagrado, y dedicado a reivindicar un orden
humano en el cual todas las respuestas sean humanas, es decir, razonablemente
formuladas. Desde ese momento toda interrogación, toda palabra es rebelión, en
tanto que en el mundo de lo sagrado toda palabra es acción de gracias. Sería
posible mostrar así, dice Camus, que no puede haber para un espíritu humano
sino dos universos posibles, el de lo sagrado y el de la rebelión. La desaparición
del uno equivale a la aparición del otro, aunque esta aparición puede hacerse
en formas desconcertantes. La actualidad del problema de la rebelión depende
únicamente del hecho de que sociedades enteras han querido diferenciarse con
respecto a lo sagrado. Vivimos en una historia desconsagrada. Es cierto que el
hombre no se resume en la insurrección. Pero la historia actual, con sus
contiendas, nos obliga a decir que la rebelión es una de las dimensiones
esenciales del hombre. Es necesario que encontremos en LA REBELIÓN nuestros
valores.
La solidaridad de los hombres se funda en el
movimiento de rebelión y éste, a su vez, no encuentra justificación sino en esa
complicidad. Tendremos, por lo tanto, derecho a decir que toda rebelión que se
autoriza a negar o a destruir esta solidaridad pierde por ello el nombre de
rebelión y coincide en realidad con un consentimiento homicida. Del mismo modo
esta solidaridad fuera de lo sagrado sólo adquiere vida al nivel de la
rebelión. Para ser, el hombre debe sublevarse pero su rebelión debe respetar el
límite que descubre ella misma, allí donde los hombres, al juntarse, comienzan
a ser. El pensamiento rebelde no puede, por lo tanto, prescindir de la memoria:
es una tensión perpetua. Al seguirlo en sus obras y sus actos tendremos que
decir siempre si permanece fiel a su nobleza primera o si, por cansancio y
locura, la olvida contrariamente, en una embriaguez de tiranía o de
servidumbre.
Entre tanto, he aquí el primer progreso que el
espíritu de rebelión hace realizar a una reflexión anteriormente imbuida de la
absurdidad y de la aparente esterilidad del mundo. En la experiencia absurda el
sufrimiento es individual. A partir del movimiento de rebelión, tiene
conciencia de ser colectivo, es la aventura de todos. El primer progreso de un
espíritu extrañado consiste, por lo tanto, en reconocer que comparte esa
extrañeza con todos los hombres y que la realidad humana, en su totalidad,
sufre a causa de esa distancia en relación con ella y con el mundo. El mal que
experimentaba un solo hombre se convierte en una peste colectiva. En nuestra
prueba cotidiana la rebelión desempeña el mismo papel que el “cogito” en el
orden del pensamiento cartesiano: es la primera evidencia. Pero esta evidencia
saca al individuo de su soledad. Es un lazo común que funda en todos los
hombres el primer valor. Es, expresable en una fórmula sencilla: YO ME
REBELO, LUEGO NOSOTROS SOMOS.
PEDRO
RODRIGUEZ
Militante
Social