La historia de Bolivia, la lejana, pero aun más la reciente, es revuelta y convulsionada.
El país, rico en recursos naturales, especialmente en minerales y gas natural, tiene altísimas potencialidades (incluso habiendo sufrido el cercenamiento de su salida al mar durante la Guerra del Pacífico de 1879-1884), pero se ha visto constantemente horadado por pésimas administraciones, la gran mayoría de facto, ligadas a los intereses económicos extranjeros
Con la llegada del aymara Evo Morales, Bolivia ha hecho un verdadero salto cuántico social, cultural y económico, que finiquitó - al menos durante un tiempo - el 𝑙𝑜𝑜𝑝 de infiernos neoliberales que asolaron el país desde el golpe militar de 1970, marcando a fuego con su figura controversial - amada y odiada - los acontecimientos recientes.
El ocaso boliviano obtuvo su máximo esplendor con el advenimiento a principios de los años '70s del alumno de la Escuela de las Américas, el general Hugo Banzer. Su subida mediante un golpe militar estuvo enmarcada en el ámbito del Plan Cóndor, y su huella fue tan honda que el país quedó atravesado por la marginación, la mano dura y la expoliación, creando ricos muy ricos y pobres extremadamente pobres, situación que se fue naturalizando como un hecho inamovible.
Dentro del gobierno de Banzer se encontraban miembros de la Falange Boliviana, de carácter fascistoide, e increíblemente también del MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario), que había sido el pilar de la «Revolución de 1952», y que ahora institucionalizaba su viraje hacia la extrema derecha con tal de sobrevivir a los tiempos.
Irónicamente, el MNR se había constituido en los años '50s sobre tres pilares (1) la Reforma agraria, que buscaba redistribuir la tierra en manos de grandes terratenientes entre los campesinos sin tierra; (2) la nacionalización de las minas, fundamentalmente, del estaño, principal recurso económico en ese momento, y (3) Reformas sociales en educación, salud pública, condiciones laborales y derechos sindicales.
Pero en los años de plomo de la década del setenta daba la vuelta la página y abogaba por las privatizaciones y por la aniquilación de la «anarquía sindical» (como dijera el mismísimo Víctor Paz Estenssoro en su nueva faz 𝑝𝑜𝑠𝑡 𝑟𝑒𝑣𝑜𝑙𝑢𝑐𝑖𝑜𝑛𝑎𝑟𝑖𝑎)
No obstante, el ejemplo original estaba allí.
EL MNR, al menos el radical y primigenio, no el traicionero y acomodaticio, quedó incorporado en las retinas y el inconsciente colectivo: sus reformas y su defensa irrestricta del Estado serían retomadas (metabolizadas) por el MAS de Evo Morales, cuando a principios de la década del 2000, llegó al poder en el marco de una oleada latinoamericana de gobiernos soberanistas.
La chispa revolucionaria de Evo y sus apoyos - opacada durante muchos años de propaganda «modernista» neoliberal, de «𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒𝑛𝑑𝑒𝑑𝑜𝑟𝑖𝑠𝑚𝑜» y de loas al mercado - surgió con 𝐿𝑎 𝐺𝑢𝑒𝑟𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝐴𝑔𝑢𝑎 y 𝐿𝑎 𝐺𝑢𝑒𝑟𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝐺𝑎𝑠.
Corrían los tiempos de Gonzalo Sánchez de Lozada, los dorados años 90' y sus estelas del 2000. Lozada era un empresario educado en Estados Unidos, educado en la Universidad de Chicago, que acostumbrado a hablar en inglés, modulaba muy mal el español. Su padre había sido asesor de David Rockefeller.
Como Menem (con el peronismo) y De La Rúa (con el radicalismo), dos partidos que surgieron en Argentina como revolucionarios pero se habían 𝑎𝑔𝑔𝑖𝑜𝑟𝑛𝑎𝑑𝑜 (o sea, subordinado vergonsozamente) al Consenso de Washington, «Goni» Sánchez de Losada buscó el MNR para trasvestirse de defensor de la justicia social, y llevar la «modernidad» al país, utilizando sofisticadas técnicas de marketing (como las de Jeffrey Sachs, el cerebro de los «golpes suaves»).
«Goni» convenció a la sociedad boliviana que apoyasen su «Plan de Todos», que prometía un crecimiento del PIB al 10% anual, 500.000 nuevos empleos, reformar las jubilaciones (AFJP) y atraer inversión extranjera productiva mediante privatizaciones. Esas recetas eran el paradigma del éxito según él y se lo hizo saber al pueblo boliviano, que encantado con sus cantos de sirena, apoyó... ¿Historia conocida, no? (tanto... tanto... que en el supuestamente culto pueblo argentino se repite sin fin...)
Pero como suele ocurrir en la realidad sudamericana, la modernidad prometida por las «doctrinas de shock» se expresó en algunas 𝐹𝑒𝑟𝑟𝑎𝑟𝑖 en las que circulaban las elites empresariales y políticas, y un manojo de cybercafés, que vendían el espejismo de la globalización. La sociedad quedó mucho más desahuciada que antes, con hambre, postergación, miseria y un futuro imposible.
En el año 2000 se despierta el descontento popular y la conflictividad en las calles, cuando comienzan los bloqueos en el Altiplano para exigir salud, educación y desarrollo de parte del Estado y en Cochabamba se declara 𝐿𝑎 𝐺𝑢𝑒𝑟𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝐴𝑔𝑢𝑎 a la empresa estadounidense 𝐵𝑒𝑐ℎ𝑡𝑒𝑙, que había subido las tarifas del agua potable. El pueblo boliviano no podía consumir... ¡ su agua !
La rebelión social tenía un sustento: casi el 90% de la población estaba por debajo de la línea de la pobreza. Un récord absoluto. Todas las cifras macroeconómicas del país eran delirantemente pésimas. Las exportaciones bolivianas de 2003 eran iguales a las de 1980: USD 1300 millones. ¡En 23 años no habían crecido un dólar!
La obscenidad de los capitales foráneos, y sus colaboracionistas burguesías-compradoras, había llegado a niveles de gula absoluta... a costa de las penurias de toda la sociedad, empobrecida hasta el tuétano.
Como señalé arriba, la Revolución Nacional de 1952 fue el chispazo que retomó Evo Morales en la conformación de su movimiento anti-neoliberal. Con aquélla Revolución, los indígenas pasaron a ser considerados ciudadanos, concediéndoseles el derecho al voto. Pero no participaban de la vida política. Eso era un reducto de las clases blancas/mestizas progresistas universitarias y algunos sectores combativos mineros. Este dato es importante, porque la inmensa mayoría de los bolivianos, los indígenas del Occidente, NO TENÍAN REPRESENTACIÓN real. No había gente de los suyos discutiendo el porvenir de su nación.
Poco a poco, mineros echados de las minas empiezan a organizarse en la siembra de coca, inaugurándose el movimiento cocalero en 2002, mirado con recelo por Estados Unidos. De allí nació el partido Movimiento al Socialismo (MAS), que representaba a todos los marginados del sistema... que eran una abundante mayoría. Se le sumaron, asimismo, los movimientos aymaras, que también se habían reagrupado. Así irrumpe en el Parlamento la representatividad indígena... y todo empieza a cambiar.
Lozada y sus patrocinadores estadounidenses, no obstante, redoblan la apuesta: privatizan el gas natural boliviano, del que se habían descubierto nuevos y enormes yacimientos, dándoselo por 30 denarios al consorcio hispano-angloestadounidense 𝑃𝑎𝑐𝑖𝑓𝑖𝑐 𝐿𝑁𝐺 (compuesto por 𝑅𝑒𝑝𝑠𝑜𝑙, 𝐵𝑟𝑖𝑡𝑖𝑠ℎ 𝐸𝑛𝑒𝑟𝑔𝑦 𝑦 𝑃𝑎𝑛𝑎𝑚𝑒𝑟𝑖𝑐𝑎𝑛 𝐸𝑛𝑒𝑟𝑔𝑦). El saqueo se disfraza de 'exportación'. Al no tener mar, Bolivia exportaba su gas, licuado, a través de puerto chileno de Mejillones (en Antofagasta). Antofagasta fue territorio boliviano...
Se sabía que Bolivia exportaba a 0,7 centavos de dólar el millar de pies cúbicos, y a Brasil a 1,7 dólares... pero el precio de mercado oscilaba entre 2 y 4,5 dólares. La subyugación era total.
Este asunto ríspido movió cuestiones nacionales hondas y le dio entonces a la izquierda soberanista - luego de 𝐿𝑎 𝐺𝑢𝑒𝑟𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝐴𝑔𝑢𝑎 - una nueva bandera: la exigencia de que el gas vuelva a manos del Estado, no se exporte vía Chile, y mucho menos, a Chile.
Se inaugura así la 𝐿𝑎 𝐺𝑢𝑒𝑟𝑟𝑎 𝑑𝑒𝑙 𝐺𝑎𝑠.
Estos antecedentes marcaron el camino de la asunción a la presidencia, el 18 de diciembre de 2005, de Evo Morales, con un 53,7% de los votos. Se trataba de un cocalero indígena, el primero en Latinoamérica en conseguir tan alto honor. Ello significaba el fin del apartheid racial (a pesar que desde los años '90 la nación se asumía pluriétnica y multicultural) y de la invisibilización de la Bolivia profunda.
Evo Morales tuvo tres mandatos consecutivos completos. Su resultado en cifras duras es indudable: la nación tuvo un crecimiento económico constante entre 2006 y 2019, con un PIB con promedio anual superior al 4%; la pobreza se redujo sensiblemente (del 38% en 2005 al 15% en 2018), se introdujeron programas para redistribuir la riqueza y se nacionalizaron los recursos naturales estratégicos (gas, petróleo, dentro de YPFB) o se aumentaron las regalías e impuestos a la exportación.
No obstante, las oligarquías regionalistas insistieron en la idea de las «dos Bolivias»; una andina, «caótica, inculta y conflictiva» (y agregaría, coya), y otra oriental, «moderna y productiva» (y agregaría, blanca), fundamentalmente cruceña.
Esta polarización abusa del modelo autonómico: la «Media Luna» (departamentos de Santa Cruz, Pando, Beni y Tarija), tienen vocación capitalista, derechista y elitista. Continuamente agitan sus banderas departamentales y reniegan de la boliviana o la Whipala, hablan del «comunismo» del gobierno central, enarbolan la Biblia y amenazan con la guerra civil.
Son departamentos «ricos» - Santa Cruz aporta casi el 30% de PIB boliviano - cuyas economías reposan sobre el agrobusiness. Muchos dirigentes cruceños son, a la vez, terratenientes (o representantes de).
Estas élites intentaron bloquear el cuarto mandato de Evo a través del "NO" en el referéndum de la reforma constitucional en 2016. Al principio lo lograron, por un estrechísimo margen. Pero un año después, el Tribunal Constitucional Plurinacional falló a favor de la reelección indefinida. Justo ese año, en 2017, Evo crea la estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) con el claro objetivo de que las ganancias por la explotación sirvan al desarrollo nacional.
El 20 de octubre de 2019, en oportunidad de las elecciones presidenciales donde Evo Morales ganó con holgura nuevamente, la OEA (la «administración estadounidense de colonias», como la definiera Fidel Castro), en la firma de su infame secretario general Luis Almagro, lanzó un informe lapidario de «irregularidades».... sin ningún sustento. Esto dio el puntapié para que surgieran acusaciones de «fraude», aparecieran montoneras (especialmente en el Oriente) y que las cámaras de la Asamblea Legislativa (Parlamento) aprobaran por unanimidad anular las elecciones.
La «crisis institucional» había sido un éxito.
Se dirimía UNA VEZ MÁS el modelo soberanista de desarrollo popular contra el modelo entreguista de «desarrollo sectorial» y empresarial.
Las burguesías-compradoras orientales estaban de lleno sumergidas en una triple apuesta: las barricadas civiles (𝑔𝑢𝑎𝑟𝑖𝑚𝑏𝑎𝑠, organizadas por Luis Fernando Camacho), la represión policial-militar y la carta parlamentaria. Bajo amenazas directas de muerte, forzaron la renuncia de los máximos cuadros ejecutivos y legislativos del MAS, incluyendo a Evo Morales.
El presidente (saliente y electo a la vez) salvó su pellejo de milagro gracias a la intervención de Argentina (Alberto Fernández) y México (Manuel López Obrador). Mauricio Macri, y el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, habían colaborado especialmente con el golpe, enviando material no-letal represivo.
Evo había anunciado en múltiples ocasiones que se preparaba un Golpe de Estado orquestado por poderes internacionales. Asimismo, también había denunciado que querían matarlo. No tan lejos tenemos un antecedente: el «atentado indirecto» perpetrado por la OTAN cuando se le impidió reaprovisionarse en Francia, España y Portugal, y el avión presidencial, casi ya sin combustible, tuvo que aterrizar de emergencia en Austria... Evo regresaba de... Rusia. Allí encima fue abordado ILEGALMENTE y requisado, vulnerando toda inmunidad diplomática. Se buscaba a Edward Snowden, al que se creía (supuestamente) fugado en el avión presidencial boliviano.
La autoproclamada nueva presidente de Bolivia, Jeanine Áñez, fue rápidamente avalada por Estados Unidos y la UE, mientras era custodiada, en su despacho y en las calles, por el ejército boliviano.
Bolivia había sufrido una guerra contra Paraguay (1932-1935, Guerra del Chaco, básicamente una guerra montada en favor de los intereses de 𝑆𝑡𝑎𝑛𝑑𝑎𝑟𝑑 𝑂𝑖𝑙), una serie de golpes militares que privatizaron sus recursos mineros y gasíferos, una 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑜𝑐𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎 (Sánchez Losada) que privatizó hasta el agua, y ahora... un golpe que procuraba saquear el nuevo recurso del Siglo XXI: el litio.
En 2009, Barack Obama ya había emprendido una intentona golpista, frustrada por Evo Morales y cuyo resultado fue la expulsión de varios funcionarios estadounidenses...
Pero en 2019, no lo pudo evitar. Poco antes, la empresa china TBEA Group había sido autorizada a explotar las principales reservas de litio bolivianas. Apenas sube Áñez, suspende el contrato.
Argentina, Bolivia y Chile conforman el llamado 𝑻𝒓𝒊𝒂́𝒏𝒈𝒖𝒍𝒐 𝒅𝒆𝒍 𝑳𝒊𝒕𝒊𝒐, que concentra más de un 60% de las reservas mundiales del mineral estratégico, con alrededor de 54 millones de toneladas.
Las torpezas del gobierno ilegítimo de Áñez hicieron inevitable que se organizaran nuevas elecciones, que se llevaron a cabo en octubre de 2020. En estas elecciones, Luis Arce, del MAS, el partido de Evo Morales, resultó ganador y asumió la presidencia en noviembre de 2020.
En junio de 2023, Luis Arce hizo un convenio entre YLB y Uranium One Group, filial de Rosatom (Rusia) para construir un complejo industrial de extracción y producción de carbonato de litio en Potosí, en una inversión de USD 1.500 millones para producir 50.000 toneladas del metal anualmente. Adicionalmente, en enero 2024, firmó otro acuerdo con CBC para avanzar con la industrialización del mineral.
China y Rusia, lo recuerdo, son miembros fundadores del BRICS.
En fecha tan reciente como el 6 de junio, Luis Arce voló hacia San Petersburgo para reunirse con Vladimir Putin en el importante Foro Económico desarrollado anualmente en esa ciudad, con el objeto de incrementar la cooperación bilateral, fundamentalmente en cuanto a la transformación de litio en baterías y asimismo, compatibilizar los pasos hacia el ingreso del país del Altiplano al BRICS Plus.
Apenas 18 días después, el comandante de las Fuerzas Armadas, Juan José Zúñiga, anunció que no permitiría una candidatura de Evo Morales a la presidencia. Arce pensaba destituirlo por su «inadecuada declaración». Entonces, dos días después, Zúñiga se anticipó y organizó un golpe de Estado, sacando a las calles su Regimiento Especial Challapata «Méndez Arcos» e intentando invadir el Palacio Quemado (nombre de la casa de gobierno).
Pero, como quien dice, «se cortó solo». Sus camaradas de armas no se sumaron... por ahora. ¿Se trató de una cuestión de [falta de] coordinación o un respeto por las instituciones? La historia del ejército boliviano me inclina por la primera causa.
Paralelamente, y esto es muy importante, Bolivia sufre una crisis política dentro del MAS (un enfrentamiento directo entre Evo y Arce) por cuestiones de liderazgo y de estilo ejecutivo.
No obstante, también en la derecha tiene problemas de representatividad: la golpista Áñez y el terrorista Camacho están en prisión.
Como los militares son fuerza de choque, pero no tienen, en los tiempos de hoy, legitimidad, necesitan de su «pata civil» y de la excusa del «pueblo oprimido» para sacar sus tanques. Es por ello que Zúñiga exigió la liberación de Áñez y Camacho como una suerte de «pacificación social».
Bolivia tiene un grave problema en sus fuerzas armadas: no las puede purgar ni convertir. No tiene líderes populares en las instituciones totalitarias. Solo una comandancia cooptada por las agencias extranjeras - CIA, DEA, Mossad y MI6 - además de una ideología conservadora arraigada. Esto explica por qué Washington no condenó el golpe (y hago una suma de almacenero, está implicado en la formación del próximo).
Zúñiga, quizás sin saberlo, fue una «prueba» de la capacidad de reacción del gobierno y de la población. Obviamente, supongo, no hubiese sido tan tonto de hacer esta movida ridícula sin creer que no sería acompañado. O sea, hay comunicaciones encriptadas y un complot golpista en cartera.
A la vez, Zúñiga no hubiera hecho esta jugada si no advirtiera un frente quebrado y difícilmente reparable en el MAS.
Una vez llegado al poder, y para favorecer su estilo propio, Arce ha intentado «jubilar» a Evo Morales y sacarle toda influencia en el partido. Evo resistió esos embates y lo tomó como una cuestión de traición personal. Ahora, ambos pretenden postularse en las próximas elecciones presidenciales... pero sólo uno de ellos puede hacerlo (por el MAS). Este dilema y esta puja hace que «si entre ellos pelean los devoren los de afuera» (𝑀𝑎𝑟𝑡𝑖́𝑛 𝐹𝑖𝑒𝑟𝑟𝑜 dixit). Están avisados. Deberían bajar la guardia, buscar puntos de encuentro y así sobrevivir. Pero es improbable la coincidencia...
El golpe en Bolivia, que preanuncia posiblemente uno mejor organizado a futuro, es parte de un plan continental que ya triunfó en Argentina (con el anglosionista Milei) y Ecuador (con el bananero Noboa) y que tiene como objetivo final Brasil, poderoso miembro del BRICS y el control total del subcontinente, en momentos en que Eurasia se ha rebelado.
Así las cosas, nada nuevo bajo el sol...
Tuvo lugar la intentona N° 37 del ejército boliviano, esta vez, con un estrepitoso fracaso (o una prueba satisfactoria, ya se verá).
Detrás de escena, una crisis de representatividad en el partido gobernante, con acusaciones cruzadas entre Morales y Arce, el líder del MAS sin cargo, y el cargo del MAS sin liderazgo. Uno acusa al otro de ser agente estadounidense, pero el acusado hace contratos con empresas rusas y chinas...
Tras cartón, una derecha que se reorganiza en las sombras, manipulando a los militares mientras finge ser democrática y expele tweets repudiando perversamente el golpe.
El litio, y otras riquezas, están allí, como botín pretendido. La historia nos demuestra que unos son más laxos al momento de entregarlo, y otros pretenden acuerdos más justos y menos leoninos.
Y más allá, la pulseada al BRICS, luego de la exitosa defección argentina, que evitó el tándem con Brasil. Los coqueteos de Bolivia con Moscú para sumarse al grupo, deben ser detenidos a tiempo. Y los uniformes verdes están siempre dispuestos para la faena.