NUNCA MÁS ES NUNCA MÁS
Soy Lidia Rodríguez Olives y, desde
Buenos Aires, les mando un cálido abrazo a los que escuchan El Club de la Pluma
Hoy es 24 de marzo. Y, seguramente,
no hace falta aclarar nada sobre la relevancia que esta fecha tiene para muchos
argentinos. Me preguntaba qué decir, en momentos tan difíciles, cuando la
escena está habitada por tantos fantasmas y dinosaurios.
Se me ocurre entonces que debe haber
dos mensajes. Uno dirigido a esos dinosaurios que se niegan a desaparecer.
Otro, a todos los que hoy nos encontraremos en la Plaza de Mayo y en tantas
otras plazas de nuestra Argentina.
A los primeros quiero recordarles
que la Historia es una ciencia, que produce conocimiento validado a través de
un método específico y riguroso. No es el campo del “yo creo” ni del “a mí me
parece”. Toda afirmación debe ser sostenida por fuentes que demuestren por qué
las cosas son así y no de otra manera. La refutación existe; también el cambio
de paradigma. Pero no como resultado de la ideología de un sujeto sino de lo que,
en el marco de esa ideología, el sujeto puede demostrar.
En los últimos tiempos, agitada por
los libertarios y sus socios macristas, hemos visto irrumpir nuevamente la
“teoría de los dos demonios”. Sin pudor alguno, distintos personajes afirman en
los medios de comunicación que la Dictadura instalada en 1976 libró una guerra
contra un “enemigo interno” que ponía en peligro la existencia misma de la
Nación. En la guerra puede haber “excesos” o consecuencias no deseadas, pero de
ninguna manera desvirtúan los objetivos que la guían: salvar al país. Todo esto
dicho con la mayor impudicia, no sólo del que lo afirma sino también de los
periodistas, que nunca cuestionan ni preguntan a partir de qué fuentes
sostienen lo que dicen. Pero desde la Historia militante, no vamos a permitir
que 4 malparidos nos arrebaten la memoria para colocar en su lugar un relato a
su entera conveniencia. Reafirmamos el valor de la Historia y a través de ella
fundaremos la herencia de nuestros saberes.
Hace ya muchos años (en 1982) que
Richard Gillespie (por citar tan sólo 1), profesor de la Universidad de
Liverpool, escribió “Soldados de Perón. Historia crítica sobre los Montoneros”.
En ese profusamente documentado texto varias líneas quedaron expuestas:
1)
Que Montoneros, tanto por su extensión como por su organización, fue la
agrupación armada más importante de la Argentina de los años ´70
2)
Que en ningún momento fueron capaces de liderar una revolución popular o
tomar el poder del Estado por medios militares
3)
Que los términos “terrorismo” o “terrorista” no le son aplicables porque,
para tomar el Estado, su estrategia político-militar requería de apoyo y
colaboración pública. Por ello, su violencia tendió a ser discriminada y
previsible. A diferencia de los “terroristas”, no fueron los inocentes sus
objetivos legítimos, sino que sus ataques se dirigieron contra agentes del
Estado y contra enemigos políticos claramente definidos.
4)
Que la violencia insurreccional guerrillera argentina estuvo exenta de
actos de terrorismo al azar
5)
Que el ocaso, tanto de Montoneros como del ERP, es previo al golpe de 1976.
Sus fuerzas habían sido diezmadas por el terrorismo impuesto por la Triple A,
durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón y bajo la dirección de
José López Rega.
No hubo entonces ningún peligro de “disolución
nacional” sino que su fantasma fue agitado para ocultar los verdaderos
objetivos del golpe de Estado: eliminar las bases que sostenían la industrialización,
aniquilar toda posible resistencia e imponer un modelo de financiarización de
la economía en beneficio de unos pocos. Acá murieron y desaparecieron
trabajadores, representantes sindicales, estudiantes, docentes, políticos y
periodistas. Y el único terrorista fue el Estado, que utilizó el monopolio de
la fuerza para aniquilar a una población indefensa. Para ello secuestró,
torturó, inundó el país de cárceles clandestinas y robó bebés. Y me eximen de
más comentarios las palabras del General Ibérico Saint Jean, gobernador militar
de la Provincia de Buenos Aires, en 1977: “Primero mataremos a todos los
subversivos, luego a los colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida
a aquellos que permanezcan indiferentes y, finalmente, mataremos a los
tímidos”. No hubo 2 demonios, ni errores ni excesos. Fueron, son y serán
asesinos.
También volvió con los libertarios y sus
socios, el cuestionamiento a los 30 mil desaparecidos, que tiene en la
vicepresidenta Victoria Villarruel su espada más elocuente. Atravesada por un
sesgo donde no hay nada más que ideología, se olvida otra vez del proceso que
construye las afirmaciones de la Historia. Las fuentes, indispensables para el
discurso histórico, no se encuentran de una vez ni para siempre. Nuevos hallazgos
corrigen los discursos, les dan nuevo sentido o amplían su horizonte. La fuente
a la que ella y sus seguidores se aferran como a la madera un náufrago es el
informe conocido como “Nunca más”, que fue presentado el 30 de noviembre de
1984 por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) al
Presidente Raúl Alfonsín. Allí, a un año de finalizada la Dictadura, se da
cuenta de 8961 desaparecidos. Pero la reconstrucción del pasado nunca es
inmóvil ni estática. El tiempo aporta nueva información porque nuevas fuentes
aparecen. Y así ocurrió, mal que les pese, con los desaparecidos.
En 2006 salieron a la luz documentos del
Archivo de Seguridad Nacional de la Georgetown University, que el gobierno de
Estados Unidos aportó a la Argentina al cumplirse 30 años del Golpe de 1976. En
ellos se puede leer a un Henry Kissinger que, dos días después del golpe,
escribe a los militares: “lo que tengan que hacer, háganlo rápido”, en clara
referencia a la represión. Pero también hay entre los documentos
desclasificados, un informe girado desde el Batallón 601 de Inteligencia a su
par chileno, en medio de lo que se conoce como Plan Cóndor. Con absoluta
claridad se afirma que, hasta mediados de 1978, el Ejército estimaba haber
matado a 22 mil personas. Sólo el Ejército… Y aún faltaban más de 5 años para
el fin del gobierno genocida. Esta información fue recogida por el periodista
John Dinges en su libro “Los años del Cóndor”. Pero acá son muchos los que
prefieren hacerse los distraídos y negar lo que no les conviene aceptar. Porque
no había que revolver archivos ni irse a Estados Unidos para enterarse: tanto
Clarín como La Nación dieron cuenta de los hallazgos en sendas notas publicadas
en marzo de 2006, una de ellas firmada por Hugo Alconada Mon.
Este proceso
de desclasificación de archivos ha seguido sin pausa. En 2022, nuestro país
recibió del gobierno de Francia un compendio documental que permitirá arrojar
más luz sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la época
más nefasta de nuestra Historia.
Entonces, ¡30 mil compañeros detenidos y
desaparecidos, presentes! ¡Ahora y siempre! En tu cara, Villaruel…
Y ahora, unas palabras a los miles de
compañeros y compañeras que compartiremos la Plaza hoy.
Este gobierno ha venido a terminar lo que la
Dictadura, Menem, De la Rúa y Macri dejaron inconcluso. Quiere terminarlo de una
vez y para siempre. Y no duda ni dudará en utilizar las mismas armas con las
que nos quisieron eliminar hace 48 años. Nos quieren rotos, desunidos,
temerosos. Porque el miedo es el arma de los tiranos para silenciar. Entonces,
hagamos de la alegría y de la unión nuestro punto de apoyo y resistencia. No
una alegría “boba” que ríe porque sí. Una alegría consciente del triunfo final,
que acusa al que hay que acusar, que denuncia, que se para insolente frente al
despotismo y sostiene no estar dispuesta a dar ni un paso atrás. Alcemos con
orgullo todas nuestras banderas: la de los 30 mil; la de las madres, abuelas e
hijos; la de los Derechos Humanos; la de la Argentina grande, libre y soberana;
la de la justicia y la democracia; la del trabajo y la dignidad. Que nadie dude
que, en nuestra Patria, Nunca Más es Nunca Más…
Desde Buenos Aires, un fuerte abrazo a todos
los que escuchan El Club de la Pluma
PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ
OLIVES
Posgrado en Ciencias
sociales por FLACSO