ME GUSTAN LOS ESTUDIANTES
Me gustan los estudiantes
Porque son la levadura
Del pan que saldrá del horno
Con toda su sabrosura.
Ítalo Calvino, brillante escritor
italiano, escribió una vez: “Un país que destruye la escuela pública no lo hace
nunca por falta de dinero, por falta de recursos o porque su costo sea
excesivo. Un país que desmonta la educación, las artes o las culturas, está ya
gobernado por aquellos que sólo tienen algo que perder con la difusión del
saber”
Por estos días sobresale en todo el
país un acontecimiento: la decisión de todo el amplio sector de la educación de
dar pelea a las arbitrariedades del gobierno y su veto a la ley de
financiamiento universitario. Hoy queremos referirnos en particular, por
considerarlo destacado, y por haber participado directamente algunos de
nosotros, al rol del movimiento estudiantil. Desde la Reforma Universitaria de
1918, el movimiento estudiantil argentino ha tenido protagonismo inocultable en
la vida política del país (la Reforma tuvo incluso proyección latinoamericana).
Algunos compañeros alcanzaron a
ver dos expresiones gloriosas en nuestra historia: la primera, la de los años
1969 a 1973, donde la lucha se desarrollaba en las calles y fuertemente
asociada a propuestas políticas que lo incluían y lo excedían, con un grado de
organización y de debate no alcanzado hasta nuestros días. Otro momento fue el
del enfrentamiento a las políticas de la dictadura, con un momento álgido como fue
la quema de chequeras de aranceles en las puertas del Rectorado de la UNR, en
1981, aún con una organización incipiente, asesinados o exiliados sus
principales cuadros y con el terror instalado en toda la sociedad. Además de
impedir el pretendido arancelamiento, esa lucha provocó la renuncia del
entonces rector Ricomi, puesto a dedo por los militares genocidas.
Varias décadas después, la
defensa de la educación pública y gratuita vuelve a convocarnos, en lo que podría
ser el germen de una unidad en la lucha si consigue vincular su defensa
sectorial a la de los trabajadores (que padecen una “reforma” laboral que es un
tobogán al abismo) y a la del pueblo que ya no puede pagar alimentos,
transporte, alquileres ni tarifas, cuando lo único que aumenta son los precios.
En estos días, en Rosario y en todas las universidades, se constata una firme
decisión de organizarse para defender lo conquistado.
Aquí hay autoconvocados formando agrupaciones,
asignando tareas, eligiendo delegados revocables, tomando la iniciativa que no
mostró en los últimos años. Este
fenómeno puede explicarse de manera bastante sencilla: los jóvenes no
encuentran partido ni agrupación que los exprese, partidos o agrupaciones con
los cuales identificarse y confiar. Eso que llaman “crisis de representación”
es, ni mas ni menos, la prueba de la INEXISTENCIA de tal “representación” donde
quiera que se mire.
Nuestra perspectiva, nuestro modo
de leer esta realidad, nos señala que la notoria orfandad política en que nos
encontramos no es debida a “errores” o “desaciertos” de alguna dirigencia, sino
que se explica por la continuidad y la acción de instituciones que defendieron
y defienden interesas contrarios a los que defendemos. No es un problema
relativo a partidos o personas en el gobierno, JAMÁS lo fue. Se lo advertimos a
algunos compañeros en la facultad, antes de las votaciones en el Congreso (a
los que creían, justamente, que el Congreso iba a impedir la locura de vetar la
ley de financiamiento universitario): NO PUEDE CONFIARSE en los que NO nos
representan. Por el contrario, sostenemos firmemente la necesidad de construir
una fuerza propia capaz de expresar con claridad lo que exigimos y de ofrecer
una alternativa política emancipadora, junto a todos los afectados y víctimas
de estas políticas.
Vamos a decir lo mismo de otra
manera, porque nos parece esencial comunicar esta convicción: el triunfo del
movimiento estudiantil está siempre condicionado a las alianzas que consiga
tejer con otros sectores del pueblo. El movimiento estudiantil como tal, al ser
dinámico y con integrantes “transitorios”, no cuenta con estrategias, pero su
reivindicación histórica fundamental será defendida hasta las últimas
consecuencias, viendo qué significa una escuela o una universidad sin
presupuesto y abandonada a su suerte. Para que el mero paso del tiempo no termine
disolviendo sus luchas y su firmeza, necesitará visualizar los proyectos
políticos en disputa, no sólo la obvia defensa de la educación pública
gratuita. O para decirlo de otro modo: la defensa de la educación pública y
gratuita podría ser el germen de una unidad en la lucha si se consigue forjar
un proyecto emancipador.
Hoy vemos un plan de lucha en
curso: tomas de facultad, asambleas, clases públicas, acompañadas de paro
docente y de otras formas de lucha. Es necesario que se sostenga porque es alentador
para otros sectores y porque pone blanco sobre negro los fantasmas de un
presente de necesidades y privaciones. Y esos fantasmas son tan poderosos como
los fantasmas del pasado. Como dice el Manifiesto Liminar de 1918: “Los
dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan.”
PEDRO
RODRIGUEZ
Desde
Rosario
Militante Social