LA GUERRA MEDIÁTICA
En un par de ocasiones hemos
aludido a las “usinas de sentido” del sistema. Esta expresión no es algo que
pueda darse por sobreentendido, cuando se olvida tan rápidamente la relación
del lenguaje con el poder (y en nuestro caso hablamos del poder real, que es el
poder de los monopolios y la oligarquía financiera). Para poner un ejemplo
sencillo a la mano: escuchen a Ratazzi defendiendo a Milei. Y hay expresiones
cabales de esta verdad, como la célebre sentencia de Ludwig Wittgenstein:
"los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo". Puede
confundir, claro el “mi” de mi lenguaje y mi mundo.
En realidad, debería decir, o
proponemos que diga: nuestro lenguaje y nuestro mundo (a propósito de ese mundo
nuestro: en el horizonte clasemediero aparece la casita, el autito y el
viajecito, en el mejor de los casos, ignorando ABSOLUTAMENTE lo que suceda más
allá de ese horizonte: vayan a ver cuánto paga un burgués por un almuerzo, o
cuánto junta un pobre para poder comer).
La lucha de clases no es una
metáfora. Insistiremos hasta el hartazgo, y más allá. Como ha señalado el
filósofo mexicano Fernando Buen Abad, el enemigo dispone de un «arsenal»
mediático monopólico que se organiza y se despliega en todos los frentes:
camuflado como entretenimiento, noticieros, iglesias mediáticas y programas de
concursos, no importa el género o la excusa. Hasta en la publicidad de un jabón
o de un banco está presente. Y las mesas de redacción y las direcciones
editoriales están infestadas por servicios de inteligencia y espionaje.
¿Por qué olvidamos o simulamos
que no nos importa que los servicios trabajen a destajo desde SIEMPRE, con
altísimos presupuestos, desde el gobierno mismo? Sólo el escándalo del decreto
que aumentaba en 100.000 millones de pesos el dinero destinado a la Side,
tumbado en Diputados (lo que no obstaculizó que gran parte de ese dinero
llegara de todos modos a destino), hizo que se hablara de manera efímera del
tema.
Mientras, están desplegadas todas
las armas ideológicas, financieras y militares del capitalismo. Algunos no se
percatan de que hablamos los lenguajes colonizantes que nos imponen; que
compramos compulsivamente sus tecnologías; que relatamos la historia con las
premisas lógicas de ellos; que financiamos sus monopolios mediáticos; que
regimos nuestras vidas con valores y cultura que nos infiltran. Y si esto se
denuncia, se pasa a ser un loco conspiranoico o un nostálgico de una ideología
“pasada de moda”. ¡Hay que INNOVAR!
Las ofensivas de las clases
dominantes avanzan hacia un neonazifascismo porque atraviesan una crisis de
vacío intelectual que coagula en un proceso de condensación de odios y miedos. El
obligatorio aumento de sus ganancias ya no está acompañado de elaboración de
promesas creíbles. Ven que ese espíritu que recorre el mundo gana adeptos.
Supuran lawfare, persecuciones mediáticas, fake news, espionaje, represión y palizas
inflacionarias. Pergeñan “reformas” laborales, tributarias y previsionales
SIEMPRE CONTRA la clase trabajadora. Mientras, los gobiernos siguen
transfiriendo enormes sumas de dinero a los monopolios que los atacan o los
chantajean.
Está bajo amenaza la cordura
social. Todo está barnizado con canalladas y calumnias contra la voluntad
organizativa de los pueblos en lucha y contra sus líderes. De mil maneras
infiltran la antipolítica y están reclutando jóvenes, académicamente
anestesiados, con ilusiones de dinero o con ideología chatarra de orientación
supremacista o nazi.
Está en la tele, las redes o los periódicos
que despliegan los ataques diseñados por la manipulación simbólica. Para colmo,
la impotencia nos gana encerrados en un festín de sorderas disfrazadas de
diálogo. Y empeora en periodos electorales. Hay gobiernos de ricos encumbrados
con los votos de los pobres; hay consumismo desaforado de mercancías encarecidas.
Se generan ganancias siderales con los salarios raquíticos del pueblo
trabajador. Una apabullante minoría hambrea a la inmensa mayoría. Con unas cuantas
armas se reprime a masas de trabajadores.
La memoria también es un campo de
batalla semiótica. Quieren resetearlo todo, el olvido es su gran negocio. Su
teoría del Estado se aferra a una concepción medieval de la comunicación que se
dedica a fabricar predicadores armados con histrionismo mussoliniano. Se
multiplican como hongos. Así avanza la guerra mediática convertida en comunidad
de sentido opresor financiado por el real poder rumbo al dogmatismo férreo de
la aniquilación del otro. Nazifascismo que soñó y vio crecer Hitler. En eso
trabajan los centros de operación responsables de la guerra simbólica, repleta
de vacuidad y banalidad. El objetivo es sembrar odio contra todo lo que se
organiza en clave de rebeldía. Inyectar miedo contra cualquier intento de
modificación del statu quo. A estas horas la catarata de falsa conciencia,
vehiculizada por los mass media, descarga emboscadas comandadas por las jaurías
judiciales y sus aparatos policiales y militares, de represión objetiva y
subjetiva. Lawfare le llaman a esa guerra judicial.
En el corazón de la guerra
mediática habita la aberración supremacista recargada, empeñada en convencernos
de que ellos siempre tienen la razón, que debemos agradecer que nos saqueen y
exploten. Agradecidos por este mundo, al borde del desastre ecológico y ahogado
en el fracaso civilizatorio del capitalismo. Agradecidos por un planeta
intoxicado con hambre, miseria, pobreza, insalubridad, ignorancia y
humillaciones. Quieren que agradezcamos esto como la mejor herencia para
nuestra prole… y encima que estemos orgullosos de eso.
Paradójicamente la guerra
mediática tiene frentes internos. Guerra entre nosotros mismos donde la tarea
de la unidad, que es la más importante, la primera tarea hacia una comunidad de
sentido emancipador, se empantana entre refriegas de celos, sectarismos y
burocratismos que hacen gran favor al poder fáctico hegemónico porque, entre
otras cosas, no somos capaces de comunicar una salida humanista superadora de
nuevo género y les ahorramos el trabajo de dividirnos porque nos dividimos
solos. Nos urge organizarnos. Urge enfrentar ordenadamente a los que ya tomaron
todo, a los que aun así seguirán destruyendo lo poco que queda en pie de lo que
hemos conquistado.
Desde Rosario
Militante Social