RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

martes, 12 de septiembre de 2023

TURQUÍA, RUSIA Y EL CAMBIO DE MINISTRO UCRANIANO (ESTADOS UNIDOS) - LIC. CHRISTIAN CIRILLI


TURQUÍA, RUSIA

Y EL CAMBIO DE MINISTRO UCRANIANO

(ESTADOS UNIDOS)

 


La contraofensiva emprendida por Ucrania desde principios de junio no admite bemoles y todos los analistas serios concuerdan en que ha sido un rotundo fracaso; salvo que ocurra un milagro del tipo deus ex machina.

 

No hay novedad en el frente: Ucrania está perdiendo la guerra muy a pesar de los enormes esfuerzos materiales y, amargamente, humanos, que ha hecho y viene haciendo.

 

Las líneas Surovikin del frente sur y frente este, más allá de algún retroceso de pocos kilómetros o algún revés puntual, no han sido demolidas ni sobrepasadas, y no solamente no se ha perdido sustancia territorial, sino que la moledora rusa sobre los intentos de las columnas blindadas ucranianas ha sido letal.

 

Las armas occidentales – en las que han puesto esperanzas demasiado infundadas - y el notable coraje sus soldados se han estrellado contra la realidad de los hechos. La superioridad artillera, de aviación y de planificación estratégica rusa fueron esta vez relevantes. Y aunque se quiera tapar el cielo con las manos, eso repercute en la moral de la tropa y de la población, que intenta ocultarse de las levas desesperadas, que ahora, para colmos, en un grado de inhumanidad supremo, admite reclutas con “leves” trastornos mentales.

Como bisagra política del fracaso en el frente de batalla, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski sustituyó al ministro de defensa Alexei Reznikov por el jefe del Fondo Estatal de Tierras, Rustem Umerov.

 

Esto en principio pareciera ser una noticia poco relevante, pero en verdad, Reznikov fue el hombre elegido por la OTAN en el régimen banderista para organizar al ejército ucraniano bajo estándares occidentales y el gran ideólogo detrás de la asimilación de las milicias neonazis dentro de las fuerzas armadas. Asimismo, fue uno de los exitosos artífices de la (abro comillas) resistencia de Kiev y de la primera ofensiva de verano lanzada sobre Járkov y Jerson, en agosto-septiembre de 2022, que puso sobre el tapete la necesidad por parte de Rusia de reforzar su mano de obra y plantear otro tipo de guerra, más posicional y menos basada en maniobras.

Por supuesto, no se admite que Reznikov fue cesado por el fracaso rotundo de la contraofensiva, que se llevó unos 60.000 muertos (no bajas, muertos) del lado ucraniano, contando connacionales como internacionalistas.

 

Se habla solamente de un “cambio necesario” para “renovar energías”. Rustem Umerov no solamente es conocido por sus repugnantes gracias onanistas en Internet, sino porque se trata de un crimeo de origen tártaro, que es una etnia turca, dedicado a las telecomunicaciones y finanzas desde 2007, y que fue asistente del Mejlis tártaro de Crimea, Mustafá Dzhemilev, un ex disidente soviético ligado al movimiento tártaro… apoyado históricamente por los turcos desde – podríamos decir - los tiempos de Catalina II y Mustafá III.

 

Pero hay algo más en este nombramiento: Umerov tiene amplias y aceitadas conexiones en Estados Unidos y Turquía, y el nexo entre los tres países parece ser FETÖ, la organización caritativa liderada por el predicador turco Fethullah Gülen, a quien se le atribuye el golpe de Estado del 2016 contra Erdoğan, con la obvia contribución de las redes staybehind de la OTAN.

 

Fracasado el golpe, entre otras cosas por la colaboración del servicio secreto del exterior ruso con el mismísimo presidente Erdogan, éste último se encargó de purgar todos los resortes del Estado y de la FFAA turcas donde hubiese sospechosos o confesos miembros de FETÖ, que siempre hicieron lo imposible por sabotear las relaciones de confianza ruso-turcas. De hecho, se dice que el derribo del Su-24 ruso por F-16 turcos el 24/12/2015 y el asesinato del embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, fueron con la complicidad de hombres de FETÖ.

 

Umerov no es un recién llegado.

Fue uno de los representantes ucranianos en la mesa de negociación dispuesta en Estambul, en marzo de 2022, cuando se alcanzó una serie de tratos para aminorar la lucha, que pronto se vio reflejado en la retirada rusa de las afueras de Kiev, el 30 de marzo, para que luego Kiev rompiera unilateralmente y acusara a las tropas rusas de masacres organizadas en Bucha, el 4 de abril. 

 

Por consiguiente, no puede entenderse la designación de Rustem Umerov como una decisión presidencial ucraniana. Claro que no. Se trata de un lugar específicamente ocupado por Estados Unidos con uno de sus agentes de inteligencia, cuya misión es obstaculizar un acuerdo rápido entre Ucrania y Rusia, pues se cree que hay disidencias internas entre el generalato, en momentos donde la derrota está cantada.

 

El gobierno de Joe Biden necesita que el régimen de Kiev siga combatiendo – al menos – hasta las elecciones presidenciales de noviembre 2024, de manera de mostrar “resultados”. El pasado 10 de agosto, Biden solicitó al Congreso una ayuda adicional militar de 13.100 millones de dólares, más 7.300 millones en concepto de ayuda humanitaria y económica. Estados Unidos ya destinó unos 52.000 millones a Ucrania, de un total de casi 100.000 destinados por más de 40 países de Occidente Colectivo y aliados.

 

La apuesta de utilizar a Zelenski como cuña para destruir Rusia no ha salido al pie de la letra y se ha empantanado, convirtiéndose en un barril sin fondo de dinero. Y ante las noticias aterradoras del frente y el runrún de los generales ucranianos desestabilizando con peligro de destitución, se necesita un golpe de timón para mantener el statu quo.

 

Para aseverar el rumbo hacia la persistencia de la guerra el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, visitó Kiev, casi como para cerciorarse de que el último cambio de cartera funcione como es debido.

 

Pero ocurre también tras la cumbre en Sochi entre el presidente ruso Vladimir Putin y el turco Recep Tayyip Erdoğan, quienes se han reunido tras algunos desajustes importantes, como ser, la venia turca al ingreso de Suecia en la OTAN, la insistencia en apoyar la soberanía ucraniana en Crimea, o la entrega de terroristas de Azov sin la anuencia rusa, como así también, la supresión del acuerdo de granos.

 

Lo cierto es que tanto Putin como Erdoğan parecieran regirse bajo el lema "ten a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más cerca", dado que prefirieron señalar los puntos de acuerdo por encima de los de conflictividad, como por ejemplo, el aumento del 86% del intercambio comercial en el primer semestre de 2023, llegando a unos 100.000 millones de dólares, como a la finalización de la planta nuclear de Akkuyu, que implica el apoyo ruso a la incorporación de Turquía dentro del selecto club del uso pacífico del átomo, pasando también por el proyectado hubo de gas.

 

Pero Erdoğan sigue siendo el presidente de un país miembro de la OTAN... y esta organización aún tiene gran preponderancia sobre la dirigencia otomana. Kemal Kılıçdaroğlu, su opositor en las últimas elecciones, que tenía el apoyo confeso de los Estados Unidos y de la Unión Europea, fue vencido recién en un balotaje apretado. Ahora Occidente pone a un turcófono tártaro de Crimea en el más esencial ministerio de Ucrania, un tipo con vínculos al Hizmet de Güllen, enemigo confeso de Erdoğan.

Así las cosas, Erdoğan tiene que hacer equilibrio entre una posición demasiado favorable a Rusia, que le harían perder su impronta sobre los movimientos neo-otomanistas del exterior, y otra demasiado favorable a Occidente, que fortalecería a los representantes del establishment pro-occidental.

 

LIC. CHRISTIAN CIRILLI

Analista Internacional

 Licenciado en administración UBA De ciencias económicas