QUE LA TORTILLA SE VUELVA
Que la Argentina
está atravesando su peor momento histórico en lo político/social en democracia,
no puede nadie dudarlo.
Los temas que nos
muestran el desastre, que fue anunciado, son ya casi innumerables.
Desde lo político
podríamos considerar que, gracias a tribunas televisivas dedicadas a la
desinformación, el amarillismo y la banalización de la comunicación, se instaló
la imagen de alguien que “venía a romper” con todo lo que consideraba la causa
de las desgracias argentinas, resumiendo: la casta.
Ya sabemos, en
este tiempo transcurrido, la denominada casta, la real, se ha visto mucho más
que beneficiada con la destrucción llevada a cabo por una ineficiente
administración estatal.
Esa ineficiencia
fue provocada para lograr eso que se pregonaba desde una pantalla de la tv: la
destrucción del estado.
En lo social hay
muchos desarrollos para explicar o, al menos, tratar de comprender la actitud
de una gran porción de la población que optó por este lamentable camino, lleno
de escombros y sinsabores.
No obstante, el
tema debe ser abordado con mucha más seriedad que la exhibida hasta el
presente, ya que la tarea de desarmar el falaz argumento de la casta y sus
costos no es sencilla, todo lo contrario, se trata de desmantelar un andamiaje
cultural, simbólico, comunicacional, educativo y emocional.
No podemos negar
que un sector de la sociedad ha tomado como bandera el odio inexplicable a todo
lo que huela a nacional y popular, como si esa forma de concebir la cosa política
fuese la causa de todos los males pasados, presentes y futuros.
Hemos insistido
en la falta de formación profunda respecto de nuestra historia, la nuestra, la
de Argentina, la de la Argentina desde sus orígenes hasta el presente.
Esa falta de
formación histórica es parte causal de los resultados nefastos que padecemos.
Porque no hemos sido capaces de reescribir la historia para reemplazar aquella
heredada desde el mitrismo criminal. ¿por qué mitrismo criminal?
Seguramente
alguien se lo preguntará, hay que recordar la participación nefasta de mitre,
por ejemplo, en la mal llamada guerra de la triple alianza, citada por Arturo
Jauretche como la guerra de la triple infamia; guerra promovida por la corona
británica contra la república del Paraguay ya que esa nación con sus avances en
industria y autoabastecimiento era un peligro para la dominación británica en
la región.
Bien, esa parte
de la historia no es transmitida tal como fue. Si ello hubiese ocurrido, hoy
estaríamos siendo testigos de realidades muy diferentes, ya que habríamos
bajado del bronce a mitre y sus socios, dando lugar a los auténticos héroes que
proponían una Argentina soberana, integrada a una patria grande independiente.
Si insistimos en
este tema no es por obcecados, es porque creemos que no podemos permitirnos no
reparar el error cometido e intentar minimizar los daños causados por ello.
Gran parte de
nuestra sociedad ha perdido la capacidad de “pensar”, “analizar”, “investigar”,
y se ha entregado a la inoculación sistemática de mensajes amañados, de ideas
retorcidas, de odios irracionales y de una formidable desconexión con las
realidades.
Les han vendido y
muy caro un slogan de campaña, una herramienta para destruir como solución para
crecer, cuando de esa destrucción el crecimiento será muy tortuoso, complicado,
difícil.
No conformes con
esa manipulación descarada y obscena, durante un tiempo han ido preparando
otras estrategias para dominar, controlar, perseguir y eliminar: cuentan con
fuerzas represivas que actúan en defensa de los más perversos objetivos
perseguidos por una dictocracia genocida; cuentan con un sector del poder
judicial lo más parecido a un clan mafioso; cuentan con un pequeño pero
efectivo ejército de comunicación virtual que continúa infundiendo falsedades y
más odio irracional.
Y también cuentan
con un sector poderoso que jamás, pero jamás ha tenido una actitud nacionalista,
patriótica y que, cada vez que se presenta la posibilidad de acumular riqueza a
costa del padecer del resto de la sociedad, no duda en absoluto en
beneficiarse.
Han comenzado con
la persecución, como toda dictadura o régimen, “secuestrando” a quienes opinan,
critican o se expresan contrariamente a las medidas antisociales llevadas a
cabo por este desgobierno.
Nos falta
resistencia, resistencia en las calles, resistencia en las redes, resistencia
en los gremios, resistencia en los partidos políticos, resistencia en cada
rincón de la patria, porque sin resistencia no hay posibilidad de dar vuelta la
tortilla. Parece que la música de Quilapayun está más vigente en estos tiempos
en Argentina.
¿podremos hacer realidad aquello de “que los pobres coman pan y los ricos mierda mierda”?
NORBERTO GANCI
DIRECTOR
El Club de la Pluma
https://elclubdelapluma.esenvivo.com.ar/