RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 7 de septiembre de 2025

YA ES NUNCA - PEDRO RODRIGUEZ

 

YA ES NUNCA

 


 

Hoy tomamos un artículo de Byung-Chul Han acerca de la importancia de los intervalos, porque su pensamiento puede iluminar experiencias concretas y cotidianas en nuestros días. El intervalo temporal se extiende entre dos situaciones o acontecimientos. El intermedio es un tiempo de transición, en el que uno no se encuentra en una situación definida. 

 

El camino que separa el lugar de partida de la meta también es un intervalo. Posee una semántica rica, como el propio lugar. La peregrinación, por ejemplo, no es un espacio intermedio vacío que habría que recorrer lo más rápido posible. Es, más bien, constitutiva de la meta a la que se llega. Estar en camino adquiere aquí una gran importancia.  El peregrinaje no es un mero andar, sino una transición hacia un lugar. El peregrino se dirige, temporalmente, al futuro, en el que espera algo, la curación por ejemplo. En este sentido, NO ES UN TURISTA. Este no conoce ninguna transición. En todos los sitios se trata del aquí y el ahora. El turista no está en camino en sentido estricto. Los caminos son reducidos a trayectos vacíos que no merecen visita alguna. La totalización del aquí y el ahora despoja a los espacios intermedios de cualquier semántica. En la actualidad, esa experiencia se caracteriza por ser muy pobre en transiciones.

 

Cuando uno se dirige únicamente a un objetivo, el intervalo espacial hasta el destino solo es un obstáculo que debe superarse lo más rápido posible. La orientación exclusiva a una meta hace que el espacio intermedio no tenga ninguna importancia, lo reduce a un pasillo sin valor propio. Y la aceleración es el intento de hacer desaparecer el intervalo temporal necesario para la superación del intervalo espacial. Desaparece la prolífica semántica del camino. Es más, el propio camino desaparece. La aceleración conlleva un empobrecimiento semántico del mundo. El tiempo y el espacio ya no tienen demasiada importancia.

 

Cuando el intervalo espacio-temporal solo se asocia a la pérdida y el retraso, todos los esfuerzos se concentran en hacer que desaparezca. Las memorias electrónicas o cualquier otra posibilidad técnica de repetición anulan el intervalo temporal, que es el responsable del olvido. Hacen que el pasado esté disponible al momento. Nada debe impedir el acceso instantáneo. Se eliminan los intervalos, que se oponen a la instantaneidad. La instantaneidad del correo electrónico se debe a que este acaba con los caminos como intervalos espaciales. Se libera del propio espacio. Los intervalos son suprimidos en pos de una proximidad y simultaneidad totales. Se elimina cualquier distancia o lejanía. Se trata de hacer que todo esté a disposición aquí y ahora. La instantaneidad se convierte en pasión. Todo lo que no se puede hacer presente no existe. Todo tiene que estar presente. Los intervalos espaciales y temporales que se oponen al presente son suprimidos. Solo hay dos estados: nada y presente. Ya no hay intermedio. Pero el Ser es mucho más que la presencia. La vida humana se empobrece cuando se queda sin cualquier intermedio. La cultura humana también es rica en intermedios. Las fiestas, el cortejo, la seducción y muchas otras formas de la cultura dan forma al intermedio.

 

La totalización del aquí aleja el allí.   La ausencia de umbrales conlleva una visibilidad total y una disponibilidad absoluta. El allí se desvanece en una sucesión ininterrumpida de acontecimientos, sensaciones e informaciones. Todo está aquí. El allí ya no tiene ninguna importancia. Sin intervalos no hay más que una yuxtaposición o un caos de acontecimientos desarticulados, desorientados. Los intervalos no solo estructuran la percepción sino también la vida. Las transiciones y los cortes le confieren una orientación determinada, es decir, un sentido.

 

 La desaparición de los intervalos genera un espacio desorientado. Al no haber ningún segmento definido, ninguna fase puede llegar a su final ni integrarse juiciosamente en la siguiente. Cuando los acontecimientos se relevan rápidamente, tampoco puede surgir la firme determinación de concluir. En un espacio desorientado, se puede interrumpir la acción en cualquier momento y comenzar de nuevo. Ante una multitud de posibilidades de enlace, la conclusión acaba por no tener mucho sentido. Quien llega a una conclusión, incluso puede quedarse sin conexión. Un espacio formado por posibilidades de enlace no conoce ninguna continuidad.

 

No hay decisión que sea definitiva. Cada vez que se toma una decisión, surgen otras nuevas. El tiempo lineal e irreversible, es decir, el tiempo del destino, queda superado. El espacio de la red tampoco tiene dirección. Es un tejido de posibilidades de conexión, de links, que en lo fundamental no se distinguen demasiado los unos de los otros. No hay rumbo, ninguna opción cobra preponderancia absoluta sobre las demás. El espacio de la red no se transita paseando, caminando o marchando, sino surfeando o explorando. Estas formas de movimiento no tienen dirección. NO SIGUEN NINGÚN CAMINO.

 

El espacio de la red no está formado por fases continuadas y transiciones, sino por acontecimientos o circunstancias discontinuas. Allí no hay progreso ni desarrollo alguno. No tiene historia. La multitud de posibilidades y alternativas hace que uno no tenga la obligación ni la necesidad de demorarse en un lugar. Demorarse largo y tendido solo provocaría aburrimiento.

 

El final de toda linealidad narrativa, que encaja a los acontecimientos por medio de una estricta selección en una trayectoria estrecha, hace que sea necesario moverse y orientarse entre una gran espesura de acontecimientos. El arte y la música actuales también reflejan esta nueva forma de percepción. Las tensiones estéticas no se crean a partir de un desarrollo narrativo, sino de una superposición y densificación de acontecimientos.

 

Si los intervalos se acortan, se acelera la sucesión de acontecimientos. La densificación de acontecimientos, informaciones e imágenes hace imposible la demora. El veloz encadenamiento de fragmentos no deja lugar a una demora contemplativa. Las imágenes, que pasan de manera fugaz por la retina, no logran captar una atención duradera. Propagan su atractivo visual y se desvanecen. En contraposición al saber y la experiencia en sentido intenso, las informaciones y los acontecimientos no tienen un efecto duradero o profundo. La verdad y el conocimiento, entretanto, suenan arcaicos. Remiten a la duración. La verdad debe perdurar, pero se disipa en virtud de un presente cada vez más breve. Y el conocimiento es el resultado de una recolección temporal que incluye el pasado y el futuro en el presente. Tanto la verdad como el conocimiento se definen por una extensión temporal.

 

No hay ninguna obra, ningún final, solo una sucesión infinita de versiones y variaciones.  La paradoja consiste en que todo es en un presente simultáneo, todo tiene la posibilidad, o debe tenerla, de ser ahora. El presente se acorta, pierde la duración. Su marco temporal es cada vez más pequeño. Todo apremia simultáneamente en el presente. Eso tiene como consecuencia una aglomeración de imágenes, acontecimientos e informaciones que hacen imposible cualquier demora contemplativa. Así es como vamos haciendo zapping por el mundo.

 

PEDRO RODRIGUEZ

 Desde Rosario- Militante Social

 

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