CONSTRUCCIÒN
Lo decimos regularmente en nuestra columna,
para evitar que se identifique una voz con un trabajo: una voz es siempre
individual, un trabajo es siempre colectivo. Esta voz que habla y ustedes
escuchan lo hace transmitiendo un trabajo, esto es, un colectivo. Como cada día
nos vemos en la tesitura de tener que dar cuenta de cuestiones elementales, se
nos presenta la frase atribuida a B. Brecht: "¿Qué tiempos serán los que vivimos, que hay que
defender lo obvio?” dicha en los años 30 y fácilmente asociable a la obra de su autoría “La resistible ascensión de Arturo Ui”,
escrita en 1941, ya exiliado en Helsinki (luego viajaría a EEUU, donde TAMBIÉN
sería perseguido) Sólo hay que imaginar a un lúcido comunista alemán
viviendo el ascenso del horror y el crimen, en una sociedad sumida en la peor
crisis de toda su historia.
Desde que nos levantamos hasta que nos
acostamos estamos rodeados de lo que vulgarmente llamamos “cosas”. ¿Quiénes
hacen esas “cosas”? Obreros y obreras. Y cuando usamos una gran variedad de
servicios en cada jornada éstos también son generados por seres humanos que
vendiendo su fuerza de trabajo por un salario garantizan el funcionamiento de
los mismos.
Curiosamente esa clase proletaria “ha
desaparecido” como por arte de magia. Y la clase burguesa es la que se ha
encargado de llevar confusión en el terreno ideológico para diluir el concepto
de lucha de clases e incorporar -en el “mejor de los casos”- la idea de la
conciliación de clases. Gracias al “aporte” de una intelectualidad formada por
la clase dominante y a una propaganda descomunal contra el concepto de la lucha
de clases nos encontramos al día de hoy que el debate de las clases enfrentadas
sería una cosa perimida (propia de la última ofensiva del proletariado de los
años 60 y 70 del siglo pasado). Hoy, el concepto de clases sólo es aceptado por
la burguesía cuando se trastoca el concepto proletario para mediatizarlo como
un “ascenso social hacia clase media”.
Así se caracteriza ese “ascenso social” a
clase media cuando en muchos países (como es el caso de China, entre tantos
otros) las y los trabajadores que venden su fuerza de trabajo son poseedoras de
productos de consumo antes vedados a las capas pobres y miserables,
fundamentalmente campesinas. Acceder a una mercancía es ascender a “clase
media” y eso pasaría a ser una aspiración de miles de millones de seres
humanos. Se borra la pregunta sobre quiénes son los poseedores de los medios de
producción. Han trabajado ideológicamente para hacer desaparecer al proletariado
como clase que vende su fuerza de trabajo y no es dueña de los medios de
producción.
Y han hecho “aparecer” una clase media
“consumista” que ideológicamente está desclasada. Nos dicen: las clases han
desaparecido, se están disolviendo, y las sociedades ya no son sociedades de
clases. Los grandes movimientos proletarios de las décadas del 60 y 70, los
movimientos revolucionarios existentes en todos los continentes envueltos en la
lucha de clases, dieron paso a décadas infames en donde fueron derrotadas grandes
batallas proletarias como en Inglaterra en los años 1984/5. Los mineros -bajo
la administración de Margaret Tacher- fueron vencidos con un alto costo
político e ideológico para el proletariado mundial.
En Italia la clase obrera de Fiat, o en EEUU con
Reagan en la lucha de los controladores aéreos. Fue un punto de inflexión de la
lucha de clases en donde se afirmaba la idea de “la globalización” con el
objetivo de despertar expectativa en los pueblos del mundo de un reverdecer del
sistema capitalista. En ese contexto, la desaparición de la lucha de clases
desde el plano ideológico fue abordada por una intelectualidad a la ofensiva,
como a la ofensiva estaba la burguesía monopolista que imponía un nuevo
“paradigma” con la globalización.
En esa situación de derrota, el
proletariado pasó revista del papel que jugaron fundamentalmente los partidos
de izquierda. Las fuerzas reformistas del sistema capitalista fueron
facilitadores conscientes de esa debacle ideológica que comenzaba a desplegarse
en el mundo entero. Los tiempos de la globalización se transmitieron con la
renuncia -de hecho- al pensamiento socialista y comunista asociando el cambio
social a una etapa “ya superada” por la humanidad. Es cierto que en varios países desarrollados
la clase obrera industrial puede haberse reducido.
En Francia, en Italia, en el propio EEUU,
aunque esto también puede darse proporcionalmente la población, puede descender
en términos de empleo relativo. Pero si miramos el proceso de forma global
(desde el proceso de la llamada “globalización” y todo lo que el mismo
conlleva) la clase obrera industrial fue
creciendo en número en países en donde el campesinado jugaba el papel
fundamental de la sociedad. Así tenemos países densamente poblados en donde la
clase obrera industrial ocupa puestos de importancia. Nos referimos a la India,
Bangladesh, Mianmar, México, Brasil, Vietnam, Indonesia, o el actual
crecimiento de una mano de obra intensiva en nuevas y embrionarias industrias
de África.
No es de menor importancia el nuevo empuje
hacia occidente de capitales de origen chino al industrializar las fronteras en
Eurasia que aseguren una mano de obra intensiva de bajos salarios, entendiendo
que en el oriente de China la competitividad de la productividad ha encontrado
escollos de competencia en el propio terreno del sudeste asiático. Pero el
concepto de proletariado es decir asalariados que venden su fuerza de trabajo y
no son poseedores de los medios de producción, se ha ampliado de forma
geométrica en las últimas décadas. No son ni serán “clase media”, son
proletarios, son parte de una clase que a pesar que la burguesía monopolista ha
querido hacer desaparecer del mapa, la misma ha cobrado una fuerza material de
clase como nunca antes en la historia del capitalismo se había dado.
A nivel mundial se calcula que existían hasta
el 2023, 1.650 millones de trabajadores de servicios, 873 millones en
agricultura y 758 millones en la industria. Se prevé que para este año la
proyección aumentará a 3.600 millones de proletarios. Entendemos que estas
cifras hablan por sí solas y si a ello le agregamos que el 25 % de la población
mundial es de menos de 15 años y el 10% supera los 65 años, el peso específico
crece enormemente.
En los últimos años, fundamentalmente después
de la crisis capitalista del 2008, la clase obrera industrial ha expresado
comportamientos de clase. En la propia China la ola huelguística en la
industria automotriz (particularmente en Toyota) cantó victoria en su reclamo
salarial y condiciones de trabajo, huelga que contagió el este industrial de
China llegando a la planta base de Toyota de Japón. Poderosas huelgas obreras
en Sudáfrica, India y levantamientos proletarios que se vienen sucediendo desde
aquellos años Pero lo cierto es que aún
el dominio ideológico del poder burgués sobre esa masa proletaria (cada vez más
sufriente) es el punto fuerte que ellos tienen para sostenerse como clase
dominante.
El nuevo y viejo contrabando ideológico de la “inteligencia” (recuerden lo planteado sobre big data e IA) que permitirá cumplir los sueños de las grandes masas empobrecidas del planeta se choca con la realidad: la burguesía debe sostener un ejército gigantesco de proletarios -y en crecimiento- para su plusvalía. El trabajo humano (aunque pueda calificarse de inhumano) sigue siendo el sostén de la producción y de la vida en sociedad.
PEDRO
RODRIGUEZ
Desde Rosario
Militante Social
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