ELECCIÓN PRESIDENCIAL:
PROPUESTAS TRAMPOSAS E INSEGURIDADES
Impotencia,
ante los problemas que nos desbordan -desempleo, pobreza, inflación, deuda pública
(interna usuraria y externa ilegítima), corrupción, narcotráfico, mafias varias
y una importante vivencia de inseguridad ante el delito-.
Temor,
fundamentalmente, ante un futuro que no se puede vislumbrar claramente, porque
el propio presente se hace difícil de entender, en un mundo globalizado, con un
nuevo orden mundial multipolar y dos guerras activas (Ucrania y Medio Oriente).
En dicho
contexto, hay sectores interesados que echan toda la culpa de la situación que
vivimos al Estado, lo que no es justo, ya que, cabe recordar, por ejemplo, que
ha sido el Estado y no el mercado, el que asumió la problemática de la pandemia
del COVID19. Aunque es cierto que es necesario que el Estado, en todos sus
ámbitos, debe ser reformado, transparentado, darle más eficacia y que
desarrolle una dinámica democrática más participativa.
Falsos nutricionistas de la política
Sin embargo,
no se puede aceptar que se indique, que la salida de la realidad preocupante se
solucione con lógicas suicidas que impliquen la destrucción del Estado, dejando
que los problemas los resuelva solo el mercado. Con esas propuestas han
aparecido muchos nutricionistas falsos de la política, como Javier Milei, que
nos dicen que nos harán bajar de peso en poco tiempo. Pero, cuando se analiza
la propuesta, resulta que luego, al llevarla adelante, bajaríamos de peso, pero
se advierte que, para ello, nos cortarían una pierna.
Esas recetas
tramposas, en definitiva, no refieren que el Estado es el gran ámbito de tutela
social, con escala de poder para enfrentar las mafias de todo tipo y promover
el bienestar, la prosperidad y la seguridad de los ciudadanos. Los falsos nutricionistas
de la política presentan salidas como si lobos hambrientos les propusieran a gallinas
libertarias romper los alambrados institucionales del Estado que las protegen, invitándolas
a disfrutar del campo donde les indican que conseguirán la libertad de consumir
mejores gusanitos.
No se les dice
que, ya en el campo, los que se alimentarán mejor son los lobos comiendo a las
gallinas indefensas.
Todos contra todos
En medio de
todas esas vivencias, opera casi de manera instintiva un “sálvese quien pueda”,
que agudiza el cuadro de situación y tiende a generar salidas individuales,
elaboradas desde el odio y el miedo, por sobre la búsqueda de soluciones serias
integrales y solidarias.
En este
aspecto, el Papa Francisco, en su encíclica Fratelli
Tutti (“Todos hermanos”) dice: “El `sálvese quien pueda´ se traducirá
rápidamente en el `todos contra todos´, y eso será peor que una pandemia”.
La inseguridad
No pretendo
en este artículo profundizar toda la temática mencionada, pero sí detenerme en
uno de los aspectos señalados como un disparador de vivencias negativas, tal es
el caso de la inseguridad pública que, de manera especial, preocupa socialmente
en los últimos tiempos.
El delito
cotidiano produce en la población una primera reacción defensiva, se tiende a
proponer acciones inmediatas de naturaleza particularmente represiva y
punitiva, pero solo a partir de la óptica de las consecuencias, sin reparar
demasiado en las causas que estructuralmente generan, en gran medida, la
actitud delictiva. Es impensable imaginarse una disminución significativa de
los asaltos de todo tipo, de la rapiña callejera, de los robos domiciliarios,
etcétera, si no se trata de encarar soluciones superadoras al contexto de
escasa oferta de fuentes de trabajo; de malas remuneraciones; de extrema
pobreza; de una inadecuada educación en contra de la violencia; de ajustes estatales
o privados que implican desempleo, sin red de contención y una falta de
convicción y eficiencia en la lucha contra la droga.
Asimismo, la
posibilidad de ser víctima de delitos divide a la sociedad, porque dada la
problemática, hay sectores que pueden defenderse con mayor eficacia que otros.
Es evidente que aquellos que tienen más capacidad económica pueden arbitrar
mejores soluciones para custodiar su patrimonio y su integridad física, respecto
de los que tienen menos y que, también, son víctimas de los mismos delitos.
Ello, de por sí, aumenta las desigualdades. Además, en este contexto, se
potencia aún más la injusticia, ante un Estado que todavía no ha cumplido de
manera adecuada con la promesa de encarar las reformas de su estructura y
funcionamiento, para empeñarse en el logro de objetivos que son esenciales,
como el de garantizar debidamente la seguridad ciudadana.
Protección no venganza
A su vez, en
el desconcierto que trae el miedo es difícil que se distingan acciones
racionales de protección ante un peligro, con actitudes irracionales de
venganza. Muchas veces, en la psicosis colectiva que se apodera de la
ciudadanía ante las situaciones delictivas, se confunde con facilidad la
legítima defensa -aceptada y justificada legal y moralmente- con el ejercicio
de la fuerza represiva desproporcionada, en la búsqueda, muchas veces, de
justicia por mano propia.
En una
sociedad democrática y respetuosa de los derechos humanos es inaceptable que se
piense en políticas de gatillo fácil.
La
persecución del delito, solo ejercida desde la ley, sin prejuicios y por quien
está autorizado y debidamente formado para ello, es el signo de civilización
que nos permite diferenciarnos, con autoridad moral, de la barbarie.
En la
temática, es necesario reclamar un accionar adecuado, sin demoras inaceptables,
de fiscales y jueces.
Contagiar valores solidarios
Además, hay
que reflexionar sobre los valores que potencian la convivencia humana, en
especial la solidaridad. Se tienen que dar reencuentros que neutralicen las
fuerzas que han buscado romper el tejido social.
Esta actitud
ayudará a superar la cultura del odio y en diálogos fecundos, poder desarrollar
los mecanismos de defensa legítima en contra del delito. Debemos reencontrarnos,
sin preconceptos, como los que han llevado a asimilar a la pobreza con el
delito y tantas otras injusticias que, en los hechos, dejan marcas negativas en
la conciencia comunitaria y discrimina injustamente a determinadas personas o
sectores. Mientras, lamentablemente, los grandes delitos de guante blanco, gozan
de impunidad mediática, social y judicial.
Sólo en el
encuentro fraterno en Democracia, que nos contenga unidos integralmente se
podrá construir la realidad sin miedos, pero con la responsabilidad adulta de
saber que, no basta sólo con diálogos, sino que ello debe llevar a concretar
acciones, en materia de integración y justicia social y asumir, debidamente, entre
otros aspectos, una eficaz lucha en contra de los delitos que nos hieren.
DR.
MIGUEL JULIO RODRÍGUEZ VILLAFAÑE
Abogado
constitucionalista cordobés y
Periodista
de opinión
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