EL POBRE DE
DERECHA – TERCERA ENTREGA
Hola, apreciados oyentes,
compañeros y amigos del Club de la Pluma. Desde Colombia los saluda Mauricio
Ibáñez, con la tercera y última entrega de la columna “El Pobre de Derecha”,
basada en el libro del mismo nombre del escritor Brasileño Jessé Souza.
La semana pasada abordábamos el
concepto de “Falso Moralismo” que el autor utilizó para definir un nuevo tipo
de racismo a partir de su lógica simplista que enfrenta lo propio con lo
extraño, permitiendo eliminar todas las dudas sobre el funcionamiento social y
entregando a aquellos que carecen de un mapa cognitivo claro, una herramienta
conceptual que le brinda solución a esta carencia y esa herramienta es la
discriminación, que les acerca a una explicación sencilla de cómo funciona la
sociedad. Y esta, como las teorías conspirativas, resultan irresistibles para
un público sediento de autoestima y distinción social a expensas de quien sea.
Los líderes de la extrema
derecha destapan la alcantarilla que prohibía formas explícitas de racismo, que
ahora se transmutan en una dimensión ética y crean un racismo cultural. Por
ejemplo, se construye la idea de un pueblo corrupto, integrado por los más
pobres y excluidos, a quienes se les asignan todos los pecados amorales de la
pereza y la apatía, vistiendo al racismo con un ropaje cultural
pseudocientífico. Este camino de explicación de cómo son las cosas, disfrazada
de indignación ante lo corrupto, aglutina a todos los frustrados que culpan a
la vida y a los demás de su desgracia, y proporciona emoción, simula participación
política y otorga un sentido de orientación para aquellos que habían perdido el
tren de la vida. Lo que busca este sentir social es un culpable externo para la
sensación de fracaso de aquellos que no poseen capital económico ni cultural.
Este sujeto necesita encontrar un culpable para una gran herida narcisista, que
es vivida como una incapacidad personal y no como una consecuencia social.
Se libera entonces una cruzada
moral del bien contra el mal, lo que le da al racista una falsa justificación moral
para comportarse como tal. En ese objetivo, el racismo recubierto de un atavío
cultural le brinda a buena parte de la población una herramienta simple para
alcanzar esa comprensión y posicionarse en un lugar moralmente superior, el de
los buenos. El odio popular no se dirige contra los sectores de poder que
reproducen la pobreza de la mayoría de la población. Esa es una de las
funciones de los medios de comunicación, blindar cualquier referencia a los
ricos y poderosos como la verdadera causa de la pobreza. Cuando se culpa a la
víctima, el poder se vuelve invisible. Y no hay nada mejor para la reproducción
de cualquier privilegio que volverse invisible. Y cuando el camino de la
indignación contra la injusticia está cerrado, el camino que queda es dirigir
la ira hacia los más débiles, hacia los únicos incapaces de defenderse. De ahí
que se direccione el odio hacia los más pobres, los inmigrantes, las mujeres,
los negros, los indígenas o la comunidad LGBT. Una canalización de la ira que
garantiza dos cosas: la comprensión del mundo social de una manera sencilla y
conveniente, y la certeza de su superioridad moral sobre los demás.
El mecanismo del falso
moralismo que sustituyó al racismo racial por el racismo cultural es una
estrategia también aplicada a la propia dominación mundial del norte contra el
sur global. La oposición cuerpo-espíritu que ha gobernado a occidente desde sus
inicios, se construye como una oposición entre la mente y el cuerpo. La
inteligencia y el conocimiento reflejando la moralidad y la estética en
oposición al cuerpo que es percibido como el reino de la animalidad, el de los
impulsos sexuales y agresivos. Dentro de esa oposición, quien domina tiene que
estar relacionado con el espíritu, la mente, la inteligencia y quien es dominado
se asocia con el cuerpo, lo humano primitivo y lo salvaje. La vieja dicotomía
retorna: civilización o barbarie. Ya sea para oponerse a sociedades, clases
sociales, razas o género, siempre se utiliza la misma dicotomía moral. Y con
base en esta oposición se ha impuesto la idea de que las sociedades del sur
global, como las latinoamericanas, africanas o asiáticas, son endémicamente
corruptas. A diferencia del norte global en el que la corrupción se percibe
como un mero problema individual, jamás sistémico. Así se ha justificado
históricamente el saqueo de los países del sur global, incluidos los golpes de
estado, con la idea de que se trata de sociedades poco confiables que merecen
ser controladas y dominadas.
Esta idea circuló por todo el
mundo, surgiendo de las universidades y de los medios de comunicación, y ahora
circula en las redes sociales y en los contenidos culturales, lo cual explica
por qué la muerte de palestinos o inmigrantes africanos no causa mayor
conmoción en los países occidentales, y mucho menos en los del norte global.
Así las sociedades supuestamente más impersonales del espíritu y el intelecto
serían más democráticas y moralmente superiores a las culturas corruptas del
personalismo y el afecto. La supuesta mayor honestidad y moralidad atribuida a
los dominadores y la ausencia de estas virtudes en los dominados asegura la
reproducción de todos los privilegios injustos. Como ya hemos dicho, un
mecanismo perfecto para perpetuar un estado de dominación a lo largo del tiempo
es convencer al oprimido de que en realidad es inferior. Cuando se alcanza ese
estado de conciencia en “los de abajo”, el esquema de explotación y humillación
se institucionaliza y se estabiliza. Cada vez que el pueblo elige a alguien
vinculado a las agendas populares, la elite toca el bombo del falso moralismo
de la corrupción y lo hace porque necesita del poder del estado para perpetuar
sus beneficios. La elite debe fingir que su conmoción moral es real, pero
necesita del apoyo popular a su postura, y ese rol lo ocupa la clase media, que
entra en este juego moral por su fantasía de creer que forma parte de la elite,
del grupo de los que dominan. En verdad, ni la elite ni la clase media tienen
ningún problema con la corrupción, siempre y cuando sea cometida por los ricos
del mercado. No les preocupa la corrupción, sino cualquier forma de inclusión
popular que pueda perjudicar su reproducción como clase. Pero como la
combinación elite-clase media es minoritaria en Latinoamérica, no gana
elecciones. Para lograrlo necesitan ir más abajo en la escala social y convocar
a amplios sectores populares para que adhieran a estas ideologías construidas
para hacerlos actuar en contra de sus intereses.
Pero el moralismo de la clase
media es diferente al moralismo de los pobres más acomodados, como los
trabajadores precarizados. El falso moralismo de la corrupción selectiva no
impacta con fuerza en el sector de pobres insertados en el sistema. En ellos
aparece otra forma de moralismo, la diferencia entre pobres honestos y pobres
delincuentes. Y allí radica la verdadera función de los que ocupan el último
escalón de la jerarquía social, los excluidos, los marginados, la función de
ser humillados y despreciados por todos los que están encima de ellos. Existir
para ser odiados. Y el dispositivo por el cual se dispara este odio es a través
de su deshumanización. Se trata otra vez de una nueva forma de simplificación
con el objetivo de entender cómo funciona este mundo social, confuso y
complejo, asegurando un esquema de comprensión de la vida que ayude a darle
sentido al mundo, la oposición entre ellos y nosotros. Porque tener un sentido
es una necesidad ineludible para todos los seres humanos, no importa la época.
Ya lo decía Max Weber, la búsqueda de un sentido a la vida es tan necesaria que
en su ausencia cualquier cosa, incluso la idea más insólita, puede ser aceptada
y llegar a ser verdad. Y la segunda década del siglo 21 le está dando la razón.
Hasta la próxima compañeros.
MAURICIO
IBÁÑEZ – Desde Colombia -Biólogo
Especialista
En Estudios Socio-Ambientales
Para saber más:
· El
Pobre de Derecha - Cooltivarte
–
https://cooltivarte.com/portal/el-pobre-de-derecha-jesse-souza/
· O
Pobre de Direita - Scribd
https://es.scribd.com/document/777648489/O-POBRE-DE-DIREITA
· Sociología
Latinoamericana - SSOAR
1 comentario:
Excelente Mauricio... Lo estaré siguiendo.... Un abrazo.
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