EL POBRE DE
DERECHA
Apreciados oyentes, amigos y
compañeros de El Club de La Pluma, les saluda desde Colombia Mauricio Ibáñez,
con un fuerte abrazo latinoamericano. En este programa y el siguiente
realizaremos un recorrido por el libro “El Pobre de Derecha – La Venganza
de los Bastardos” del escritor Jesse Souza, gracias a un excelente resumen
elaborado para YouTube por el profesor Argentino Claudio Álvarez Terán. Este
libro fue publicado en su idioma original en 2024 y se encuentra en proceso de
traducción al español.
¿Por qué una parte
significativa de los pobres vota masivamente en todo el mundo por candidatos
como Bolsonaro, Milei o Trump? ¿Cómo fue que sucedió esto? ¿Fueron acaso las
nuevas formas de manipulación de los medios digitales su causa? - Estas son preguntas centrales que se repiten
incesantemente en la última década para intentar explicar un hecho político
novedoso en el mundo occidental. Por lo general, los análisis de este fenómeno
de sectores populares votando por representantes políticos de la derecha
radical, se centran en la cuestión de los medios digitales y las redes como sus
factores causales. Pero, dice Sousa, lo más importante debe ser centrarse en
cuáles son las ansiedades de las clases populares a las que apuntaron esos mensajes
políticos. ¿Por qué la prédica de la extrema derecha encuentra terreno fértil
entre los empobrecidos? ¿Por qué razón, porciones significativas de las clases
populares que no tienen nada que ganar con candidatos de derecha, solo perder,
especialmente desde el punto de vista económico, votan por quienes los
perjudican?
Hay una inclinación a
considerar que se trata de una decisión irracional, basándose en la idea de que
el factor económico es el criterio más importante de la racionalidad humana al
momento de tomar una decisión electoral. Pero Sousa considera que la
racionalidad económica como motivo del comportamiento humano es una perspectiva
incorrecta. Parafraseando la tradicional expresión política popularizada por
Bill Clinton en los 90, Sousa dice: No es la economía, estúpido. Las
personas, dice Sousa, tienen como motivación última de su acción social la
dimensión moral, no la económica, como suponen el liberalismo y el marxismo. Es
decir, se trata de la lucha por el reconocimiento social que garantice la
autoestima y la confianza en sí mismo. Todos somos seres frágiles y
vulnerables, y existe una mirada negativa o positiva de la sociedad para con
nosotros, por lo que esta necesidad de reconocimiento es más elemental que
cualquier otra necesidad humana. La economía moderna inventó ecuaciones y
números para crear la impresión de ser un conocimiento científico que puede
reclamar neutralidad técnica, pero todo está preparado para que nos olvidemos
que toda forma de producción y circulación de bienes tiene implícita su propia
noción de justicia, que dice que es normal que unos lo tengan todo y otros,
nada o casi nada.
Se ha hecho todo lo posible
para que la economía deje de ser mirada como un componente de la política. Lo
que pasa por ser una cuestión económica neutral es, de hecho, un esquema de
producción y distribución de bienes de acuerdo con un principio moral. El
núcleo de todo modelo de producción y distribución tiene en sí una elección
moral: quiénes ganan y quienes pierden. Un modelo económico que se autodenomina
neutral se pretende a sí mismo como definitivo, natural, que no tiene
alternativas, como la única forma posible, que no está dispuesta a someterse a
la crítica. Como lo planteó Hegel, nuestro comportamiento está determinado por
la más básica de todas las necesidades, el reconocimiento social de nuestra
dignidad y singularidad. El motivo último es siempre moral, lo sepamos o no. Y
esto implica que los pobres votan por los candidatos de la derecha por causas
morales, no económicas. Y estas causas morales no suelen ser las que suponemos,
como que los pobres se caracterizan por su conservadurismo moral o que se
oponen a la actual agenda de las costumbres. Se trata de heridas morales más
importantes, esencialmente de la humillación como experiencia cotidiana, que
desde afuera no se logra comprender en sus efectos reales.
Por eso, seguramente, la lucha
por el reconocimiento que persiguen los humillados deriva en el apoyo a las
derechas radicalizadas. También es común analizar la incidencia que tienen las
adhesiones a iglesias o movimientos religiosos por parte de una gran cantidad
de votantes pobres. Pero no basta con una simple cuestión de fe como
explicación. El análisis debe ser más profundo. La pregunta en este caso debe
ser: ¿Por qué tantos pobres buscan las opciones religiosas conservadoras y no
otras? Y la respuesta nos lleva de nuevo al mismo terreno moral. Debemos,
entonces, reconstruir la causalidad social en todos sus eslabones de
significado para llegar a las motivaciones reales del problema. Si no logramos
acceder a esas causas, dice Sousa, no entenderemos nada. En primer lugar,
debemos entender que las causas generales que determinan el advenimiento de la
extrema derecha no son nacionales, porque su telón de fondo es el capitalismo financiero
global, que enriquece a unos pocos a expensas de miles de millones. El autor
elabora una teoría para establecer esas causas, la que llama el Síndrome
del Joker. La película Joker, exhibida en cines en 2019, toca un punto
neurálgico de nuestro tiempo al reconstruir la figura del ciudadano
empobrecido, que toma conciencia de su ira y reacciona de manera impulsiva,
haciendo justicia por mano propia.
La figura principal, el Joker,
a diferencia de lo que podemos suponer, no es una figura extraña. Por el
contrario, es una figura que se ha vuelto común en nuestro mundo. El cuadro
patológico que muestra el Joker no es más que una exacerbación de una
característica normal y generalizada en el mundo neoliberal del capitalismo
financiero. Nuestro antihéroe es pobre, cuida de una madre enferma y es
constantemente humillado en casa, en el trabajo y en la calle: humillado por su
madre, por sus colegas, por el gobierno, por los otros, y es humillado
finalmente por la atroz soledad que le hace vivir una vida sin imaginación ni
fantasía. Este es el punto central de lo que Souza llama el Síndrome del Joker,
la experiencia de la humillación. Esto es algo que las personas que forman
parte de las clases privilegiadas no sienten y, por lo tanto, no saben qué
significa. La élite y la clase media no tienen la experiencia cotidiana y
repetitiva de la humillación. Los signos de los nuevos tiempos están impresos
en la vida cotidiana: malos salarios, trabajo precario, culto a los ricos, odio
a los pobres, recorte del gasto social, desorientación y desesperanza crónica.
Cuando la realidad se vuelve insoportable, y la huida a la fantasía resulta
inevitable, aunque sea para hacer la vida mínimamente llevadera.
El Joker siente soledad y
aislamiento extremos, al igual que los oprimidos que se encuentran solos e
indefensos, que ya no cuentan con la protección de sindicatos o partidos
políticos, instituciones han venido siendo arrasadas por el poder neoliberal
que les declaró la guerra desde la década de los 80. El tipo de resistencia que
le queda a esta categoría social es el mundo de la anarquía, de la rebelión
ciega, sin estrategia o propósitos definidos. La pobreza y la humillación se
viven como dolores personales e intransferibles, lo cual demuestra que el Joker
es una figura social más común de lo que creemos. La pobreza se vive como una
culpa personal por las propias víctimas. La legión de olvidados y humillados,
los jokers que crecen cada día tienen una rabia y un resentimiento contra el
mundo que no pueden explicar ni dirigir, que no pueden canalizar, solo pueden
vivir su humillación como si fuera una culpa individual. La más perfecta
dominación social no surge de la violencia y la fuerza ejercida desde arriba, sino
del convencimiento de los oprimidos de su propia inferioridad, y que ser pobres
es su propia culpa. Entonces volvemos a la pregunta central: ¿Cómo es posible
que los pobres voten y apoyen a políticos de extrema derecha que representan a
las peores elites y a sus mayores enemigos?
Una respuesta habitual es dudar sobre el grado de inteligencia de estos sectores empobrecidos, lo cual no es válido. Otra respuesta dominante parece aludir a su perfil conservador, lo cual los acerca a ciertos partidos de la derecha o a la influencia de las iglesias, pero sigue siendo una explicación incompleta. Lo que importa es establecer qué hay detrás de esas elecciones. Un problema es que los pobres y desposeídos son los que menos interpretan cómo funciona el mundo social, aunque suelen ser las mayores víctimas de todos los prejuicios creados para oprimirlos. Para evitarlo se requieren instituciones de protección como sindicatos y partidos políticos y esencialmente una educación crítica para develar sus mecanismos sociales, es decir, lo que falta es todo lo que hemos perdido o estamos perdiendo. Los Jokers del mundo y su sufrimiento son la materia prima esencial de cualquier clase dominante. Pero ¿cómo se construyeron los Jokers? Es decir, los trabajadores sobreexplotados, humillados y precarios. ¿Cómo se convirtió esta nueva clase en la materia prima de la extrema derecha mundial? Lo revisaremos de la mano de Jessé Souza y el profesor Álvarez Terán, la próxima semana.
MAURICIO
IBÁÑEZ – Desde Colombia -Biólogo
Especialista
En Estudios Socio-Ambientales
Para saber
más:
https://www.youtube.com/watch?v=uRm8qGIC9TE
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