CONTAR LA
HISTORIA
EL ADOCTRINAMIENTO LIBERAL
Hola. Soy Lidia Rodríguez Olives y,
desde Buenos Aires, saludo a todos los que escuchan El Club de la Pluma
Que Milei ataca la Educación Pública
no es una novedad para nadie. Antes de la multitudinaria marcha del 23 de
abril, que expresó la oposición a un modelo económico que desfinancia el
sistema universitario, reiteradas veces la había acusado de “adoctrinar” a los
jóvenes. Pero un recorrido por nuestra Historia muestra quiénes son, en este
país, los verdaderos “adoctrinados”. Porque acá, generaciones enteras se han
educado sobre la base del oscurantismo y la negación; la tergiversación, la
proscripción política y el recorte hecho por las clases dominantes. Así se
explica el apoyo que reciben gobiernos que, como este, destruyen la industria y
primarizan el país.
Que la simple exportación de
materias primas no es desarrollo sino colonialismo ya lo sabía Manuel Belgrano
en 1802, cuando escribió su informe al Consulado sobre las ventajas de
agregarle valor a los cueros producidos en el Virreinato. “Todas las naciones
cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus Estados a
manufacturarse”. Porque la industria aumenta la riqueza, impulsa el desarrollo
tecnológico y genera más puestos de trabajo. No lo dijo Marx: lo escribió Adam
Smith. También lo sabía San Martín cuando, desde la gobernación de Cuyo, pedía
al Congreso la sanción de leyes protectoras para las industrias locales, a fin
de impulsar su desarrollo, abastecer el mercado interno y estar en condiciones
de exportar. Y lo sabía Pedro Ferré, gobernador de la Provincia de Corrientes,
que se expresó en las acaloradas jornadas que llevaron a la firma del Pacto
Federal de 1831: el liberalismo y la explotación excluyente de materias primas
condenan a la mayoría del país al atraso y la pobreza, concentrando los
beneficios en unos pocos. Pero generaciones enteras aprendieron que Belgrano
creó la Bandera, San Martín cruzó los Andes y a Ferré, ¿quién lo conoce? Por
eso a ninguno de sus votantes se le movió un pelo cuando Mauricio Macri, en
enero de 2016, respondió a los reclamos del sector ganadero y bajó los derechos
de exportación para los cueros sin procesar. Medida que perjudicó al sector manufacturero
y del calzado, llevando al país a la misma situación denunciada por Belgrano
más de 200 años atrás…
Milei expresa un liberalismo rabioso
que acusa al intervencionismo estatal de ser la causa de las crisis y el atraso
de nuestro país. Ni a él ni a sus seguidores les han contado que, ya en la
década de 1870, hubo en Argentina un esclarecedor debate entre proteccionistas
y librecambistas. Un grupo de jóvenes, entre los que se encontraban Vicente
Fidel López, Miguel Cané, Carlos Pellegrini, Lucio López, José Hernández y
Estanislao Zeballos, enfrentaron al liberalismo sosteniendo que la única forma
de desarrollar un verdadero nacionalismo económico era a través del
intervencionismo estatal y el proteccionismo. Seguían así la línea que va desde
Belgrano hasta el mismo Sarmiento, pasando por San Martín y Pedro Ferré. Pero,
claro…Lo que saben los libertarios (si lo saben…) es que Cané escribió
Juvenilia, José Hernández el Martín Fierro y Pellegrini sucedió a Juárez
Celman.
Las causas de estos debates hay que
buscarlas en la crisis lanera iniciada en 1866, a la que se sumó, en 1873, una
crisis económica general. Desde 1830, nuestro país había aumentado la
producción lanera, destinada a abastecer el mercado europeo, pero fundamentalmente
a Inglaterra, cuya Revolución Industrial se soportaba sobre las manufacturas
textiles. En 1829, producíamos 337 toneladas de lana. En 1865, 54.907. Pero,
dando la razón a aquellos que sostenían la fragilidad de una economía
primarizada, otras regiones se sumaron a esta producción, derrumbando los
precios por efecto de la sobreoferta. Como si esto fuera poco, al finalizar la
guerra civil en EEUU, este reinicia sus envíos de algodón a Europa e
Inglaterra, que habían sustituido algodón por lana durante el conflicto. Y, en
la propia cara de los liberales argentinos, la hoy potencia mundial aumentó los
derechos de aduana para la importación de “lana sucia”, que pasaron del 3,5% al
15% de la facturación. Argentina perdió no sólo ese mercado sino también el
europeo. Sin embargo, mientras nuestras lanas no valían nada en Inglaterra, por
las provenientes de Australia se pagaban altos precios. ¿A qué se debía esa
diferencia? A que Argentina enviaba lana sin ningún tipo de elaboración. Ni
siquiera se aplicaba sobre ellas el proceso de lavado. El mundo le daba la
espalda a la mentalidad parasitaria y retrógrada de los terratenientes,
inclinados a ganar mucho sin ningún esfuerzo. Pero en el discurso liberal
parece que sólo en el campo se trabaja…
Ahogados por la crisis, que obligó a
una matanza de ovejas sin precedentes, hasta la SRA se volvió industrialista y
estatista. Desde sus Anales, Ezequiel Paz defendía un proyecto de Montes de Oca
para que el Estado (no el mercado) financiara la instalación de lavaderos de
lana, máquinas para hilar y fábricas de tejidos lanares. Así, ganarían
nuevamente los mercados perdidos y la industria absorbería lo que no se pudiera
exportar. Es que los liberales
argentinos se cuelgan ese cartel cuando les conviene. Pero vivieron y viven
gracias al Estado. Alberdi ya lo sabía cuando escribió: “Los liberales
argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen…El
monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo”. Entonces, el adoctrinamiento se produce
cuando millones de argentinos conocen las Bases, pero no los Escritos Póstumos
del mismo autor.
También Sarmiento, inmortalizado en
la Historia Oficial como el “padre del aula”, fue industrialista y partidario
de un Estado fuerte, capaz de proteger e impulsar el desarrollo manufacturero.
Conocemos el Facundo, pero muy pocos leyeron Viaje por Estados Unidos. Ahí, su
objeto de admiración son los Estados del Norte, con el dinamismo de sus
nacientes industrias y altos aranceles para defenderlas. Por eso, durante su
presidencia impulsó la fundación de escuelas técnicas, destinadas a formar la
imprescindible mano de obra calificada. El liberalismo prefirió entonces al
“inofensivo maestro” y eliminó de su discurso todo aquello que implicaba un
cuestionamiento hecho, para peor, desde sus propias filas.
En los debates de los ´70, quien
mejor planteó la cuestión de la industria y el proteccionismo fue Rufino
Varela, Ministro de Hacienda de la Provincia de Buenos Aires. “No conozco país
de la tierra donde la industria se haya desarrollado sin protección. La
Inglaterra, librecambista hoy por excelencia, ha debido exclusivamente a la
protección de sus industrias el grado de progreso en que se encuentra; ¿Quién
no sabe que han sido las fábricas inglesas las que han muerto las industrias de
Irlanda y de la India? Si se va a ver la historia de los países manufactureros
se encontrará que sus progresos y engrandecimientos lo deben a la protección”.
Es que en esa época todos sabían que
la Revolución Industrial inglesa fue el resultado de más de 200 años de
intervencionismo estatal. Que el gobierno inglés se identificó tempranamente
con los intereses de sus comerciantes primero y de sus industriales después. Que,
siguiendo esta línea, ya en el SXVI creó incentivos para que tejedores
holandeses se radicaran en el país y enseñaran su oficio. Que, en el mismo
siglo, sancionó una ley de salarios mínimos. Que, un siglo después, prohibió la
importación de paños de lana para incentivar la producción local. Que en el
SXVIII prohibió a los obreros calificados emigrar. Que también prohibió la
exportación de planos, máquinas y modelos. Que el desarrollo de su industria
textil, motor de la Revolución Industrial, se construyó sobre la destrucción de
las manufacturas de la India, prohibidas en Inglaterra desde el SXVIII. Que el
extenso mercado mundial donde colocaban sus productos, más que el resultado de
leyes económicas lo fue de la Marina Real que, a fuerza de guerras y cañones,
lo ganó para sus industrias. Y, por supuesto, también conocían la máxima con la
que se rigen los países desarrollados: primero hay que ser proteccionista para
luego ser liberal. Máxima expresada en los debates por el mismo Rufino Varela:
“Aplíquese el librecambio a la República Argentina y se arruinará el país en
poco tiempo”.
También estaban al tanto de lo que
ocurría en EEUU, cuyas medidas proteccionistas habían hecho colapsar nuestra
producción de lanas. Sabían, porque se los dijo Sarmiento, que no fue el mercado
sino el Estado el que financió los ensayos que hicieron posible el telégrafo
eléctrico de Morse. Conocían muy bien el camino que, en ese momento, recorría
Canadá bajo el gobierno de John Alexander MacDonald. Abandonando el modelo de
economía primaria, Canadá encaraba un acelerado proceso de industrialización,
acompañado desde el Estado con medidas de promoción y protección, más un fuerte
intervencionismo en la regulación del crédito, las finanzas y la creación de un
sistema bancario con capitales nacionales. Sin embargo, para los liberales,
Argentina no es Canadá porque fue intervencionista desde 1930 y peronista
después. Ocultan que ya no lo éramos en 1870. Y con el fascismo en el poder,
tampoco lo seremos en 2050…
El liberalismo, que adoctrinó
durante más de un siglo en las aulas, se resiste a cualquier intento de arrojar
luz sobre la Historia escrita por los que triunfaron. Es violento en palabras y
hechos, cosa que bien sabía Alberdi cuando escribió: “El liberalismo, como
hábito de respetar el disentimiento de los otros ejercido en nuestra contra, es
cosa que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo;
la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la
muerte”. Defender la educación pública, campo privilegiado del conocimiento en
libertad, es entonces nuestra obligación.
Desde Buenos Aires, saludo a los
oyentes de El Club de la Pluma.
Emilio de Alvear, también desde los
anales de la SRA, iba más allá. En 1871 escribía: “Con el sólo producto de
nuestros ganados no podremos llegar nunca a ser una Nación importante. Con
lanas y cueros no se podrá establecer el equilibrio comercial de la exportación
con la importación… Cuando desde el calzado hasta el sombrero, todo lo
recibimos del extranjero, ¿en qué consiste esa independencia si no en el
derecho de exterminarnos unos a otros?”. Es que importar todo lleva,
ineludiblemente, al déficit de la balanza comercial, como ocurrió durante el
Modelo Agro Exportador, ese que tanta cita y admira Milei.
PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ
OLIVES
Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO
1 comentario:
Felicito a la prof Rodriguez Olives DIFUNDIRpor su escrito sobre el adroctinamiento liberal Para aprender reflexionar debatir y esclarecer Gracias Lic Liliana Zukiermsn psicologa UBA
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