RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 5 de mayo de 2024

CONTAR LA HISTORIA EL ADOCTRINAMIENTO LIBERAL - PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

 

CONTAR LA HISTORIA

 EL ADOCTRINAMIENTO LIBERAL

 

 Hola. Soy Lidia Rodríguez Olives y, desde Buenos Aires, saludo a todos los que escuchan El Club de la Pluma

 Que Milei ataca la Educación Pública no es una novedad para nadie. Antes de la multitudinaria marcha del 23 de abril, que expresó la oposición a un modelo económico que desfinancia el sistema universitario, reiteradas veces la había acusado de “adoctrinar” a los jóvenes. Pero un recorrido por nuestra Historia muestra quiénes son, en este país, los verdaderos “adoctrinados”. Porque acá, generaciones enteras se han educado sobre la base del oscurantismo y la negación; la tergiversación, la proscripción política y el recorte hecho por las clases dominantes. Así se explica el apoyo que reciben gobiernos que, como este, destruyen la industria y primarizan el país.

 Que la simple exportación de materias primas no es desarrollo sino colonialismo ya lo sabía Manuel Belgrano en 1802, cuando escribió su informe al Consulado sobre las ventajas de agregarle valor a los cueros producidos en el Virreinato. “Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus Estados a manufacturarse”. Porque la industria aumenta la riqueza, impulsa el desarrollo tecnológico y genera más puestos de trabajo. No lo dijo Marx: lo escribió Adam Smith. También lo sabía San Martín cuando, desde la gobernación de Cuyo, pedía al Congreso la sanción de leyes protectoras para las industrias locales, a fin de impulsar su desarrollo, abastecer el mercado interno y estar en condiciones de exportar. Y lo sabía Pedro Ferré, gobernador de la Provincia de Corrientes, que se expresó en las acaloradas jornadas que llevaron a la firma del Pacto Federal de 1831: el liberalismo y la explotación excluyente de materias primas condenan a la mayoría del país al atraso y la pobreza, concentrando los beneficios en unos pocos. Pero generaciones enteras aprendieron que Belgrano creó la Bandera, San Martín cruzó los Andes y a Ferré, ¿quién lo conoce? Por eso a ninguno de sus votantes se le movió un pelo cuando Mauricio Macri, en enero de 2016, respondió a los reclamos del sector ganadero y bajó los derechos de exportación para los cueros sin procesar. Medida que perjudicó al sector manufacturero y del calzado, llevando al país a la misma situación denunciada por Belgrano más de 200 años atrás…

 Milei expresa un liberalismo rabioso que acusa al intervencionismo estatal de ser la causa de las crisis y el atraso de nuestro país. Ni a él ni a sus seguidores les han contado que, ya en la década de 1870, hubo en Argentina un esclarecedor debate entre proteccionistas y librecambistas. Un grupo de jóvenes, entre los que se encontraban Vicente Fidel López, Miguel Cané, Carlos Pellegrini, Lucio López, José Hernández y Estanislao Zeballos, enfrentaron al liberalismo sosteniendo que la única forma de desarrollar un verdadero nacionalismo económico era a través del intervencionismo estatal y el proteccionismo. Seguían así la línea que va desde Belgrano hasta el mismo Sarmiento, pasando por San Martín y Pedro Ferré. Pero, claro…Lo que saben los libertarios (si lo saben…) es que Cané escribió Juvenilia, José Hernández el Martín Fierro y Pellegrini sucedió a Juárez Celman.

 Las causas de estos debates hay que buscarlas en la crisis lanera iniciada en 1866, a la que se sumó, en 1873, una crisis económica general. Desde 1830, nuestro país había aumentado la producción lanera, destinada a abastecer el mercado europeo, pero fundamentalmente a Inglaterra, cuya Revolución Industrial se soportaba sobre las manufacturas textiles. En 1829, producíamos 337 toneladas de lana. En 1865, 54.907. Pero, dando la razón a aquellos que sostenían la fragilidad de una economía primarizada, otras regiones se sumaron a esta producción, derrumbando los precios por efecto de la sobreoferta. Como si esto fuera poco, al finalizar la guerra civil en EEUU, este reinicia sus envíos de algodón a Europa e Inglaterra, que habían sustituido algodón por lana durante el conflicto. Y, en la propia cara de los liberales argentinos, la hoy potencia mundial aumentó los derechos de aduana para la importación de “lana sucia”, que pasaron del 3,5% al 15% de la facturación. Argentina perdió no sólo ese mercado sino también el europeo. Sin embargo, mientras nuestras lanas no valían nada en Inglaterra, por las provenientes de Australia se pagaban altos precios. ¿A qué se debía esa diferencia? A que Argentina enviaba lana sin ningún tipo de elaboración. Ni siquiera se aplicaba sobre ellas el proceso de lavado. El mundo le daba la espalda a la mentalidad parasitaria y retrógrada de los terratenientes, inclinados a ganar mucho sin ningún esfuerzo. Pero en el discurso liberal parece que sólo en el campo se trabaja…

 Ahogados por la crisis, que obligó a una matanza de ovejas sin precedentes, hasta la SRA se volvió industrialista y estatista. Desde sus Anales, Ezequiel Paz defendía un proyecto de Montes de Oca para que el Estado (no el mercado) financiara la instalación de lavaderos de lana, máquinas para hilar y fábricas de tejidos lanares. Así, ganarían nuevamente los mercados perdidos y la industria absorbería lo que no se pudiera exportar.  Es que los liberales argentinos se cuelgan ese cartel cuando les conviene. Pero vivieron y viven gracias al Estado. Alberdi ya lo sabía cuando escribió: “Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen…El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo”.  Entonces, el adoctrinamiento se produce cuando millones de argentinos conocen las Bases, pero no los Escritos Póstumos del mismo autor.

 También Sarmiento, inmortalizado en la Historia Oficial como el “padre del aula”, fue industrialista y partidario de un Estado fuerte, capaz de proteger e impulsar el desarrollo manufacturero. Conocemos el Facundo, pero muy pocos leyeron Viaje por Estados Unidos. Ahí, su objeto de admiración son los Estados del Norte, con el dinamismo de sus nacientes industrias y altos aranceles para defenderlas. Por eso, durante su presidencia impulsó la fundación de escuelas técnicas, destinadas a formar la imprescindible mano de obra calificada. El liberalismo prefirió entonces al “inofensivo maestro” y eliminó de su discurso todo aquello que implicaba un cuestionamiento hecho, para peor, desde sus propias filas.

 En los debates de los ´70, quien mejor planteó la cuestión de la industria y el proteccionismo fue Rufino Varela, Ministro de Hacienda de la Provincia de Buenos Aires. “No conozco país de la tierra donde la industria se haya desarrollado sin protección. La Inglaterra, librecambista hoy por excelencia, ha debido exclusivamente a la protección de sus industrias el grado de progreso en que se encuentra; ¿Quién no sabe que han sido las fábricas inglesas las que han muerto las industrias de Irlanda y de la India? Si se va a ver la historia de los países manufactureros se encontrará que sus progresos y engrandecimientos lo deben a la protección”.

 Es que en esa época todos sabían que la Revolución Industrial inglesa fue el resultado de más de 200 años de intervencionismo estatal. Que el gobierno inglés se identificó tempranamente con los intereses de sus comerciantes primero y de sus industriales después. Que, siguiendo esta línea, ya en el SXVI creó incentivos para que tejedores holandeses se radicaran en el país y enseñaran su oficio. Que, en el mismo siglo, sancionó una ley de salarios mínimos. Que, un siglo después, prohibió la importación de paños de lana para incentivar la producción local. Que en el SXVIII prohibió a los obreros calificados emigrar. Que también prohibió la exportación de planos, máquinas y modelos. Que el desarrollo de su industria textil, motor de la Revolución Industrial, se construyó sobre la destrucción de las manufacturas de la India, prohibidas en Inglaterra desde el SXVIII. Que el extenso mercado mundial donde colocaban sus productos, más que el resultado de leyes económicas lo fue de la Marina Real que, a fuerza de guerras y cañones, lo ganó para sus industrias. Y, por supuesto, también conocían la máxima con la que se rigen los países desarrollados: primero hay que ser proteccionista para luego ser liberal. Máxima expresada en los debates por el mismo Rufino Varela: “Aplíquese el librecambio a la República Argentina y se arruinará el país en poco tiempo”.

 También estaban al tanto de lo que ocurría en EEUU, cuyas medidas proteccionistas habían hecho colapsar nuestra producción de lanas. Sabían, porque se los dijo Sarmiento, que no fue el mercado sino el Estado el que financió los ensayos que hicieron posible el telégrafo eléctrico de Morse. Conocían muy bien el camino que, en ese momento, recorría Canadá bajo el gobierno de John Alexander MacDonald. Abandonando el modelo de economía primaria, Canadá encaraba un acelerado proceso de industrialización, acompañado desde el Estado con medidas de promoción y protección, más un fuerte intervencionismo en la regulación del crédito, las finanzas y la creación de un sistema bancario con capitales nacionales. Sin embargo, para los liberales, Argentina no es Canadá porque fue intervencionista desde 1930 y peronista después. Ocultan que ya no lo éramos en 1870. Y con el fascismo en el poder, tampoco lo seremos en 2050…

 El liberalismo, que adoctrinó durante más de un siglo en las aulas, se resiste a cualquier intento de arrojar luz sobre la Historia escrita por los que triunfaron. Es violento en palabras y hechos, cosa que bien sabía Alberdi cuando escribió: “El liberalismo, como hábito de respetar el disentimiento de los otros ejercido en nuestra contra, es cosa que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte”. Defender la educación pública, campo privilegiado del conocimiento en libertad, es entonces nuestra obligación.

 Desde Buenos Aires, saludo a los oyentes de El Club de la Pluma.

 Emilio de Alvear, también desde los anales de la SRA, iba más allá. En 1871 escribía: “Con el sólo producto de nuestros ganados no podremos llegar nunca a ser una Nación importante. Con lanas y cueros no se podrá establecer el equilibrio comercial de la exportación con la importación… Cuando desde el calzado hasta el sombrero, todo lo recibimos del extranjero, ¿en qué consiste esa independencia si no en el derecho de exterminarnos unos a otros?”. Es que importar todo lleva, ineludiblemente, al déficit de la balanza comercial, como ocurrió durante el Modelo Agro Exportador, ese que tanta cita y admira Milei.

  


PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

Profesora de Historia

 Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO

1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicito a la prof Rodriguez Olives DIFUNDIRpor su escrito sobre el adroctinamiento liberal Para aprender reflexionar debatir y esclarecer Gracias Lic Liliana Zukiermsn psicologa UBA