RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 22 de diciembre de 2024

CUANDO PIENSO EN MI PAÍS, ME SANGRA UN VOLCÁN - MAURICIO IBÁÑEZ

 

CUANDO PIENSO EN MI PAÍS, ME SANGRA UN VOLCÁN

 

 

Pasando los 22 años me choqué de frente con la “politiquería” corrupta de este país: en una conversación casual con un congresista que era representante a la cámara por una de las provincias que en Colombia llamamos “Departamentos”, me comentaba cómo se había construido un proyecto legislativo que, de ser aprobado, proyectaría su región con un esquema de desarrollo participativo sin precedentes en la historia. Era una propuesta que, de ser aprobada, dispararía la economía y el bienestar de toda la población, convirtiendo a este departamento en un ejemplo de desarrollo inclusivo.

 

La noticia me llenó de alegría y le pregunté cuándo se aprobaría tan maravillosa iniciativa, para luego proyectarla en todo el territorio nacional. Su respuesta me dejó frio: “No la vamos a aprobar. Hemos recibido órdenes del jefe de la bancada de nuestro partido de sabotearla y bloquearla para que no pase”. ¿La razón? – la iniciativa venía del partido opuesto, y si era aprobada y tenía éxito, ese partido se consolidaría en el poder y el de mi interlocutor se vería debilitado. No se podía permitir.

 

En ese momento lo supe: se había perdido para siempre la noción de que los políticos trabajaban para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. En ese momento su interés radicaba únicamente en mantener un capital electoral y afianzarse en el poder. Los ciudadanos poco importaban y el beneficio común les era indiferente.

 

En medio del dolor que me causaba perder mi virginidad intelectual a manos de tantos violadores por quienes ingenuamente votaba, empecé a indagar más y mas en la realidad “política” de mi país, para ir encontrándome con más y más suciedad y darme cuenta que, en Colombia, como en prácticamente todo el planeta, el término objetivo había desaparecido y había sido usurpado por otro, el de la “Politiquería”, un engendro horrible dedicado a hacer daño a su propio pueblo en nombre del poderío electoral, de intereses mezquinos y del crimen organizado. Nuestra patria, quizás como muchas otras en el mundo, había sido secuestrada.

 

Pasaron muchos años, y en uno tras otro se afianzaba la desesperanza que los politiqueros habían sembrado en nuestro pueblo: había ciudadanos que debían desplazarse a pie por una cordillera, tomar una lancha y atravesar un río caudaloso, atravesar toda clase de obstáculos porque “había que ir a votar”, siempre con la esperanza puesta en las promesas vacías y oportunistas de estos personajes y, año tras año, nos traicionaban con sus escándalos de corrupción, sus robos colosales, su manipulación mediática y su eterna promesa de que “ahora sí” cambiarían las cosas en favor de un pueblo cada vez más empobrecido y abandonado.

 

También con los años de decepción, abandono y desigualdad vinieron los cansancios y sus manifestaciones violentas, las cuales terminaban siendo aprovechadas por los mismos politiqueros para hacer más promesas, esta vez en nombre de la paz. Ellos, los que crearon el problema, ahora se erguían como los proveedores de la solución… y nosotros seguimos creyendo y cayendo en su red melosa y perversa.

 

Oculto detrás de las promesas, el enemigo perverso se dedicó a la destrucción sistemática de todo aquello que los politiqueros interpretaran como “oposición”: se asesinó a todo un partido político que buscaba devolver la justicia social al país, se asesinó a los líderes que se atrevieran a desafiar lo que la politiquería bautizó como “el establecimiento”, y con la ayuda del empresariado y la prensa de su propiedad, se intentó deslegitimar a todo aquel líder que clamara por la igualdad de oportunidades para todos los colombianos.

 

Este, por supuesto es un resumen muy breve de cómo la politiquería se enraizó en la realidad colombiana y desplazó para siempre todo concepto de política, democracia, justicia social y bienestar colectivo. Pero cuando los colombianos nos acordamos de nuestro país, el cansancio se convirtió en erupción y estallamos, solitos como pueblo, sin el impulso de politiqueros oportunistas ni promesas vacías. Al unísono con varios pueblos de América Latina, estallamos y nos mantuvimos en llamas por 55 días, hasta que el establecimiento politiquero tuvo claro que el sistema injusto y desigual que había creado era insostenible.

 

Con el estallido social, la politiquería criolla supo que perdería las elecciones ante el progresismo y de inmediato puso en marcha su estrategia, sacada del oscuro manual que se ha escrito en América Latina para ahogar a los gobiernos democráticos que no sean afectos a sus intereses mezquinos:

 

Primer paso: dejar tierra quemada. Endeudar al país con préstamos de corto plazo, dejarlo en bancarrota, vaciar sus arcas y robar, robar, robar todo lo posible. Que el nuevo gobierno no tenga tiempo ni modo ni finanzas para rescatar al país de su crisis económica.

 

Segundo paso: si se va a perder la presidencia, entonces hay que ponerle un congreso que no la deje gobernar. En toda democracia es claro que un presidente no puede hacer nada si tiene a la institucionalidad (congreso, gobernadores y alcaldes, organismos de control y altas cortes) en su contra. Sus manos estarán atadas y lo atacarán de manera despiadada y continua a ver si pierde la paciencia.

 

Tercer paso: las coaliciones electorales. Los partidos de los politiqueros de siempre ofrecen su colaboración al nuevo gobierno que acoge su iniciativa con ingenuidad y esperanza y, como si se tratara de la antigua Roma, lo apuñalan en el congreso. 

 

Cuarto paso: el empresariado corrupto, que ha venido manipulando a través del lobby de alto nivel al congreso para que presente y apruebe leyes que los benefician de varias maneras, entra a sabotear y bloquear al gobierno mediante el alarmismo económico, la advertencia de la pérdida de la inversión o de la estampida industrial, sembrando incertidumbre y temor.

 

Quinto paso: la prensa de mayor circulación, manejada por el mismo empresariado y al servicio de la politiquería que ha configurado el establecimiento dominante, se dedica a atacar al gobierno por cuenta de la ingobernabilidad que han generado ellos mismos y la incertidumbre económica que anuncian los empresarios. El ataque es incesante, 24 horas al día, 7 días a la semana, y va sembrando la desesperanza en la población.

 

Pero algo no estaba previsto en el manualito reaccionario del establecimiento, y es que la gente ya no los escucha. Gracias a las redes sociales, se busca más información independiente, se completa la película y se descubren sus mentiras. El volcán está despertando, compañeros, en toda América Latina.    

 


MAURICIO IBÁÑEZ – Desde Colombia -Biólogo

Especialista En Estudios Socio-Ambientales

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente artículo