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domingo, 20 de abril de 2025

GEOPOLÍTICA PROFUNDA IV: ¿POR QUÉ EL CAPITALISMO, TARDE O TEMPRANO, NECESITA LA GUERRA? - PROF. VIVIANA ONOFRI

 

GEOPOLÍTICA PROFUNDA IV:

¿POR QUÉ EL CAPITALISMO, TARDE O TEMPRANO, NECESITA LA GUERRA?

ARGENTINA: MUESTRA GOZOSA DE LA CRUELDAD.

 

 

 Un cálido abrazo a toda la querida audiencia de EL CLUB DE LA PLUMA.

 Otro día más, nos encontramos en este espacio de reflexión compartida con múltiples temáticas; hoy, continuaremos con Geopolítica Profunda o Metapolítica indagando acerca de la funcionalidad y propósito de las guerras. Nuestro punto de vista será conceptual, desestimando cualquier hecho que nos pueda distraer, en un proceso de abstracción, indispensable para comprender los ciclos del capitalismo y las crisis y destrucciones de ese poder omnipresente contra los pueblos del mundo.

 

 Seguiremos, en líneas generales, el análisis del Dr. Andrea Zhok, catedrático de la Universidad de Milán.

 

 El libre mercado, para sobrevivir, requiere un crecimiento continuo. Cuando el crecimiento se detiene, el sistema entra en crisis. Y cuando las soluciones tradicionales como la innovación tecnológica, la explotación de la fuerza de trabajo, la expansión de los mercados, ya no son suficientes, entonces la guerra se convierte en el último recurso, ofreciendo al sistema económico un mecanismo de destrucción, reconstrucción y control social. Porque la conexión entre capitalismo y guerra no es accidental, sino estructural y estrecha. Aunque la narrativa del liberalismo siempre ha intentado explicar que el capitalismo, traducido como “comercio dulce”, era una vía preferencial

hacia la pacificación internacional, en realidad, esto siempre ha sido una flagrante falsedad.

 

 La esencia del capitalismo consiste en un solo punto. Se trata de un sistema idealmente acéfalo, es decir, idealmente sin liderazgo político, pero guiado por un único imperativo: el aumento del capital. El corazón del capitalismo es la necesidad de que el capital rinda, es decir, aumentar el capital mismo. La dirección de este proceso no está en manos de la política y mucho menos de la política democrática, sino de los poseedores del capital, de los sujetos que encarnan las necesidades de las finanzas. Lo que importa es que siempre debe existir la perspectiva general futura de un aumento del capital disponible y el punto debe entenderse en términos de PODER.

 

 En el capitalismo, una determinada clase detenta el poder y lo ostenta como la persona encargada de la gestión del capital hacia el crecimiento y esa clase que detenta el poder debe cederlo a otros, a un liderazgo político como ha sido más o menos siempre a lo largo de la historia.

 

 Constantemente, inevitablemente, el sistema capitalista se encuentra enfrentando crisis generadas por esa tendencia de las masas crecientes de capital que presionan para ser utilizadas, en un proceso exponencial, mientras que la capacidad es siempre limitada. Y entonces los poseedores del capital comienzan a agitarse porque su propia supervivencia como poseedores del poder está en riesgo y porque el capital disponible crece constantemente y busca usos capaces de generar intereses y ganancia y está al acecho por encontrar frenéticamente soluciones.

 

 Y como mencionamos anteriormente, una solución tradicional es la innovación tecnológica y a la espera de que se produzcan revoluciones tecnológicas que reabran la esfera de los márgenes de ganancia, la segunda dirección en la que se busca una solución para recuperar márgenes de beneficio es la presión sobre la fuerza de trabajo. La reducción directa de los salarios es una forma que se adopta en casos excepcionales; más frecuentes y fáciles de gestionar es la “flexibilización del trabajo” para reducir los “tiempos muertos”, la rigorización de las condiciones de trabajo, los despidos de personal, etc.

 

 Ahora bien, ese horizonte de presión sobre los trabajadores presenta dos problemas: difunde el descontento, con la posibilidad de que derive en protestas, disturbios. Por otra parte, si se presiona sobre el salario, se reduce el poder adquisitivo y con ello se corre el riesgo de iniciar una espiral recesiva con menores ventas, menores beneficios, consecuentemente, una reducción de las ventas. Un horizonte final de soluciones se presenta cuando la esfera del comercio exterior entra en la ecuación.

 Aquí, las oportunidades de ganancias se multiplican debido a las diferencias entre países. En lugar de comprimir a la fuerza de trabajo nacional, se podría lograr acceso a mano de obra extranjera barata. La fase actual de la corta y sangrienta historia del capitalismo que estamos viviendo se caracteriza por el desvanecimiento progresivo de todas las perspectivas importantes de ganancias.

 

 El proceso de globalización ha llegado a sus límites y ha iniciado un proceso de regresión relativa. La crisis subprime de 2007-2008 marcó el primer punto de inflexión, llevando a todo el sistema financiero al borde del colapso. Y usaron dos palancas: una fuerte presión sobre el mercado laboral, con pérdida del poder adquisitivo y el empeoramiento de las condiciones laborales a nivel mundial. Por la otra, se produjo un aumento de la deuda pública que a su vez constituyó una restricción indirecta impuesta a los ciudadanos y a los trabajadores. La crisis de la Covid 2020-2021 marcó un segundo punto de inflexión, parecida a la crisis de las subprime: más pérdida de poder adquisitivo y más aumento de la deuda pública. En general, el sistema financiero emergió en ambas crisis con una posición comparativamente más fuerte en relación con la población que vive de su propio trabajo.

 

 Cuando en el canon occidental aparecen las guerras mundiales, suelen mostrarse bajo de bandera de unos culpables bien definidos: los “nacionalismos”, sobre todo el alemán, para la Primera Guerra Mundial y, las “dictaduras”, para la Segunda Guerra Mundial, pero rara vez se reflexiona que estos acontecimientos tienen como epicentro el punto más avanzado de desarrollo del capitalismo mundial y que la Primera Guerra Mundial ocurrió en el auge del primer proceso de globalización capitalista de la historia.

 

 La guerra representa una solución ideal a las crisis de caída de la tasa de ganancia. La guerra se presenta como un impulso no negociable para obtener inversiones masivas que puedan revivir una industria sin vida. ¡Oh, los grandes contratos públicos en nombre del “deber sagrado de defensa”! La guerra representa una gran destrucción de recursos materiales, de infraestructura y de seres humanos. Todo esto, que desde el punto de vista de la sensibilidad humana es una desgracia, desde el punto de vista del horizonte de inversión es una perspectiva magnífica.

 

 Después de una gran destrucción, se abren espacios para inversiones fáciles: carreteras, ferrocarriles, acueductos, casas. La mayor destrucción de recursos de todos los tiempos,

la Segunda Guerra Mundial, fue seguida por el mayor auge económico desde la Revolución Industrial. Con la guerra, los grandes poseedores de capital, el capital financiero, consolida comparativamente su poder sobre el resto de la sociedad. La guerra congela y detiene todos los procesos de revuelta potencial, todas las manifestaciones de descontento. La guerra es el mecanismo definitivo, el más poderoso de todos, para disciplinar a las masas, colocándolas en una condición de subordinación de la que no pueden escapar, so pena de ser identificadas como cómplices del “enemigo”.

 

 Desde la consecución del sufragio universal, en Europa, se creyó que este sería capaz de establecer regímenes que funcionaran en interés del pueblo y todo el esfuerzo de las clases dominantes siempre ha estado dirigido a convencer a la mayoría de que los constantes sacrificios de la mayoría para mantener el privilegio de unos pocos, eran el único camino correcto. La estrategia narrativa utilizada puede variar, pero, en general, el resultado se logra persuadiendo a la mayoría de que acecha una amenaza mucho peor que el privilegio oligárquico y que los únicos capaces de defender al país de esa amenaza son precisamente los miembros de la élite.

 

 El enemigo europeo hoy es Rusia; en Argentina, los “kukas”, es decir, nosotros. Y hablando de nuestro país e intentando describir lo que hemos visto, nos faltan palabras para aclarar la experiencia surrealista, morbosa y gozosamente cruel, en la cual el presidente durante una entrevista de cinco horas, cantó, rió a carcajadas con el pseudoperiodista Fantino y se burló de todo el pueblo argentino, festejando la devaluación. Sinceramente, ya no sabemos qué pensar de esa inimaginada realidad.

 

 Podemos hablar de asombro, estupor, indignación. Supera todo análisis racional; somos incapaces de comprender qué locura es esa, qué tipología de enajenación mental tiene Milei, porque la maldad, la perversión y el desprecio por el pueblo nos cortó la respiración. Se mostraba alegre, contento, feliz, radiante y encantado con la devaluación.

 

 Antes de finalizar, quiero contarles que no presentaré mi columna por un tiempo porque continuaré con otro de mis proyectos personales.

 Me despido de nuestra querida audiencia, agradeciendo su amable atención, e invitándola a una nueva emisión de EL CLUB DE LA PLUMA, el próximo domingo. ¡Hasta la victoria siempre, compañeros!

 

PROF. VIVIANA ONOFRI 

 Desde Islas Canarias 

 Profesora en Letras, ex catedrática de la Universidad Nacional de Mar del Plata

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