¡¡¡CALLATE IMBÉCIL, SON TODOS PUTOS…!!!
Antes que comiencen a bombardear con reclamos, quejas, cuestionamientos, y descalificaciones anticipadas, nos interesaría poner en discusión algo de lo tanto que se cotidianiza sin reparar en consideraciones necesarias que nos permitan una mayor claridad conceptual.
¿Por qué rotulamos? Lo cierto es que nuestra mente funciona, la mayor parte de las veces, en términos de palabras. Si no nombráramos a las cosas, probablemente no podríamos pensarlas. Si las nombráramos una por una, la cantidad sería inabarcable. Entonces las agrupamos y formamos categorías a las que les ponemos una etiqueta.
El asunto es que, eso mismo que hacemos con las cosas, lo hacemos con las personas, en ocasiones, inadvertidamente; en ocasiones, conscientemente; en ocasiones, convenientemente.
Lo peligroso de los rótulos son por lo menos dos rasgos que no advertimos: que se cristalizan y que se utilizan para manipular y manipularnos.
Una vez que categorizo y nombro al diferente… ¿qué haré con ello? ¿Excluir? ¿Negar derechos? ¿Territorializar? ¿Desterritorializar?
El rótulo vuelve simple y plano lo complejo y profundo. Con eso, no nombramos sino que negamos más de la mitad de la compleja realidad y de la compleja humanidad que nos rodea. Y, como beneficio secundario, nos ahorramos buena parte del ejercicio intelectual necesario para comprender.
La utilización del rótulo con el que se señala a personas, cualquiera sea, no es nada nuevo, es tan antiguo casi como el mundo. No obstante ello, se han instalado en la sociedad muchos rótulos que promueven la discriminación, la xenofobia, la desacreditación y más, mucho más…
¿Quién no ha oído o expresado en algún momento de su vida, por ejemplo: “ese negro de mierda”? y la consabida e innecesaria aclaración de: “hablo de los negros de alma, porque yo no discrimino”…
No sólo que se discrimina, sino que se influye hacia una actitud agresiva, además de la expresión, que involucra a quienes escuchan. El silencio o el asentimiento convalidan tan “desafortunada” actitud.
Pero no es por accidente que nos han llegado esas expresiones al “conocimiento popular”; alguien las instaló y muchos se apropiaron de las mismas sin considerar las consecuencias.
Mediáticamente se exacerban situaciones para generar el tan necesario, para los controladores de voluntades, enfrentamiento entre sectores o segmentos sociales. Se instala, por ejemplo, que todos los que circulan en motos son posibles criminales; que todos los de una pigmentación facial diferente son potenciales delincuentes. Esto, al menos en estos casos, es necesario para sostener la maquiavélica maquinaria de control y dominación poblacional a través del miedo, la supuesta inseguridad y la posibilidad de individualizar las amenazas…
Parte de ello también se observa en establecimientos educativos, donde la cuestión de la inclusión, la integración se discute, se debate y a veces se resiste. Lamentablemente existen docentes que reniegan de quienes tienen en frente y se lamentan por tener “que darles algo de conocimiento a esos negritos sin futuro…”
Ello conlleva y deviene en resentimiento y aversión.
Pero no podemos desconocer y considerar las responsabilidades compartidas. Hay una decisión, una actitud, un posicionamiento que se tiene, se asume y se sostiene con argumentaciones varias.
No es solamente que medios, educación y todo lo relacionado al desarrollo social, nos colonicen. Hay una clara y contundente aceptación de lo que se impone. Por supuesto que son los sectores de poder quienes llevan la delantera, pero detrás siguen quienes aspiran a “pertenecer” a ese reducido sector. Y repitan y repiten las frases inoculadas, las ideas impuestas sin reparar, al menos, que muchos podrían estar en la otra vereda, en la de la descalificación y el desprecio.
Comenzamos con un título que contiene dos lamentables frases que a diario se repiten, sin reparar en nada de lo que se genera como consecuencia. Y lo elegimos porque no es muy a menudo que nos encontremos con propuestas para discutir sobre nuestras actitudes, porque “decidimos” no hacerlo, porque no queremos confrontarnos a nosotros mismos y “elegimos” mirar hacia otro lado.
Porque, tal vez, se esperara que abordemos, como venimos haciendo, temas relacionados a la política nacional y regional, a los conflictos en el globo; pero no, en esta oportunidad “nos hemos impuesto” invitar a la reflexión, el debate y el diálogo sobre nuestras carencias como individuos y como colectivo. Igualmente es probable que encontremos pocos temas que influyan en la política de cualquier índole más que el que hoy nos ocupa. Es en este ámbito donde los rótulos son más fructíferos para el enemigo, en particular porque evitan las distinciones, y por tanto, la visibilidad de lo complejo y el esfuerzo cognitivo.
No es posible concebir una realidad sin replantearnos nuestras actitudes. No es posible avanzar sin detenernos a mirar y considerar en qué estamos fallando como sociedad y el porqué no revertimos aún nuestros voluntarios errores.
Tal vez la utilización del título de este editorial, conlleve gruesas críticas y hasta insultos. No lo ignoramos, pero preferimos plantear desde “la llamada de atención” para lograr el necesario sinceramiento; aceptando nuestras miserias e intentar revertirlas, transformando desde nosotros, desde cada uno, nuestras actitudes y consideraciones, para lograr una sociedad más justa y contenedora, más solidaria (que no es la que “generosamente” entrega donaciones…) y abierta a que las diferencias nos pueden hermanar y las disidencias nos habrán de permitir construir un código común, un lenguaje común.
Que así sea.
NORBERTO GANCI –DIRECTOR-El Club de la Pluma
elclubdelapluma@gmail.com –elclubdelapluma@hotmail.com
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