RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 4 de agosto de 2024

EL ANTIPERONISMO DE SIEMPRE - PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

 

EL ANTIPERONISMO DE SIEMPRE

 

 

 Desde Buenos Aires, saludo a todos los que escuchan de El Club de la Pluma. Soy Lidia Rodríguez Olives

 

 Hace unos días, Roberto Bacman exponía los resultados de la última encuesta realizada por su consultora, el Centro de Estudios de Opinión Pública, cuyos ejes fueron el impacto del ajuste, los límites de la tolerancia y el rol de la oposición. Si bien los números reflejan una disminución lenta pero sostenida del apoyo que tiene el gobierno, este se ubica alrededor del 40% y constituye, según Bacman, un “núcleo duro” difícil de perforar. Y esto es así porque, básicamente, está formado por “antiperonistas”. Así la cosa, parece interesante indagar en este fenómeno, en su origen y en las causas de su permanencia en nuestra sociedad.

 

 A pesar de sus esfuerzos por presentarse como respuesta al peronismo y su forma de ejercer el poder, la investigación histórica muestra que no sólo lo precedió, sino que el antiperonismo fue una de las principales causas de su surgimiento. Según Alejandro Grimson, “el peronismo nació y se configuró como un espejo invertido del antiperonismo”. A la vez, los enfrentamientos que caracterizaron a la Argentina a partir de la década del 40 no pueden comprenderse si no se enmarcan en la matriz clasista y racista con la que carga nuestra historia política.

 

 La industrialización de la década del 30 había cambiado profundamente la estructura socioeconómica de nuestro país. Desde 1935, el valor de la producción industrial sube más rápido que el de la producción agrícola. Y en 1943, la industria supera a los sectores tradicionales en la contribución al PBI. Pero los salarios se han estancado desde 1939, mientras los precios suben por la escasez de insumos que trae la Guerra y por la especulación sobre productos de primera necesidad. La tensión social aumenta y se suceden las huelgas.

 Los despidos de 1942 duplican los de 1930 y las jornadas perdidas por paros las triplican. En este contexto, Perón sostenía que la única forma de evitar estallidos como los ocurridos en 1918 y 1919 era a través de una alianza entre los sectores productivos, con un Estado mediador en los conflictos distributivos. Pero la negativa tanto de la patronal como de los principales partidos políticos, obligó al gobierno a abandonar esta estrategia y volcarse hacia los sectores sindicales.

  En junio de 1945 se publica el “Manifiesto del Comercio y la Industria”, en el que importantes entidades patronales atacaban la política social. Denunciaban el clima de “agitación” que malograba la “disciplina y el esfuerzo productivo”. También los recelos, la hostilidad, la provocación, la rebeldía y el espíritu reivindicativo de los trabajadores. El Manifiesto obró como aglutinante y terminó de dar el tono específico a la oposición. Pero también fue decisivo para que los sindicatos abandonaran su actitud de recelo y desconfianza, profundizando su acercamiento al gobierno.

 Publicado el Manifiesto, Perón respondería: “Se dice que mi prédica va dirigida siempre hacia los salarios y las condiciones de trabajo, en vez de orientarse hacia los valores morales de la población. Me explico por qué esas fuerzas prefieren los valores morales: es que a los otros hay que pagarlos”.

 

 Luego de la Marcha de la Constitución y la Libertad, Perón debió renunciar y fue preso a Martín García. El “hombre fuerte” que se construyó a partir del golpe del 43 parecía acabado y enviados de la Corte Suprema acordaban con los partidos opositores la conformación del nuevo gobierno. Pero fue el revanchismo y el resentimiento de los sectores patronales lo que alteró el curso de los hechos. Descontaron el feriado del 12 de octubre y respondieron a los reclamos: “Se lo cobran a Perón”. Quedaba claro cómo era el país que proponían y, sin pensarlo siquiera, hicieron un aporte invalorable a la construcción del peronismo.

 

 La matriz constitutiva del antiperonismo reposa en el clasismo y la exclusión, en el racismo y el ideal de una sociedad jerarquizada. Según Sigal, el 17 de octubre “Buenos Aires cambió de dueño”. La ciudad cosmopolita, europea y orgullosa de ser blanca se expresó con estupor, vergüenza, desprecio, temor e indignación frente a lo que parecía “una invasión de otro país”. Palabras como hordas, negros, chusma, malevaje y malón se estampaban en los principales diarios.

 El estallido de viejas categorías sociales, del orden jerarquizado y de clasificación hizo aflorar lo que de racista había en la sociedad, en una reedición violenta de la “civilización o barbarie” de Sarmiento. Esta clasificación calaría hondamente en la clase media que, a pesar de los beneficios que el peronismo significó para algunos de sus estratos, sentían profunda repulsión por el acortamiento de las distancias entre clases, por los “nuevos” que aparecías en balnearios, en escuelas y hasta en universidades; por los que osaban ir al cine y al teatro.

 Américo Ghioldi, líder de un socialismo con anclaje en sectores medios e intelectuales, expresaba: “Ahora, avergonzados y entristecidos, hemos descubierto que había un fondo de primitivismo y miseria, listo para ser utilizado por caudillos militares”.

 El peronismo es, entonces, el resultado de la barbarie y la falta de educación. Se compone de una masa informe capaz de brindar apoyo sólo para obtener beneficios personales. Aferrados a esta mirada, constatarán su propio fracaso con el triunfo peronista de 1973, que no pudieron evitar ni con 18 años de educación antiperonista. Fracaso que se mide también en términos económicos, porque si el peronismo es mera racionalidad instrumental de las masas, significa que, en 18 años, fueron incapaces de implementar un solo plan económico que no implicara efectos regresivos sobre la distribución del ingreso. Jamás entendieron la potencia simbólica del peronismo que, junto con el acceso efectivo a derechos, también fue dignidad y pertenencia. Y es esta incapacidad para comprender que los volverá cada vez más violentos.

 

 Desde sus orígenes, apelarán en forma permanente a la idea de enemigo. Serán una oposición “desleal” según Linz, porque cuestionarán la autoridad del Estado y tratarán de alcanzarlo con procedimientos conspirativos y no democráticos. Bombardearán entonces la Plaza de Mayo, fusilarán peronistas, proscribirán, apoyarán golpes de Estado, militarizarán las fábricas, perseguirán estudiantes y sindicalistas, y desaparecerán a 30 mil con la misma lógica con que Sarmiento aplaudió el degüello de Peñaloza: al enemigo se lo extermina porque se lo merece. Desde el gobierno, como ocurre hoy, utilizarán todos los resortes del Estado para silenciar la oposición. Así como en 1955 soñaron con una Argentina sin peronistas, hoy lo hacen con otra sin kirchneristas, sin por ello abandonar su discurso a favor de la democracia y el pluralismo. Incapaces de ver en esto una contradicción lógica, avanzarán en la construcción de una sociedad donde la oposición ha desaparecido.

 

 También se caracteriza el antiperonismo por su mirada sesgada y su doble estándar. Perón era autoritario, corrupto, violento y la síntesis de todo aquello que destruye la democracia y atenta contra el Estado de derecho.  Parecen olvidar que, en 1921 y bajo el gobierno del “democrático” Yrigoyen, 1500 trabajadores fueron fusilados en la Patagonia; más de 300 murieron en la represión a las huelgas de la Semana Trágica, mientras grupos de civiles armados, de los que participaban militantes radicales, incendiaban locales de la oposición y atacaban barrios judíos. El escándalo montado ante la intervención federal de la Provincia de Corrientes en 1947 contrasta notablemente con el silencio guardado ante las 33 intervenciones de los radicales y las 40 de los conservadores. Parecen olvidar también la Década Infame, de la que fueron cómplices conservadores, radicales y socialistas. Perón firma un acuerdo con la Standard Oil y eso es corrupción.

 Pero no lo es el Pacto Roca Runciman, ni siquiera cuando termina con el asesinato de un Senador en pleno Congreso. López es corrupto por los bolsos, pero no lo son los empresarios que pagaron esas coimas. Macri aparece en los Panama Papers y viola la ley de blanqueo a favor de sus familiares.

 No es corrupto. Sí lo es, en cambio, Cristina Kirchner, a la que persiguen hace más de 10 años sin poderle encontrar una puta cuenta en el exterior. La ley de medios sancionada por el Congreso es incostitucional. No lo es derogarla por Decreto.

 Es que el antiperonismo carece de los principios que declama. La libertad y los derechos son para todos, mientras no sean sindicalistas, desocupados, planeros, feministas, pueblos originarios, manifestantes, migrantes limítrofes, miembros del LGTB u organismos de Derechos Humanos; docentes al estilo Baradel o judíos comunistas como Kicillof.  

 

 En boca de un antiperonista siempre está la acusación de fascista. Desde Perón hasta los Kirchner se carga con esto. Pero sólo la ignorancia sostiene esa acusación. Porque si en algo coinciden los analistas es en afirmar que el fascismo representó los intereses del capital más concentrado. Fue su respuesta ante la amenaza revolucionaria y su “realización de la victoria” sobre los sectores populares. La violencia y la persecución lo entronizan como régimen de partido único.

 El peronismo tendió siempre a la ampliación del horizonte de derechos. Ganó limpiamente elecciones y respetó el pluralismo político. Es el antiperonismo, en cambio, el que recorre un camino cada vez más cercano a esos modelos. Por su recurrencia a los golpes de Estado; por la persecución permanente de los sectores populares; por la represión indiscriminada; por su violencia contra la oposición; por sus prácticas de espionaje y delación; por la estigmatización y descalificación del adversario.

 Y, especialmente, por la instigación a la microviolencia, que le permite desviar hacia los más débiles el odio y la frustración que sus políticas de pauperización generan.

 

 Hace mucho leí un posteo en las redes que decía: “Aunque no soy peronista, cuando escucho a un gorila me dan ganas de cantar la marcha con los dedos en V”. A todo ese universo de ignorantes y racistas les dedico el tema musical de esta columna. Y espero lo disfruten…

 Un gran abrazo a los oyentes de El Club de la Pluma

 


PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

Profesora de Historia

Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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