LA VERDAD DEL HAMBRE
(PRIMERA PARTE)
Cualquiera que haya
tenido oportunidad de experimentar grandes luchas pasadas (sólo a modo de
ejemplo: las del 2001, con sus movilizaciones masivas, su huelga general y sus
asambleas barriales, o la gran lucha contra la reforma previsional en todo el
país en 2017), advierte que la crisis
actual no tiene su correlato en las calles cuando a todas luces alcanza niveles
de conflictividad mayores en lo político, en lo económico y en lo social. La
debilidad en la organización popular y en su combatividad (debilidad relativa,
aclaramos, porque se sostienen luchas a lo largo y ancho del país) se constata
junto al delirio omnipresente de pérsonajes absurdos en las esferas de
gobierno, imbéciles que logran hacerse
conocer por las estupideces que declaran.
Nos esforzamos por entender lo que
nos resulta abominable, nos obligamos a pensar cómo se sale de esta pesadilla.
En principio podemos coincidir parcialmente con pensadores como Biung Chul Han
(y diremos después por qué sólo parcialmente) , al adudicar este estado de
cosas a las distorsiones patológicas de la
llamada sociedad de la información. Una especie nueva de nihilismo que se alza Y NOS IMPREGNA cuando perdemos la fe en
la propia verdad. En la era de las fake news, la desinformación y las teorías
de la conspiración, la realidad y las verdades fácticas se han esfumado. La
información circula ahora, completamente desconectada de la realidad, en un
espacio hiperreal. Se pierde la creencia en la facticidad. Vivimos en un universo
desfactificado. Junto con las verdades fácticas desaparece también el mundo
común al que podríamos referirnos en nuestras acciones.
La
crisis de la verdad se extiende cuando la sociedad se desintegra en
agrupaciones o tribus entre las cuales ya no es posible ningún entendimiento,
ninguna designación vinculante de las cosas. En la crisis de la verdad, se
pierde el mundo común, incluso el lenguaje común. La verdad es un regulador
social, una idea reguladora de la sociedad (piensen, por ejemplo, en la dispersión
del peronismo hoy, la de las izquierdas, etc, QUE OBEDECEN SIN LUGAR A DUDAS A
LÓGICAS PROPIAS, pero que se somenten también a las generales de la ley)
El
nuevo nihilismo es un síntoma de la sociedad de la información. La verdad
ejerce una fuerza centrípeta que mantiene unida a una sociedad. Y la fuerza
centrífuga inherente a la información tiene un efecto destructivo sobre la
cohesión social. El nuevo nihilismo se gesta dentro del proceso destructivo en
el que el discurso se desintegra en información, lo que conduce a la crisis de
la democracia.
El
nuevo nihilismo no supone que la mentira se haga pasar por verdad o que la
verdad sea difamada como mentira. Más bien socava la distinción entre verdad y
mentira. Paradójicamente, quien miente de forma consciente y se opone a la
verdad la reconoce. La mentira solo es posible cuando la distinción entre la
verdad y la mentira permanece intacta. El mentiroso no pierde su conexión con
la verdad. Su fe en la realidad no se tambalea. El mentiroso no es un nihilista.
No cuestiona la verdad en sí misma. Cuanto más decididamente miente, más se
reafirma la verdad.
Las
noticias falsas no son mentiras. Atacan a la propia facticidad. Desfactifican
la realidad. La crisis de la verdad hace
que la fe en los propios hechos se tambalee. Las opiniones pueden ser muy
dispares; pero son legítimas, siempre que «respeten la verdad factual» . La
libertad de expresión, en cambio, degenera en farsa cuando pierde toda
referencia a los hechos y a las verdades fácticas.
En
Los orígenes del totalitarismo, Hannah Arendt decía que «Hitler difundió en
millones de ejemplares que las mentiras solo pueden tener éxito si son enormes,
es decir, si no se contentan con negar determinados hechos dentro de un
contexto fáctico que se deja intacto, en cuyo caso la facticidad intacta
siempre saca a la luz las mentiras, sino si mienten sobre la entera facticidad,
de tal manera que todos los hechos concretos sobre los que se miente en un
contexto coherente sustituyen el mundo real por otro ficticio». -ideología
dominante, si lo llamamos por su nombre auténtico- Hitler no era, según Arendt,
un mentiroso corriente. Era capaz de esas mentiras que, en su enormidad y
totalidad, producen una nueva realidad. Quien inventa una nueva realidad no
miente en el sentido ordinario, se los llama usualmente mitómanos... conocemos
varios en el país.
Sin
embargo, la relación entre ideología y verdad es mucho más compleja de lo que
piensa Arendt. La ideología se viste de verdad. Así, Hitler también
reivindicaba decididamente la verdad. No se abandona la verdad como instancia.
Hitler difundía su ideología racista precisamente en nombre de la verdad.
Siempre hacía que su propaganda apareciese bajo la luz de la verdad.
El
tema excede el espacio de que disponemos, pero continuaremos desarrollándolo en
lo sucesivo. Sabemos que hay preguntas incómodas, como ¿qué tan apegados a la
verdad estamos los trabajadores? o ¿de qué herramientas disponemos para
acercarnos a ella, cuando todos los grandes medios se ocupan de reproducir sin pausa pseudoinformación?
Lo
seguiremos en la próxima.
PEDRO RODRIGUEZ
Militante Social
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