RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 30 de julio de 2023

OPPENHEIMER Y EL DÍA DESPUÉS - LIC. CHRISTIAN CIRILLI

 

OPPENHEIMER Y EL DÍA DESPUÉS

 

 

Año 1983.

 La guerra fría entre la Unión Soviética y su bloque socialista, por un lado, y Estados Unidos y el Occidente Colectivo, por el otro, vuelve a recalentarse tras el pico sufrido en 1962, con la Crisis de los Misiles de Cuba.

 

 La guerra en Afganistán avanza hacia su tercer año y no da muestras de respiro. El neoconservador Zbigniew Brzezinski se había propuesto que la URSS se implique tanto en esa guerra, que había reclutado al Islam político para que se levante contra el comunismo, al que ellos veían como un ateísmo infiel, quien rápidamente formó una base de datos (llamada Al-Qaeda) liderada por Osama bin Laden, quien se dedicó a reclutar e insurgir combatientes especializados en guerrilla. En esa época eran conocidos como freedom fighters y, como mataban rusos, no hacían terrorismo.

 

 Esta insurgencia apoyada y financiada por todo Occidente, hizo que los soviéticos, que en origen tenían pensado ingresar, estabilizar la gobernabilidad del Partido Democrático Popular de Afganistán y volverse, se vieran cada vez más comprometidos. Afganistán se convirtió en un agujero negro que devoraba fondos, equipos y vidas soviéticas.

 

 En 1983 también se lanzaba oficialmente la Iniciativa de Defensa Estratégica, esto es, el proyecto de militarización espacial, denominado propagandísticamente STAR WARS. Previamente Reagan había nombrado a la URSS como “El Imperio del Mal” y ahora planificaba utilizar todo el potencial tecnológico estadounidense – que era mucho más promocional que real – en un sistema de defensa antimisilísito montado en el espacio exterior. Asimismo, los proyectos maravillosos estadounidenses bosquejaban bombarderos espaciales. En 1983, de hecho, se lanzó por primera vez el transbordador Challenger, del cual se aseguraba, en los círculos militares especializados, que era la versión civil de un bombardero espacial de pronta disponibilidad.

 

 Los soviéticos temían los avances en la tecnología de la información estadounidense, o sea, la capacidad de procesamiento de sus computadoras, que permitían conectar sistemas aéreos y espaciales de maneras que ellos no podían hacerlo. Ese es el por qué los desarrolladores rusos se centraron en los misiles balísticos, de tecnología relativamente más simple. Pero el anuncio norteamericano que en teoría permitiría interceptar desde el espacio a su única capacidad de retaliación ponía los pelos de punta al Kremlin.

 

 Todo ello ocurría, asimismo, dentro de un forcejeo por los misiles nucleares tácticos, los famosos EURO-MISILES, desplegados tanto por unos como por otros al este y oeste del Telón de Acero.

 

 Pero lo peor ocurriría el 26 de septiembre del año 1983, cuando la Central de Alerta Temprana Antimisiles de la Base Serpujov-15 recibió señales desde sus radares de alerta temprana que indicaban el ataque de cinco misiles balísticos estadounidenses del tipo LGM-30 Minuteman. La señal era falsa pero el mundo nunca supo lo cerca que estuvo de un intercambio nuclear iniciado involuntariamente por los soviéticos, que creían ver un ataque con cierta justificación.

 

 Es que, a principios de ese mes, el vuelo 007 de un Boeing 747 de Korean Air había penetrado, tal vez involuntariamente, en el espacio aéreo soviético sobre el área prohibida de la isla de Sajalín, siendo derribado por un interceptor, matando a 269 personas que iban a borde, incluyéndose una congresista norteamericana, Georgia McDonald.

 

 Demás está decir que la ola de repudio generalizado hacia la URSS fue masiva y enérgica, aunque los rusos dijeron que ignoraban que se tratara de un avión civil creyendo que era de reconocimiento electrónico, ergo, un blanco militar.

Lo cierto es que, con todos esos antecedentes, que misiles americanos vuelen hacia Siberia no era nada descabellado. Máxime cuando los occidentales habían prometido que el crimen comunista no iba a quedar impune.

 

 Para más inris, Estados Unidos había preparado las gigantescas maniobras militares Able Archer 83, que simulaban un ataque a la Unión Soviética. La URSS, desconfiada, puso en marcha la operación RYAN para prepararse contra un ataque atómico por sorpresa.

 

 Solo las dudas del teniente coronel Stanislav Petrov, que fantaseó con una falla del sistema, hicieron que no hubiera un contraataque de represalia, que, en honor a la verdad, hubiese sido un primer ataque sin saberlo.

 

 Esta histeria nuclear era vivida con mucha angustia en ciertos lugares de Occidente, como Alemania, por ejemplo, que de estallar una conflagración estaría en el medio del fuego.

 Pero en Estados Unidos, con el sumo cuidado de no caer en derrotismos que serían punibles o censurados, también hubo obras artísticas que reflejaban ese particular clima de inquietud y temor.

 

 El 20 noviembre de 1983, entonces, se lanzó la película para televisión EL DÍA DESPUÉS (THE DAY AFTER), convirtiéndose en la película con más audiencia de la historia de la televisión, más de cien millones de personas que la vieron en directo.

 La película estaba ambientada en Kansas, tanto en la ciudad (Kansas City) como en los hermosos campos sembrados del interior del Estado. La cotidianidad de los ciudadanos, que querían prosperar en su país y vivir normalmente, de golpe se veía convulsionada por una serie de luchas internacionales entre las dos superpotencias, a las que accedían por los informativos de radio, tv y periódicos.

 

 Sin embargo, más allá de la preocupación, cada uno seguía con sus vidas apacibles, hasta que … sobreviene el ataque nuclear. En el cielo se empiezan a percibir estelas condensadas en aproximación, y en el mismo Kansas, la tierra tiembla cuando salen los misiles propios hacia la URSS. Luego, el apocalipsis, la desintegración, la evaporación y la destrucción inmediata. Y para aquellos que tuvieron la desgracia de sobrevivir, la peor calamidad vino después. Sin electricidad, con aguas contaminadas, sin alimentos, en llagas, quemados o contaminados con la radiactividad del aire, y con un invierno nuclear que apenas empezaba.

 

 La visión apocalíptica hizo reflexionar a los estadounidenses que a ELLOS TAMBIEN LES TOCARÍA en caso de iniciarse o escalar las tensiones hacia una guerra nuclear, y la película cumplió un cometido importante, pues llamó a la reflexión a la ciudadanía sobre el enorme peligro reinante… que no era ficticio, sino muy real.

Tras muchos años de distensión, ese peligro hoy está más vigente que nunca. La guerra en Ucrania ha llevado las tensiones a puntos que parecen de no-retorno, y la apuesta siempre es ir a más.

 

 En ese plano de locura, apenas disimulada por las bravuconadas y las alegorías bélicas, aparece en Hollywood la innovadora película Oppenheimer, que no toca el tema nuclear de una manera directa sino transversal.

 Justamente por ese enfoque, algunos ven en ella una posición chauvinista, mientras otros la interpretan como un poderoso mensaje antinuclear.

 

 Irónicamente, la película aparece cuando en el Congreso estadounidense se está debatiendo si gastar o no $ 1,7 billones de dólares durante las próximas décadas en construir nuevas y más eficaces armas nucleares para así contrarrestar, como si ello no implicara la muerte de absolutamente todos, los artefactos de los posibles enemigos.

En la agenda de la dirigencia está un nuevo misil de crucero nuclear lanzado desde el mar, una bomba de gravedad con implosión de radiación de dos etapas, un bombardero de ataque de largo alcance y el reemplazo de 400 misiles nucleares subterráneos en el Medio Oeste con 600 nuevos misiles balísticos intercontinentales.

 

 Estos nuevos ICBM, llamados “Sentinel”, podrían transportar cada uno hasta tres ojivas 20 veces más poderosas que las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. La película “Oppenheimer” obviamente aluda el científico jefe que supervisa el Proyecto Manhattan, emprendido en el desierto de Los Álamos, New México, para construir la horrible bomba atómica antes que lo logren los alemanes o que los rusos descifren el código. No voy a dar spoilers de la película, pero a diferencia de THE DAY AFTER aquí no se ven las víctimas japonesas retorciéndose de dolor, con sus vidas y ciudades destruidas. La omisión de las víctimas es lo más polémico de la decisión artística de Christopher Nolan. Sin embargo, la película destruye ese mito justificativo que decía que Estados Unidos no tenía ninguna otra opción más que desatar el poder nuclear contra una nación prácticamente derrotada. De hecho, el público se entera que Japón había pedido rendirse, pero preservando al emperador, algo rechazado por EEUU, que quería una rendición incondicional para ocupar el país.

 

 Además, se observa perfectamente que el propósito de irradiar Hiroshima y Nagasaki, no era rendir a Japón, sino demostrarles a los soviéticos que Estados Unidos poseía la tecnología y así negociar mejor en Potsdam. Esto que lo sabe cualquier aficionado a la Historia es desconocido por el gran público. Al menos, Oppenhaimer pone nuevamente sobre el tapete la “cuestión nuclear”, una siniestra sombra de destrucción que pende como espada de Damocles sobre toda la humanidad.

 Y nos trae un poco más de consciencia en tiempos donde justamente no reina la cordura. Ya no se trata de 2 bombas atómicas de pocos kilotones, sino de más de 11.500 ojivas nucleares, solamente contando a Rusia y EEUU, el suficiente poder como para destruir varias veces el planeta Tierra.

 

 Por eso mismo, la Humanidad no puede permitirse la “incondicionalidad”, esto es, la rigidez en las posturas, como hizo Truman en 1945.

 No hay lugar para una Tercera Guerra Mundial.

 No hay lugar para gastos ultramillonarios en nuevas armas nucleares mientras se rasgan las vestiduras con el calentamiento global.

 Y no hay lugar para élites belicistas con sueños de hegemonía absoluta, saliéndose unilateralmente de los acuerdos de la Guerra Fría o, como actualmente hace la Administración Biden que intenta incorporar una nueva postura nuclear que apruebe el primer uso en caso de que los intereses de EEUU o sus aliados se vean amenazados.

 

 Les habló Christian Cirilli, les mando un gran saludo y los invito la próxima semana a escuchar mi nueva columna por el «CLUB DE LA PLUMA».

 

 

LIC. CHRISTIAN CIRILLI

Analista Internacional - Licenciado en administración UBA De ciencias económicas

 

No hay comentarios: