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domingo, 16 de julio de 2023

EL CLUB BILDELBERG: LA ÉLITE QUE DOMINA EL PLANETA RED TAVISTOCK: LAVADO DE CEREBROS A ESCALA MUNDIAL Parte VI - VIVIANA ONOFRI

 

EL CLUB BILDELBERG:

LA ÉLITE QUE DOMINA EL PLANETA

RED TAVISTOCK:

LAVADO DE CEREBROS A ESCALA MUNDIAL Parte VI

 


 Un cálido abrazo a toda la querida audiencia de EL CLUB DE LA PLUMA. Mi columna de hoy será la continuación de la serie iniciada hace unas semanas, de la mano del Dr. Daniel Estulin y de la Dra. Cristina Martín Jiménez con sus respectivos libros y entrevistas: EL CLUB BILDELBERG, la élite que domina el planeta, pero en la última columna comencé a hablar sobre el INSTITUTO TAVISTOCK, la sede del “lavado de cerebros” de la población mundial, basándome en el libro homónimo del ya mencionado Dr. Daniel Estulin, periodista de investigación.

 

 En este camino, hemos iniciado el desocultamiento de un gobierno invisible, omnipotente, que controla al gobierno de los Estados Unidos, a la Unión Europea, a la Organización Mundial de la Salud, a las Naciones Unidas, a la Organización Mundial del Comercio, al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional, a la OTAN y a cualquier otra institución parecida.

 

 Es la historia del terrorismo promovido por los gobiernos, el actual control de la población a través de la manipulación y el miedo y, lo más espantoso de todo, los proyectos futuros del Nuevo Orden Mundial.

 

 Siguiendo con la Red Tavistock continuaremos abordando el “lavado de cerebros” a escala planetaria para demostrar la conspiración real que existe desde hace mucho tiempo. Aparte de sentir indignación y rabia, usted, oyente, llegará a la conclusión de que se trata del declive moral, material, cultural e intelectual que todos los días presenciamos en el mundo entero, sumidos en nuestra impotencia, no accidental.

 

 Es mucho lo que está en juego y tenemos demasiadas posibilidades en contra. Lo que está en la balanza es el futuro del planeta, la inmortalidad de la raza humana y la supervivencia de nuestra especie. Como consecuencia de ese ataque frontal a nuestro

futuro, perpetrado por los más destacados sociólogos e ingenieros de la conducta de todo el mundo, se rompieron los límites que sujetaban la intención moral de las naciones. Nosotros, el pueblo, hemos sucumbido a una irracional indiferencia hacia lo moral.

 

 No se confunda, por favor, todo lo que ha habido desde el Watergate, Vietnam, los Papeles del Pentágono, el inmoral movimiento hippie, el movimiento contra la guerra y la contracultura de las drogas y el rock, han sido proyectos de ingeniería social planificados de antemano. Pero no solamente se atacan nuestros derechos individuales, sino más bien la institución de la república Estado-nación, partiendo del casi inconmensurable programa de ingeniería social ideado por los oligarcas y llevado a la práctica a través del Instituto de Relaciones Humanas de Tavistock y de otra red, mucho más grande, integrada por centros de psicología social aplicada y de ingeniería social que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial. Esa monstruosa maquinaria del mal está compuesta por algunos de los centros más prestigiosos del mundo. En todos ellos se enseña cómo modificar la conducta.

 

 Todos los aspectos de la vida psicológica y mental de la población mundial fueron definidos, registrados y archivados en sistemas informáticos. Quizás se pregunten cuál es el propósito de esas modificaciones de la conducta.

 Es implantar cambios forzados en nuestro modo de vida, sin nuestro consentimiento y sin que sepamos siquiera lo que nos está sucediendo. Arrancarnos la “identidad” como seres humanos, el alma y sustituirla por una pseudoalma artificial, sintética.

 

 Deben apartarnos de la idea de la producción industrial y conducirla hacia una especie de espiritualismo, para hacernos entrar voluntariamente en el mundo de la era posindustrial, de crecimiento cero y progreso cero, pero para ello, deben forzar un cambio de imagen en nosotros mismos. Tener a la mayoría de la población mundial en un estado continuo de ansiedad interior, funciona, porque obliga a las personas a que

estén demasiado ocupadas en asegurarse su propia supervivencia. Esto también lleva por todas partes la firma de Tavistock, obviamente, de EL CLUB BILDELBERG. Crear inseguridad, tener a las mayorías sociales paralizadas por un terror de baja intensidad. Condición necesaria para que un movimiento totalitario continúe avanzando, porque su modus operandi consiste en tener a sus súbditos en perpetuo desequilibrio.

 

 La primera aplicación masiva de la psicología como arma consciente tuvo lugar en la Alemania nazi, concretamente en la eugenesia, que se basó en las retrógradas fantasías “arias”. Y la eugenesia fue ideada por los teóricos y los técnicos preferidos de los nazis: los psiquiatras. Desde entonces, la ciencia de la mente se ha transformado en el arte de

destruirla. Hay una ruta iniciada por el Dr. John Rawlings Rees en su famoso libro: La transformación de la psiquiatría a través de la guerra donde pedía que se creasen “tropas de choque”, es decir, grupos de psiquiatras que desarrollaran métodos de control político que empujaran a la mayor parte de la población hacia la psicosis, empleando procedimientos de los llamados “programas de modificación de la conducta”.

 Proponía esa medida para que la población mundial se volviera sumisa al orden económico internacional que seguiría a la Segunda Guerra Mundial. Desde el punto de vista de Rees, cualquier opositor, junto con todo aquel que participe en una huelga o en las mal llamadas “actividades subversivas” son neuróticos que necesitan tratamiento urgente, pero por desgracia son incapaces de ver que están enfermos.

 En ese mundo de neuróticos, sin conciencia de serlo, la psiquiatría, el otro ámbito de la cordura, sólo puede ser ejercida por un consejo de sabios de cada país, grupos de psiquiatras relacionados entre sí, preparados para hacer uso de todas sus armas e influencia para entrar en el terreno de la política y el gobierno.

 

 Sólo una conspiración de psiquiatras, podría construir una sociedad en la que sea posible que todos los grupos sociales reciban tratamiento cuando lo necesiten, aunque no lo deseen: esa era la misión de vida de Rees. Tal como expresa L. Marcus en su obra de investigación, los métodos de Rees se apoyan, de manera total y consciente, en la destrucción de la vida mental de la sociedad mundial y en la marcha forzada hacia el SADISMO UNIVERSAL.

 Saben qué significa, exactamente, el término “sadismo”. Es el tipo de comportamiento humano que consiste en infligir sufrimiento físico o psíquico a una persona y, a la vez, es la crueldad que produce placer a la persona que la inflige, es decir, placer perverso. Van captando qué caminos está tomando mi narrativa, ¿no? Las “tropas de choque” que proponía Rees deben tener un profundo conocimiento que en sí mismo es una especie de magia negra.

 Estamos hablando de una guerra de percepciones, repito, guerra de percepciones, o como la llaman algunos especialistas, GUERRA COGNITIVA, que los ciudadanos a nivel planetario, cambien “su manera de ver el mundo”. Es lo que ocurre en forma casi cotidiana en el televisor cuando hay huelgas, protestas: mostrar a los manifestantes, a los trabajadores, como el enemigo a combatir, como el “malo”, ¿o no? Serían seres abominables que encarnan el mal en la sociedad, culpables del desorden social, de desmanes y de todos los horrores del mundo.

 Y ahí aparece el sadismo, porque suscita en las masas frente al televisor, placer perverso ante los golpes, las escenas de sangre y represión policial contra los manifestantes, obreros, jubilados.

 

 La televisión proporcionó el medio ideal para crear una cultura homogénea, una cultura de masas, a través de la cual se puede modelar y controlar todo el planeta. ¿Por qué lo hacen? Para convertirnos en adultos tontos, sensibleros de tendencias infantiles.

 

 Después de conocer los horrores del nazismo con imágenes cruentas, desgarradoras e

inhumanas, dijimos NUNCA MÁS. Pero, ¿usted está seguro de esto? Volvamos a las imágenes de las tropas estadounidenses victoriosas entrando en Bagdad, la capital de Irak y en Kabul, la capital de Afganistán. Pensemos en la guerra de Libia.

 ¿Recuerda los desfiles, los soldados marchando en televisión ante un público entusiasmado que no dejaba de agitar banderitas? En los Estados Unidos, había millones de personas celebrando aquella gran victoria, levantando los brazos para mostrar la aprobación a su presidente. ¿Estamos volviendo al nazismo? Yo diría que sí.

 

 La televisión nos ha llevado a una sociedad fascista. El mundo no iba a tolerar de nuevo algo tan inhumano como aquello. Jamás permitiríamos que se pisoteasen de aquel modo los derechos humanos. ¿Y si yo le dijera que hemos dejado que vuelva el monstruo sin darnos cuenta?

 

 Nos dice el Dr. Estulin que no hay diferencia entre los nazis y los agresivos libertadores

democráticos del siglo XXI. Sin darse cuenta, usted ha pasado a formar parte de la turba fascista organizada enteramente a través del televisor. Usted tiene el cerebro bien lavado por la televisión para que nunca cuestione la autoridad, por muy escandaloso e inhumano que pueda ser el comportamiento. En algún momento, hemos perdido la conciencia. ¿Es fuerte, no?

 La conciencia se desarrolla en la medida en que sentimos y pensamos por nosotros mismos.

 

 Lonnie Wolfe, periodista de investigación, dice: “El estado nazi fue creado por los mismos intereses oligárquicos económicos y políticos que controlan hoy en día lo que llamamos “medios de comunicación de masas y televisión.” La clave del lavado de cerebro colectivo consiste en crear un entorno organizado y controlado donde sea posible aplicar estrés y tensión a fin de destruir el juicio moral y así lograr que la persona sea más propensa a la sugestión. Lo más importante que voy a señalar es que los seres humanos, al ser parte de la masa, reaccionan a la situación en función de una serie de puntos de referencia emocionales, sin pensar. Los discursos de Hitler se encuentran entre

los primeros acontecimientos de masas de la historia.

 

  Los lavacerebros llegaron a la conclusión de que los hechos divulgados por los medios de comunicación de masas habían conseguido que la gente dejase de creer en la realidad y estuviera dispuesta a aceptar sin espíritu crítico lo que se dijera, información que, de haberla escuchado en otro contexto, con toda probabilidad habría rechazado.  ¿No les parecen demenciales algunas de las cosas que nos han dicho? ¿Armas de destrucción masiva en Irak, que unos mulás iraníes habían lanzado amenazas contra la seguridad de los Estados Unidos, que el dirigente libio Gadafi daba Viagra a sus soldados para que violen a las mujeres que estaban formando parte de la rebelión, que habían dado muerte a Osama Bin Laden?

 

 Tanto el Instituto Tavistock como la Escuela de Frankfurt prestaron mucha atención a las técnicas de propaganda nazis y las incorporaron de buena gana a sus investigaciones. La televisión ha logrado organizar un superestado fascista sin la necesidad de la superestructura nazi, que ya había dejado de ser aceptable.

 

 Me despido de ustedes agradeciendo su amable atención, no sin antes introducir el tema musical que elegí: You can't hurry love, del británico Phil Collins, quien desde la Guerra de Malvinas está a favor de la soberanía argentina sobre nuestras islas.

“Cuando te rompas, baila; en medio de la lucha, baila”.

 

 

VIVIANA ONOFRI

Profesora en Letras, ex catedrática de la Universidad Nacional de Mar del Plata

 

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