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lunes, 1 de abril de 2024

CLUB BILDELBERG - RED TAVISTOCK CLUB BILDELBERG RED TAVISTOCK - Parte XXXVIII - PROF. VIVIANA ONOFRI

 

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“La élite es una prueba visible de superioridad evolutiva”, había afirmado Darwin

 Parte XXXVIII 

 Un cálido abrazo a toda la querida audiencia de EL CLUB DE LA PLUMA.

 Mi columna de hoy es la continuidad de una serie de reflexiones ya iniciada hace algunos meses, de la mano de los libros del Dr. Daniel Estulin: LA VERDADERA HISTORIA DEL CLUB BILDELBERG, EL INSTITUTO TAVISTOCK y METAPOLÍTICA.

 Me centraré en la teoría de Darwin acerca de la “selección natural”, la idea de genocidio que encubre y el concepto de IMPERIO que es bestial en su naturaleza.

 

 ¿Qué subyace en el concepto de IMPERIO? Es, básicamente, un concepto que sigue la idea de Darwin de que los seres humanos no son distintos de los animales. Darwin admitió su descubrimiento de la evolución de las especies siguiendo al clérigo protestante Thomas Malthus, una pluma pagada por la Compañía Británica de las Indias Orientales que popularizó la teoría de recursos naturales limitados y escasos.

 

 La ley de Malthus es similar a la que propuso la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de Naciones Unidas en El Cairo en 1994, una teoría demográfica relacionada con el crecimiento de la población, desarrollada durante la Revolución Industrial sobre la fase de lo expuesto en el famoso ENSAYO SOBRE EL PRINCIPIO DE LA POBLACIÓN de Malthus de 1798. Este es el típico sofisma que el Imperio británico ha intentado utilizar a lo largo de su historia, para lavar el cerebro a la población y que así crea que existe un límite para el crecimiento.

 Pero el concepto de sostenibilidad está basado en modelos de animales.

 

 Malthus presentó esa idea diciendo que la población humana crece de manera exponencial o geométrica, se multiplica por dos cada treinta o cuarenta años y que la capacidad de la Tierra para producir alimentos capaces de mantener a esta población se incrementa de manera aritmética. Según sus cálculos, Malthus afirmó que existía un límite de sostenibilidad de la Tierra de todo el planeta en términos de población humana. Y que nosotros, la gente, excederíamos pronto este límite sostenible.

 

 Darwin insiste en su dependencia de Malthus, precisamente, en la introducción de su

libro de 1859; “El origen de las especies”.

 Dado que nacen más individuos de cada especie de los que pueden sobrevivir, y como, en consecuencia, hay una lucha frecuente por la supervivencia, lo que sucede es que cualquier ser, por pequeña que sea la variación que le proporciona algún provecho, tendrá una mayor probabilidad de sobrevivir y, por lo tanto, será seleccionado naturalmente.

 

 Seamos claros, la selección natural llevada hasta sus últimas consecuencias es un genocidio, un tema gastado de la élite mundial. Según esta lógica retorcida, algunas personas merecer vivir, pero la mayoría de nosotros merecemos morir.

 El propio Darwin afirmó: “la élite es una prueba visible de superioridad evolutiva”. No resulta sorprendente que la Royal Society, una institución científica dedicada a la mejora del conocimiento natural, recogiera estas ideas y promoviera ampliamente a Darwin. Dado que fue creada por la monarquía británica, la Royal Society está claramente a favor de promover la idea de superioridad genética de la familia real.

 

 La ciencia se posicionó para reemplazar las alusiones religiosas al derecho divino de los reyes para mandar sobre las razas inferiores, o sea, sobre nosotros. Aunque no sea el contenido específico de esta columna, el maltrecho Imperio británico es quien “pagó la bala”, metafóricamente, en el atentado de Moscú, siguiendo las líneas conceptuales del Dr. Daniel Estulin.

 

 En Ucrania, hay tres fuerzas que tendrán que sentarse en algún momento de la contienda para dar un corte a la guerra: La Federación Rusa, China y la élite británica-estadounidense. Europa no es SUJETO POLÍTICO para negociar absolutamente nada.

 Tenemos que tener muy claro que lo que más obsesiona no es nuestra paranoia, sino la paranoia de la élite. Lo que más teme la élite es también lo que más temo yo: no quieren que sepamos.

 

 La paranoia de los expertos. Después de todo, si no eres paranoico, es que no conoces los hechos. Hay sangre y hay documentos. Así es la historia. Sangre. Documentos. Culpa, inocencia. Conocimientos. Ignorancia. Frustración. Miedo.

 

 Pero no puedes conocer la historia si no conoces el miedo. No puedes conocer la historia si no notas el pulso de la vida bajo tus dedos, sino puedes mirar de cara a las pistolas. Como es lógico, el mundo siempre fue así. Siempre ha sido dirigido por personas temerosas, paranoicas, desagradables, odiosas y asesinas. No hay nada nuevo en eso.

Tenemos que poner los acontecimientos en contacto para que tengan algún sentido, del mismo modo que un detective de homicidios examina las pistas en la escena del crimen y es precisamente esa insistencia en el significado lo que ha fastidiado el realismo desde el principio y nos ha llevado a este enfrentamiento entre este mundo y el universo paralelo de las cortinas de humo del Occidente colectivo.

 

 Y en mitad de ese enfrentamiento, deambulando entre el laberinto de sectas, entre lo que es mayoritario y lo que son conspiraciones periféricas y sus pintorescos personajes del inframundo, un abismo de políticas mediante otros medios, ya sea el control mental, el ocultismo, las sociedades secretas, las poderosas organizaciones privadas, las fundaciones, las agencias de inteligencia, los informadores sacrificables, o una nueva “hermandad de enterrados en vida”, de generaciones sin futuro.

 Podríamos resumirlo todo con una cita de la tira cómica POGO del difunto Walt Kelley: “Hemos encontrado al enemigo y somos nosotros”.

 

 Mientras están escuchando mi columna, el mundo se enfrenta a un colapso financiero sin precedentes en los anales de la historia. Los círculos de las élites del poder de Estados Unidos son literalmente un ejército que se sostiene sobre pies de barro y que se hunde.   La economía estadounidense, que hace menos de sesenta años había sido la envidia de todo el mundo, al final de la primera década del nuevo siglo estaba ahogada en deudas, desindustrializada y convertida en una sombra arruinada de sí misma, por mucho que los medios de comunicación intentan suavizar el golpe y distraer nuestra atención con otros asuntos menos perniciosos.

 

 La única opción que le queda a las poderosas élites de Washington para conservar su poder global es proyectar su fuerza militar: El dominio de todo el espectro. Las presiones de una política exterior estadounidense cada vez más desesperada están forzando una pugna desde Uzbekistán a Kirguistán, de Tayikistán a China, de los países ricos en petróleo como Venezuela, Irán, Siria y Kazajistán, y China y Rusia empezaron a ver esta coalición como el necesario contrapeso frente a la cada vez más arbitrarias políticas estadounidenses.

 El eslabón que faltaba era la seguridad militar que podía hacerlos menos vulnerables frente a las tácticas de matón de la OTAN y Washington. Pero existe un país con el poder nuclear y militar necesarios, además del conocimiento para usarlos, que puede

proporcionarlos: la Federación Rusa. Hay que hundir a Rusia.

 Los Estados Unidos, una economía exhausta y dominada por la deuda, ocupada en jugar su última carta, su vasto poder militar, para propulsar el dólar y su posición como única superpotencia. Es, tal vez, la confluencia de fuerzas y acontecimientos más precaria a la que se ha enfrentado jamás el mundo.

 

 Dejemos de lado el maniqueísmo: no hay buenos ni malos. No hay linealidad en los acontecimientos que ocurren en el planeta, sino una concatenación de hechos que solamente pueden ser entendidos en forma de esferas concéntricas.

 

 Me despido de nuestra querida audiencia, agradeciendo su amable atención e invitándolos, una vez más, a otra emisión más de EL CLUB DE LA PLUMA.

PROF. VIVIANA ONOFRI

Profesora en Letras

ex catedrática de la Universidad Nacional de Mar del Plata

 

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