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“La élite
es una prueba visible de superioridad evolutiva”, había afirmado Darwin
Parte XXXVIII
Un cálido abrazo a
toda la querida audiencia de EL CLUB DE LA PLUMA.
Mi columna de hoy es
la continuidad de una serie de reflexiones ya iniciada hace algunos meses, de
la mano de los libros del Dr. Daniel Estulin: LA VERDADERA HISTORIA DEL CLUB
BILDELBERG, EL INSTITUTO TAVISTOCK y METAPOLÍTICA.
Me centraré en la
teoría de Darwin acerca de la “selección natural”, la idea de genocidio que
encubre y el concepto de IMPERIO que es bestial en su naturaleza.
¿Qué subyace en el
concepto de IMPERIO? Es, básicamente, un concepto que sigue la idea de Darwin
de que los seres humanos no son distintos de los animales. Darwin admitió su descubrimiento
de la evolución de las especies siguiendo al clérigo protestante Thomas
Malthus, una pluma pagada por la Compañía Británica de las Indias Orientales
que popularizó la teoría de recursos naturales limitados y escasos.
La ley de Malthus es
similar a la que propuso la Conferencia Internacional sobre Población y
Desarrollo de Naciones Unidas en El Cairo en 1994, una teoría demográfica
relacionada con el crecimiento de la población, desarrollada durante la
Revolución Industrial sobre la fase de lo expuesto en el famoso ENSAYO SOBRE EL
PRINCIPIO DE LA POBLACIÓN de Malthus de 1798. Este es el típico sofisma que el
Imperio británico ha intentado utilizar a lo largo de su historia, para lavar
el cerebro a la población y que así crea que existe un límite para el
crecimiento.
Pero el concepto de
sostenibilidad está basado en modelos de animales.
Malthus presentó esa
idea diciendo que la población humana crece de manera exponencial o geométrica,
se multiplica por dos cada treinta o cuarenta años y que la capacidad de la
Tierra para producir alimentos capaces de mantener a esta población se
incrementa de manera aritmética. Según sus cálculos, Malthus afirmó que existía
un límite de sostenibilidad de la Tierra de todo el planeta en términos de
población humana. Y que nosotros, la gente, excederíamos pronto este límite sostenible.
Darwin insiste en su
dependencia de Malthus, precisamente, en la introducción de su
libro de 1859; “El origen de las especies”.
Dado que nacen más
individuos de cada especie de los que pueden sobrevivir, y como, en consecuencia,
hay una lucha frecuente por la supervivencia, lo que sucede es que cualquier
ser, por pequeña que sea la variación que le proporciona algún provecho, tendrá
una mayor probabilidad de sobrevivir y, por lo tanto, será seleccionado
naturalmente.
Seamos claros, la
selección natural llevada hasta sus últimas consecuencias es un genocidio, un
tema gastado de la élite mundial. Según esta lógica retorcida, algunas personas
merecer vivir, pero la mayoría de nosotros merecemos morir.
El propio Darwin
afirmó: “la élite es una prueba visible de superioridad evolutiva”. No resulta sorprendente
que la Royal Society, una institución científica dedicada a la mejora del
conocimiento natural, recogiera estas ideas y promoviera ampliamente a Darwin.
Dado que fue creada por la monarquía británica, la Royal Society está
claramente a favor de promover la idea de superioridad genética de la familia
real.
La ciencia se
posicionó para reemplazar las alusiones religiosas al derecho divino de los
reyes para mandar sobre las razas inferiores, o sea, sobre nosotros. Aunque no sea
el contenido específico de esta columna, el maltrecho Imperio británico es
quien “pagó la bala”, metafóricamente, en el atentado de Moscú, siguiendo las
líneas conceptuales del Dr. Daniel Estulin.
En Ucrania, hay tres
fuerzas que tendrán que sentarse en algún momento de la contienda para dar un corte
a la guerra: La Federación Rusa, China y la élite británica-estadounidense.
Europa no es SUJETO POLÍTICO para negociar absolutamente nada.
Tenemos que tener muy
claro que lo que más obsesiona no es nuestra paranoia, sino la paranoia de la
élite. Lo que más teme la élite es también lo que más temo yo: no quieren que sepamos.
La paranoia de los
expertos. Después de todo, si no eres paranoico, es que no conoces los hechos.
Hay sangre y hay documentos. Así es la historia. Sangre. Documentos. Culpa,
inocencia. Conocimientos. Ignorancia. Frustración. Miedo.
Pero no puedes
conocer la historia si no conoces el miedo. No puedes conocer la historia si no
notas el pulso de la vida bajo tus dedos, sino puedes mirar de cara a las
pistolas. Como es lógico, el mundo siempre fue así. Siempre ha sido dirigido
por personas temerosas, paranoicas, desagradables, odiosas y asesinas. No hay
nada nuevo en eso.
Tenemos que poner los acontecimientos en contacto para que
tengan algún sentido, del mismo modo que un detective de homicidios examina las
pistas en la escena del crimen y es precisamente esa insistencia en el significado
lo que ha fastidiado el realismo desde el principio y nos ha llevado a este
enfrentamiento entre este mundo y el universo paralelo de las cortinas de humo
del Occidente colectivo.
Y en mitad de ese
enfrentamiento, deambulando entre el laberinto de sectas, entre lo que es
mayoritario y lo que son conspiraciones periféricas y sus pintorescos
personajes del inframundo, un abismo de políticas mediante otros medios, ya sea
el control mental, el ocultismo, las sociedades secretas, las poderosas
organizaciones privadas, las fundaciones, las agencias de inteligencia, los informadores
sacrificables, o una nueva “hermandad de enterrados en vida”, de generaciones
sin futuro.
Podríamos resumirlo
todo con una cita de la tira cómica POGO del difunto Walt Kelley: “Hemos
encontrado al enemigo y somos nosotros”.
Mientras están
escuchando mi columna, el mundo se enfrenta a un colapso financiero sin precedentes
en los anales de la historia. Los círculos de las élites del poder de Estados
Unidos son literalmente un ejército que se sostiene sobre pies de barro y que
se hunde. La economía estadounidense,
que hace menos de sesenta años había sido la envidia de todo el mundo, al final
de la primera década del nuevo siglo estaba ahogada en deudas,
desindustrializada y convertida en una sombra arruinada de sí misma, por mucho
que los medios de comunicación intentan suavizar el golpe y distraer nuestra
atención con otros asuntos menos perniciosos.
La única opción que
le queda a las poderosas élites de Washington para conservar su poder global es
proyectar su fuerza militar: El dominio de todo el espectro. Las presiones de
una política exterior estadounidense cada vez más desesperada están forzando
una pugna desde Uzbekistán a Kirguistán, de Tayikistán a China, de los países
ricos en petróleo como Venezuela, Irán, Siria y Kazajistán, y China y Rusia
empezaron a ver esta coalición como el necesario contrapeso frente a la cada
vez más arbitrarias políticas estadounidenses.
El eslabón que
faltaba era la seguridad militar que podía hacerlos menos vulnerables frente a
las tácticas de matón de la OTAN y Washington. Pero existe un país con el poder
nuclear y militar necesarios, además del conocimiento para usarlos, que puede
proporcionarlos: la Federación Rusa. Hay que hundir a Rusia.
Los Estados Unidos,
una economía exhausta y dominada por la deuda, ocupada en jugar su última
carta, su vasto poder militar, para propulsar el dólar y su posición como única
superpotencia. Es, tal vez, la confluencia de fuerzas y acontecimientos más
precaria a la que se ha enfrentado jamás el mundo.
Dejemos de lado el maniqueísmo:
no hay buenos ni malos. No hay linealidad en los acontecimientos que ocurren en
el planeta, sino una concatenación de hechos que solamente pueden ser entendidos
en forma de esferas concéntricas.
Me despido de nuestra querida audiencia, agradeciendo su amable atención e invitándolos, una vez más, a otra emisión más de EL CLUB DE LA PLUMA.
PROF. VIVIANA ONOFRI
Profesora en Letras
ex catedrática de la
Universidad Nacional de Mar del Plata
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