EL CLUB
BILDELBERG
LA ÉLITE
QUE DOMINA EL PLANETA
RED
TAVISTOCK
LAVADO DE
CEREBROS A ESCALA MUNDIAL
El
Instituto Tavistock y lo que esconde la ciencia ficción
Parte XXIII
Un cálido abrazo a la distancia a toda la querida audiencia
de EL CLUB DE LA PLUMA.
En una extensa
reflexión acerca de diferentes temáticas que lleva más de cuatro meses,
continuaremos con los lineamientos conceptuales del Dr. Daniel Estulin, en sus
libros LA VERDADERA HISTORIA DEL CLUB BILDELBERG, EL INSTITUTO TAVISTOCK y
METAPOLÍTICA.
Nuestra columna de
hoy se referirá a la ciencia ficción.
Muchos especialistas
en ciencia ficción o ficción literaria, para nombrarla con más propiedad, afirman
que la primera novela de ciencia ficción fue Franskenstein, de Mary Shelley.
Más adelante, estas ideas se transformaron en películas de ciencia ficción que
a menudo expresaban el poder de la tecnología para destruir a la humanidad por
medio de catástrofes como la película Armaggedon, guerras entre mundos,
situaciones que ponen a la Tierra en peligro o desastres, como ocurre en las producciones
de Hollywood: Ultimatum a la Tierra (1951), Cuando los mundos chocan ((1951) y los
tres éxitos de taquilla: Deep Impact (1998), Armageddon (1998) y El libro de
Eli (2010).
Todas presentan un
futuro siniestro, una visión distorsionada del mundo en una fase de avanzado
declive, como la película Metrópolis, rodada en 1927, donde la población está
esclavizada, vive bajo tierra y la industrialización ha tenido efectos
desastrosos para la sociedad. Si observamos detenidamente, los temas tratados
por la ciencia ficción, veremos que dicho género no es la fuente de iluminación
colectiva ni el corpus de literatura imaginativa que pretende ser, sino que
está orientado hacia algo mucho más siniestro que es preciso deconstruir. Todo
forma parte de un conjunto de ataques psicológicos a la idea de la gente de que
las leyes del universo son racionales y, por lo tanto, cognoscibles por la
mente humana. Dichos relatos suelen retratar lo peligroso y siniestro que es el
conocimiento.
“Hay ideas que el
hombre no ha de saber”, idea que se repite continuamente en incontables
películas. Y la amenazante existencial pérdida de la individualidad personal,
como en la Invasión de los ladrones de cuerpos (1956), la hecatombe nuclear en
un mundo postapocalíptico de La hora final (1959). Todas son afirmaciones de la
impotencia humana ante el inmenso cosmos, imposible de conocer y de controlar.
Tal como dicen los propios escritores de ciencia ficción, sus relatos están
diseñados para “manipular las mentes”, es decir, destruirlas.
La ciencia ficción no
es un simple género literario, sino una herramienta sofisticada, diseñada para
atrapar, desorientar y destruir la prometedora mente creativa de la generación
joven. Una vez que ha desaparecido la fe en el poder de la razón humana, queda
destruido todo el potencial de un trabajo científico futuro. La actual
explosión de medios visuales ha desempeñado un papel decisivo en las películas
de ciencia ficción modernas, como El señor de los anillos y Avatar.
Pocas personas son
conscientes de que el género de la ciencia ficción fue diseñado en un
laboratorio e inoculado en las mentes de los jóvenes norteamericanos por los
mismos políticos y financieros que antes habían patrocinado el comercio de las
drogas y más tarde el movimiento contracultural de los años sesenta.
Herbert George Wells,
polifacético escritor de ciencia ficción, jefe de la Inteligencia Exterior británica
durante la Primera Guerra Mundial fue un protegido del gran darwinista Huxley,
fundador de la organización de inteligencia británica Mesa Redonda. La Mesa
Redonda es una de las sociedades secretas “abiertas” vinculada con la Casa de
Windsor. Su miembro más importante fue el barón Harold Anthony Caccia, cuya
familia es una de las más antiguas de la llamada Nobleza negra.
A su vez, la Nobleza
Negra veneciana estaba relacionada con una organización secreta llamada Organizational
Consul, controlada por la Sociedad Thule. Las “mayores” creaciones de la
Sociedad Thule fueron el partido nazi y su líder, Adolf Hitler.
Herbert George Wells,
el novelista, era miembro de un grupo elitista de la oligarquía británica, el
Club de los Coeficientes. Tanto la Mesa Redonda como los miembros del Club de
los Coeficientes tenían como objetivo establecer un “imperio feudal dirigido
por una aristocracia que controlase los conocimientos y la tecnología y los utilizaría
para gobernar a una población de ignorantes y drogadictos”.
El grupo BILDELBERG
era, de hecho, una extrapolación natural del Club de los Coeficientes. Milner
(alto comisionado de Sudáfrica) expuso su visión del futuro durante un encuentro
celebrado en 1903, más de medio siglo antes de que se fundara el CLUB
BILDELBERG, en 1954. “Debe haber una aristocracia con determinación, si no la
humanidad fracasará.
La solución no reside
en la confrontación directa. Podemos derrotar a la democracia porque
comprendemos cómo funciona la mente humana”. La idea de que las masas estén
educadas es horrible, porque significaría la muerte de la oligarquía. Las
naciones que fomentan el desarrollo de la mente creativa de su población,
consiguen que su pueblo no esté dispuesto a tolerar indefinidamente gobiernos oligárquicos,
no así los pueblos analfabetos y atrasados tecnológicamente.
Sin duda alguna, uno
de los autores más famosos es Isaac Asimov. Firme partidario de la doctrina de
Malthus, según la cual se están agotando los recursos naturales y, por lo
tanto, hay que reducir la población mundial, comenzó a trabajar con Heinlein,
gran escritor prolífico de ciencia ficción, que había sido destinado al
proyecto MK-PLUS ULTRA de proliferación de drogas en el Laboratorio de
Experimentos Navales. Ambos grupos siguen el modelo británico del INSTITUTO TAVISTOCK
de lavado de cerebros a escala mundial.
No nos olvidemos de
Carl Sagan, casi la única persona de la que se fiaron los medios de comunicación
de la clase gobernante para que hablase de los ovnis, de la astrología y de las
sectas.
En 1980, se creó la
serie Cosmos, todo un referente que la han visto más de mil millones de personas
de todo el planeta. No hace falta ver los trece episodios de la serie Cosmos
para ver que no es ciencia pura, sino que nos adentra en el misticismo.
Cosmos nos propone
una versión acuariodionisíaca de la ciencia basada en el irracionalismo
existencialista, sentimentalista y ecologista. En vez de hacer preguntas
pertinentes referidas al lugar que ocupa la humanidad en el universo, Sagan nos
lleva a un universo de la mano del poder alquímico de la televisión. No es de
sorprender que ese gran espectáculo fuera financiado por personas y
organizaciones estrechamente vinculadas a los mismos locos de la Conspiración
de Acuario, del Instituto Aspen que creó el movimiento ecologista por medio de
instituciones como el Club de Roma, Amigos de la Tierra, el Fondo Mundial para
la Vida Salvaje y el Word Watch Institute.
No olvidemos que la
Conspiración de Acuario tiene como finalidad ir minando la sociedad por medio
de movimientos contra la guerra, ecologistas y de la contracultura de las
drogas. Quienes lanzaron a Carl Sagan fueron los capitalistas financieros que promovieron
sus políticas anticientíficas que vende su serie Cosmos. Los servicios
prestados por Sagan forman parte del intento consciente de erradicar el
progreso científico, porque la idea de un avance incesante a favor de un futuro
mejor es algo prohibido para los oligarcas que operan en secreto.
La auténtica
soberanía no radica en la opinión popular, sino en el poder creativo de la
mente humana individual. La única defensa que tenemos contra quienes intentan
lavarnos el cerebro es desarrollar nuestras capacidades mentales, de forma
individual, para que hagan de cortafuegos contra la guerra psicológica y el
colonialismo cultural.
Me despido de nuestra
querida audiencia, agradeciendo su amable atención, deseando que volvamos a
encontrarnos una vez más en EL CLUB DE LA PLUMA. Antes de dejarlos, introduciré
algo del tema musical que elegí: Jerusalema. Jerusalén es mi casa, sálvame, no
me dejes aquí, mi reino no está aquí. No me dejes aquí, sálvame, sálvame,
sálvame.
La letra de Jerusalema habla de Jerusalén como la ciudad soñada en la que estar en comunión con Dios, un canto a la vida.
VIVIANA ONOFRI
Profesora en Letras
ex catedrática de la Universidad Nacional de
Mar del Plata
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