RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

viernes, 3 de octubre de 2025

EL ASESINATO DEL INFLUENCER - MAURICIO IBÁÑEZ

 

EL ASESINATO DEL INFLUENCER

 


 

Queridos compañeros, amigos y oyentes de El Club de La Pluma, desde Colombia los saluda Mauricio Ibáñez, con nuestro acostumbrado abrazo por la hermandad latinoamericana.

 

Durante las semanas anteriores, mientras revisábamos el impacto regresivo que las diferentes religiones tenían en el avance del conocimiento y el desarrollo de la humanidad, y señalábamos cómo dos religiones con el mismo origen mitológico estaban intercambiando odios, atentados e invasiones en nombre de su dios, en los Estados Unidos surgió una noticia que estremeció su devenir político y religioso. El 10 de septiembre de 2025, el activista e influencer Charlie Kirk, joven conservador recibió un disparo mortal mientras participaba en un evento público en la Universidad de Utah.

 

Kirk no era muy conocido más allá de los Estados Unidos, pero en su país tenía millones de seguidores, especialmente jóvenes con fuertes posturas conservadoras y miembros de las iglesias que, como hemos mencionado, han venido asumiendo posiciones dogmáticas y fundamentalistas semejantes a las del Talibán en el Islamismo, y de donde han salido cosas como la toma violenta del capitolio, las propuestas delirantes, xenofóbicas y racistas de Donald Trump y la radicalización política que ocurre en ese país.

 

Charlie Kirk, fundador de Turning Point USA a los 18 años, era un joven sin muchos estudios universitarios ni una gran profundidad cultural, pero extremadamente inteligente y reconocido por sus posturas fundamentalistas. A lo largo de los años, ha realizado una serie de declaraciones que han causado controversia y debate tanto en medios sociales como tradicionales.

 

Sobre el tema migratorio, Kirk expresaba su oposición a políticas abiertas, afirmando que la inmigración ilegal ponía en riesgo la seguridad nacional y los empleos de los estadounidenses. Estas declaraciones habían sido criticadas por sectores que consideraban que estigmatizan a los migrantes y alentaban la violencia en su contra.

 

Kirk cuestionó el enfoque progresista de muchas universidades, asegurando que el sistema educativo adoctrinaba a los jóvenes en ideologías de izquierda. Llegó a sugerir que muchos centros de educación superior deberían ser reformados o incluso cerrados si no orientaban sus enseñanzas hacia la promoción de los valores “americanos”.

 

En repetidas ocasiones, Kirk fue criticado por sus opiniones sobre los derechos de la comunidad LGBTQ+. Defendió legislaciones que restringen el acceso de personas transgénero a ciertos espacios públicos y deportes, lo que fue catalogado como discriminatorio por organizaciones defensoras de los derechos humanos.

Kirk también manifestaba un profundo escepticismo respecto al consenso científico sobre el cambio climático. En algunos eventos y entrevistas minimizó la responsabilidad humana en el calentamiento global, generando rechazo entre científicos y activistas medioambientales.

 

Declaraciones como “se debería invitar a los niños a presenciar les ejecuciones de condenados a muerte como parte de un ritual de iniciación”, o “las matanzas en las escuelas son un pequeño sacrificio que se justifica con tal de proteger nuestro derecho a portar armas” fueron algunas de las muchas que hacía, públicamente y en medio de los aplausos rabiosos de juventudes cristianas enardecidas, en esa mezcla peligrosa de fanatismo religioso y política que se apoderó de la agenda de los Estados Unidos de Norteamérica, encarnada por el peor ejemplo posible de cristianismo, el presidente Donald Trump.

 

Por supuesto, aún entendiendo el contexto de posiciones extremas en que se está debatiendo ese país, nada justifica su asesinato. Toda muerte provocada para eliminar un adversario es un retroceso al salvajismo. Lo curioso en este caso, es que no necesariamente se trató de un adversario ideológico.

 

Como ocurrió con el asesinato de Villavicencio en Ecuador y Uribe Turbay en Colombia, la muerte de Kirk disparó reacciones de tipo político casi instantáneas, donde sus copartidarios se apresuraron a acusar a “la izquierda radical” y convocar el odio nacional hacia una radicalización del odio y el fundamentalismo, algo que siempre resulta sospechoso. Lo curioso de este caso es que el asesino resulto ser un joven de familia conservadora, padres mormones, aportantes a la campaña republicana y aficionados a las armas, a lo que los ofuscados acusadores han respondido “seguramente se volvió comunista en el último momento”.

 

En todo este entramado surgen dos observaciones que creo necesario hacer:

 

Charlie Kirk personificaba la diferencia entre la “verdad” y la “certeza”. Él, un muchacho de bajo nivel cultural, educado en el contexto de las narrativas judeo-cristianas, muchas de ellas sin sustento histórico claro, pero dotado con una gran inteligencia y capacidad argumentativa, era capaz de sostener debates por horas y horas haciendo uso de su seguridad, de su “certeza”, así las tesis que defendiera no fueran “la verdad”. Su capacidad no estaba ligada a la investigación, la lectura o el aprendizaje. Se movía como pez en el agua en escenarios estudiantiles donde, apoyado por los aplausos de sus seguidores fundamentalistas, identificaba las debilidades argumentativas de sus oponentes, así estuvieran bien fundamentadas, y las ridiculizaba para conseguir “imponerse” en la discusión. Y si aparecía algún interlocutor que estuviera a su nivel, simplemente lo interrumpía, lo mandaba callar o le hacía retirar el micrófono. Su “debates” eran un show mediático donde lo que se podía ver era un “Donald Trump” joven, dispuesto a acallar un adversario antes de profundizar en una discusión.

La segunda observación es sobre la reacción política y mediática: Kirk sigue siendo un personaje sin importancia para el resto del mundo, pero en los Estados Unidos se le organizó un funeral que le costó al estado 20 millones de dólares. La tesis de un perpetrador de la “izquierda organizada”, aunque hizo agua, se mantiene entre la opinión pública y las investigaciones han venido bajando de perfil, como si no se quisiera ahondar sobre lo que realmente ocurrió: lo importante era generar ese efecto de corto plazo, convocar a la rabia nacional contra un enemigo invisible, moldeado por la polarización política y religiosa. Nada más.

 

Lo interesante es el patrón que se repite en los tres casos de Kirk, Uribe Turbay y Villavicencio: se arma un escándalo de muy corto plazo con acusaciones a sus opositores políticos, como si esas muertes fueran parte de una campaña. Las investigaciones se van diluyendo y al final quedan unos perpetradores detenidos o asesinados, sin que se sepa nada de los determinadores. Una fuerte coincidencia cuando los tres eran personajes sin mucha fuerza política, mas bien incómodos dentro de sus partidos, pero muy útiles como víctimas para su explotación como “mártires de la causa”. Todos estos, indicadores de fuego amigo.

 

Bueno, dejamos esta reflexión aquí por ahora. Para todos, un fuerte abrazo y nos vemos la próxima semana.     

 

MAURICIO IBÁÑEZ – Desde Colombia -Biólogo

Especialista En Estudios Socio-Ambientales

 

 

 

No hay comentarios: