ESTADOS
UNIDOS, CHINA Y LA PAUSA
Del martes 14 al
viernes 17 de noviembre el presidente chino Xi Jinping realizó un encuentro
bilateral con su homólogo estadounidense Joe Biden, en San Francisco,
California, en la costa oeste del coloso americano.
Hacía 6 años que Xi
no viajaba a los Estados Unidos, y desde la cumbre del G20 en Bali (Indonesia)
en noviembre de 2022 que no tenían un encuentro personal. Xi no había viajado a
New Delhi en la última cumbre del G20 de este año, por motivos de agenda
(oficialmente) o quizás por cuestiones de disidencias geoestratégicas con Modi
(extraoficialmente), así que allí no habían tenido la oportunidad de conversar.
Lo cierto es que esta
reunión era muy esperada - y necesitada - por el presidente Biden y su
gobierno, pues a pesar de las rispideces comerciales y una larvada guerra en
Extremo Oriente por Taiwán, Filipinas o 𝑤ℎ𝑎𝑡𝑒𝑣𝑒𝑟,
lo cierto es que Estados Unidos está inmerso en una situación espinosa en
Ucrania, donde se empantanó y ya no sabe cómo sostener a su púgil maltrecho a
golpes, y en Medio Oriente, donde existe un peligro de confrontación regional
de grandes proporciones, por el apoyo irrestricto a (su fondista preferido)
Israel, que podría enemistarla con los reinos del Golfo, hasta ahora sujetados
y componedores.
Y se acercan las
elecciones presidenciales...
Para llegar con un
envión calculado a la conferencia anual de la Asociación de Cooperación
Económica y del Pacífico (APEC), una reunión de 21 economías de ese espacio
ultramarino, sin el sambenito de ser la «nación más belicosa del planeta»,
Biden intentó congraciarse con Xi y bajar los decibeles.
Tuvo, por supuesto,
algunas gafes: llamó 𝑑𝑖𝑐𝑡𝑎𝑑𝑜𝑟
a Xi por «ser líder de una nación con un sistema comunista» (ante el sacudón de
cabeza de Antony Blinken, que quería que lo tragase la tierra), pero
aparentemente - y acentúo el «aparentemente» - se fumó la pipa de la paz, y se
intentó bajar los ánimos sobre cuestiones como:
1)
El incidente del globo ¿atmosférico? derribado sobre los cielos
estadounidenses, acusado de espionaje.
2)
El apoyo «encubierto» de China a Rusia, negándose a cortar relaciones e
impulsando en varios escenarios políticos espacios de concertación y miradas
alternativas al Hegemón occidental.
3)
El asunto de los microchips: Estados Unidos y sus aliados restringieron la
venta a China, y China respondió a la vez restringiendo la exportación de galio
y germanio, minerales esenciales para su fabricación.
4)
Los amagos de independencia de Taiwán y sus acciones de rebeldía continua para
con la política de «una sola China», compartida, pero en la práctica no
apoyada, por Estados Unidos.
No obstante el ℎ𝑦𝑝𝑒
del éxito, la cuestión se saldó con pocas y secas declaraciones singulares, sin
una conferencia de prensa conjunta, que es lo que reclama la diplomacia cuando
«realmente» hubo sintonía.
Lo que ocurre es que
Estados Unidos, como líder occidental, tiene una visión dialógica, que implica
una dicotomía polar y un juego de suma cero. Lo que uno gana, el otro lo
pierde, y eso implica la consagración de un ganador neto.
China, por el
contrario, se presentó como «amigo» y «socio» de los Estados Unidos (de hecho, 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛
lo son). Xi dijo textualmente: «Darse la espalda no es una opción. El planeta
Tierra es lo suficientemente grande para que los dos países tengan éxito;
siempre y cuando se respeten mutuamente, coexistan en paz, serán completamente
capaces de superar sus diferencias». China parte de una visión budista, donde
las partes se completan por el todo, y siendo diferentes, pueden coexistir en
cierta armonía natural.
Al parecer, las
autoridades chinas fueron con un ramo de olivo en ambas manos, pero Estados
Unidos sostuvo el olivo en la derecha y la espada en la izquierda. El
establishment norteamericano - cual trampa de Tucídides - no logra deshacerse
de su hostilidad endémica y creciente competencia letal contra Beijing, lo que
quedó en evidencia en la adjetivación de Biden.
Pero....
Estados Unidos
necesita no agitar 𝑎ℎ𝑜𝑟𝑎 el fantasma de la
guerra, pues ya tiene demasiado alrededor del mundo. Pero el calibre y la
rapidez con que ha organizado alianzas ofensivas en Extremo Oriente, y con que
realizó ya varios ejercicios navales simulando ataques no es un buen augurio.
Además, sigue armando
hasta los dientes a Taiwán y provocando la paciencia de Beijing a través de
travesías de sus navíos por el Estrecho de Taiwán (𝑜𝑓𝑖𝑐𝑖𝑎𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒,
aguas chinas).
Las sanciones a
Huawei fueron apenas alivianadas y los microchips, de los que depende mucho la
industria armamentística e informática china, siguen con serias limitaciones a
la exportación.
¿Entonces cómo puede
catalogarse de éxito una reunión donde prácticamente no hubo ningún acuerdo?
Supongo, estimo...
que por su simple existencia.
Joe Biden no está
siendo visto fuera del Occidente Colectivo como un interlocutor válido. Reniega
de la diplomacia y parece querer solucionar todo a través de la violencia, las
amenazas y la fusta comercial y financiera. Eso podría funcionar con algunos
países menores o acobardados, pero no funciona con Rusia, China o Irán, por
ejemplo. Ni siquiera contra Venezuela.
Estados Unidos ha
venido haciendo continuas acusaciones de expansionismo chino en Asia-Pacífico
mientras, paradójicamente, construye bases y alianzas que fortalecen su poder
militar en la región. AUKUS, QUAD, Five Eyes, la reciente asociación tripartita
con Japón y Surcorea.... son evidencias de un cerco que está preparándose
contra China, a quien quieren cortarle las alas antes de que trepe a altas
cotas.
China, siendo la
segunda economía en ascenso del mundo después de los Estados Unidos, es
lógicamente vista como la amenaza número uno. Es su bendición y su estigma. Los
frutos del desarrollo pueden rápidamente convertirse en zonas de caos,
descontrol y destrucción.
Por ello, esta
reunión lo que intenta es salvaguardar 𝑐𝑖𝑒𝑟𝑡𝑜
𝑐𝑎𝑛𝑎𝑙
𝑑𝑒
𝑑𝑖𝑎́𝑙𝑜𝑔𝑜,
aun cuando no haya habido grandes avances. De hecho, y esto sí es importante,
se reanudaron las comunicaciones militares entre ambos países, cortadas cuando
Nancy Pelosi visitó Taipéi en agosto de 2022.
Este objetivo tiene
por motivo concentrarse en el asunto ucraniano y en el israelí en política
exterior, una especie de pacto de no-agresión. ¿Cuánto durará? Solo Dios sabe.
La última vez que llegaron a un principio de acuerdo para bajar las tensiones
Estados Unidos lo quebró derribando un globo aerostático.
El problema, quizás,
es que Estados Unidos se ve a sí mismo como la única superpotencia
indispensable, y en virtud de ello, jamás tolerará ningún acuerdo global, ni
convivencia 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑠...
y China parece hacer esfuerzos por la multipolaridad - que incluya a Estados
Unidos - pero ello va en contra de los principios del excepcionalismo
americano, tan arraigado a su médula.
Así las cosas. China
opta por ganar tiempo, acepta la invitación, intenta la reflexión, pero
comprende la dificultad: mientras asevera que hay lugar para todos en el mundo,
se prepara en silencio para una confrontación, pues todo indica que llegará
alguna vez, quizás más temprano que tarde.
Analista
Internacional
Licenciado en administración UBA De ciencias
económicas
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