ENTRE EL FASCISMO Y LA IGNORANCIA - EL VOTO LIBERTARIO
Saludo a todos los
oyentes de El Club de la Pluma. Soy Lidia Rodríguez Olives
La columna pensada
para hoy no era, en realidad, esta que van a escuchar. Quería hablar sobre el
federalismo en general y su versión particular para el caso argentino. La génesis
y el proceso que nos condujo a un esquema de provincias dependientes no sólo de
lo que reciben por coparticipación sino de las famosas ATN, o Asignaciones del
Tesoro Nacional; esas que Milei amenaza con sacar de un plumazo en cuanto asuma
la presidencia. Pero los acontecimientos me llevaron a otro lado. Y hoy quiero
reflexionar sobre las elecciones y su resultado.
Mucho se ha dicho
sobre las causas de este giro, para algunos, tan impensado. Que la economía, que
la desesperanza, que el hartazgo y tantas cosas más. Sin embargo, no debemos
minimizar ni soslayar la gran responsabilidad social que existe en esto. Porque
no todo vale y ningún contexto justifica lo injustificable.
Argentina ha
demostrado ser una sociedad embrutecida, que renegó desde las urnas de su
Historia. Una Historia en la que el reconocimiento del Terrorismo de Estado, la
violación de los Derechos Humanos expuesta en los secuestros, torturas y
cárceles clandestinas; el juicio y condena a los responsables; los 30 mil desaparecidos
y la búsqueda sin tregua de Madres y Abuelas no sólo parecían ser las bases más
firmes de nuestro consenso democrático, sino que nos habían valido
reconocimiento y respeto internacional. Pero hoy, todo esto parece ser una
ilusión o, tal vez, nunca existió.
El discurso del
candidato electo fue claro en este punto. No sólo habló del “curro de los
Derechos Humanos” sino que los represores fueron presentados como héroes
injustamente detenidos, los dos demonios irrumpieron nuevamente en el relato mientras
se proponía la eliminación del Museo de la Memoria. Aparecieron los posteos de
militantes con Falcon Verdes y encapuchados. Las amenazas se hicieron
explícitas en las redes y contaron con la entusiasta aprobación de todos los
libertarios. Y en este proceso, la sociedad argentina se sacó la máscara.
Lo que tenemos hoy
ante nuestros ojos es una sociedad que festeja sin pudores la violencia y
señala sin tapujos al que quiere eliminar. Una sociedad envilecida y degradada
que destruyó con su voto la imagen que de ella supimos construir y que resultó
ilusoria. Porque el 56% que se expresó en las urnas resulta congruente con una
sociedad que llama “Campaña al Desierto” al genocidio de Roca; que exalta a
Yrigoyen como demócrata, a pesar de los fusilamientos de la Patagonia y la
masacre de la Semana Trágica; que no condena y hasta disfruta la vejación del
cadáver de Eva Duarte; que nunca leyó ni le interesa “Operación Masacre”, de
Rodolfo Walsh; que apoyó y legitimó sistemáticamente golpes militares; que
entronizó como “padre del aula” a un racista y asesino, y que no reconoce en la
larga proscripción del peronismo un ejemplo acabado de su propia violencia.
Frente al
contundente pronunciamiento del domingo, me niego a pensar en votantes
engañados o desesperados. Me niego también a colocar los errores del gobierno
como causa fundamental. La economía alemana se encontraba más destruida que la
argentina y sus habitantes fueron humillados y despojados. Pero eso no justifica
el nazismo. Acá eligieron libremente y no hay justificación que valga. Como
dijo el olvidado Collingwood, “somos lo que hacemos”.
Pero esta
exaltación del espectáculo de un “fascismo a cielo abierto”, no es la única
conclusión de las elecciones. Porque el embrutecimiento social se nutre de la
ignorancia.
En su primer mensaje como presidente electo, Milei
propuso la vuelta a ese modelo que, a fines del SXIX y principios del XX, le
permitió a la Argentina ubicarse entre las mayores potencias del mundo.
Un modelo
sustentado en la exportación de materias primas, poca industria y un mercado
abierto, tanto para productos como para capitales. La primera observación, que
está al alcance de cualquiera que quiera verla, es que no existe país en el
mundo cuyo desarrollo se soporte en la primarización de su economía. La base es
siempre industrial o tecnológica. Pero, además, una serie de datos cuestionan
fuertemente que ese haya sido un modelo virtuoso.
A principios del
SXX, el Poder Ejecutivo Nacional encargó a Bialet Massé un informe sobre la
situación de los trabajadores. Presentado en 1904, surge de su investigación la
existencia de una pobreza cercana al 75%, además de exponer la situación de
explotación, hacinamiento y enfermedad que sufrían los trabajadores. Poco
Estado, mucho mercado y una nula inversión pública no pudieron evitar, sin embargo,
que las cuentas estuvieran en rojo durante todo el período.
Entre 1881 y 1914,
los gastos nacionales excedieron en mucho a los ingresos, generando un déficit
fiscal crónico. El liberalismo, de Roca, Juárez Célman, Alcorta, Aramburu,
Alsogaray, Martínez de Hoz, Cavallo, Macri o Milei, tiene siempre una misma
receta: cubrir la diferencia con endeudamiento. No resulta necesario explicar
que esta solución es de corto alcance: más temprano que tarde lleva a una
crisis de la balanza de pagos y a la imposibilidad de hacer frente a la deuda
contraída, como se vio en 1890 y como se ve en nuestros días. Porque primarizar
un país significa desindustrializarlo; significa que sólo con importaciones se
pueden cubrir las necesidades de consumo.
Llega un momento
en que las exportaciones resultan insuficientes y la única forma de importar es
contrayendo deuda. Milei admira entonces un país con un alto PBI del que
disfrutan pocos. Un modelo que, por más que recorte gastos, no puede evitar ni
el déficit ni el endeudamiento. Una Nación excluyente. Y, aunque el libertario
lo ignore, esto es lo que votó.
También votó la
reducción de los puestos de trabajo en la administración pública, como parte de
un programa más amplio de achicamiento del Estado. Probablemente trabaja en
otra cosa: se gastará menos, no habrá ñoquis y él seguirá como siempre.
Desconoce que, entre otras cosas, ese achicamiento del Estado aumenta el nivel
de desocupación, que también crecerá por la quiebra de pequeñas y medianas
empresas ante la apertura externa.
Nunca escuchó a
Héctor Recalde diciendo que, más allá de las leyes, no hay mayor
flexibilización laboral que el desempleo. Su salario se reducirá y perderá
derechos laborales adquiridos porque, cuando el trabajo falta, se abre el
camino de la explotación. Como efecto colateral y en sintonía con el plan que
propone esta derecha rabiosa, los aportes a la Seguridad Social sufrirán una
brutal caída, afectando a todo el sistema jubilatorio.
Porque hay que
recordar que el empleo público es trabajo registrado, en tanto que en el
privado la informalidad alcanza al 32%. En este punto, tendrán los libertarios
su “baño de realidad”: con un salario miserable (si es que lo tiene) entrará en
un sistema privado de jubilaciones, donde la mayor parte de sus aportes irán a
engrosar las ganancias de las empresas administradoras.
Hoy se exalta con
la motosierra: no sabe que está del lado del serrucho…
Ese votante
ignorante tiene incorporado un discurso que la derecha se ha encargado de
difundir de manera persistente: el mercado es un campo reservado exclusivamente
para la inversión privada. Por lo tanto, las empresas estatales serán privatizadas.
Sólo la ignorancia puede asistir inmutable a la entrega de empresas del Estado
que no sólo generan empleo: también constituyen polos que apuntalan el
desarrollo científico y tecnológico, contribuyen a mejorar la producción,
afianzan la independencia económica y la soberanía nacional. Sólo por Vaca
Muerta se proyectan ingresos de 20 mil millones de dólares para 2030. Pero
también se rematará Y TEC, empresa fundada en 2012 por asociación entre YPF y
el CONICET. Se trata, nada más ni nada menos, que de la compañía de base
tecnológica más grande del país. Actúa como puente entre el sistema científico
y el productivo, aportando soluciones tecnológicas al sector energético, con
focalización en energías renovables, como la solar y eólica.
Desaparecerá la
INVAP, empresa estatal que opera desde Río Negro y se especializa en proyectos
tecnológicos de avanzada en diferentes campos de la industria nuclear,
espacial, de comunicaciones, defensa, energía y medicina nuclear. La ignorancia
libertaria la ve, simplemente, como un gasto más. No sabe que es
autosustentable y que genera recursos a través de la venta de sus propios
proyectos y productos. No sabe que muchas otras empresas construyen con ella
todo un entramado productivo, como proveedores o consumidores, que quedará
definitivamente destruido cuando la empresa se remate. No sabe tampoco que la
lógica del mercado tirará por la borda el esfuerzo y la inversión realizada,
además de desperdiciar el capital humano formado a lo largo de los años. No
sabe que perderemos los satélites y dejaremos de estar entre los únicos 14
países que cuentan con la tecnología para ponerlos en órbita. No sabe ni le
interesa saber que votó contra el desarrollo.
En su libro sobre
el SXX, Eric Hobsbawm decía que el fenómeno más característico de la actualidad
es la destrucción del pasado y de los mecanismos sociales que vinculan la
experiencia de un individuo con la de generaciones anteriores. El presente no
guarda, entonces, relación orgánica alguna con el pasado. En consecuencia, la
sociedad vive una realidad que es incapaz de comprender. Y en Argentina, esa
incapacidad alcanza al 56%. Pero no les vamos a allanar el camino. No
renunciaremos a un país mejor y más inclusivo. No entregaremos la Nación al
saqueo ni el Estado a la depredación. No arriaremos las banderas de los
Derechos Humanos ni de los 30 mil. No dejaremos las calles. No aceptaremos la
brutalidad y el fascismo. No nos resignaremos. Que lo sepan desde ahora: vamos
a resistir. Porque acá no se rinde nadie y esto recién empieza.
Desde Buenos
Aires, saludo a todos los que escuchan El Club de la Pluma
Posgrado
en Ciencias sociales por FLACSO
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