RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 18 de junio de 2023

¿JAPON NUEVO MIEMBRO DE LA OTAN? - LIC. CHRISTIAN CIRILLI

 ¿JAPON NUEVO MIEMBRO DE LA OTAN?



La guerra avanza. Las víctimas caen. El medio ambiente se degrada. El sufrimiento no se detiene.

Y mientras tanto, alejados de las bombas y la metralla, los instigadores de esta guerra siguen diseñando sus estrategias, potenciando el nivel de las armas y la temeridad de las acciones.

Esta columna, quizás por primera vez, tendrá un alto contenido de especulación, aunque va a estar basada en un hecho predecible y anunciado: la reunión del 11 y 12 de julio, en Vilna, de los popes de la OTAN.

Cual spoiler, Jens Stoltenberg, su secretario general, ha asegurado que habrá noticias fuertes y entre ellas estará el “mensaje claro” de “aceptar a Ucrania” dentro de la Alianza. Claro, eso regía hasta hoy, que desmintió su propio vaticinio. Resulta que justamente después de las declaraciones del ministro de defensa británico Ben Wallace, quien afirmó que Ucrania no podría incorporarse mientras estuviera en acciones bélicas, hoy Stoltenberg se desdijo utilizando ese mismo argumento.

Por otra parte, la incorporación de cualquier miembro debe tener la unanimidad aprobatoria de todos los miembros atlantistas. Allí está Suecia, pendiente de que Turquía cambie su voto.

Por ello, más allá del voluntarismo y las declaraciones altisonantes, existe una pregunta muy básica que cabe hacerse: ¿Qué podría obtener la OTAN de Ucrania que ya no ha obtenido?

Ucrania fue un país que ha crecido, incluso territorialmente, a la sombra de la Unión Soviética. Sin embargo, una élite afincada en Kiev y la zona occidental, ha atenuado o tergiversado esta verdad, y, por el contrario, ha confeccionado una historia donde la URSS se ha comportado como un régimen opresor, que incluso “eslavizó” los orígenes proto germánicos de su población.

Esta visión no es nueva, pero sobrevivía en grupúsculos nacionalistas-integristas ideologizados, como los blandidos por Stepan Bandera y Dimitro Dontsov. Sin embargo, en 2014 esa vertiente triunfó de la mano de la administración Obama, con Victoria Nuland como nexo, y de los aliados europeos, en lo que se dio en llamar EL GOLPE DEL EUROMAIDAN. Hoy Ucrania es un país devastado, no por el “imperialismo ruso”, sino como consecuencia de una ideología extremista que se puso como némesis a la cultura e identidad rusa, y como enemigos, incluso, a sus propios connacionales de ascendencia rusa.

Su gobierno – a estas alturas un régimen político – responde casi automáticamente a sus designios “filosóficos”, pero aun más a las órdenes de Washington, Londres y Bruselas, en ese orden.

estimular y amplificar las diferencias identitarias entre esta flamante Ucrania furiosamente rusófoba y la orgullosa Federación Rusa resurgida de las cenizas de los años 90, ha sido la estrategia elegida finalmente para eliminar la industrialización de los países líderes de Unión Europea, esto es, Alemania y Francia, y socavar cualquier atisbo que convierta a Rusia en potencia de peso.

Siempre lo he sostenido desde este estrado: este conflicto tuvo al menos dos grandes objetivos en puerta, (1) La desvinculación energética ruso-europea que evite la creación de un núcleo de poder que destruya la relación transatlántica (2) la desindustrialización de Europa para evitar un nuevo polo económico independiente.

Uno y el otro están íntimamente relacionados. La instalación de inseguridades en la frontera rusa, con constantes provocaciones, incluyendo ello genocidio de población étnicamente rusa en Ucrania, amenazas de instalación de sistemas ofensivos, retiradas de tratados que impiden la nuclearización y la proliferación de laboratorios secretos de bio-armas, todo ello, fueron argumentos suficientes para que Rusia intervenga o se digne a combatir en honor al pacifismo a las puertas de Moscú el día de mañana.

Por otra parte, a pesar de las apariencias, la Unión Europea, el supra-Estado que cercena las soberanías nacionales de sus miembros pero que supuestamente garantiza con mecanismos democráticos la toma de decisiones, funciona como una caja de resonancia de las decisiones de la OTAN. Las decisiones que se toman en el Consejo del Atlántico Norte, controlado por Estados Unidos y Reino Unido, o sea la Anglósfera, se transmiten a la Comisión Europea y al Parlamento Europeo y son en definitiva ratificadas por el Consejo Europeo.

Solo basta mirar el grado de alineamiento que tres personajes clave tienen en la dirigencia de la Unión: Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, Josep Borrel, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea y Charles Michel, presidente del Consejo. ¿Alguno de ellos desentona con las decisiones atlantistas? ¿Alguno defiende los intereses económicos de la Unión? ¿O se los conoce más por sus discursos belicistas y los sacrificios que deben hacerse para sostener los “valores” europeos, hoy encarnados en una Ucrania autoritaria?

En definitiva, Ucrania ha dado todo en función a un futuro prometedor que jamás ha llegado ni llegará. Pero también lo ha perdido todo: territorios anexionados a Rusia, territorio extranjerizado a los fondos israelo-estadounidenses, al menos dos generaciones de jóvenes masculinos muertos, mutilados o destrozados psicológicamente,

una enemistad persistente con Rusia, país con el que comparte geografía y destino común, una guerra fratricida que dejó desastres ambientales y crueldades difíciles de borrar, pérdidas económicas que tendrá que pagar durante decenios, y un halo de locura y fanatismo que ha sido penosamente transferido a las próximas generaciones por una máquina cínica de propaganda.

¿Qué obtuvo? Nada. Ni membresía a la OTAN, ni a la UE, supuestamente vendidas al vulgo como soluciones mágicas, paraísos incandescentes de amor y felicidad.

Y ahora, desde los micrófonos, envalentonados tras sus trajes y escritorios, los funcionarios atlantistas siguen prometiendo en vano una membresía solo para desdecirse días después.

Mientras, la OTAN monta ejercicios multitudinarios, fundamentalmente aéreos, como amagando utilizar ese poder definitivo que tanta destrucción esparció por los cielos de Yugoslavia, Libia, Siria, Irak y Afganistán, además de poner el foco en los F-16 que serán destinados, si sobrevive a este esfuerzo titánico, a Ucrania.

En lo personal, creo que es una muestra de músculo para convencer a propios, y no a ajenos. Es una forma de decirles a los rusos que “nuestras VERDADERAS ARMAS” están aquí, salvaguardando estos dominios, y pueden desatarse contra ustedes. Pero fundamentalmente, es para demostrarle a los europeos que, aunque sus armas no lleguen a triunfar en el escenario del Mar Negro, aún están allí, listas para su uso y la alianza sigue vigente y operativa.

Por lo visto, entonces, y más allá de los gestos y las afirmaciones, Ucrania NO será miembro de la OTAN, pues nadie quiere involucrarse en algo más que no sea una guerra proxy, pues las armas nucleares están allí, cada vez más cerca de su empleo. Salvo, por supuesto, que estemos hablando de insanos mentales, entes poseídos de poder infinitivo, lo cual no estoy demasiado seguro que no sea efectivamente así…

Si, por el contrario, reina cierta cordura, o al menos, la consciencia de que no se puede ganar una guerra nuclear ni siquiera montando un costoso sistema de defensa antimisiles, entonces lo que queda es sacarle todo el juego (o toda la sangre) a los ucranianos, sacrificarlos en el altar de la hegemonía occidental… a cambio de absolutamente nada.

Ah, por si hiciera falta recordarlo, los rusos lanzaron hace poco un misil hipersónico Kinzhal contra un centro de mando de la OTAN ubicado en el centro de Ucrania, para demostrarles que si quisieran ellos no estarían a salvo, y que, además, tiene instrumentos para vulnerar sus defensas. Digo… por si la amnesia les carcomió los conocimientos a la élite que tomas decisiones.

Sin embargo, me temo que en la cumbre de la OTAN tendremos otra noticia que no es muy prometedora. No se trata de la inclusión de Ucrania sino de una más fructífera y necesaria: la de Japón.

En la última década, Japón ha intensificado su militarización y poco a poco se ha perfilado como un protagonista de la contención china y de las políticas occidentales en el área del Indo-Pacífico. Puertas adentro, comenzó todo un proceso de resignificación de la historia durante la guerra y filosóficamente, de la criminalización de las élites japonesas que se encargaron de las conquistas militares desde 1931 hasta la rendición final en 1945.

Este proceso se inició bajo el gobierno de Shinzo Abe – asesinado probablemente no por ser americanista sino por ser insuficientemente americanista – y prosigue con más ahínco con Fumio Kishida.

Ambos, Abe y Kishida son herederos de Hayato Ikeda, el primer ministro que restauró la economía nacional gracias a los préstamos estadounidenses enmarcados en el PLAN DODGE, el equivalente al PLAN MARSHALL europeo para Japón. Como en Europa, la Anglósfera realineó a las naciones vencidas de la SGM – Alemania, Italia y Japón – en una coalición contra el Bloque Socialista, incluso utilizando ex funcionarios nazis, fascistas y militaristas para ese fin. En Japón, Hayato Ikeda fundó el Partido Liberal Democrático, el mismo partido de Abe y ahora Kishida.

Abe y Kishida son impulsores de la reinterpretación de la constitución japonesa, fundamentalmente, del artículo 9 que consagra a la nación como pacifista y a sus fuerzas armadas como de “autodefensa”. Estas “reinterpretaciones” se están dando de manera paulatina, pero ya han permitido algunas incursiones de tropas japonesas en el exterior o de venta de armas, siempre convenientemente camuflados, como así también la construcción de portaaviones, algo que estaba absolutamente prohibido. De hecho, Japón envió a Kiev 7.100 millones de dólares en “ayuda humanitaria” y financiera, pero el gobierno está convencido de la derogación de ese artículo.

Kishida incluso se comprometió a defender Taiwán ante una invasión china, y mientras Xi Jinping estaba en Moscú en conversaciones con Putin el 21 de marzo, él mismo se fue hasta Kiev para reunirse con Zelenski. La imagen espejo fue muy simbólica. Japón se ponía en la vereda de enfrente de los chinos. Incluso, para mayor provocación, visitó una fosa común en Bucha y expresó sus condolencias a los familiares de las víctimas de los “crímenes rusos”.

Kishida y Zelenski insistieron en la “inseparabilidad de la seguridad euro-atlántica y la indo-pacífica”. Increíblemente, para algunos analistas esto es la reedición del Pacto Tripartito entre nazis y nacionalistas Showa, pero ahora con sus herederos y bajo la égida angloestadounidense.

La última cumbre del G-7 fue en Hiroshima, ciudad mítica por tener el extraño privilegio de ser la primera en ser bombardeada nuclearmente. Allí nuevamente las 7 naciones occidentales más desarrolladas coincidieron en que los dos espacios de fricción están vinculados y que hay que prepararse para un enfrentamiento.

La remilitarización de Japón cuenta con el visto bueno de Washington y la elite gobernante nipona ve en ella una especie de revancha histórica, aunque la población no esté en la misma sintonía y manifieste clara resistencia a las consecuencias de la belicosidad.

Ahora, Japón, una isla bañada por el Océano Pacífico, podría convertirse en un nuevo miembro atlantista pleno, aunque quizás se lo incluya, en primera instancia, en alguna zona gris, para adecuarlo a los estatutos constitutivos de la Alianza. Siempre encontrarán la forma si existe la voluntad, y con ella, se abrirá la puerta de la OTAN al escenario asiático, sin ninguna de montar alianzas paralelas como AUKUS o QUAD.

Por supuesto, esto es hipótesis, una mera especulación. Pero no está tirada de los pelos.

Estas cuestiones hacen que tanto chinos como rusos se preparen y hagan maniobras CONJUNTAS, tanto navales como de vuelos de bombarderos pesados. China ha manifestado su esperanza de que Japón sea un instrumento de paz y estabilidad en Asia, pero más allá de la diplomacia, ha mostrado signos de que está preparada por si la situación se desborda.

LIC. CHRISTIAN CIRILLI– Analista Internacional - Licenciado en administración UBA De ciencias económicas


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