ZELENSKI
Y LA PERDIDA DE SU ENCANTO
Imposible no advertir
un indicio de cambio de época en la reciente gira del presidente ucraniano
Volodimir Zelenski por New York, en oportunidad de apertura del 78º periodo de
sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde también pudo
dirigirse, antirreglamentariamente, en el Consejo de Seguridad. La misma receta
que tanto éxito diplomático le dio durante todo 2022 y gran parte de este año
parece ya no tener el encanto de ayer.
Y eso obedece
solamente a una causa: la ofensiva ucraniana en el frente sur y frente este no
solamente no ha dado los frutos esperados, sino que ha demostrado ser un
colosal fracaso, agotando las fuerzas humanas, materiales y, a pesar de la
propaganda del régimen banderista, morales de la sociedad ucraniana.
Si bien todavía los
apoyos de Occidente están allí, se puede percibir cierto punto de inflexión.
Es que su utilidad
tiene fecha de vencimiento, aun cuando esté desesperadamente movilizando a
todos los hombres del país y enviándolos a morir en el frente, sin esperanzas
de vencer ni sobrevivir. Zelenski sigue insistiendo en una victoria final
porque está embebido de una ideología que va por el todo o por nada,
arrastrando (y arruinando) vidas en pos de su objetivo… y es por esa cualidad
que fue justamente elegido. Zelenski pasó de ser nombrado «Persona del Año» por
la Revista TIME por «sus inspiradoras decisiones e inhabitual coraje»;
intitulado «Moisés de la Modernidad», y vivado – en diciembre pasado- hasta la
vergüenza ajena por el Congreso norteamericano, quien lo aplaudió de pie
mientras Nancy Pelosi, entonces la presidente de la Cámara de Representantes
gritaba frenéticamente «¡𝐵𝑎𝑗𝑚𝑢𝑡
𝑑𝑜𝑒𝑠
𝑛𝑜𝑡
𝑓𝑎𝑙𝑙𝑠!»
- , a no ser ni siquiera recibido por este Congreso por “razones de agenda”.
Es verdad, ahora el
presidente es el relativamente más ecuánime Kevin Mc Carthy, republicano él, y
no la belicista demócrata Pelosi. Esa dosis de desatención, es una indudable
muestra de escepticismo. El periplo del ucraniano, en realidad, comenzó en la
Asamblea General, donde más allá de los straussianos de turno y sus vasallos,
no tuvo la recepción esperada. Tal fue así que la televisión oficial ucraniana
hizo inserciones entre el primer plano de su presidente en pleno monólogo y una
sala repleta a pleno que NO obedecía a la realidad… pues aparecía el mismísimo
Zelenski sentado escuchando. En la Asamblea, Zelenski entonó un discurso en
idioma inglés – marcando su metamorfosis identitaria – con el único objetivo de
denigrar y cancelar a Rusia.
Se refirió a que
Rusia «militarizaba la escasez de alimentos en el mercado mundial a cambio del
reconocimiento de los territorios capturados», lo cual la hacía confrontar con
‘otros países europeos’ (en cara alusión a Polonia), a que «utilizaba el
reactor de Zaporozhie como arma», a que «secuestraba niños para ser reeducados
en el odio a Ucrania», a que era una amenaza latente «para los países del
Báltico y Asia Central» y en definitiva, a que Rusia debía ser castigada una y
otra vez para reimpulsar el famoso (o infame) “orden mundial basado en reglas”,
esto es, la hegemonía occidental basado en los pilares de la violencia, el
endeudamiento, la coacción y la vulneración del Derecho Internacional por la
Realpolitik del poderoso.
En definitiva:
Zelenski solamente se dedicó a subrayar algunos de los temas que están
poniéndolo en graves aprietos. La retirada de Rusia del acuerdo de granos,
suspendido unilateralmente solo tras esperar el vencimiento de la renovación
por no cumplir occidente lo pautado, ha erosionado profundamente la única
capacidad de generar ingresos que le queda a Ucrania (descartando, por
supuesto, la de ser un régimen limosnero por sus servicios militares y
descartando que gran parte de los mismos están en manos de multinacionales
estadounidenses). Por si fuera poco, el corredor terrestre le ha sido negado
por sus «aliados» de Europa del Este, Polonia particularmente, que no lo aceptan
para no alterar sus producciones nacionales.
Respecto del
«secuestro de niños», simplemente es un golpe bajo que busca recordar que
Vladimir Putin tiene una “orden de detención” por parte de la Corte Penal
Internacional impulsada impúdicamente por los líderes del G7, bajo esta excusa,
cuando claramente la intención es preservar la vida de los niños y sacarlos de
las zonas de combates. En cuanto a la central nuclear de Zaporozhie no resiste
la más mínima apreciación. Está en manos de las tropas rusas desde la primera
semana de la OME y ha resistido gracias a la Providencia varios ataques
ucranianos que no acabaron en un desastre nuclear por pura casualidad.
El asunto del
“expansionismo ruso” es básicamente un eslogan desgastado, que tiene solamente
arraigo en las mentes más paranoicas.
¿Acaso Rusia no dio
enorme cantidad de muestras que evitó esta guerra todo lo posible?
¿Fue Rusia quien
promovió un golpe de Estado en Kiev en 2014?
¿Fue Rusia quien
saboteó el plan de paz de Minsk, violando la Carta de la ONU?
¿Fue Rusia quien
ignoró propuestas de garantías de seguridad mutuas?
¿No fue acaso
Washington quien insiste desde 2008 por la membresía de Ucrania en la OTAN,
luego de 7 oleadas de expansión hacia las fronteras rusas?
¿No fue Washington quien
instaló baterías de misiles de crucero y un escudo antimisiles balístico en
Polonia y Rumania?
¿No fue la OTAN quien
hizo del ejército ucraniano una potente maquinaria militar desplegada en la
línea de contacto en el Donbás lista para invadir o incitar a Moscú a una
acción preventiva?
¿Acaso no es EEUU
quien instaló más de 20 laboratorios de guerra biológica en Ucrania, encargados
de estudios de determinados biotipos eslavos?
¿O no fueron los
miembros de la OTAN quienes ni se inmutaron cuando el mismo Zelenski anunció su
próxima provisión de armamento nuclear en la Cumbre de Seguridad de Múnich de
2022, profetizando que se retiraría del Pacto de Budapest de 1994?
En fin, mucha
hipocresía.
Es que Zelenski no
pretende un llamado a la paz, no pretende tampoco salvar a su nación de una
destrucción segura o de un futuro incierto. Zelenski ha rechazado la paz en al
menos 5 oportunidades, incluso, habiendo firmado un papel en mayo de 2022, en
Estambul. Volvió a renunciar a la paz ninguneando las misiones de China y la
Unión Africana. Zelenski no quiere la paz. Zelenski quiere la victoria total de
Washington y sus vasallos… incluyéndose a él mismo en esa fila.
Ese hecho se
evidenció aún más cuando llegó al Consejo de Seguridad, donde interpeló al
resto de los estados permanentes por el respeto al veto ruso (en una
prosecución 𝑖𝑛 𝑒𝑥𝑡𝑟𝑒𝑚𝑖𝑠
de la política de cancelación de todo lo ruso...) y dijo tener un plan de paz
de 10 puntos… que lo único que hace es ignorar las razones rusas y solamente
imponer condiciones.
Las bravuconadas de
Zelenski, más allá de las muestras solidarias de Gabriel BOric y Justin
Trudeau, del que hablaremos al final cual epílogo, parecen manotazos de ahogado
de un tipo que va perdiendo luminarias y ya no es vivado ni escuchado. La
declaración final del G-20 de New Delhi demostró el estado de las cosas: no
nombraron a Rusia como el “causante de la guerra” y la declaración fue tan
tibia y anodina que – en términos diplomáticos – quedó claro que las
argumentaciones rusas están siendo admitidas y comprendidas.
Por otra parte,
Polonia, claramente uno de los países más encarnizadamente rosófobos, que ha
colaborado intensamente en esta guerra, empieza a mostrar signos de recule: no
solo marcó un récord en la compra de fertilizantes nitrogenados rusos, sino que
se ha negado rotundamente a pasar por su territorio el grano ucraniano (a
precio de dumping).
La tensión ha llegado
a tal nivel que Polonia ha declarado que ¡¡¡ NO enviará más armas a Ucrania una
vez que termine la provisión comprometida!!! El mismo presidente polaco Andrzej
Duda declaró sin sutilezas: «Ucrania es como una persona que se está ahogando y
que se agarra de todo lo posible con lo cual puede arrastrar al fondo a quien
busque ayudarla». No lo dijo el húngaro Orbán... Lo dijo el fiel aliado de
Intermarium. A eso sumémosles el hartazgo en la ciudadanía europea: En Chequia
hubo masivas manifestaciones en contra de la continuidad de la guerra y en pos
de relaciones con Rusia. Estamos hablando del país de la “Primavera de Praga” …
Un tanto desanimado,
Zelenski voló hacia el norte y aterrizó en Otawa, Canadá. Allí fue recibido por
un Parlamento efusivo donde sí fue vitoreado hasta la afonía. Canadá y el
partido liberal que lo gobierna, tiene la extraña característica de ser
enfermizamente antirruso, casi a la par de Reino Unido y seguramente por debajo
del mismísimo Estados Unidos. El colaboracionismo de Canadá, y su binomio
Justin Trudeau – Chrystia Freeland, con el régimen banderista bien desde 2004,
en oportunidad de la Revolución Naranja. Sin embargo, si uno indaga en la
historia, Canadá ha sido un gran receptor de banderistas acérrimos, incluso, ex
combatientes de las Waffen-SS Galizien, el cuerpo especial ucraniano encargado de
combatir contra los rusos y hacer “limpieza” de judíos.
Un gran propagandista
del extremismo nazi, Mykhailo Khomiak –que en Canadá se hizo llamar «Michael
Chomiak»–, recibió asilo allí, sin ocultarse y se vinculó con asociaciones
antibolcheviques fomentadas por el gobierno. Su nieta es justamente Chrystia
Freeland, la actual viceprimera ministra y alguna vez candidateada como futura
secretaria genreal de la OTAN.
Ella, Justin Trudeau,
el jefe del Estado Mayor general Wayne Eyre, y el presidente del Parlamento,
Anthony Rota, le prepararon a Zelenski un regalo como si se tratara de un
caramelo. Le presentaron al anciano de 98 años Jaroslav Hunka, un «héroe
ucraniano y canadiense que luchó por la independencia contra los rusos» durante
la Segunda Guerra Mundial, quien también fue ovacionado de pie por todos los
presentes.
El problema es que
ese señor había sido un soldado de la 14º División de Granaderos Waffen SS
Galizien, muy comprometida en crímenes contra la Humanidad, lo que provocó un
escandaloso problema diplomático con cantidad de asociaciones judías y con el
mismo gobierno polaco, que ahora pide su extradición.
Por supuesto, no hubo
ningún error allí: al nazi honrado es simplemente el hilo conductor de una
política exterior canadiense para Ucrania que enlazaba pasado con presente.
Les habló Christian
Cirilli, espero hallan disfrutado esta columna internacional. Los espero la
próxima semana en una nueva entrega, siempre aquí, por el Club de la Pluma.
LIC. CHRISTIAN CIRILLI
Analista Internacional
Licenciado en
administración UBA De ciencias económicas
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