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domingo, 23 de julio de 2023

MEMBRESÍA OTAN, TERRORISMO, GRANOS: UN HILO CONDUCTOR - LIC. CHRISTIAN CIRILLI

 

MEMBRESÍA OTAN, TERRORISMO, GRANOS:

UN HILO CONDUCTOR

 


 

 La semana pasada, concluí en mi artículo que la Cumbre de la OTAN había arrojado como resultado la instauración definitiva, como nuevo antagonista, de la República Popular China, la inclusión como nuevo miembro de derecho del Reino de Suecia, una país que por cultura e idiosincrasia política, y por ser parte de la Unión Europea, siempre se encontró bajo la órbita occidental, y finalmente, más allá de los deseos y las manifestaciones, la negativa a Ucrania a ampararse bajo el manto de la Alianza.

Argumentaba que, entre varias razones, el rechazo a la membresía ucraniana estaba dado por la firme postura rusa de no permitirlo, y puse como ejemplo la breve Guerra de Georgia, cuando la Administración Bush, incluso con la negativa francoalemana, intentó presionar – aunque finalmente sin éxito - para que en 2008 se incorporase el pequeño país caucásico. 

 

 Pero el valor relativo de Ucrania es evidentemente mayor que el de Georgia, y fomentando el odio visceral hacia los rusos que tienen las facciones banderistas, vinculadas ideológicamente al nazismo alemán y los integrismos nacionalistas polacos, hizo que la Administración Obama y los neoconservadores que se ampararon en ella se jugaran por un golpe de Estado en 2014. De esa manera, financiados por ONGs occidentales lideradas por la NED, con la complicidad de los oligarcas vernáculos y los fondos de inversión israelo-estadounidenses, los movimientos y milicias lograron imponer un gobierno golpista de ultraderecha, disfrazado de revolución libertadora (y uso este término totalmente adrede).

 

 Lo cierto es que esa situación anómala provocó profundas grietas en un país que durante los pocos años de independencia real que había tenido, ya había manifestado divisiones subyacentes.

 

 Todos conocemos lo historia sobre el plebiscito de Crimea, su anexión dentro de la Federación Rusa las rebeliones de los oblast de Donetsk y Lugansk, los protocolos de Minsk instaurados por Moscú para evitar su involucramiento y una guerra abierta, las constantes violaciones de dichos protocolos por parte de Kiev y sus cómplices occidentales, y finalmente, el camino hacia la guerra actual.

 

 Lo cierto, es que de no haber existido esta ingrata guerra, y de solo mediar advertencias o caminos hacia el diálogo, hoy Ucrania ya sería un miembro pleno de la OTAN y tendría armas ofensivas del bloque apuntando Moscú y los principales ciudades, incluso, pudiéndose proyectar una especie de Operación Barbarroja II contra Rusia, ya sin zonas búffer para preparar sus defensas.

 

 Con la decidida oposición rusa, que incluso teóricamente podría llevar a una conflagración nuclear, la OTAN apoya a Ucrania en una guerra proxy, pero no la incluye, porque incluirla significaría la activación obligada del artículo 5.

 

Por supuesto, ese no es el espíritu del objetivo occidental, que fue “raptar a Europa” dentro de su compartimentación económica mundial, y desconectarla energéticamente de Rusia para así obligarla a reacción y aplicar una furibunda política sancionatoria que la doblegue sin que ello implique sangre anglosajona.

 

 Ucrania, con la promesa de la zanahoria atlantista, ha y sigue siendo el peón de brega de Occidente, el mejor alumno y el más sacrificado. Y su gobierno, que le debe todo a las acciones conspirativas de sus aliados europeos y transatlánticos, tiene como única razón de su supervivencia mantener las provocaciones y los combates con los rusos, pues de ellos depende la ruta del dinero y de la legitimación de sus crímenes.

 

 En ese sentido, el rechazo amplio pero edulcorado de la OTAN a Ucrania, y por el contrario, la vinculación rápida y deseable de Suecia o de los 4 aliados del Indo-Pacífico (me refiero a Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda), ha dejado a Zelenski y compañía con un sabor amargo en la boca, pues los compele a seguir peleando a cambio de nada, con perspectivas cada vez más funestas, con un endeudamiento creciente, y un agotamiento político que va tendiendo a entrar en el agujero del olvido.

Desde ese lugar y en ese marco de callejón sin salida sobreviene apenas una semana después, un nuevo atentado terrorista sobre el puente de Crimea, que se llevó la vida de una infortunada pareja y dejó huérfana y luchando por su vida a una adolescente de 14 años.

 

 La lógica no falla: cada vez que el gobierno ucraniano se siente impotente, tanto frente a Rusia como frente a sus patrocinadores occidentales, con el primero por no poder doblegarlos en el campo de batalla, con los segundos por percibir desinterés, entonces se arroja a la factura de lo que mejor sabe hacer: atentados, terrorismo, crímenes contra inocentes y agresiones de pésimo gusto en el plano de lo simbólico.

 De esa manera, prorroga la guerra, genera la furia redentora rusa (que se anima a ataques de represalia) y manda un meta-mensaje a la Anglósfera sobre su persistente utilidad como títere servil a sus intereses.

 

 La fase terrorista ucraniana comenzó en comenzó el 20 de agosto de 2022, con el coche-bomba montado contra Daria Dúguina, la hija del filósofo Alexander Duguin, una no combatiente de 30 años que sin embargo tenía cierta influencia en círculos ideológicos euroasianistas. Su femicidio no tuvo ningún resultado concreto, sino que fue un vil mensaje intimidante sobre los apoyos.

 

 Pero luego vinieron otros de igual o similar calaña: el primer sabotaje contra el Puente de Crimea, el 8 de octubre de 2022, el bombazo al bloggero Vladlen Tatarsky en San Petersburgo el 2 de abril de 2023, los ataques con drones sobre el Kremlin el 3 de mayo previo al Día de la Victoria, los ataques con drones navales sobre el buque Ivan Khurs el 26 de mayo mientras vigilaba el gasoducto TurkStream, el colosal ataque contra la represa Nova Kajovka el 6 de junio para barrer teóricamente las defensas rusas del margen oriental del rio Dniéper, la voladura de la tubería de amoníaco que conecta Togliati (Rusia) a Odesa (ucrania) para sabotear la producción rusa de fertilizantes el 7 de junio, y el ataque contra el buque Priazovie el 11 de junio mediante 6 drones marinos otra vez frente al gasoducto Turkstream.

 Y no estoy contando los cientos de intentos desbaratados, incluyendo el reciente atentado prevista contra la presentadora televisiva Margarita Simonian, que además es la redactora jefa del canal de televisión internacional RT.

 

 Por supuesto, no estoy contando aquí el mayor acto de guerra contra una instalación civil: la voladura de los gasoductos Nord Stream y Nord Stream 2, acaecida el 26 de septiembre de 2022. No la incluyo porque allí no intervinieron los servicios secretos ni las fuerzas especiales ucranianas.  Presuntamente fueron las estadounidenses en colaboración a las danesas, suecas y noruegas.

 Pero lo más bochornoso de este ataque es que no fue SOLAMETNE CONTRA RUSIA, sino contra Alemania, Francia y los Países Bajos, estos tres últimos accionistas la empresa operadora, además de conminar la capacidad industrial alemana y condenarla a una recesión. Fue una de esas acciones raras de las guerras, en que un aliado ataca a un (supuesto) aliado.

 

 Lo cierto, además, es que este ataque sobre el puente de Crimea, que tiene un especial significado para Putin porque fue su gran promesa y obra cumplida para enlazar la península con el “continente” ruso en 2015 cae justo el día en que los rusos renunciaron a prorrogar la Iniciativa de Granos del Mar Negro.

 

 De hecho, podríamos preanunciar esa decisión en el giro internacional del presidente turco Erdoğan. Días antes de la Cumbre de la OTAN en Vilna (Lituania) desarrollada el 11-12 de Julio, Erdoğan se había reunido con Zelenski dándole algunos gestos de buena voluntad demasiado hostiles a la vez contra Rusia: no solamente le había devuelto 5 peligrosos cabecillas del Batallón Azov – desafiando el propio acuerdo que tenía con Moscú de no devolverlos hasta tanto finalizada la guerra – sino que sostuvo que la Iniciativa de Granos continuaría con o sin la anuencia rusa, y que los buques cerealeros ucranianos serían custodiados por la Armada Turca.

 Esta osada jugada turca, vaya a a saber a cambio de qué, irritó los ánimos en el Kremlin. Si había alguna duda sobre la prórroga del acuerdo, la figura mediadora turca se desvaneció de un segundo para otro, y era evidente que las dudas estaban disipadas.

 

 Algunos analistas refieren que este último ataque ucraniano sobre el puente de Kerch entonces tiene que ver con la posición rusa de no renovar, que se presuponía tomase. Pero la realidad muestra que la fase terrorista tiene anclaje mucho antes y viene intensificándose en los últimos meses, a medida que la contraofensiva fracasa estrepitosamente.

 

 Lo cierto es que también el acuerdo de granos no estaba funcionando de acuerdo a lo previsto y Rusia lo venía denunciando insistentemente, esperando que Turquía, en la que depositó su fe como mediadora, corrigiese los errores. Los cargamentos se desviaban hacia destinos no previstos y los ataques con drones navales en los últimos tiempos habían aumentado, aprovechando el ardid del convoy cerealero. Además, Rusia no estaba obtenido ventajas en su propia exportación de granos, dado que Occidente utilizaba acciones sancionatorias indirecta.

 

 No se trataba de descuidos, sino de errores evidentemente fueron forzados. Turquía no estaba haciendo los debidos esfuerzos e incluso llevaba agua para su molino. ídem los países de Occidente, que por un lado fustigar a Rusia diciendo que vulnera la “seguridad alimentaria” pero por el otro lado “desvía las cargas” evitando que vayan a los países más necesitados, e impide negociaciones directas entre rusos y africanos poniendo obstáculos a las compañías navieras, las aseguradoras navales y al banco de exportación ruso de granos, el Rosselkhozbank, impidiéndole el uso del SWIFT.

 

 De acuerdo a la ONU, de todos los productos alimenticios que Ucrania exportó el año pasado bajo el acuerdo para exportar granos:

 El 47% fue a "países de altos ingresos", incluidos España, Italia y los Países Bajos.

 El 26% fue a "países de ingresos medios altos" como Turquía y China.

 El 27% acabó en "países de ingresos bajos y medianos bajos", como Egipto, Kenia y Sudán.

 

 Por el nivel de histeria colectiva de Occidente, con comentarios mediáticos llenos de acusaciones y furia, algo me dice que los porcentajes están falseados y que Occidente se beneficia mucho más de la venta ucraniana, de donde además se cobra algo de sus préstamos por armas. Sí, son préstamos, no donaciones, y como tal generan deuda que debe ser pagada ahora o después.

 

 Lo que sí es cierto es que desde que se anunció la medida, el precio internacional del trigo ha subido sensiblemente.

 

Ahora el asunto cambió: Rusia decidió que finalizaba unilateralmente la Iniciativa de Granos del Mar Negro y cesaba el funcionamiento del corredor humanitario marítimo, a partir de las 00:00 hora de Moscú del 20 de julio de 2023. En tal sentido, todos los barcos que osen navegar en aguas del Mar Negro hacia puertos ucranianos serán considerados como potenciales transportistas de carga militar, o sea, serán considerados naves beligerantes, blancos de guerra.

 

 Si había alguna duda de que Rusia habla en serio, el 18 de julio por la noche el puerto de Odessa, de donde se presume se originó el ataque contra el puente, sufrió un ataque misilístico y de drones de saturación sin precedentes, entre ellas, las terminales de granos. Se dice que 60.000 toneladas de granos ucranianos fueron evaporadas bajo el fuego de los misiles rusos.

 

 Sin embargo, Putin ha insistido que la medida de fuerza obedece al incumplimiento por parte de occidente respecto a los beneficios de la parte rusa en el acuerdo. Si esos compromisos se cumplen, el mismo podría entrar en vigor nuevamente.

 

 

 


LIC. CHRISTIAN CIRILLI

 Analista Internacional - Licenciado en administración UBA De ciencias económicas

 

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