¿HAY RAZONES PARA LA ESPERANZA?
Queridos
compañeros, amigos y oyentes de El Club de La Pluma. Desde Colombia los saluda Mauricio
Ibáñez, con nuestro acostumbrado abrazo por la unidad de la patria grande.
En los
últimos meses pareciera que se han sumado todos los males en torno a nuestro
continente, y que en este momento tenemos el sol a la espalda.
Por un
lado, el dictador anaranjado que basa su régimen fallido en la acumulación de
mentiras y abusos ante un mundo que lo observa con una impotencia que desafía
toda la lógica global, ya no solo asesina muchachos en las aguas del mar caribe
y el océano pacífico sin pruebas, sin juicios, porque sí y porque él lo ordena.
Ahora usa sus descomunales fuerzas navales para secuestrar tanqueros
venezolanos y robarse su petróleo.
Ahora, el payaso convertido en dictador propaga otra de sus grandes
mentiras: El petróleo venezolano ha sido robado por los venezolanos a los
estados unidos, y él lo está recuperando. Si no fuera tan grave la situación,
tan oscura la amenaza, nos estaríamos riendo.
Pero
no, no nos reímos: el abusador está diciendo y haciendo lo que quiere y ni
Europa, ni la ONU, ni la OEA hacen nada, o aún peor, sacan una declaración
aséptica “rechazando” las acciones unilaterales del gobierno de los estados
unidos, pero redactada de tal manera que no vayan a ofender al monstruo, para
que no los muerda.
El
dictador no lee, no estudia, no analiza, no reflexiona. Dice y hace lo que sus
consejeros leales, escogidos por él; le digan en medio de adulaciones. Entre
J.D. Vance, Pete Hesgeth, Kristy Noem y otros fanáticos religiosos que lo
acompañan, las decisiones que toma son inspiradas por las series y películas de
espionaje que ven, donde los americanos se llevan por delante mil enemigos como
si tuvieran el derecho divino de asesinar a quien les de la gana, en un mercado
cinematográfico que ha sido estimulado por, ¿adivinen quién? Nosotros, los espectadores.
Tal vez
por esa misma razón parecemos ser impermeables ante los abusos cinematográficos
del gobierno de los Estados Unidos, porque desde sus orígenes, todo el cine y
la televisión que nos ha vendido cuenta la misma historia: que ellos no solo
tienen razón, sino que tienen el derecho divino de asesinar a cualquiera porque
son ellos los que definen quien es “el malo” donde ellos siempre son “los
buenos”. Tal vez por eso, como decimos en Colombia, nos “tragamos ese sapo”.
Ya
ellos mismos aceptan y reconocen que llevan 100 años interviniendo ilegalmente
en las democracias reales, para proteger su concepto de “democracia”, el falso,
donde son ellos quienes gobiernan, quienes compran políticos locales serviles y
arrodillados, y quienes protegen los intereses oscuros y siniestros de una
economía de mercado que enriquece a su país mientras llena los bolsillos de las
élites locales, los patéticos aristócratas de nuestro cono sur, hechos
millonarios a costa de la sangre y el sudor de un pueblo resignado que ha sido
convencido, por sus curas y pastores, de que eso es la justicia divina. Ellos
lo reconocen y nosotros también somos conscientes de sus abusos, y ahí queda la
cosa.
Paralizados,
hemos visto cómo el dictador payaso dice encabezar una guerra contra el
narcotráfico para acusar a Nicolás Maduro e invadir a Venezuela, país que insignificante
en las estadísticas globales del tráfico de drogas, pero le otorga indulto
presidencial al narcopresidente Juan Orlando Hernández, quien había convertido
a Honduras en el puerto de abastecimiento del narcotráfico hacia los Estados
Unidos.
Caída
la máscara del dictador y su supuesta lucha contra el narcotráfico, aún
paralizados, presenciamos entonces su descarada intervención en la política de
toda américa latina, metiendo mano en las elecciones de Ecuador en favor del
narco bananero Noboa, metiendo dólares en el proceso electoral legislativo de
Argentina, haciendo jugadas para intervenir en Honduras, organizando a la
serpiente Corina Machado en Venezuela, metiendo mano en las elecciones
presidenciales de Chile y manteniendo los regímenes corruptos de Perú y Bolivia
en una agenda intervencionista que justifica con una nueva “Doctrina Trump” con
la que desea erradicar “el comunismo” en nuestra patria grande.
¿Logrará
Trump unir a America Latina contra la izquierda?
Pareciera
que las cosas se están dando en esa dirección, y que Claudia Sheinbaum, Nicolás
Maduro, Gustavo Petro y Luiz Inácio Lula da Silva se están quedando solos en
una lucha titánica que cuenta con el silencio cómplice de Europa, por miedo al
Bully y porque tiene sus propios problemas por resolver, la pasividad rusa, que
todavía tiene que lidiar con su interminable problema con Ucrania, y con un
gobierno Chino que está ocupado reacomodando sus fichas comerciales para
beneficiar, primero que todo, al pueblo chino.
Pero lo
que menos ocurre bajo las alas del dictador Trump es la unidad: ya lo hemos
visto en los propios estados unidos, donde si los políticos demócratas no
reaccionan, pronto estarán enfrentando una guerra civil donde la anarquía será
la gran protagonista. No, no habrá unidad: los países gobernados por la derecha
entrarán en un proceso de canibalización, compitiendo unos con otros por las
migajas del dictador a cambio de sus recursos naturales, y el pueblo, el gran
sacrificado de siempre, se levantará de nuevo. Ese levantamiento puede ser
producto de un cansancio feroz, como el de la revolución francesa, o una
movilización popular para volver a poner la democracia, la de verdad, en el
lugar que le corresponde. Aunque la ultraderecha está celebrando sus más
recientes victorias electorales, sólo es cuestión de tiempo. Regresaremos al
momento en que el dictador anaranjado, recién posesionado en su segundo
mandato, declaró públicamente sobre América Latina: “ellos no nos importan, no
los necesitamos”.
La
razón para la esperanza es que hoy es inocultable que a las economías de
México, Colombia y Brasil les está yendo bien, y que la economía Venezolana
muestra signos de recuperación, y esto no es afirmado por analistas de bolsillo
sino por entidades internacionales como la OCDE, el FMI, el Banco Mundial, o
medios especializados como The Economist. Por mucho que se esfuerce la prensa
corporativa de la guerra sucia en ocultarlo, el mundo reconoce que estos
gobiernos han aplicado modelos exitosos de desarrollo económico y prosperidad
popular.
Tuvimos
retrocesos en Ecuador, Argentina, Chile y Bolivia. Pero eso es lo nuestro: la
resistencia, la resiliencia, el aguante y el aprendizaje. La gran lección
aprendida es que debemos movilizar al pueblo en contra de los políticos
corruptos y hacia la votación masiva en las elecciones legislativas. Ya tenemos
claro que la clave no es elegir a un presidente, sino un congreso. No importa
quien se siente en esa silla, si es un gran líder o un payaso, sino quien le
asegura su gobernabilidad.
Ese es
nuestro propósito para el nuevo año: no bajar la guardia, mantenernos en pie de
lucha y que nuestras armas sean la educación, la información, el diálogo
permanente y la neutralización de la mentira. Hay un pueblo desinformado y
desorientado que nos necesita, y es nuestra responsabilidad enseñarle a
reconocer al enemigo, y cómo resistirlo.
Les
deseo a todos nuestros amigos y escuchas de El Club de La Pluma un fin de año
lleno de conciencia y un nuevo año lleno de esperanza. No vamos a retroceder
ante dictadores payasos enfermos que pronto serán desenmascarados y
desterrados. Vamos para adelante sin perder el impulso.
Un fuerte abrazo, compañeros.
MAURICIO
IBÁÑEZ – Desde Colombia -Biólogo
Especialista
En Estudios Socio-Ambientales

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