MENSAJE A LOS DESCLASADOS
Desde Buenos Aires,
saludo a todos los que están escuchando El Club de la Pluma. Soy Lidia
Rodríguez Olives
El programa de hoy cierra
un año de compromiso y trabajo muy intensos. Un año trascendente para Argentina
donde, los que acá nos expresamos, hemos sido derrotados. Entonces, quería
dedicar estos minutos a los que están del otro lado, a esos que creen que
“ganaron”.
En las elecciones que
llevaron a la presidencia a Javier Milei se impuso el voto del odio disfrazado
de “cambio”; la violencia, la xenofobia y el racismo encubiertos bajo un
hipócrita manto de “libertad”. Salió a la luz, ahora sin vergüenza, una
sociedad embrutecida que ya había festejado bombardeos, fusilamientos,
vejaciones, torturas y matanzas, y ahora vive con placer la posibilidad de
humillar al otro, de atemorizarlo, de perseguirlo y maltratarlo. Asistimos al
horrendo espectáculo, usando palabras de Lidia Ferrari, del goce de la
crueldad, que los hace aplaudir el Protocolo de Seguridad de Patricia Bullrich,
sólo porque les permitirá ver cómo apalean a aquellos a los que tanto odia.
¿Se puede votar por odio?
Claro que se puede. Lo que no se puede es hacerlo sin asumir plenamente las
consecuencias. Porque el voto también tiene su precio.
El neoliberalismo que
votaron es la expresión política, económica y cultural del capitalismo más concentrado.
Diseña un modelo de acumulación que inexorablemente lleva a la concentración de
la riqueza en pocas manos. Y para concentrar la riqueza es necesario sacar a
muchos para darles a pocos. En eso consiste el programa de Caputo. Como
consecuencia, aumentarán la pobreza y la indigencia; cerrarán PYMES y trepará
el desempleo. Pero la crisis no es para todos. Las grandes empresas se acaban
de beneficiar con la estatización de sus deudas en el exterior generadas por
las importaciones. Tal vez la palabra “estatizar” te suene lejana. Más acertado
es hablar de “socializar”. Porque esa deuda, cercana a los 45 mil millones de
dólares, ahora la tendrás que pagar vos con la quita de subsidios al
transporte, a la luz y el gas; con la devaluación; con el congelamiento de tu
salario; con la liberalización de las exportaciones que hará mucho más rico al
sector agropecuario mientras la carne se te vuelve inaccesible. La pagarás vos,
pero también tus hijos y nietos. Porque al votar hipotecaste su futuro.
Cuando elegiste a Milei,
votaste un proceso que se inició en 1976 pero aún no está terminado. Porque en
Argentina es posible todavía seguir concentrando más la riqueza. Pero esta vez
no serán los pobres ni las clases más bajas el objetivo. A ellos, a esta
altura, sólo es posible sacarles migajas. Y siempre habrá Planes Sociales y
amenazas de represión para evitar los estallidos más furiosos. Esta vez,
orgulloso exponente de las clases medias, van por vos. Irán por esos recursos
que aún te permiten mantener una propiedad, pagar las expensas, tener un auto, agua
caliente y calefacción en invierno… Irán por tu Prepaga, por el colegio de tus
hijos y el futuro de tus nietos; por las salidas y la recreación; por los
libros, el cable y las vacaciones. Irán también por tus derechos, esos que usás
mientras decís que al Estado no le debés nada. Si sos trabajador activo, ya
nadie te protegerá contra el despido y en breve deberás decir adiós al
aguinaldo. Si sos jubilado, no habrá ni movilidad, ni bonos ni remedios.
Votaste contra el Estado. Ahora, bancate el mercado…
Porque lo incompatible
con el neoliberalismo libertario que llevaste a la Casa Rosada nos son los
pobres: son las clases medias. La dualidad social que diseña no admite un
tercero en discordia. Pocos ricos y muchos pobres: no hay espacio para nadie
más. El camino se inició en 1976 y ahora, con tu ayuda, terminarán el trabajo.
A eso se refería Jorge Macri cuando afirmó estar preocupado por “el hambre de
la clase media”. Te estaba hablando a vos…
Seguramente confiás en
que la sangre no llegue al río. Porque los que militamos en el campo nacional y
popular saldremos a las calles y pondremos el cuerpo para frenar este embate y
tirarte una soga. Te aviso que somos muchos los que no pensamos hacerlo. Porque
estamos más que hartos de luchar por egoístas, odiadores y desclasados que se
benefician con nuestras luchas para después darse vuelta y traicionar. “Piquete
y cacerola, la lucha es una sola”, gritabas allá por el 2001. Te aviso que el
piquete no está: solo quedás vos con tu cacerola.
Puede que después de
escuchar esto y con tu negacionismo habitual, pienses que formo parte de una
“campaña de miedo”. Allá vos. Finalmente, es tu derecho. Pero cuando todo esto
te ocurra, cuando hayas perdido hasta lo que no sabías que tenías, cuando mires
y a tu lado no veas más que la pobreza que construyó tu egoísmo y tu ignorancia,
sólo espero dos cosas: que encuentres consuelo pensando que lo que pagaste por
lo que recibiste fue un precio justo y que no olvides que te avisé…
Desde Buenos Aires,
saludo a todos los oyentes de El Club de la Pluma y nos volveremos a encontrar
en enero.
Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO
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