RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 13 de agosto de 2023

CRITICA A LA DEMOCRACIA - LIC. CHRISTIAN CIRILLI

 

CRITICA A LA DEMOCRACIA

 

 Las democracias liberales parecieran ser sacrosantas en el ideario político occidental.

 Su implantación como único sistema político se ha convertido en un “must be” ineludible pues, de una manera inherente e implícita, por su simple imposición, estarían brindando legitimidad organizacional, incluso, cuando dentro de ella persisten problemas graves de representatividad, injusticias sociales y desequilibrios económicos.

 Occidente directamente emparenta el concepto de libertad individual con el de democracia, actuando uno y otro en tándem, y ve en cualquier otra posibilidad de ordenamiento político un disvalor rápidamente emparentado con sistemas de poder autocráticos, autoritarios o cualquier otro tipo de entropía o perversión.

 Sin embargo, las democracias liberales tienen enormes grietas en cuanto a equidad e igualdad, demandas insatisfechas de progreso igualitario e incluso, en cuanto a la mismísima libertad que dicen custodiar y desarrollar, muchas veces atravesada por la censura y la autocensura, hoy mimetizada en la llamada “política de cancelación”.

Mientras por un lado se pregonan principios y valores, por el otro, subsiste una gran insatisfacción, producto de las cotidianidades contrastantes.

 Por ejemplo, se articulan mensajes de progreso y amplitud de oportunidades colectivas mientras por otro lado se introducen fuertemente conceptos contradictorios como el individualismo, la destrucción familiar, la desprotección laboral y la caída del salario real. Por otro lado, en la arena internacional se sostiene que las democracias son pacifistas y magnánimas, pero constantemente se baten en acciones temerarias y provocativas, y no dudan en iniciar acciones de presión coercitivas como las políticas sancionatorias o directamente injerencistas como faenas u ocupaciones militares, en pos de la consecución de recursos o de posiciones ventajosas para sus élites gobernantes. Es más, usualmente se atribuyen sistemas de justicia igualitarios y transparentes, o de esgrimir ante todo la Ley como piedra angular, pero no dudan en ocultar crímenes o tergiversar verdades indisimulables. En el ámbito interno, se busca la democratización de las sociedades, esto es, una participación activa y cristalina, pero rara vez se conecta con la democratización económica, sin la cual, la participación política se constituye como una farsa, una imagen desdibujada donde existen referentes con nula o poca participación real en los resortes económicos.

 Así, mientras se promulga una mayor participación política, por detrás se concreta la privatización de los recursos públicos, y se descapitaliza a la población. Así, los Estados que se construyen bajo entes e instituciones que brinda el sistema democrático, una vez que se someten a la presión económica de los grupos de poder se convierten en una especie de cáscara vacía, sin capacidad de maniobra o de influencia. Es así como vemos a Estados devenidos en gestores de las corporaciones, que no actúan, obviamente, como democracias sino como autocracias absolutamente verticales y piramidales. Estas tensiones, tanto internas como externas, hacen que de tanto en tanto surjan revueltas, con mayor o menor grado de violencia, o crezca la criminalidad, incluso organizada, haciendo un círculo vicioso de represión y despotismo.

 Paralelamente las democracias occidentales son partidarias del control de la demografía, tanto a través de la economía como del diseño social, lo cual choca de bruces con la cultivada e incorporada en el inconsciente colectivo durante años “planificación familiar”. Hoy las políticas neo maltusianas son la base de las políticas públicas, y van desde la dificultad que tienen los jóvenes por conseguir trabajo o una vivienda de alquiler donde formar un núcleo familiar hasta la proliferación de propaganda homosexual, el transexualismo, el trans-especismo y la facilitación del aborto, incluso, como método anticonceptivo. La sociedad, así, se atomiza y se concentra únicamente en el individuo. Las relaciones interpersonales se deshumanizan, pasan a ser virtuales, y el miembro social se antisocializa. Lo cual provoca abstracción de los asuntos nacionales y sociales, en primer término y luego, una apatía por la participación democrática.

 Todo ello, además, en un ritmo vertiginoso de pérdida de atractivo, incentivado por clases políticas, más parecidas a castas desconectadas de la realidad y con alto grado de ignorancia sobre los asuntos públicos, que hacen aún menos atractivo al sistema, lo convierten en una especie de “selección entre peores”, no halla respuestas a las interpelaciones, y terminan cristalizando en un aparato bobo, insípido y repelente. Echemos un vistazo a los líderes de las democracias más sublimes de Occidente, las europeas y la norteamericana. Todos tienen un nivel de popularidad bajísimo y parece ser que vivieran en una rosca interna que nada tiene que ver con los debates actuales a los que se somete la población. Es más, en vez de tener respuestas reactivas a los problemas, generan problemas, diseñan voluntades y pretenden construir un futuro en base a los gurúes tecnológicos de turno, algunos de ellos francamente desquiciados. En algunos casos, prevalece mentalidades de otras épocas, y las dirigencias, como la norteamericana, está desfasada, siendo una verdadera gerontocracia con asesores supremacistas como son los straussianos. Estados Unidos se debate entre una población ínfima milmillonaria y grandes masas de asalariados con derechos recortados, un modo de vida cada vez más penoso y los adictos al fentanilo, outsiders destinados a una muerte lenta y dolorosa. En otros lugares, la democracia parece formar monstruos.

 El golpe del Euromaidán creó una verdadera élite oligarca ligada a milicias integristas raciales. Un combo espeluznante que para colmos es consagrada por las élites europeas y anglosajonas como “un modelo democrático” que debe ser salvado de las garras de la autocracia rusa. Si no fuera una imagen tan vulgar y contradictoria parecería una humorada. El presidente directamente ya se viste con un uniforme seudomilitar, incluso, cuando se dirige a otros países, como un Führer moderno. Ha prohibido partidos políticos y ejercido una censura atroz, además de haber prohibido el idioma natural de las poblaciones étnicamente rusas – que están en el este del país desde hace decenas y decenas de años, o sea, desde que esas tierras eran parte del Imperio Ruso – y se dedicó a realizar por la fuerza saqueos, reubicaciones, destrucción del acervo cultural y … por supuesto, asesinatos masivos. ¡Ese régimen es puesto como un ejemplo de democracia europea por la que hay que apostar el pellejo!

 Para terminar y no extenderme demasiado, aunque el tema de para la abundancia de palabras: Si vamos a consagrar a la democracia como un sistema vivible y deseable, es importante considerar la distribución de ingresos y oportunidades, pues no hay democracia política sin democracia económica. Nadie puede pensar en el sostenimiento de un sistema de representatividad si esa misma representatividad no se da en la participación de la riqueza. Por otra parte… ¿podemos fragmentar la noción de democracia de la noción de Estado? ¿Podemos hablar de una democracia participativa sin un Estado centro, que tenga políticas integradoras, que no juegue como un simple gestor de las corporaciones o, peor aún, que sea una marioneta de agenda globales malthusianas o de supra estados que subordinan y desintegran la soberanía? ¿

 Creo que en estas preguntas hay indicios sobre la pérdida de atractivo de las democracias, y su discurso discordante entre lo que dice ser y resolver, y lo que es y no resuelve.

 Hoy las democracias deben descifrar los desafíos de la actualidad y predisponer mecanismos institucionales para evitar que – bajo la farsa del equilibrio de poderes – esta sea capturada, vaciada de contenido y simplemente expuestas como un lema sacrosanto que no funciona, no provoca transformaciones serias y efectivas que mejoren la vida de la ciudadanía y potencien la idea de nación.

 El ex presidente argentino Raúl Alfonsín, utilizando una hipérbole, solía decir que con la democracia “se come, se cura y se educa”. Hoy, con diferentes grados de eficacia, las democracias siguen en deuda con los tres verbos, pues se halla raptada entre le ineficacia, la corrupción sistémica, la vanagloria, el dios-mercado y el diseño global.

 Les habló Christian Cirilli, les mando un gran saludo y los invito la próxima semana a escuchar mi nueva columna por el «CLUB DE LA PLUMA».


LIC. CHRISTIAN CIRILLI

Analista Internacional

 Licenciado en administración UBA De ciencias económicas

 

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