MITOS, NARRATIVAS Y SU IMPACTO
EN EL DESARROLLO HUMANO
PARTE 2
Queridos
compañeros, amigos y oyentes de El Club de La Pluma, desde Colombia los saluda
Mauricio Ibáñez, con nuestro acostumbrado abrazo por la hermandad
latinoamericana.
La
semana pasada revisamos juntos el tema de cómo la humanidad dio sus primeros
pasos hacia la formación de comunidades con el miedo como factor común de la
lucha por la supervivencia, y la necesidad de agua, nutrición y abrigo como
necesidades fundamentales.
Las
comunidades dieron paso a identidades comunes y a culturas que, a su vez,
configuraron nuevas necesidades básicas, todas basadas en el miedo y la
incertidumbre: la culpa como motor de la sociedad, la necesidad de trascender
más allá de la muerte, la de darle sentido a la existencia, la de
reconocimiento y una que llegó con el desarrollo de la economía: la necesidad
de poseer más, de acumulación, como una expresión de la supervivencia.
La
evolución humana tomó, con base en las diferencias culturales, varios caminos
diferentes: los pueblos nórdicos abandonaron sus mitos y sus dioses para abrazar
el naciente cristianismo que les ofrecía la sencillez de un dios único con un
único conjunto de rituales y con la combinación perfecta de castigo –
trascendencia, algo que poco a poco fueron desechando también para encontrar su
punto de equilibrio en el funcionamiento de una sociedad interdependiente y
resiliente, quizás no perfecta aún, pero por un camino cierto que los ha
librado, por ejemplo, de grandes escándalos de corrupción.
Otro
caso similar se dio en lo que llamamos extremo oriente, donde las culturas
budistas se dividieron entre aquellos que abrazaron el tema como una religión,
llena de rituales e ídolos, y una expresión más pura, basada en el desarrollo
de las capacidades humanas en la búsqueda de algo llamado “la iluminación”, un
ciclo continuo de disciplinas y estudio destinados a enriquecer la naturaleza
humana y disfrutar de la vida sin importar la trascendencia hacia otro plano
espiritual.
Otras
naciones se abandonaron a una gran cantidad de divinidades con las que las
élites frenaron el libre desarrollo de sus pueblos y los sometieron a destinos
divididos en castas, condenando a los mas pobres a destinos imposibles de
cambiar porque, por designio divino, ellos sólo servían para mantenerse pobres
y al precario servicio de sus amos, incluso ofreciendo sus cuerpos conquistados
en sacrificios humanos para mantener el apetito de poder de sus
dominadores.
Mientras
tanto, con la potente influencia geopolítica del Islam y la expansión de la
narrativa judeo-cristiana en el mundo grecorromano, surgió la atractiva idea de
un solo y único dios, que planteaba una cómoda economía de rituales al
concentrarlas en una sola adoración a una entidad espiritual multifuncional,
omnipresente, todo poderoso, capaz de ofrecer al mismo tiempo la puerta a la
vida eterna y los castigos más horribles, como la perfecta solución para
manipular el miedo y la culpa, y atender las necesidades de trascendencia,
reconocimiento y amor.
Ese
dios, que tiene una fuente mitológica única en la narrativa hebrea, de gran influencia
en los imperios babilónico, griego y romano debido a la fuerza y cohesión
cultural de su pueblo, se convirtió en una misma fuente de inspiración de dos
religiones diferentes: el cristianismo y el islam, enemigos jurados desde los
tiempos de Abraham y por cuenta de los hijos que tuvo con su esclava y con su
esposa, el rechazado Ismael y el aceptado Israel, mitos que dieron origen a una
enemistad a muerte entre dos pueblos que, supuestamente, sirven al mismo dios
pero no se aceptan como hermanos.
Si hay
algo absurdo en la historia humana, es esa enemistad milenaria que ha dividido
a la mayor parte del mundo entre cristianos y musulmanes, tomando matices que
van desde algunos intentos de diálogo y cercanía, hasta enemistades extremas
bañadas en la sangre de los fanatismos irreconciliables, las guerras santas y
las masacres que se justifican como ordenadas por su dios común, como lo que
está ocurriendo actualmente en la torturada Palestina. Sería ridículo si no
fuera tan trágico.
Y si
creíamos que con el fanatismo de los musulmanes más extremos y sus grupos
terroristas a cargo de masacres en nombre del Islam habíamos visto un grave
retroceso en el desarrollo humano, lo que está ocurriendo hoy, por cuenta del
millonario pedófilo, tramposo y delincuente que subió, acompañado de las
iglesias cristianas a la presidencia de los Estados Unidos, nos demostró que
las cosas podían salir aún peor de lo que anticipábamos.
Es como
un principio matemático llamado “la cinta de Moebius”: entre más me radicalizo
en contra de un sistema, más me parezco a aquello a lo que me opongo. De la
mano de los Estados Unidos, el odio contra el nazismo se convirtió en
admiración y en forma de gobierno, y el odio contra los musulmanes se convirtió
en un fanatismo furioso de cristianos dispuestos a destrozar las oficinas de su
propio capitolio, de asesinar niños en sus propias escuelas o de apoyar la
muerte colosal para adjudicarse el título de “guardianes de la democracia” o
“policías del mundo”.
Si en
la mitología judeocristiana, a los judíos que aparentaban ser más juiciosos,
más perfectos y fieles observadores de la ley de la época se les llamaba
“fariseos”, hoy tenemos una réplica perfecta entre católicos y evangélicos que
se convirtieron en jueces y verdugos de cualquier individuo que se atreva a
cuestionar sus afirmaciones, las cuales justifican en sus cultos y con sus
biblias sin prestar mayor atención a contextos históricos ni aceptar argumentos
en un fuerte síndrome de disonancia cognitiva (no quiero escuchar, no escucho,
no acepto) que, increíblemente, los acerca mucho al comportamiento de los
musulmanes más radicales, los talibanes.
Esto es
tan absurdo en este momento de la historia, que ojalá pudiéramos reírnos, pero
no. La cantidad de asesinatos, vejámenes e injusticias que esta polarización
está dejando regados por el camino de una evolución frenada por los extremismos
es tan grande, que no hay nada que celebrar.
¿Hay
algún espacio para la esperanza? – Si, lo hay, y la próxima semana lo
buscaremos juntos. Hasta entonces, compañeros. Un abrazo.
MAURICIO
IBÁÑEZ – Desde Colombia -Biólogo
Especialista
En Estudios Socio-Ambientales
No hay comentarios:
Publicar un comentario