RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

viernes, 19 de septiembre de 2025

MITOS, NARRATIVAS Y SU IMPACTO EN EL DESARROLLO HUMANO PARTE 2 - MAURICIO IBÁÑEZ

 

MITOS, NARRATIVAS Y SU IMPACTO

 EN EL DESARROLLO HUMANO

PARTE 2

 


 

Queridos compañeros, amigos y oyentes de El Club de La Pluma, desde Colombia los saluda Mauricio Ibáñez, con nuestro acostumbrado abrazo por la hermandad latinoamericana.

 

La semana pasada revisamos juntos el tema de cómo la humanidad dio sus primeros pasos hacia la formación de comunidades con el miedo como factor común de la lucha por la supervivencia, y la necesidad de agua, nutrición y abrigo como necesidades fundamentales.

 

Las comunidades dieron paso a identidades comunes y a culturas que, a su vez, configuraron nuevas necesidades básicas, todas basadas en el miedo y la incertidumbre: la culpa como motor de la sociedad, la necesidad de trascender más allá de la muerte, la de darle sentido a la existencia, la de reconocimiento y una que llegó con el desarrollo de la economía: la necesidad de poseer más, de acumulación, como una expresión de la supervivencia.

 

La evolución humana tomó, con base en las diferencias culturales, varios caminos diferentes: los pueblos nórdicos abandonaron sus mitos y sus dioses para abrazar el naciente cristianismo que les ofrecía la sencillez de un dios único con un único conjunto de rituales y con la combinación perfecta de castigo – trascendencia, algo que poco a poco fueron desechando también para encontrar su punto de equilibrio en el funcionamiento de una sociedad interdependiente y resiliente, quizás no perfecta aún, pero por un camino cierto que los ha librado, por ejemplo, de grandes escándalos de corrupción.

 

Otro caso similar se dio en lo que llamamos extremo oriente, donde las culturas budistas se dividieron entre aquellos que abrazaron el tema como una religión, llena de rituales e ídolos, y una expresión más pura, basada en el desarrollo de las capacidades humanas en la búsqueda de algo llamado “la iluminación”, un ciclo continuo de disciplinas y estudio destinados a enriquecer la naturaleza humana y disfrutar de la vida sin importar la trascendencia hacia otro plano espiritual.

 

Otras naciones se abandonaron a una gran cantidad de divinidades con las que las élites frenaron el libre desarrollo de sus pueblos y los sometieron a destinos divididos en castas, condenando a los mas pobres a destinos imposibles de cambiar porque, por designio divino, ellos sólo servían para mantenerse pobres y al precario servicio de sus amos, incluso ofreciendo sus cuerpos conquistados en sacrificios humanos para mantener el apetito de poder de sus dominadores. 

 

Mientras tanto, con la potente influencia geopolítica del Islam y la expansión de la narrativa judeo-cristiana en el mundo grecorromano, surgió la atractiva idea de un solo y único dios, que planteaba una cómoda economía de rituales al concentrarlas en una sola adoración a una entidad espiritual multifuncional, omnipresente, todo poderoso, capaz de ofrecer al mismo tiempo la puerta a la vida eterna y los castigos más horribles, como la perfecta solución para manipular el miedo y la culpa, y atender las necesidades de trascendencia, reconocimiento y amor.

 

Ese dios, que tiene una fuente mitológica única en la narrativa hebrea, de gran influencia en los imperios babilónico, griego y romano debido a la fuerza y cohesión cultural de su pueblo, se convirtió en una misma fuente de inspiración de dos religiones diferentes: el cristianismo y el islam, enemigos jurados desde los tiempos de Abraham y por cuenta de los hijos que tuvo con su esclava y con su esposa, el rechazado Ismael y el aceptado Israel, mitos que dieron origen a una enemistad a muerte entre dos pueblos que, supuestamente, sirven al mismo dios pero no se aceptan como hermanos.

 

Si hay algo absurdo en la historia humana, es esa enemistad milenaria que ha dividido a la mayor parte del mundo entre cristianos y musulmanes, tomando matices que van desde algunos intentos de diálogo y cercanía, hasta enemistades extremas bañadas en la sangre de los fanatismos irreconciliables, las guerras santas y las masacres que se justifican como ordenadas por su dios común, como lo que está ocurriendo actualmente en la torturada Palestina. Sería ridículo si no fuera tan trágico.

 

Y si creíamos que con el fanatismo de los musulmanes más extremos y sus grupos terroristas a cargo de masacres en nombre del Islam habíamos visto un grave retroceso en el desarrollo humano, lo que está ocurriendo hoy, por cuenta del millonario pedófilo, tramposo y delincuente que subió, acompañado de las iglesias cristianas a la presidencia de los Estados Unidos, nos demostró que las cosas podían salir aún peor de lo que anticipábamos.

 

Es como un principio matemático llamado “la cinta de Moebius”: entre más me radicalizo en contra de un sistema, más me parezco a aquello a lo que me opongo. De la mano de los Estados Unidos, el odio contra el nazismo se convirtió en admiración y en forma de gobierno, y el odio contra los musulmanes se convirtió en un fanatismo furioso de cristianos dispuestos a destrozar las oficinas de su propio capitolio, de asesinar niños en sus propias escuelas o de apoyar la muerte colosal para adjudicarse el título de “guardianes de la democracia” o “policías del mundo”.

 

Si en la mitología judeocristiana, a los judíos que aparentaban ser más juiciosos, más perfectos y fieles observadores de la ley de la época se les llamaba “fariseos”, hoy tenemos una réplica perfecta entre católicos y evangélicos que se convirtieron en jueces y verdugos de cualquier individuo que se atreva a cuestionar sus afirmaciones, las cuales justifican en sus cultos y con sus biblias sin prestar mayor atención a contextos históricos ni aceptar argumentos en un fuerte síndrome de disonancia cognitiva (no quiero escuchar, no escucho, no acepto) que, increíblemente, los acerca mucho al comportamiento de los musulmanes más radicales, los talibanes.

 

Esto es tan absurdo en este momento de la historia, que ojalá pudiéramos reírnos, pero no. La cantidad de asesinatos, vejámenes e injusticias que esta polarización está dejando regados por el camino de una evolución frenada por los extremismos es tan grande, que no hay nada que celebrar.

 

¿Hay algún espacio para la esperanza? – Si, lo hay, y la próxima semana lo buscaremos juntos. Hasta entonces, compañeros. Un abrazo.

 

MAURICIO IBÁÑEZ – Desde Colombia -Biólogo

Especialista En Estudios Socio-Ambientales

 

 

 

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