FÁBRICA INTERNACIONAL DE EXCLUSIÓN…
Camina sin prisa, casi como bailando al compás de, vaya a saber cuál, música imaginaria, o que se escucha a través de unos auriculares. Camina como si nada, absolutamente nada más que ese instante fuera lo que importara.
Tal vez una cita, un encuentro con amigos o una diligencia para alguien de su familia; o simplemente porque sí…
Su gorra, cual insignia de un sector social, pone en “alerta” a quienes “aprendieron” que la misma es sinónimo de “peligro”, “delincuente” o simplemente “choro”…
Y comienza a gestarse la punta del espiral que envuelve a victimarios y víctimas, un entramado donde nada existe más que traición, odio, venganza, temor, dolor, mezquindad y un volver a ir y venir que se presiente casi interminable…
Pueda ser que en algún momento termine, con una bala, una herida mortal o el confinamiento in eternum en las modernas mazmorras de la supuesta “legalidad”…
El complejo entramado que se nutre de complicidades, deslealtades y obsecuencias, tiene, tal vez, en sus, orígenes en la necesidad de crear un sistema que permita generar la rentabilidad para otro tipo de marginalidad, aquella que está amparada por personajes de la justicia, las fuerzas policiales y penitenciarias, como así también si no es complicidad, es la conveniente indiferencia del poder político. Este complejo entramado es el que persigue, detiene, acusa, condena, somete, obliga a la delincuencia y alimenta la perversidad de un sistema delictivo y penitenciario que, a las claras y hasta ahora, ni las más nobles intenciones han podido desarmar…
En numerosas provincias Argentinas rigen “instrumentos” cuasi legales que amparan el accionar de las “fuerzas de seguridad” (eufemismos si los hay…), que persiguen, cazan jóvenes, por lo general, a los que, debido a sus condiciones socio-económico-culturales, introducen en esa espiral tenebrosa de la delincuencia.
Desde robos, asaltos, narcotráfico, hasta prostitución y tráfico de órganos es la somera lista de actividades que el perverso sistema mantiene, victimizando como siempre a los históricos excluidos sociales.
Pero no es un tema exclusivo de Argentina. Esto se repite en la mayoría de los países del globo, ya que, quienes ejercen el poder mundial, promueven esto que hemos denominado la “fábrica internacional de exclusión”. Porque la exclusión es un negocio, sumamente rentable y que, además, promueve de diversas maneras la disminución poblacional que se necesita para mayor explotación y control…
Podríamos aventurar que la delincuencia es un negocio legal, donde quienes sostienen los hilos de la misma, se benefician abultada y groseramente…
La no tan conocida ley antiterrorista es una de las herramientas que emplean los Estados, a la hora de reprimir, encarcelar, enjuiciar y condenar la protesta social, tanto de trabajadores, desocupados, originarios, estudiantes, etc.
Ésta ley fue aprobaba en varios países de Nuestra América, a “sugerencia” del gobierno de los ee.uu.
Asimismo esta ley refuerza el accionar represivo con el que se utiliza, por ejemplo en Córdoba, el detestable y anti constitucional código de faltas.
Éste último, reacondicionado oportunamente para “asegurar” los engranajes que sostienen el sistema delictivo, dirigido desde instancias superiores de gobierno, a pesar de ser resistido por organismos de derechos humanos y diferentes agrupaciones sociales, es aplicado irrestrictamente condenando a muchos jóvenes y no tan jóvenes a una mayor exclusión.
Se estimaba en el 2010 que cada encarcelado “le costaba al estado” unos $ 3.600.- Prorrateando a inicios del 2013 se especula que el monto ascendería a unos $ 6.000.- mínimo. Asimismo se barajan hipótesis que los “retornos” son muy superiores a los importes antes mencionados. Es decir, cada preso significa una parte importante de un “gran negocio”. Sin presos no habría rentabilidad… El código de faltas y las leyes antiterroristas aseguran el flujo delictual que alimenta la perversa maquinaria de exclusión…
Si no fuese así, ¿por qué no se humanizan las formaciones de profesionales del orden y la seguridad?, ¿por qué cada agente que egresa de los institutos policiales, no trae consigo un mínimo de consciencia social y de la importancia de cada individuo en la sociedad?
Tampoco es exclusivo en la formación de uniformados, esa carencia también se observa, en menor o mayor grado, en otras disciplinas, y ello es sumamente preocupante.
La concientización que cada uno debemos hacer respecto de nuestro rol y responsabilidad, y la necesidad de asumir la importancia de toda comunidad para nuestra existencia, es vital para preservarnos como especie, como humanidad…
Reformular, en cada actividad, la formación de cada individuo con conciencia colectiva, es indispensable para revertir el daño que se le infringe a la sociedad en su conjunto y desarmar ese nefasto entramado que subsume en buen número, a hombres, mujeres y niños en la desigualdad.
Reformular, repensar, asumir y concientizar en todos los ámbitos para destruir definitivamente la fábrica internacional de exclusión…
Que así sea…
NORBERTO GANCI –DIRECTOR- El Club de la Pluma
elclubdelapluma@gmail.com –elclubdelapluma@hotmail.com
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