EL CORDOBAZO Y SU MENSAJE
Cuando, hace ya varios años, la opresión, el hostigamiento y la arbitrariedad se paseaban inmunes por nuestra tierra tupacamariana, movimientos de diferentes estratos sociales se daban cita para defender su derecho a la vida.
El poder de facto instalado, ya había desplegado todo su arsenal clausurando universidades, encarcelando trabajadores, estudiantes, profesionales que se oponían al despropósito de la necedad militarizada. Una necedad que no sólo era capital del arco militar. Como de costumbre, personajes pertenecientes a las estructuras eclesiásticas y civiles acompañaban la bestialidad armada.
Agustín Tosco, El Gringo, aclaraba que El Cordobazo no fue producto del espontaneismo y que sí fue la respuesta a una dictadura tenaz que coartaba todos los derechos de trabajadores, estudiantes y profesionales.
Por supuesto que así fue; no se trataba de asimilar y repetir hechos ocurridos en otras partes del planeta (Francia, Columbia, Alemania, Italia). Ya de sobra se padecían las lamentable actuaciones del títere armado de la oligarquía. Diferentes manifestaciones contrarias al despotismo se vivieron en varias provincias argentinas.
La confluencia de sectores estudiantiles, secundarios y universitarios, junto con los obreros que mayormente partían desde los centros fabriles que circundaban la capital cordobesa, logró presentar una realidad que el autoritarismo se negaba a reconocer: el pueblo estaba harto y no otorgaba más tiempo para recuperar la vida institucional del país.
Lo ocurrido los días 29 y 30 de mayo de 1969 en la ciudad de Córdoba, señaló un camino, una decisión, una convicción para ese presente y el futuro del País.
Su mensaje fue sumamente claro, contundente y preciso. Poco tiempo después la dictadura caía inexorablemente. La figura del detestable onganía rodaría por el fango.
Por supuesto que las clases siempre dominantes no permitieron se fortalezcan los movimientos populares, de ello dan cuenta la detestable actuación de la denominada triple A, con su ola de secuestros, torturas y asesinatos; y lo ocurrido a partir del 24 de marzo 1976.
Las estructuras contra las que se intentaba luchar, enquistadas en todas las áreas del estado, tanto en Argentina como en el resto del continente, desarrollaron un sistemático plan para someter los pueblos, destruyendo sus economías y sus posibilidades de desarrollo.
En estos tiempos los pueblos enteros de la región, nuestra Tupacamaria, están desplegando sabidurías ancestrales y enseñanzas contemporáneas. El enemigo sigue siendo el mismo, tal vez con mutación de rostro y denominación, pero sigue siendo el mismo. El poder hegemónico mundial ve con suma preocupación cómo se le escapa la posibilidad de volver a subsumir a los pueblos a sus más bajos designios.
Ese poder imperial, que no conoce de banderas ni pertenencia a tierra alguna, desespera en su accionar para torcer el rumbo emprendido en el continente.
Si algo hemos aprendido, al menos por dar un ejemplo al cumplirse un nuevo aniversario del hecho, con El Cordobazo es que la pelea está en las calles, en el campo, en la montaña, al lado de todos nuestros hermanos para impedir nos sometan más a las nuevas formas de servidumbre humana.
El Cordobazo ha dejado su enseñanza como claro ejemplo de compromiso y convicción.
Y en estos tiempos, mucho más que en el pasado, porque contamos con saberes antes negados, la posibilidad de una realidad inclusiva que contenga todas las realidades del pueblo es un hecho. Más allá de los detractores a sueldo que enlodan las palabras pretendiendo anular las esperanzas.
El movimiento obrero que lentamente se va recuperando, los estudiantes que participan activamente en escuelas y universidades, el campesinado que va retornando, los originarios que pelean por recuperar las tierras que les fueron robadas, están demostrando que, si bien aún no se ha logrado del todo la resolución de los problemas sociales, la posibilidad de una realidad más amable y colectiva no es un sueño lejano.
El Cordobazo, como muchas otras gestas populares, marcó un rumbo, dejó su mensaje; está en nosotros interpretarlo y caminar juntos, entre todos, por el bien y el futuro de nuestros pueblos.
Que así sea…
NORBERTO GANCI –DIRECTOR- El Club de la Pluma
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