CRASA
CRISIS
CRISIS
es una palabra muy singular, que se escribe igual en plural: la crisis y las
crisis. El fenómeno Milei es el
emergente de la grave crisis política que transcurre TAMBIÉN en el seno de la
burguesía monopolista y sus representaciones políticas. No es producto de la casualidad, ni alguna
especie de milagro, que este sujeto
desagradable haya pasado en unos pocos años de panelista televisivo a
presidente. Más allá de los intereses que operaron detrás de su figura, como
siempre pasa, su irrupción en la política está íntimamente asociada a la
actuación y resultados de los partidos llamados tradicionales. El discurso de
“la casta” utilizado por Milei apuntaba (y apunta, aunque ya no con tanta
eficacia) a esas representaciones que, una tras otra, causaron decepciones y
hartazgos en una porción muy importante de la población.
Desde
los años '90 se constata el uso de figuras con algún renombre AJENO a los
avatares políticos, fama adquirida por sus tareas deportivas, artísticas o
mediáticas: cualquiera recuerda a palito ortega, gobernador de tucumán, a
reuteman, esa lacra devenida en asesino inundador en santa fe, a scioli,
campeón de motonáutica y panquequería, al que sólo le faltó ser presidente, y
muchísimos más. Mientras, en las últimas elecciones presidenciales se
produjeron porcentajes de abstencionismo históricos para comicios de esa
categoría.
El
actual gobierno, rejunte de personajes estrafalarios y con signos de enfermedad
mental, es entonces producto de la crisis política y, al mismo tiempo, receptor
de la misma. Si bien es aplaudido por la clase dominante de ningún modo se han resuelto las
contradicciones y disputas en el seno de la misma. Por el contrario, se podría decir que el
ejercicio efectivo del gobierno afecta tanto a la fuerza política de Milei como
a las otras fuerzas del sistema. Las renuncias y despidos de casi un centenar
de funcionarios en diez meses de gobierno (también algo inédito), es cabal
ejemplo de lo que afirmamos.
El
carácter monopolista de Estado en el que derivó el capitalismo en el mundo y en
nuestro país, adopta diversas fisonomías en la estructuración del poder y en el
resultado de dicha estructuración.
En
efecto, las facciones monopolistas pelean por los negocios y los mercados
utilizando al Estado y a los gobiernos, configurando bloques o alianzas que son
cada vez más efímeras e inestables. Con esto queremos decir que, a diferencia
de otras épocas, las facciones de la oligarquía financiera logran hegemonías
momentáneas, perecederas, circunstanciales, ya que van al ritmo de la
competencia feroz entre los capitales. Una competencia que se exacerba en el
marco de la crisis capitalista mundial y que tiene su correlato en los países,
y el nuestro no es ninguna excepción.
Como
ejemplo de lo que afirmamos es indudable que el grupo Techint es uno de los
representantes de una facción del capital que ha desembarcado con cuadros
políticos y técnicos en el gobierno de Milei. Dicho grupo, junto con otros como
PAE (del grupo Bulgheroni), Pampa Energía (del grupo Mindlin), por nombrar a
algunos, se están viendo beneficiados en el reparto de los negocios en ese
rubro a partir de la explotación de los yacimientos de Vaca Muerta en Neuquén y
la producción de petróleo y gas. Sobre todo, el GNL, gas natural licuado, que
hoy es un producto altamente demandado en el mundo.
Se
podría decir que esos sectores hoy hegemonizan el bloque monopolista.. Sin
embargo, los anuncios de importación de acero o de la libre exportación de
chatarra afecta directamente otro de los negocios del grupo comandado por los
Rocca.
Al
mismo tiempo, hay otros sectores monopolistas que no son tan favorecidos por
las medidas del Estado y pugnan por imponer sus intereses. Podríamos mencionar
a los laboratorios farmacéuticos ante la libre importación de medicamentos; los
grupos del agronegocio que reclaman un tipo de cambio más favorable para
exportar; las automotrices que se impacientan ante la tardanza en reglamentar
el RIGI con beneficios para el sector, o que están en desacuerdo que en la
llamada “ley hojarasca” se anule la exclusividad de compra por parte de las
reparticiones del Estado de vehículos de fabricación nacional; o las empresas
de medios que se ven obligadas a tributar el IVA del que estaban exentas.
En
definitiva, cada sector monopolista sabe y conoce que para verse beneficiado
por las medidas concretas que toma el gobierno debe imponerlas a través del
manejo de algún resorte estatal, lo que implica desplazar de ese lugar a algún
funcionario o funcionaria que defienda negocios de otra facción.
Esta
puja entre beneficiados y desplazados es permanente y determina la
inestabilidad, también permanente, de los acuerdos, las alianzas, las
representaciones políticas, los beneficios y las pérdidas según quien tenga más
fuerza para imponerse en lo que, en definitiva, es el arrebato desmadrado de
una clase parasitaria y que, a través del Estado, se apropia de la riqueza que
el conjunto social produce.
Mientras,
esa clase parasitaria organiza las fuerzas represivas con claras definiciones
sobre dónde dirigirlas: su planificación NO se dirige a solucionar problemas de
la población, sino a impedir y reprimir las luchas en sectores estratégicos de
la economía. Y mientras también, los trabajadores nos formamos, nos movilizamos
y nos organizamos para mejor enfrentar el
maldito caos a que nos conducen estos parásitos.
Desde Rosario
Militante Social
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