RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

sábado, 18 de octubre de 2025

BRADEN O PERÓN; FUERZA PATRIA O DONALD TRUMP - PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

 

BRADEN O PERÓN; FUERZA PATRIA O DONALD TRUMP

 


 

Desde Buenos Aires, saludo a los oyentes de El Club de la Pluma

 

“Para entonces, las seccionales de toda la capital informaban que miles de personas se reunían en varios puntos de la ciudad para marchar hacia la casa de gobierno (…) A las 16, las puertas de la Casa de Gobierno fueron cerradas (…)”. Esto se puede leer en el diario Clarín.

 

“Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda (…) Era el subsuelo de la patria sublevado (…)” De esta forma reflexionaba Raúl Scalabrini Ortíz.

 

“El malón peronista que azotó al país ha provocado rápidamente la exteriorización del repudio popular (…) Se plantea para los militantes de nuestro partido una serie de tareas: la higienización democrática y la clarificación política (…) Es decir, barrer con el peronismo y todo aquello que de alguna manera sea su expresión (…)” Esto se puede leer en un Manifiesto del Partido Comunista.

 

Todas estas fuentes tienen en común su referencia al 17 de octubre de 1945, Día de la Lealtad para los peronistas y una página de pesadilla para la oposición. Pero la Historia no sólo debe dar cuenta de los hechos sino también de los procesos en los que se insertan. Vale entonces preguntarse cómo llegamos a ese día que, para muchos, de un lado y del otro, marcó nuestro destino para siempre.

 

La Argentina peronista no es ajena ni al impacto de la crisis de 1929 ni a los efectos de la Segunda Guerra Mundial, como tampoco es indiferente a la forma en que los sectores políticos y económicos dominantes reaccionaron ante esos hechos ni al conjunto de intereses y objetivos que distintos actores tejieron entre sí.

 

Acuciados por un contexto internacional desfavorable, la restauración conservadora de los años 30 inició un proceso de industrialización que siempre consideró transitorio. Pero la crisis económica empalmó con la Segunda Guerra mundial y el proceso se extendió, modificando profundamente no sólo las instituciones del estado liberal sino la estructura misma de la sociedad. El Estado adquirió un carácter marcadamente intervencionista y la clase obrera aumentó su tamaño, mientras un fuerte movimiento de migración interna la concentró en las principales ciudades. Según señala Luis Beccaria, la pobreza estructural aumentó en las grandes ciudades y las remuneraciones reales se mantuvieron en niveles más bajos que antes de la crisis. De ello dan cuenta los picos de huelgas que marcaron los años comprendidos entre 1936 y 1942.

 

A la exclusión social de los sectores trabajadores se sumaba otra de carácter político que afectaba a toda la ciudadanía. El fraude y la corrupción del régimen, donde no faltaron ni los grandes negociados ni el asesinato de un senador en pleno Congreso, dañaban seriamente el sistema de representación, convirtiendo a los sucesivos gobiernos en meros portavoces de los intereses de unos pocos. Pero a esa Argentina, que había pasado la mayor parte de su historia mirando a Europa, no le faltaron tampoco los conflictos derivados del enfrentamiento bélico. La vieja oligarquía, anglófila desde siempre, no ocultaba sus deseos rupturistas con el Eje. Pero a ella se enfrentaba un fuerte sector nacionalista, algunos fervientes admiradores del régimen nazi. A los argentinos desmemoriados habría que recordarles que el mayor acto en apoyo de los nazis fuera de Alemania se realizó en Buenos Aires en abril de 1938, bajo los auspicios del presidente radical Roberto Ortiz. Fue en el Luna Park donde, en un escenario decorado con cruces esvásticas, se ubicaron los anfitriones: el conservador Manuel Fresco, gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y Roberto Noble, quien años más tarde fundará el diario Clarín.

 

Es en medio de estas tensiones que se produce el golpe militar que, el 4 de junio de 1943, puso fin a la “Década Infame”. Golpe confuso que, justamente por carecer de un proyecto político definido, contó con el apoyo de los más variados sectores, a los que sólo unía la férrea oposición a la candidatura de Robustiano Patrón Costas. Esta heterogeneidad, que fue a la vez su fuerza y su debilidad, explica la incoherencia y la inestabilidad que caracterizó al nuevo gobierno. Y, en este marco confuso, fue un grupo de coroneles, el GOU, el que empezó a definir los contornos de los nuevos tiempos que se avecinaban. En materia económica, defendían la industrialización, hija de la crisis y de la guerra, conscientes de que su desmantelamiento acarrearía una hecatombe social. En este sentido, el nombramiento de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión, cambió radicalmente la titubeante política del gobierno.

 

Si bien es cierto que a partir de este cargo Perón construyó gran parte de su poder político, no es menos cierto que, a principios de 1944, su relación tanto con los sindicatos como con el mismo ejército estuvo marcada por la desconfianza. Desconfianza a la que se sumó la oposición cada vez más enconada de la oligarquía tradicional, la UIA y la Bolsa de Comercio. En un discurso que pronunció ante esta última el 25 de agosto de 1944, Perón expuso las principales ideas que orientaban su práctica: regulación estatal y organización sindical para canalizar la conflictividad y evitar enfrentamientos sociales y políticos de gravedad. Una alianza de clases que convocaba a la elite argentina. Poco más de un año después, estaba preso.

 

Su política social se profundizó a partir de mayo de 1944. Paralelamente, el discurso de la patronal se endureció, acusando al peronismo no sólo de instigar la lucha de clases y la “agitación subversiva” sino de ser la versión vernácula del nazismo alemán. El punto álgido de este enfrentamiento fue la Marcha de la Constitución y la Libertad, el 19 de septiembre de 1945. Exigían el alejamiento de Perón y el traspaso del poder a la Corte Suprema. Si bien asistieron conservadores, radicales, socialistas y comunistas, la presencia que no debemos olvidar, como organizador y partícipe activo de esa manifestación, es la del embajador de EEUU en Buenos Aires, Spruille Braden.

 

El convulsionado escenario donde se gestó el peronismo no estaría completo sin considerar los cambios geopolíticos derivados de la creciente hegemonía de EEUU y su intención de modelar nuestro destino según la lógica de sus intereses. Las presiones contra la neutralidad argentina se habían hecho sentir ni bien iniciado el gobierno militar. El 1 de noviembre de 1943 ordenan un bloqueo económico contra Argentina que incluyó la inmovilización de nuestro oro depositado en EEUU. El alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, expresaba: “Hay que tomar de las solapas a la Argentina y preguntarle si está con nosotros o contra nosotros”. Tampoco era de su agrado un país con fuerte presencia del Estado, con perfil industrialista y trabajadores organizados, que limitara el accionar del capital extranjero. Por eso, aunque nuestro país rompió relaciones con el Eje en enero de 1944, el gobierno norteamericano pidió abiertamente a los países de América Latina retirar sus embajadas de Buenos Aires. Y el 26 de septiembre los barcos mercantes norteamericanos recibían la orden de no tocar puertos argentinos. En la Conferencia de Yalta, celebrada en febrero de 1945, Roosevelt afirmaba: “El pueblo argentino es bueno, pero de momento, hay hombres equivocados en el poder”. Y para salvar esta “equivocación” estaba Braden que, sin preocuparse demasiado por las formas, comenzó a intervenir de inmediato y abiertamente en la política argentina. Realizó giras por el interior, se reunió con figuras de la oposición y presidió los actos más violentos contra el gobierno. Según se puede leer en documentos diplomáticos británicos, EEUU considera a la Argentina “un foco de oposición hacia su hegemonía en América del Sur” y su hostilidad persistirá “independientemente del gobierno que invista el poder, a no ser que tal gobierno se subordine totalmente al de los EEUU”.

 

Después de la Marcha por la Constitución y la Libertad, los hechos se sucedieron como un huracán. Perón debió renunciar y fue encarcelado en Martín García. A tal punto vivió la oposición este triunfo que el radical Amadeo Sabattini no dudó en expresar: “Perón está terminado”. Y esto me recuerda un titular del diario el País de España luego de las últimas elecciones en la provincia de Buenos Aires: “En Argentina, no es buena idea dar por muerto al peronismo”. El 14 de octubre, la CGT declara una huelga general para el 18 pero las bases, desbordando a la dirigencia, se movilizaron masivamente el 17 exigiendo la libertad de Perón. Consiguieron no sólo su liberación, sino que el 24 de febrero de 1946 y bajo la consigna “Braden o Perón”, aplastaron las ilusiones de la opositora Unión Democrática y lo convirtieron en Presidente.

 

Adhiero aquí a las palabras de Marcos Schiavi: “La movilización social es el motor que empuja políticas de transformación; porque sin la sociedad y sus organizaciones no hay política transformadora”. Si de algo dotó el peronismo a los sectores populares, fue de una gran capacidad para articular sus derechos y defenderlos en la arena política. Y es esta capacidad la que debe desplegarse hoy en defensa de una Argentina soberana, industrialista y con justicia social; que ponga freno al saqueo, al endeudamiento y a la entrega de nuestros recursos; que nos devuelva la dignidad y el orgullo nacional pisoteado por los cipayos de siempre. Hoy no es “Braden o Perón”: es Fuerza Patria o Donald Trump. Y los argentinos sabemos qué hay que hacer.

 

Un gran abrazo a todos los oyentes de El Club de la Pluma

 

PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

Profesora de Historia - Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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