MITOS,
NARRATIVAS Y SU IMPACTO EN EL DESARROLLO HUMANO
PARTE 3
Queridos
compañeros, amigos y oyentes de El Club de La Pluma, desde Colombia los saluda
Mauricio Ibáñez, con nuestro acostumbrado abrazo por la hermandad
latinoamericana.
Mientras desarrollábamos este
tema de los mitos y narrativas y cómo éstos han marcado retrocesos importantes
– y graves – en el desarrollo de la humanidad, ocurrieron dos sucesos que
muestran el escalamiento de este fenómeno: el asesinato de un joven influencer
norteamericano de nombre Charlie Kirk, y el discurso catastrófico de Donald Trump
en la sesión plenaria de la ONU. En ambos casos ha sido evidente la
radicalización de la neo-inquisición que, en nombre del supuesto “amor de
cristo”, está siendo utilizada como instrumento de odio y arma de guerra por la
extrema derecha. Declaraciones como la de Paula White, tele evangelista y
asesora espiritual de la Casa Blanca, quien dice abiertamente “oponerse a
Donald Trump es oponerse a la voluntad de Dios” marcan el nivel de
fundamentalismo que se ha entronizado en ese país. En fin, este es un fenómeno
que tendremos que examinar con más detalle en los próximos programas.
Pese a esta realidad que se nos
viene encima, es imperativo que revisemos si existen razones para la esperanza.
Debemos aferrarnos a la posibilidad, por pequeña que sea u oculta que esté, de
rescatar el sentido de lo comunitario y de la verdadera democracia,
despojándola de los disfraces que han insistido en ponerle aquellos que la han
maltratado.
Resulta que no ha sido difícil
encontrar métodos de ejercicio de la democracia, resolución de conflictos y
gobernanza que promueven el desarrollo humano integral y el funcionamiento
eficaz de las comunidades. Son prácticas ancestrales que siguen vigentes en la
mayoría de las comunidades aborígenes en el mundo y que están basadas en la
aceptación, el respeto, el perdón, la gratitud y el amor, es decir, todos los
atributos que señalan cómo se ha dado la evolución humana de lo instintivo
hacia lo racional, y que están ocultas a la vista en un mundo que se acostumbró
al odio y la violencia de nuestros tiempos.
Para citar tan sólo unos
ejemplos, podemos empezar por una práctica ancestral hawaiana de sanación
espiritual y resolución de conflictos llamada “Ho’oponopono, que se basa en el
perdón, la reconciliación y el amor. El término más aproximado en nuestro
lenguaje sería “corregir un error” o “hacer lo correcto” y no requiere de
rituales ni ceremonias. Es más bien un proceso de reflexión colectiva que
elimina el miedo y la culpa como factores de castigo.
En América Latina, las comunidades
indígenas desarrollaron a lo largo de los siglos sistemas propios de gobierno y
resolución de conflictos, basados en valores ancestrales, solidaridad y
participación colectiva. Estos modelos, aunque frecuentemente invisibilizados
por los sistemas estatales, muestran una riqueza y una eficacia que merecen ser
reconocidas y estudiadas a profundidad.
La democracia en contextos
indígenas no se ajusta a la concepción occidental de sufragio universal y
representación parlamentaria. Se fundamenta en la participación directa, la
asamblea comunitaria y el consenso. Las decisiones importantes suelen tomarse
en reuniones abiertas, donde todos los miembros tienen voz y voto, y se busca
la armonía antes que la imposición de una mayoría simple. En comunidades que
vienen manejando este tipo de prácticas desde hace cientos de años, alcanzar el
consenso colectivo no es tan difícil como nos parece a quienes lo observamos
desde fuera.
Por ejemplo, en los pueblos Quechuas,
Ingas, Kamsá y Aymaras de los Andes, la “Ayllu”, la “Minka” o la “Minga” representan
formas de organización donde la toma de decisiones es colectiva y orientada al
bienestar común. En la Amazonía, los pueblos como los Shuar, Awá,
Murui-muinane, Yanomami y los Asháninka, entre muchos otros, recurren a
consejos de ancianos y líderes espirituales para orientar la vida comunitaria y
resolver disputas.
Los métodos de
resolución de conflictos en comunidades indígenas suelen priorizar la
restauración de la armonía social sobre el castigo. La mediación, el diálogo y
la reparación son elementos centrales. Los “mayores” o sabios de la comunidad
desempeñan un papel clave como mediadores, guiando el proceso y asegurando que
se respeten los valores y tradiciones. En los pueblos Wayuu del norte de
Venezuela y Colombia, las disputas entre clanes se solucionan mediante la
intervención de un “palabrero”, un sabio que actúa como intermediario y juez
imparcial hasta lograr acuerdos que sean beneficiosos para todos.
En la Sierra Nevada de Santa
Marta, los pueblos Arhuaco, Kogi y Wiwa utilizan rituales y consultas
espirituales para restablecer el equilibrio cuando surgen problemas. La
justicia indígena reconoce el daño causado y trabaja para restaurar las
relaciones entre los involucrados, evitando la exclusión o la cárcel como
primera medida.
A pesar de la fortaleza de sus
sistemas propios, las comunidades indígenas enfrentan desafíos derivados de la
imposición de modelos jurídicos estatales y la falta de reconocimiento de la
jurisdicción indígena. La coexistencia de sistemas legales genera tensiones,
especialmente en casos de delitos graves o en la defensa de sus territorios
frente a intereses externos. Los gobiernos, especialmente los conservadores,
son esencialmente colonialistas y buscan imponerles sistemas de justicia y
resolución de conflictos que terminan beneficiando intereses particulares
lejanos a los de los de los pueblos ancestrales.
Sin embargo, en países como
Bolivia y Ecuador se han realizado avances legales que reconocen la autonomía y
la justicia indígena como parte del sistema nacional. Esto ha permitido una
mayor articulación entre las formas ancestrales y los marcos estatales, aunque
persisten retos en la implementación práctica y el respeto a la diversidad
cultural.
La democracia y la resolución
de conflictos en las comunidades indígenas de América Latina constituyen
modelos alternativos basados en la participación, el consenso y la búsqueda de
la armonía. Su reconocimiento y fortalecimiento no solo contribuyen a la
justicia social, sino que enriquecen la comprensión de la democracia y la
gestión de conflictos a nivel mundial. Respetar y aprender de estas prácticas
es fundamental para construir sociedades más inclusivas y equitativas.
En nuestra patria grande
tenemos mucho que aprender de nuestros antepasados, y contamos con las
herramientas para establecer nuevos paradigmas de gobierno, democracia,
justicia y resolución de conflictos. Tenemos por delante la difícil tarea de
descolonizar nuestras mentes y avanzar en una única agenda latinoamericana.
Un abrazo compañeros, nos vemos
la próxima semana.
MAURICIO
IBÁÑEZ – Desde Colombia -Biólogo
Especialista
En Estudios Socio-Ambientales
PARA SABER MAS
·
Ho’oponopono:
Psicología y Mente
https://psicologiaymente.com/vida/hoponopono
·
La
Disputa y la Palabra: Weilder
Guerra
·
Derecho
Indígena y Resolución de Conflictos: Urvio
https://www.redalyc.org/pdf/5526/552656563009.pdf
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