AL RESCATE DE LA VERDADERA DEMOCRACIA
Apreciados compañeros, amigos y oyentes de El Club de la Pluma, desde
Colombia los saluda Mauricio Ibáñez, con nuestro acostumbrado abrazo por la
hermandad latinoamericana.
La democracia, entendida como
el sistema político en el que el poder reside en el pueblo y se ejerce
directamente o a través de representantes elegidos por el mismo, ha sido uno de
los logros más trascendentales en la historia de la humanidad. Su esencia
radica en la participación libre y equitativa de las personas en los asuntos
públicos, garantizando derechos y libertades fundamentales.
El término “democracia”
proviene del griego “demos”, que significa pueblo, y “kratos”, que significa
poder o gobierno. Sus raíces se encuentran en la antigua Grecia,
particularmente en la ciudad-estado de Atenas durante el siglo quinto antes de
la era cristiana, donde las y los ciudadanos se reunían en grandes asambleas
para decidir sobre leyes y políticas. Ese modo de participación pública
enfrentó limitaciones, ya que solo una parte de la población podía participar,
pero sentó las bases para una serie de ideas y prácticas que evolucionarían con
el paso de los siglos.
A lo largo de la historia, la
democracia ha atravesado diferentes etapas: desde las formas directas en las
polis griegas, pasando por las repúblicas romanas, hasta llegar a los sistemas
representativos modernos. En el siglo XVIII, los movimientos revolucionarios en
América y Europa, inspirados por el pensamiento ilustrado, impulsaron la creación
de constituciones y la consagración de derechos individuales. La Declaración de
Independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa marcaron hitos en la
expansión del modelo democrático, fomentando la idea de gobiernos legítimos
basados en el consentimiento y participación de las personas gobernadas.
En el presente, la democracia
se manifiesta en diversas formas alrededor del mundo, con sistemas
parlamentarios, presidenciales y mixtos. Si bien enfrenta desafíos y amenazas,
sigue siendo el referente principal de aspiración colectiva para construir
sociedades más justas, incluyentes y libres, donde prevalezca el diálogo y la
pluralidad sobre la imposición y la arbitrariedad.
Paralelamente al crecimiento y
desarrollo de las formas de participación propias de las democracias como
método de procurar el bienestar de toda la población mediante el ejercicio de
la política, también fueron tomando forma el capitalismo, originado como una
transición del feudalismo entre los siglos XIII y XVII con la acumulación de
riquezas como eje de la economía, y posteriormente el capitalismo comercial y
la revolución industrial aseguraron el surgimiento de clases sociales con un
nuevo catálogo de distorsiones basadas en el abuso de los derechos de los más
pobres por parte de los más ricos, soportado en el uso de religiones como
método de control del descontento popular. Una historia mucho más compleja y
con más ramificaciones de lo que podríamos abarcar en este programa.
El manoseo descarado y la
distorsión total del concepto y espíritu de la democracia se dio en los siglos
XX y XXI, de la mano de los Estados Unidos y sus doctrinas imperialistas, todas
al servicio de los grandes capitales y el mercado, al punto que estuvieron a
punto de convencer al mundo que los inventores, precursores y policías de la
democracia eran ellos, y sólo ellos.
Y en esa calidad de supuestos
abanderados, destrozaron de un tajo, como Alejandro Magno con el intrincado
nudo Gordiano en Frigia, el complejo e intrincado significado de la democracia,
reduciéndolo a un término prostituido por ellos, simplificado y humillado a un
simple “Democracia significa lo que nosotros queremos que signifique, nada
más”.
Y con ese concepto se nos
vinieron encima sus agencias, quitando y poniendo gobiernos a su acomodo, imponiendo
sobre nosotros su guerra fría contra su enemigo, el satanizado “comunismo”, con
su estrategia de distracción y su muerte colosal, eliminando toda resistencia y
sometiendo a américa latina a su autoridad geopolítica. Con esa palabreja nos
hicieron tragar sapos muy amargos hasta que, llenos de rebeldía, dejamos de
creer en ella.
Pero la democracia como
concepto, como principio, no era el problema. Nos dimos cuenta de ello cuando
el capitalismo, ahora en manos del crimen organizado y con empresarios,
políticos, gobiernos, fuerzas armadas y hasta iglesias como sus súbditos,
inició una nueva dictadura basada en la economía. Con dinero y los más
perversos métodos de manipulación comenzaron a romper la resistencia de los
rebeldes y los invitaron al club del narcotráfico, el contrabando, la
explotación ilegal de minerales preciosos, la trata de personas y el lavado de
sus lucrativos negocios a través de empresas supuestamente legítimas… un cáncer
que fue creciendo y esparciéndose en forma sutil por toda la sociedad, y sin
ningún tipo de control, con la ayuda de los medios de su propiedad y sus redes
sociales.
Ese crimen organizado sin
rostro, representado en una casta política corrupta que hace lobby por los
empresarios que lavan su dinero y se llenan sus bolsillos mientras destruyen el
planeta sin que parezca que hay marcha atrás, se está encontrando con un nuevo
tipo de resistencia: han sido identificados, descubiertos, expuestos, y nos
están forzando, a punta de cansancio, a salir a las calles y a utilizar las
redes sociales en su contra. Ya son muchos los escándalos que la prensa
hegemónica no alcanza a ignorar o esconder antes que nos enteremos y
reaccionemos. Los últimos estallidos sociales en américa latina han demostrado
que desde el pueblo tenemos una capacidad creciente de reacción, y estamos
creando nuevos modelos de resistencia que, poco a poco, se han ido convirtiendo
en fuertes movilizaciones populares que, a la larga, terminan convirtiéndose en
caudales electorales y eligiendo nuevos gobiernos, algo que tiene asustado al
neo-imperialismo criminal, el cual ya no se esconde detrás de políticos y
gobiernos títere… se está quitando las máscaras y atacando de frente, con lo
que está dejando ver los rostros que lo representan: Milei, Boluarte, Noboa,
Bukele, Trump… gobiernos que mienten descaradamente, manipulan sus
estadísticas, encarcelan a sus opositores y eliminan programas sociales para
fortalecer las capacidades de un sector privado que lava, servil, el dinero de
las mafias con el cuentico de la “economía de mercado”. Ellos, que no quieren
controles, que no obedecen más reglas que las que ellos mismos impongan, que
destruyen la ciencia para poder negar los irreversibles impactos sociales y
ambientales de su cadena de crímenes, se llaman a si mismos “libertarios”.
Ellos, que son esclavos útiles de una mafia sin rostro que los maneja a su
antojo, son el enemigo por derrotar.
Ya lo hemos hecho, y lo
seguiremos haciendo, cada vez con mayor organización, entendiendo con mayor
claridad cómo debemos copar a punta de pueblo, todos los espacios posibles. En
Colombia aprendimos que no basta con elegir presidente, por bueno que sea.
Debemos asegurarle mayorías en el Congreso. En México aprendimos que no solo
había que tener mayorías en gobierno y congreso, también había que copar y
limpiar el sistema judicial… En Venezuela aprendimos que gobierno y congreso no
avanzarían si no copábamos los espacios políticos locales y regionales. Hemos
tenido reveses en Bolivia, Argentina, Perú y Ecuador, pero hemos aprendido
mucho y es mucho lo que podemos hacer.
Lo primero era rescatar el
concepto de democracia participativa y en eso estamos. Lo que sigue es rescatar
nuestras naciones de los criminales que las tienen secuestradas y las están
violando. Vamos a educarnos unos a otros para sostener con fuerza la bandera,
con la verdadera democracia como un solo brazo de acero.
Hasta la próxima semana,
compañeros.
MAURICIO
IBÁÑEZ – Desde Colombia -Biólogo
Especialista
En Estudios Socio-Ambientales
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