RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

viernes, 19 de abril de 2024

LA CLASE MEDIA SUICIDA - PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

 

LA CLASE MEDIA SUICIDA

 

 

 Soy Lidia Rodríguez Olives y, desde Buenos Aires, saludo a todos los oyentes de El Club de la Pluma

 

 Hace unos días, en un bar cerca de casa, escuché una conversación entre dos personas. Una de ellas, abogado de unos 50 años, se quejaba del aumento brutal de las prepagas. Con una enfermedad pre existente, no podía bajarse, pero ya era imposible pagar la cuota. También se quejaba de los aumentos de luz y gas. Su madre, decía, vive sola. Pagaba 3 mil de luz y, en la última factura, 9 mil. Siguió con el celular: 80 mil pesos por un pack familiar. Después le tocó el turno al auto y al costo de mantenerlo, con la nafta que sube sin parar, el seguro, la patente y todo lo demás.   Cuando terminó de quejarse, el abogado remató: “Yo no tengo ningún problema con el “flaco”. Lo voté y lo banco. Pero hermano: solucioname, algún quilombo!!!”. Y se me cruzó por la cabeza Luis Brandoni, en esa recordada escena de Esperando la Carroza: “Ahí lo tenés al pelotudo”. Porque hay que ser pelotudo para no entender todavía que el “flaco” que votaron no va a solucionar los problemas de la clase media: está ahí para hacerla desaparecer; para continuar el modelo iniciado en 1976 y arrojarla a la pobreza. Sorprende que no terminen de avivarse…

 

 Milei admira a Carlos Menem. Y eso no es casual. Menem llegó a la presidencia el 8 de Julio de 1989 prometiendo la “revolución productiva”. Pero alcanzó con escuchar su discurso de asunción para entender que “algo olía mal en Dinamarca…”

 

 Su esquema argumental apeló a una serie de recursos que se han convertido en todo un evangelio para la derecha: se recibe una “pesada herencia”; son necesarios fuertes sacrificios que nos llevarán a un futuro promisorio (algo así como la luz al final del túnel…); la magnitud de la crisis requiere “soluciones novedosas” (no más de lo mismo); y hay que hacer “cirugía mayor”. Afirmaciones todas que no lograron ser compensadas ni con su referencia al “salariazo” ni con su apelación a la tradición peronista. Su discurso culminó con una fuerte interpelación religiosa: Argentina, porque era pecadora, debía redimirse; y él, como guía iluminado (o embajador de la luz…), haría que se levante y ande…

 

 A la hora de analizar la Historia Argentina reciente, existen ciertos consensos. Uno de ellos es considerar la dictadura de 1976 como el inicio de un cambio drástico en las estructuras políticas, sociales y económicas de nuestro país. Otro, que independientemente del gobierno de turno, esos cambios se han ido profundizando con el correr del tiempo. No se trata entonces de partidos políticos sino del modelo que se aplica.

 

 El menemismo inició un vasto y acelerado programa de reformas estructurales, facilitadas por la rápida sanción (con los votos radicales) de las leyes de Reforma del Estado y de Emergencia Económica. En poco tiempo, se removieron diversos mecanismos regulatorios; se liberalizaron el mercado de cambio y los flujos financieros; se suprimieron controles de precios; se estableció la apertura externa de la economía, permitiendo el ingreso de importaciones sin consulta ni autorización previa. Mientras se reconocía a “las fuerzas del mercado” como asignadoras naturales de recursos, el Estado retrocedía y se debilitaba su capacidad de intervención. Paralelamente, también se desreguló el mercado de trabajo, lo que implicó la pérdida de conquistas laborales de vieja data. Continuó así las políticas iniciadas en 1976, como harán más tarde la Alianza, el macrismo y ahora Milei. Pero también se propuso avanzar en los “legados truncos” de la Dictadura, por ejemplo, las privatizaciones.

 

 Los argumentos utilizados constituyen un clásico de la derecha liberal. El excesivo intervencionismo estatal y las múltiples regulaciones son las causas de las “imperfecciones” del mercado. Porque, al obturar su desarrollo, impiden que actúe optimizando la asignación de recursos. Vender las empresas públicas y desregular libera la competencia y favorece el bienestar general. Se lo escuchamos a Menem, a Macri y a Milei. Sin embargo, esas afirmaciones implican un absoluto desconocimiento del “mundo real”. La Dictadura ya había concentrado en mucho la economía. Y las privatizaciones no hicieron otra cosa que profundizar el proceso. La venta de empresas como SOMISA, Altos Hornos Zapla, Fabricaciones Militares, el Polo Petroquímico Bahía Blanca y las fábricas de YPF dejó en manos de pocos actores insumos básicos relevantes, como los petroquímicos, la refinación de petróleo y la siderurgia, favoreciendo a empresas como Garovaglio y Zorraquín, Indupa, Pérez Companc, Soldati y Techint.

 

 Hoy, sólo esta última puede proveer los caños para Vaca Muerta que, con la tuya, pagamos por encima del precio internacional. Lo mismo ocurrió con las empresas de servicios privatizadas, que terminaron conformando verdaderos monopolios artificiales con usuarios cautivos. Cautivos como estamos hoy de la cartelización de las prepagas; de SC Johnson, que concentra el 97% del mercado de repelentes en el AMBA, no produce más porque no quiere, el Estado se borró del control y la regulación, y a vos que te pique el dengue…Cautivos también del tarifazo de luz y gas que se nos viene encima. Porque desregular la economía en mercados monopólicos no deriva en libre competencia sino en ganancias extraordinarias de unas pocas empresas, obtenidas a costa del empobrecimiento de la sociedad. Cada vez que suben los precios a su antojo, parte de tu salario se transfiere a esas empresas en forma de ganancia.

 

 Menem continuó la línea de desindustrialización iniciada en 1976. Según los censos, con la Dictadura desaparecieron 8500 PYMES y más de la tercera parte de las plantas con más de 300 ocupados que existían a mediados de los ´70. Continuando estas políticas, en 1993, se registraron 10 mil unidades fabriles menos que en el censo anterior. Esto implicó una fuerte expulsión de trabajadores y, junto con la reducción del empleo público derivada de la Reforma del Estado, explican la tasa de desempleo, que alcanzó el 20% en 1998. Con semejante “ejército de reserva” los salarios bajaron drásticamente. Entre 1988 y 1998, el personal bajo convenio había perdido el 30% de su salario; los docentes, el 20%; y los docentes universitarios, nada menos que el 45%. A ver si entendemos de una buena vez que 70 mil trabajadores expulsados del Estado, implica menor salario para los que aún tienen empleo…

 

 Si a alguno no le alcanza con esto para saber quiénes son ganadores y perdedores en este modelo, podemos ver qué pasó con los impuestos. La Convertibilidad hizo imposible financiar el déficit con emisión: había que recaudar más. Menem modificó el IVA, que fue generalizado y pasó primero al 16% y luego al 21%. En 1989, representaba el 1,6% del PBI; en 1998, el 6,3%. Pero disminuyeron los impuestos al patrimonio y los aportes previsionales de las empresas. Se redujo notoriamente el piso de ganancias, que terminó gravando a trabajadores de modestos ingresos, como proyecta Milei ahora.

Y después de todo esto, ¿vimos la luz al final del túnel? Ya deberíamos haber aprendido que al final del túnel neoliberal no hay luz sino una crisis fenomenal. Entre 1990 y 1999, la balanza comercial fue, durante 6 años, deficitaria. Porque si el país se primariza, destruye el tejido productivo y abre las importaciones, no hay magia: ocurre eso. Tampoco nos fue mejor con la deuda externa. En 1991 era de D61.334 millones y representaba el 33,1% del PBI. En 1999 había ascendido a D152.563 millones y ya representaba el 54% del PBI. Mientras tanto, creció la fuga de capitales, que pasó de D60.416 millones a D106.966 millones. Y la famosa Convertibilidad, sostenida artificialmente por los dólares de las privatizaciones, terminó volando por los aires en 2001, cuando ya no había ni créditos ni empresas que rifar. Con 50% de pobres, el aparato productivo arrasado, una deuda impagable, el sistema financiero como articulador de la economía y un Estado inexistente, la derecha pensó su triunfo asegurado: el modelo parecía irreversible. Pero entonces ocurrió el “hecho maldito” que tanto los espanta: volvió el peronismo. Y lo hizo en su mejor versión.

 

 El Kirchnerismo implicó un quiebre histórico y un cambio en la tendencia económica que se venía registrando en el último cuarto del SXX. Y aunque no logró romper la estructura dominante (por ejemplo, en lo que hace a la concentración y centralización de la producción y el capital), inició una etapa de crecimiento acelerado y prolongado como no se veía desde el decenio 1964/1974, con efectos positivos en la inclusión social y en la diversificación productiva. El Estado recuperó capacidades para orientar el desarrollo económico. La industria superó el estancamiento y pudo producir más y generar empleo. Y el dato que más le duele a la derecha: de ser, durante casi 30 años, el país con mayor retroceso relativo de América Latina, Argentina se ubicó entre los de mejor desempeño en términos de inclusión social y laboral. Y les duele porque significa que la riqueza se distribuye de manera horizontal, se frena la concentración, se reduce la pobreza y se amplían las clases medias. Y por eso que les arrebató “la década ganada” volvieron hoy más violentos que nunca.

 

 Tal vez fue un error poner la atención en el aumento de la pobreza en lugar se señalar la permanente reducción de la clase media. Quizás así el abogado cincuentón, el jubilado, el docente, el comerciante y el inquilino hubiesen entendido con más claridad que los pobres no caen del cielo: aumentan en la misma proporción en que ellos se extinguen. Tal vez (y sólo tal vez…) esa comprensión los hubiese vuelto más racionales y menos gorilas. Pero son muchos los que todavía persisten en empujarnos a esta hecatombe social que destruye todo. Lo que no están viendo es que Milei los tiene en la mira. Y si no reaccionan, sólo es cuestión de tiempo para que, con otro DNU, los haga desaparecer…

 

 Desde Buenos Aires, abrazo a los oyentes de El Club de la Pluma.

 


PROF. LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES

Profesora de Historia

 Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO

 

 

 

 

 

 

 

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios: