REFLEXIONES SOBRE LA PROTESTA Y LA REPRESIÓN
Desde Buenos
Aires, saludo a todos los oyentes de El Club de la Pluma. Soy Lidia Rodríguez
Olives
La columna de hoy
va más allá de la intención de rescatar la memoria o reconstruir el pasado. No
quiere sólo escribir renglones ocultos y borrados. O reflexionar y esclarecer un
tema puntual. Hoy comparto con ustedes la bronca, la indignación, la rebelión,
el desprecio y el asco que me producen una sociedad que ha decidido,
nuevamente, escribir con sangre su Historia.
Repasar las
imágenes de lo ocurrido en la marcha de los jubilados debería eximir de
cualquier explicación, análisis o conclusión. Ellas hablan por sí mismas. Pero
esto no ocurrirá en Argentina. Acá, la muerte, la violencia y la represión se muestran
impunes y a cielo abierto, y nadie parece responsable. Nadie se hace cargo de
un presente que es hijo del pasado, de un régimen fascista construido
laboriosamente a lo largo del tiempo, de una sociedad incapaz de poner a tiempo
frenos políticos, judiciales e institucionales.
La Historia nos
muestra una Argentina que, desde siempre, ha ido demoliendo sin pausa el Estado
de Derecho. Tuvimos fraude, golpes de Estado, fusilamientos y proscripción;
Plan CONINTES, Pacto de Olivos, Década Infame y Terrorismo de Estado; jueces
por decreto, exiliados, desaparecidos y presos políticos; Congresos funcionando
como verdaderos mercados persas, presidentes con delirios mesiánicos y
constituciones derogadas por decreto; y una justicia devaluada que convalidó
todos los golpes y cajoneó amparos, aliada siempre del poder más concentrado y
reaccionario, convertida en una casta que prohíbe hoy el acceso público a su
declaración de bienes y se exime también del pago de ganancias. Hemos
normalizado la anormalidad.
También hemos
entronizado el odio como disparador de nuestras preferencias políticas y de
nuestras pasiones, como vara que mide quién puede vivir y quién debe morir. El
odio nos vuelve ciegos, al punto de votar monstruos; inconscientes de nuestra progresiva
brutalidad y de nuestra barbarie. ¡¡¡Vivan
el cáncer, Roca, Massera, Ramón Falcón y Milei!!! Matemos mapuches, obreros y
militantes; fusilemos en descampados, bombardeemos plazas y reprimamos;
prohibamos la protesta, la opinión y el disenso; detengamos sin causa,
torturemos y hagamos desaparecer. Y hagámoslo impunemente porque, finalmente,
son peronistas, kukas y barrabravas; planeros, militantes y trabajadores; son
la escoria originaria que, por suerte, barrieron Colón, Roca y Patricia
Bullrich; son un puñado de jubilados manipulados por zurdos de mierda;
subversivos, desestabilizadores y delincuentes; son los que se oponen al orden
de un país civilizado. Y de su suerte son responsables porque, seguramente,
algo habrán hecho…
En una sociedad
que mira con indiferencia la degradación de sus instituciones y que odia hasta
la destrucción, la tarea del periodismo ensobrado de hoy, bruto y bárbaro en
palabras de Alberdi, es cosa fácil. Así, resentidos, reaccionarios y fascistas
consumen hasta hartarse que la señora de 80 años “se cayó sola” o fue quien
agredió primero al policía; que los hinchas de fútbol que acompañaron la
protesta de los jubilados son todos “barrabravas” violentos, mientras olvidan,
en cambio, que sí fueron barrabravas los de Chacarita que, transportados en
camiones por el mismísimo Barrionuevo, acompañaron el acto de Milei en Parque
Lezama en septiembre de 2024. Aceptan que la protesta tiene como único fin y
último voltear al gobierno; que la dupla Javier/Karina no es de mafiosos y
estafadores sino de gente ingenua pero honesta, interesados ambos en salvar al
país; que la desaparición de la Obra Pública es sinónimo de ahorro y austeridad
y no el desvío de recursos para timbear en el mercado financiero; que empapelar
la República con decretos nombrando jueces de la Corte, derogando leyes y concediéndose
un autopermiso para endeudarnos son excesos permitidos por necesarios y no
actos inconstitucionales que abonan el camino a la autocracia y el
totalitarismo; que un presidente de la Cámara de Diputados puede levantar una
sesión cuando y porque se le canta; que la inflación retrocede, los alquileres
bajan y los jubilados ganan más que nunca. Sólo la interpelación a la barbarie
con fuerte eco en la sociedad puede explicar que una Ministra se haya atrevido
a justificar la ejecución de un fotógrafo en plena protesta y que hoy pelea por
su vida en un hospital público, porque era militante kirchnerista o empleado de
la intendencia de Lanús. Es que el periodismo bruto, no interpela la razón sino
la oquedad de la inteligencia y los bajos instintos. Y, según Alberdi, nunca
será un ejercicio de libertad sino un delito.
Mientras una sociedad
envilecida les ayuda a sostener al régimen, el capital concentrado (responsable
último de todos los terrorismos y todas las represiones), tal como ocurrió bajo
el nazismo, hace sus negocios. Así, Telecom compró Telefónica, en una operación
sólo posible bajo la connivencia de un gobierno cuyas amenazas a los ricos no
tienen correlato en sus acciones. Magnetto se alzó de este modo con el 80% del
mercado de telefonía fija y el 61% de telefonía móvil; el 48% de internet en
los hogares y el 37% de la televisión por cable. Deberán saber entonces, como
consumidores, que abrazarse con odio a los titulares de Clarín no es gratis: en
breve lo verán en sus facturas…
Pero esto no
termina acá. Ni la represión de las protestas, ni los decretos, el
endeudamiento, la pauperización de los trabajadores y la extensión de la
pobreza serían posible sin la participación de otros actores. La CGT y el Poder
Judicial parecen no enterados de lo que ocurre y, si acaso se enteraron, no se
piensan responsables. Tampoco asumen el papel que, como instituciones, tienen
en el resguardo del Estado de Derecho y la defensa de la República. Y bajo la
lógica del mercado impuesta por este gobierno, donde todo se compra y se vende,
no seré la única que se pregunta cuánto cuesta esa inacción. O cuánto vale el
voto de un Diputado o un Senador que pasa valijas con dólares a Paraguay, que
cambia su voto de la noche a la mañana, que no puede hilvanar dos ideas, pero
sí puede darnos un vergonzoso espectáculo de pugilato en el Congreso. El
fascismo no es el delirio de un psicópata: es una construcción social, política
y también institucional.
Finalizada la
Segunda Guerra Mundial, la historiografía liberal alemana analizó el nazismo
como derivado de las obsesiones ideológicas de Hitler, que tuvieron un alto
grado de irracionalidad y un marcado sesgo autodestructivo. Se trataba entonces
de un caso único y excepcional. El nazismo se convirtió de este modo en
hitlerismo y el papel desempeñado por el resto de los actores (aquellos que
colaboraron y concedieron) quedó oculto bajo las sombras. Y serán esos actores
los primeros que, en Argentina, intentarán esquivar la justicia colocando toda
responsabilidad sobre los hombros de un presidente desquiciado. En democracia,
fuimos capaces de juzgar y condenar a los militares responsables del Terrorismo
de Estado. Pero hoy estamos pagando el precio de no haberlo hecho con los
civiles: empresarios, financistas, jueces y periodistas quedaron impunes,
dispuestos para pelear, desde las sombras, nuevas y cada vez más brutales batallas.
Ni Hitler, ni Videla ni Milei actuaron y actúan solos. Y si no somos capaces de
señalar y condenar a los secuaces, seguiremos derrapando en el lodo sobre el
que ya profetizó Mariano Moreno: mudaremos de tirano sin destruir la tiranía.
En este país
vandalizado afortunadamente existe la grieta. Sirve para separar los unos de
los otros, para señalar que no todos somos la misma mierda. Sembrar el terror y
dividir siempre ha sido la estrategia privilegiada del opresor. No les demos el
gusto. Plantemos cara allí donde las instituciones, los políticos y los sindicatos
han claudicado. Salgamos a la calle una y otra vez, y seamos siempre muchos
más. Por los jubilados, pero también por los trabajadores; por nuestras
universidades y nuestros científicos; por los que sufren y son olvidados; por
las minorías perseguidas; por los militantes estigmatizados; por nuestras
empresas nacionales y nuestra riqueza; por nuestro derecho a vivir en libertad,
pero con dignidad; por la defensa de la Constitución y el Estado de Derecho.
Que nuestro grito retumbe en todos los despachos de políticos, jueces y
sindicalistas. Que todos sepan que acá no se rinde nadie y que no daremos ni un
paso atrás. Porque tenemos principios que defender y banderas que enarbolar. También,
hijos y nietos que merecen un país mejor. De este lado de la grieta sabemos muy
bien que el que calla consiente. Y es por eso que esta lucha nos seguirá
encontrando en las calles.
Desde Buenos
Aires, les mando un abrazo enorme a todos los que escuchan El Club de la Pluma.
PROF.
LIDIA INÉS RODRIGUEZ OLIVES
Profesora
de Historia
Posgrado en Ciencias sociales por FLACSO
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