PREGUNTAS NECESARIAS
Intentaremos sintetizar en pocos minutos una
preocupación que debatimos hace mucho tiempo entre compañeros, y que
necesariamente deberá continuarse en futuras columnas. Quien escucha este
espacio puede saber que nuestra perspectiva de análisis está basada en la
contradicción fundamental entre capital y trabajo. Esta formulación ha sido
planteada en el siglo XIX, y desde entonces las condiciones estructurales del
sistema no han modificado esta contradicción fundamental. Hay, por supuesto,
muchos cambios tanto en el polo del capital (la existencia de un capitalismo
monopolista de estado, por ejemplo) como en el del trabajo.
Veamos el polo del trabajo. Hoy la dispersión de una solidaridad
ampliada -producto de la segmentación de los atributos
productivos de la clase obrera y la fragmentación de su reproducción como clase-, condena a buscar reconstruir microcosmos
tribales donde se reponga esa solidaridad colectiva mediante formas directas de
control y contacto dentro de grupos que podemos calificar de caleidoscópicos
que comparten vivencias o impresiones personales, de orden casi inmediato e
intransferible. Cada uno de ellos se repliega a reconstruir su propio sentido y
sociedad directa en miniatura. Participan de teorías conspirativas y del fin de
los tiempos, creen en el apocalipsis ecológico o recrean la sociedad cosechando
sus propios alimentos, usando sus propios tratamientos médicos, sus propias
evidencias, y hasta buscan perfeccionar el producto de estos cambios actuales
viendo en grupos que poseen vínculos imaginarios con sociedades precapitalistas
la semilla del futuro (nos referimos a cierto indigenismo presente en algunos
grupos o partidos).
El avance del protestantismo sobre el pueblo
católico revela sintéticamente lo que decimos: Las viejas iglesias católicas
que reflejan símbolos y rituales universales de un pueblo universal que se unía
por medio de éstos, van dejando paso a galpones o locales comerciales donde un
pastor toma contacto directo con su "rebaño particular" de fieles.
Donde el vínculo aparece contingente, personal, fragmentario y tribal. Como
sucede también en el aula con cada curso nuevo que hay que "ganarse"
para que escuche y respete al docente. O como en la política identitaria con
cada nicho "oprimido" que busca su propia "liberación"...
Puede encontrarse así, entonces, desde el cambio en la producción misma, una
manera de entender los fenómenos actuales observables en toda la sociedad. Pero
sostenemos que también puede leerse desde la acción del poder real (que en
nuestra época es el de las corporaciones y monopolios), que sin lugar a dudas
tiene un proyecto y un plan para sostenerse. En este punto hay lecturas
distintas y no necesariamente divergentes. Intentaremos plantearlas en forma
suscinta. Partimos de considerar que el poder opera principalmente a
través de la ideología, una estructura simbólica que define lo que consideramos
real. Por un lado, algunos
afirman que el poder funciona
como un mecanismo difuso y descentralizado que nos disciplina sutilmente (seguramente
Foucault suscribiría esta hipótesis),
Otros hablan de una maquinaria
ideológica que nos engaña para aceptar nuestra propia opresión,
Para Foucault, el poder no es una fuerza
que desciende desde una autoridad central, sino un flujo de relaciones que
atraviesan la sociedad. No hay un solo opresor, sino múltiples formas de
disciplinamiento. muestra
cómo el Estado moderno no solo impone reglas, sino que administra la vida
misma, regulando cuerpos y poblaciones en un ejercicio constante de normalización.
Desde su perspectiva, el poder no se impone con violencia evidente, sino que
nos hace creer que ciertos comportamientos son "naturales" o
"correctos", llevándonos a interiorizar las normas sin necesidad de
que alguien nos fuerce directamente.
Žižek, en cambio, argumenta que el poder
se encuentra en la estructura ideológica que determina lo que podemos pensar y
percibir. Para él, la ideología no es SÓLO un conjunto de creencias impuestas
por la clase dominante, sino la forma misma en que terminamos experimentando la
realidad. Los sistemas de poder logran que la población participe en su propia
dominación sin siquiera cuestionarla. No basta con que existan mecanismos de
vigilancia y disciplina, como dice Foucault, sino que las personas deben aceptar
y hasta desear esos mecanismos. La ideología nos vende la ilusión de que somos
libres mientras seguimos atrapados en un marco de pensamiento que impide
cualquier cambio real. La ideología más peligrosa no es la que se nos impone
con violencia, sino aquella que ni siquiera reconocemos como ideología.
"Sentido común" es otro de sus nombres.
La diferencia clave entre ambos pensadores
radica en la forma en que conceptualizan la resistencia. Para Foucault, el
poder nunca es total: siempre hay fisuras y espacios donde los sujetos pueden
subvertirlo. La resistencia no se da en un acto revolucionario definitivo, sino
en pequeñas rupturas dentro del sistema, en prácticas marginales que desafían
la normalización. Pero Žižek ve la resistencia como un proceso mucho más
complejo, ya que la ideología es capaz de apropiarse incluso de las formas de
disidencia. Un sistema puede tolerar la protesta, e incluso
promoverla, sin que ello suponga un cambio estructural real. La
rebeldía muchas veces es absorbida por el propio sistema y transformada en
mercancía, volviéndose funcional al mismo poder que intenta desafiar. Este
contraste se vuelve crucial cuando analizamos la era digital.
El problema,
entonces, no es sólo quién nos vigila, sino cómo hemos aprendido a desear esa
vigilancia, participando activamente en nuestra propia exposición.
No solo estamos vigilados, sino que muchos interiorizan el deseo de ser vistos,
aprobados y validados dentro del sistema.
En fin, esto necesita una mejor
fundamentación, lo haremos en columnas sucesivas.
Desde Rosario- Militante Social
No hay comentarios:
Publicar un comentario