RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 9 de febrero de 2025

CUANDO LA GUERRA PIERDE SU RUMBO - MAURICIO IBÁÑEZ

 

CUANDO LA GUERRA PIERDE SU RUMBO

 

 

 

 Queridos amigos de El Club de La Pluma, les presento un saludo afectuoso con mis mejores deseos para este año que comienza. Soy Mauricio Ibáñez y les hablo desde Colombia. Hoy quisiera hablarles de lo que sucede cuando los guerreros pierden de vista su propósito y se van contaminando, a veces lentamente, otras veces de un momento a otro.

 

 Este relato lo he construido a partir de vivencias y conversaciones con los viejos en distintos territorios de mi país. No proviene de documentos oficiales ni de historias escritas. Han sido horas y horas de diálogo directo con protagonistas de una trágica historia con la que se ha construido la realidad de nuestra querida Colombia, un país “corcho”, que flota de pies o de cabeza, pero nunca se hunde.

 

 La guerra es la lamentable tinta con la que se escribe la historia, y Colombia no ha sido la excepción. Tras muchos años de opresión, esclavitud y abusos, nuestro pueblo se levantó varias veces contra sus opresores, ya sea en el levantamiento de los comuneros, por allá en el siglo 18 y las guerras que condujeron a nuestra independencia de España en el siglo 19. Sin embargo, para generaciones nacidas en la guerra, esta se convirtió en la única forma de expresar el cansancio contra la opresión y la rabia contra la intransigencia de los poderosos. En el camino también perdimos la noción de la democracia constructiva y participativa: cada vez que se elegía un nuevo presidente, había un levantamiento popular para tumbarlo, siempre de la mano de los opresores. Así llegamos, a principios de los años 50, al vergonzoso episodio de violencia entre hermanos que, a la manera de una guerra civil, enfrentó a lo que hemos llamado “nuestros partidos tradicionales”, liberales contra conservadores.

 

 Lo que siguió en las décadas posteriores fue el nacimiento del Ejército de Liberación Nacional (hoy conocido como el ELN) en Saravena, Arauca en 1964, bajo el comando de Fabio Vásquez Castaño, al cual se unieron diferentes frentes de resistencia popular, entre ellos el Frente Unido del Pueblo, del sacerdote Camilo Torres Restrepo. También en 1964, en Marquetalia, Huila, nacieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), En 1967 surgió el Ejército Popular de Liberación (EPL), todos ellos conformados por campesinos en armas, levantados contra una forma de gobierno organizada por las élites, que repartía el ejercicio del poder entre los dos “partidos tradicionales” sin ningún tipo de garantía para la expresión democrática.

 

 A raíz de un gran escándalo de fraude electoral perpetrado en contra del partido Alianza Nacional Popular, que había juntado una poderosa fuerza electoral del pueblo y ganado las elecciones en 1970, las cuales les robaron en forma descarada para poner en la presidencia al Conservador Misael Pastrana, en 1974 surgió el Movimiento 19 de Abril, guerrilla urbana que se unió a la lucha revolucionaria colombiana.

 

 Fueron más de 15 años de lucha no combinada, desde diferentes regiones, contra el establecimiento. Una guerra desigual de guerrillas contra un ejército fuertemente armado, con el propósito único de devolver, por la vía de las armas, la igualdad y la justicia social al territorio Colombiano mediante la revolución popular y la toma del poder.

 

 Me cuentan los ancianos de la región del Putumayo, que, a finales de los años 70, la hoja de coca ya se cultivaba en la región con propósitos comerciales y era un negocio, aunque ilegal, extremadamente lucrativo para los campesinos de la zona, al punto que empezó a haber una fuerte migración de gente de todas partes del país. Los cargamentos de hoja de coca se pagaban en efectivo y a buen precio, y grandes señores de la coca como Gonzalo Rodríguez Gacha llegaban en helicóptero a supervisar sus cultivos. Los viejos recuerdan al patrón, todo vestido de blanco, escoltado por soldados y policías, recorriendo sus fincas y repartiendo dinero a manos llenas en la ciudad de Puerto Asís. Este fenómeno estaba ocurriendo paralelamente en otras regiones abandonadas del país, también con coca y con marihuana.

 

 Estos señores del narcotráfico tenían sus propios ejércitos de escoltas, quienes empezaron a matar a los campesinos cultivadores para quitarles su producto o los dineros que habían ganado. No había guerrilla en Putumayo, y no había forma de recurrir a las autoridades corruptas.

 

 Sin embargo, a inicios de 1980 una comisión de la guerrilla urbana del M-19 se instaló en Putumayo temporalmente para coordinar el contrabando de armas y traerlas de Ecuador y Perú, y las comunidades del putumayo, cansadas de los abusos de los ejércitos privados de los grandes narcos locales, acudieron a esta para solicitarle ayuda. Esta guerrilla les explicó que ellos no podían hacerlo, pero que harían lo posible por ayudar. Posteriormente se gestó un acuerdo entre el M-19, las FARC, el ELN y el EPL, surgió la llamada “Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar”, y las FARC llegaron a establecerse en el Putumayo, ofreciendo su protección a los campesinos oprimidos por los narcos y el gobierno.

 

 La lucha de la guerrilla Colombiana recibía apoyo internacional. El ELN recibía apoyo de cuba y había oficinas de las FARC y el M-19 en algunos países de Europa, donde se recogían donaciones de ciudadanos que creían en el contexto ideológico de la lucha armada y admiraban el enfrentamiento de unos pocos guerreros contra un establecimiento evidentemente corrupto y opresor.

 

 El fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética tuvieron un efecto devastador sobre la capacidad financiera de las guerrillas para sostener cientos – o miles – de combatientes en pie de guerra, así que éstas debieron implementar nuevas estrategias de auto financiación: se comenzó con el secuestro económico, la extorsión a comerciantes e industria, y la participación directa en actividades de control del narcotráfico, lo cual implicó el inicio de la degradación del conflicto y la pérdida del sentido de propósito de la lucha armada. Al entrar en la dinámica de extorsión a finqueros y competencia con narcotraficantes, surgió la organización de grupos paramilitares y para la década de los 90 y el 2000 el conflicto colombiano se había transformado en una vendetta entre mafias que, finalmente, condujo a que algunos de los ideólogos de la guerrilla descartaran la lucha como una opción válida y abandonaran las armas para ensayar la vía política, siendo asesinados en una operación quirúrgica en la que quedó demostrado que El Estado era cómplice de, al menos, una de las partes en el conflicto.

 

 Hoy en día, lo que tenemos es la total descomposición del conflicto armado, donde la guerrilla de ELN y las Disidencias de las Farc trabajan para el crimen organizado internacional y se disputan territorios clave para la producción de droga, la minería ilegal y el contrabando de armas y personas. Ya pasamos el punto de no retorno y no existe diálogo posible. El pueblo, otra vez, se quedó solo. 

 


MAURICIO IBÁÑEZ

 Desde Colombia

Biólogo Especialista En Estudios Socio-Ambientales

 

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