EL CLUB
BILDELBERG
Organización
Mundial del Comercio:
creación
de una carencia artificial
de
alimentos
Parte XIX
Un cálido abrazo a la
distancia a toda la querida audiencia de EL CLUB DE LA PLUMA.
Hemos iniciado hace
varias semanas una extensa reflexión sobre cuestionamientos, problemáticas, incertidumbres
que nos competen a todos, como seres humanos, de la mano de los libros del Dr. Daniel
Estulin LA VERDADERA HISTORIA DEL CLUB BILDELBERG, EL INSTITUTO TAVISTOCK y
METAPOLÍTICA.
Recordemos que el
CLUB BILDELBERG domina al gobierno de los Estados Unidos, a la Unión Europea,
el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, a la Organización Mundial
de la Salud, a la ONU, a la OTAN y a la Organización Mundial del Comercio,
entre otras instituciones similares y hoy nos vamos a referir, en particular, a
la Organización Mundial del Comercio en tanto creadora de una carencia
artificial de alimentos a escala planetaria. De acuerdo con su publicidad, establece
que es una infraestructura para generar políticas no discriminatorias de
comercio recíproco, pero la realidad parece ser muy distinta.
Las intenciones de la
Organización Mundial del Comercio, contrarias al estatuto de Estado-nación, se
hicieron evidentes desde que apareció su eslogan de 1988: “Un mundo, un
mercado”. En 1993, la Unión Europea estuvo de acuerdo con una reducción
importante de la producción de su agricultura nacional. Dicha reducción fue un
proceso
de muchas etapas.
En primer lugar, de
acuerdo con las reglas del juego de la Organización Mundial del Comercio, los
países miembros estarían forzados a abrir sus fronteras para otorgarles a otras
naciones el derecho de operar libremente en su interior, y a eliminar las
reservas nacionales de granos. Estas reservas dejaron de ser propiedad de los
Estados-nación independientes y se convirtieron en propiedad que sería
administrada por el “libre mercado”, por megacorporaciones privadas,
principalmente estadounidenses. En otras palabras, por las corporaciones que
dirían los mercados mundiales.
Estas empresas ya
dominaban, pero a partir de ese momento, “tuvieron un nuevo cuerpo
supranacional no electo para impulsar su plan secreto a escala mundial con un
presupuesto anual de billones de dólares. “Sus reglas están
escritas con la intención de ejercer un apalancamiento punitivo para imponer
pesadas penalizaciones financieras y de otros tipos sobre quienes violen las
reglas.”
Mientras ahora están
escuchando, más de 1000 millones de personas en todo el mundo están muriendo de
hambre. Asimismo, hay cerca de 2000 millones de personas en el planeta que
gastan más del 50% de sus ingresos en alimentos. Los efectos del derrumbe
económico de 2007 han sido asombrosos: 250 millones de personas se unieron a
las filas del hambre en 2008; es una cifra nunca antes vista.
Es una verdadera
paradoja. Nuestro planeta tiene todo lo que necesitamos para producir alimentos
naturales y nutritivos para alimentar a toda la población mundial varias veces.
Y es así a pesar de los estragos de la agricultura industrializada de los
últimos cincuenta años o más.
Volviendo a las
reglas de la Organización Mundial del Comercio, me referiré a cómo esas reglas
afectan a los países subdesarrollados que se las venden como un faro de
esperanza. Esas reglas fueron redactadas por los gigantes corporativos que
forman el núcleo de lo que Daniel Estulin denomina: EMPRESA MUNDIAL. El
anteproyecto para la reforma agrícola “orientada al mercado” fue redactado por
Gale Johnson de la Universidad de Chicago para la Comisión Trilateral de David
Rockefeller y por Dan Amstutz, antiguo ejecutivo de Cargill.
Por cierto, Cargill
es la empresa de granos más grande del mundo. La dominación de los cárteles del
comercio de granos en el mundo es más extensa. Además, el pacto internacional
les prohíbe a los países restringir el comercio a través de las leyes de
seguridad alimentaria conocidas como aranceles. Este mismo engaño también abrió
los mercados mundiales a la importación sin restricciones de alimentos obtenidos
a partir de organismos modificados genéticamente y sin necesidad de demostrar
que son
seguros.
En las últimas
décadas, millones de campesinos en Estados Unidos, Europa, Canadá, Australia y
Argentina han sido destruidos. Esto no es ninguna casualidad: que haya menos
granjeros independientes significa mayor control corporativo sobre lo que
comes. El GATT, el Tratado de Libre Comercio en América del Norte, el Tratado
de Libre Comercio en Centroamérica y todos los convenios de este tipo, han
propiciado el surgimiento de guetos y barrios bajos o favelas en ciudades de
toda Latinoamérica, Asia y África debido a que crean condiciones que fuerzan a
la gente a abandonar su tierra mientras la élite se apodera de los medios de
producción.
Con la destrucción de
las repúblicas Estado-nación y la fundación de bloques megaeconómicos
vinculados entre sí a través de un mercado globalizado, los países
independientes pueden “ser reemplazados por megaciudades” con bases de
población de más de 20 millones de personas. Estas ciudades creadas por el
desplazamiento masivo de poblaciones crecerán hasta alcanzar proporciones inimaginables
y ya habrán enfrentado la anarquía endémica y elevados niveles de violencia.
El Club de Roma es la
institución más importante del mundo en cuanto al impulso del plan malthusiano
de despoblación. Uno de sus reportes deja bastante claro cuál es su verdadero
plan ulterior: “En la búsqueda de un nuevo enemigo que nos uniera, se nos ocurrió
que la contaminación, la amenaza del calentamiento global, la carencia de agua,
la hambruna y otros males similares cumplían con las condiciones de lo que
buscábamos”. El reporte concluye: “El verdadero enemigo es, por lo tanto, la
humanidad misma.” Por esta razón, las instituciones internacionales principales
están impulsando políticas de retroceso tecnológico y la reducción, en varios
miles de millones, de la población mundial.
En el caso de que no
lo supieras, esto es genocidio. Y no hay mejor manera de reducir la población
que por medio del hambre. Para matar a la gente de hambre se debe asumir el
control de la producción alimentaria, arrebatársela a los campesinos
independientes y ponerla en manos de corporaciones gigantes al servicio de los
intereses de la EMPRESA MUNDIAL.
Además, las
regulaciones de la Organización Mundial del Comercio les prohíben a los países
proteger su economía local o gravar los productos, aun cuando estos fueron
evidentemente producidos con mano de obra esclavizada.
Actualmente, la
guerra de los alimentos se encuentra bajo el firme control de unas cuantas
corporaciones. Por ejemplo, Nestlé. Otra buena parte del negocio de la leche
está controlada por Unilever, de propiedad anglo-holandesa y dirige la United
Africa Co., la empresa comercial más grande de África. Continúo con el reporte:
“Las fronteras entre los Estados serán disueltas y sus contenidos serán
organizados como una nueva franquicia de negocios con dos propósitos.
El primero,
garantizar la seguridad de las inversiones extranjeras y la apropiación de
títulos de propiedad sobre materias primas, sobre todo por parte de la
industria minera del Commonwealth británico y, el segundo, atiborrar los
bolsillos de los individuos del gobierno que se encargarán de hacer cumplir las
políticas”. Luego vienen las empresas de semillas y, entre estas, la más
poderosa y sucia es Monsanto, propiedad de Bayer. Esta empresa tiene el poder
que desbanca la influencia de la mayor parte de los países del planeta.
Monsanto está repartida en 66 países. En 2010, Barak Obama nombró al doctor
Roger Beachey, asociado de Monsanto, Asesor de Ciencias del Departamento de Agricultura.
Este es un buen
ejemplo de la forma en que se entrelazan los intereses financieros, económicos,
políticos y de negocios que dominan la industria alimentaria. Sintetizando,
entre y diez y doce empresas fundamentales dirigen el suministro mundial
alimentario con la ayuda de entre 36 más.
Estas empresas son
los componentes clave del cártel alimentario anglo-holandés-suizo, el cual se
agrupa alrededor de la Casa de Windsor británica. Cargill, Continental, Louis
Dreyfus, Bunge and Born, André y Archer Daniels Midland son las seis empresas
que constituyen el cártel alimentario y de materias primas dirigidas por la
Casa de Windsor, un cártel que tiene dominio completo sobre los suministros
mundiales de cereales y granos, del trigo al maíz y la avena y de la cebada al
sorgo y el centeno. Sin embargo, también controla cárnicos, lácteos, aceites y
grasas comestibles, frutas y vegetales, azúcares y todo tipo de especias.
Esas empresas no
emiten acciones publicas ni publican un reporte anual. Son más secretas que
cualquier empresa petrolera, banco o servicio de inteligencia gubernamental.
Mientras estas empresas perpetúan la ficción legal de que son organizaciones
corporativas distintas, se trata, en realidad, de un sindicato entrelazado con
un propósito común y múltiples consejos directivos superpuestos.
La oligarquía formada
alrededor de la Casa de Windsor es propietaria de estos cárteles y, estos a su
vez, son los instrumentos de la oligarquía, instrumentos acumulados a lo largo
de siglos para quebrantar la soberanía de las naciones.
El cártel alimentario
anglo-holandés-suizo domina entre el 80 y el 90% del comercio mundial de
granos. Ningún otro grupo de poderes en el mundo, ni siquiera gubernamentales,
está tan bien organizado como este cártel.
Tienes que entender
que este grupo de empresas entrelazadas que se perpetúan a sí mismas es el que
decide quién come y quién no. La oligarquía tiene el control vertical de la
cadena alimentaria. ¿Los países pueden protegerse a sí mismos? Si forman parte
de la Organización Mundial del Comercio, no.
Hoy en día, una
séptima parte de la población mundial carece de lo necesario para comer, pero
estas cuestiones no se debaten. ¿Por qué? Porque son crímenes contra la
Humanidad.
Me despido de nuestra
querida audiencia, agradeciendo su amable atención, deseando que nos volvamos a
encontrar una vez más en otra emisión de EL CLUB DE LA PLUMA.
Como tema musical
elegí una canción del grupo mexicano Molotov que no necesita demasiadas
explicaciones: Dame el poder.
VIVIANA ONOFRI
Profesora en Letras
ex catedrática de la
Universidad Nacional de Mar del Plata
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