EL CLUB
BILDELBERG
LA ÉLITE
QUE DOMINA EL PLANETA
RED
TAVISTOCK
LAVADO DE
CEREBROS A ESCALA PLANETARIA
El
lenguaje y el universo de los imbéciles
Parte XX
Un cálido abrazo a la
distancia a toda la querida audiencia de EL CLUB DE LA PLUMA.
Como hace ya varios
domingos, continuaremos con una extensa reflexión sobre aspectos que nos involucran
como seres humanos porque está en juego, justamente, nuestra supervivencia y me
refiero a una cuestión que parece banal, pero que está en el centro absoluto de
la comunicación y nos referiremos al tema del lenguaje, de las palabras y sus
usos, el vocabulario, las frases que se utilizan en los medios hegemónicos de
comunicación que tienen por objetivo imbecilizar a las masas frente al
televisor.
Seguiremos con los
lineamientos planteados en los libros del Dr. Daniel Estulin: LA VERDADERA
HISTORIA DEL CLUB BILDELBERG, EL INSTITUTO TAVISTOCK y METAPOLÍTICA.
¿Alguna vez has prestado
atención a la forma de hablar que se utiliza en los informativos?
No, ¿verdad? En
realidad, todos los informativos del mundo occidental siguen la misma pauta lingüística:
verbos simples, ristras de nombres y muy pocas frases largas. Frases cortas, vocabulario
sencillo. Por ejemplo: “El presidente no va a presentarse a la reelección”,
dice el locutor, “les daremos más detalles dentro de media hora”. Esto es
deliberado.
Por medio del
lenguaje, de su belleza y de su complejidad, los seres humanos transmiten las
ideas y los principios de la cultura de una generación a la otra, pero la jerga
de la televisión es aristotélica, se limita a nombrar los objetos como si
estuvieran en un universo fijo, finito: hombre, perro, delincuente, presidente,
coche, bomba, economía, malo, bueno. No está en marcha el pensamiento creativo,
no hay ningún intento de estimular el intelecto, sino de imprimir una imagen en
el cerebro de las personas.
Y eso es lo que se llama
LAVADO DE CEREBROS. Sin embargo, el lavado de cerebro a través de la televisión
no es algo que suceda de la noche a la mañana, sino más bien es un efecto
acumulativo que se dio a lo largo de un período de tiempo y que consiguió
cambiar la forma de pensar de la sociedad.
El lenguaje de los
informativos de la televisión tiene su origen en el trabajo lingüístico que se llevó
a cabo durante la Segunda Guerra Mundial como parte de la Revolución Definitiva
de H. G. Wells, la eliminación de todos los idiomas nacionales a favor del
“inglés elemental”, el futuro idioma del mundo, con un vocabulario de tan solo
850 palabras. Churchill vio en las reflexiones del lingüista británico Ogden el
posible valor que su concepto de “inglés elemental” podía tener en el lavado de
cerebros. Con un “inglés elemental” se podría transmitir, a través de los
medios de comunicación, un mensaje sencillo a un gran número de personas, libre
de pensamientos complejos que pudieran estorbar. En el mundo futuro de Wells,
el inglés que más se habla y se escribe hoy en día es muy diferente del inglés
de Shakespeare. Ha perdido los últimos vestigios de complicaciones tan arcaicas
como el uso verbal del modo subjuntivo.
El Instituto
Tavistock de lavado de cerebros a escala planetaria sabe que las ideas son más poderosas
que las armas, los misiles, los fusiles, las flotas de barcos y las bombas. Con
el fin de asegurarse la aceptación de sus ideas imperialistas, Tavistock
pretende controlar la forma de pensar de la gente, sobre todo, en temas científicos,
el campo donde la capacidad humana de plantear hipótesis y de razonar con
creatividad tiene el poder de introducir mejoras en el orden de la naturaleza.
Si uno es capaz de controlar la forma de pensar que tiene la gente, podría
controlar su forma de reaccionar ante los hechos que ocurren, sean cuales sean.
Este proceso se
denomina “cambio de paradigma”, un vuelco en el conjunto de ideas preconcebidas
que se tiene de la sociedad.
Vamos a echar una
ojeada a las personas que crean el contenido ideológico del lavado de cerebros.
Estas personas son expertas en la guerra cultural, crean los sistemas de
valores que a su vez son impuestos a la sociedad mediante los mecanismos de
lavado de cerebros, como la televisión. Esas personas o la mayor parte de ellos
se encuentra en la franja de edad comprendida entre los treinta y cinco y
cuarenta y cinco años. Es decir, los propios programadores han sufrido un lavado
de cerebros a lo largo de cuarenta años de televisión. Por lo tanto, se trata
de un grupo de imbéciles infantiles, con zapatillas deportivas y el pelo
cortado a la moda, sentados en una sala bien provista de aire acondicionado que
da a la Gran Manzana, barajando ideas para los principales programas que van a
sacar en la pequeña pantalla el año que viene.
Cuando se les ocurre
una idea, se la pasan a otro grupo de imbéciles infantiles que se llaman
guionistas, que plasmarán esa idea en una serie con diálogos simplones, llenos
de nombres y verbos sencillos. A continuación, ese producto se pondrá en manos
de los productores y los directores, para pasar a producción. Esto se hace así
en todo el mundo, desde los Estados Unidos hasta Canadá y Europa occidental.
Incluso culturas milenarias como la japonesa cuentan con una versión propia de
todas las comedias de situación americanas, grandes y pequeñas, adaptadas a su
mercado.
La comunidad de
personas creativas de Nueva York y de Hollywood es lo que los lavacerebros
denominan “un grupo carente de líder”. No son conscientes de las verdaderas
fuerzas externas que los controlan ni de que les han estado lavando el cerebro
a lo largo de cuarenta años de televisión. Creen que son libres para crear,
pero lo cierto es que sólo son capaces de producir banalidades. En última
instancia, estos creadores de nuestros programas de televisión, para obtener la
“inspiración creativa”, recurren a su propia experiencia y a sus propios
valores, que han pasado por un lavado de cerebros.
El mundo al que nos
estamos asomando está, en cierto modo, más allá del Bien y del Mal. Es un mundo
de sentimentalismo, de cambios radicales, de personas dispuestas a derramar una
lágrima justo antes de la pausa publicitaria y después volver con una visión
animosa de la vida en compañía de la familia, para poner fin al programa.
Atacar los programas
de entretenimiento de una cultura es una forma de atacar sus valores: sinceridad
por encima de decencia; publicidad por encima de logros; victimismo por encima
de responsabilidad personal; psicología por encima de moralidad. Y en todo este
submundo aparecen los famosos. Esas personas que llaman la atención,
intoxicadas por una importancia peripatética, son cómplices de esta farsa. Los
pseudofamosos saben que le deben su carrera a la industria del famoseo, saben
que su susceptibilidad ante la prensa sensacionalista se adapta bien a una
cultura basada en esta, saben que todo aquello se sustenta en la mala fe. Y aun
así, los índices de audiencia siguen subiendo.
La nuestra es una
cultura de mirones. La nuestra ha sido siempre una cultura de quedarnos mirando
con la boca abierta como cuando venía el circo a nuestro pueblo con leones y tigres,
pero es que ahora queremos formar parte del circo. Estamos viviendo en un mundo
donde el exhibicionismo pasa por distinción.
Los debates públicos
sobre cualquier tema están cada vez más en manos de retrasados mentales,
ignorantes. Los lavacerebros de la Red Tavistock llegaron a una brutal
conclusión: la mente humana es simplemente una pizarra en blanco que evita el
dolor y busca el placer. Así crearon la PSICOLOGÍA DE LAS MASAS. La
programación del televisor tiene un mensaje oculto y a través de esos mensajes
ocultos se está llevando a cabo desde hace varias décadas el lavado de
cerebros.
Me despido de nuestra
querida audiencia, agradeciendo su amable atención y deseando que nos volvamos
a encontrar en otra edición más de EL CLUB DE LA PLUMA.
Introduciré unas pocas
palabras del tema musical que elegí, como un anhelo de esperanza y la “muralla”
como metáfora de lo que hay que traspasar para poder sobrevivir en este mundo
hostil. Estoy parado sobre la muralla que divide, todo lo que fue de lo que
será, estoy mirando como esas viejas ilusiones, pasando la muralla se hacen
realidad.
VIVIANA ONOFRI
Profesora en Letras
ex catedrática de la
Universidad Nacional de Mar del Plata
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