RADIO EL CLUB DE LA PLUMA

domingo, 22 de octubre de 2023

EL CLUB BILDELBERG - El lenguaje y el universo de los imbéciles - Parte XX - PROF. VIVIANA ONOFRI

 

EL CLUB BILDELBERG

LA ÉLITE QUE DOMINA EL PLANETA

RED TAVISTOCK

LAVADO DE CEREBROS A ESCALA PLANETARIA

El lenguaje y el universo de los imbéciles

Parte XX

 

 

 Un cálido abrazo a la distancia a toda la querida audiencia de EL CLUB DE LA PLUMA.

 

 Como hace ya varios domingos, continuaremos con una extensa reflexión sobre aspectos que nos involucran como seres humanos porque está en juego, justamente, nuestra supervivencia y me refiero a una cuestión que parece banal, pero que está en el centro absoluto de la comunicación y nos referiremos al tema del lenguaje, de las palabras y sus usos, el vocabulario, las frases que se utilizan en los medios hegemónicos de comunicación que tienen por objetivo imbecilizar a las masas frente al televisor.

 

 Seguiremos con los lineamientos planteados en los libros del Dr. Daniel Estulin: LA VERDADERA HISTORIA DEL CLUB BILDELBERG, EL INSTITUTO TAVISTOCK y METAPOLÍTICA.

 

 ¿Alguna vez has prestado atención a la forma de hablar que se utiliza en los informativos?

 No, ¿verdad? En realidad, todos los informativos del mundo occidental siguen la misma pauta lingüística: verbos simples, ristras de nombres y muy pocas frases largas. Frases cortas, vocabulario sencillo. Por ejemplo: “El presidente no va a presentarse a la reelección”, dice el locutor, “les daremos más detalles dentro de media hora”. Esto es deliberado.

 

 Por medio del lenguaje, de su belleza y de su complejidad, los seres humanos transmiten las ideas y los principios de la cultura de una generación a la otra, pero la jerga de la televisión es aristotélica, se limita a nombrar los objetos como si estuvieran en un universo fijo, finito: hombre, perro, delincuente, presidente, coche, bomba, economía, malo, bueno. No está en marcha el pensamiento creativo, no hay ningún intento de estimular el intelecto, sino de imprimir una imagen en el cerebro de las personas.

 Y eso es lo que se llama LAVADO DE CEREBROS. Sin embargo, el lavado de cerebro a través de la televisión no es algo que suceda de la noche a la mañana, sino más bien es un efecto acumulativo que se dio a lo largo de un período de tiempo y que consiguió cambiar la forma de pensar de la sociedad.

 

 El lenguaje de los informativos de la televisión tiene su origen en el trabajo lingüístico que se llevó a cabo durante la Segunda Guerra Mundial como parte de la Revolución Definitiva de H. G. Wells, la eliminación de todos los idiomas nacionales a favor del “inglés elemental”, el futuro idioma del mundo, con un vocabulario de tan solo 850 palabras. Churchill vio en las reflexiones del lingüista británico Ogden el posible valor que su concepto de “inglés elemental” podía tener en el lavado de cerebros. Con un “inglés elemental” se podría transmitir, a través de los medios de comunicación, un mensaje sencillo a un gran número de personas, libre de pensamientos complejos que pudieran estorbar. En el mundo futuro de Wells, el inglés que más se habla y se escribe hoy en día es muy diferente del inglés de Shakespeare. Ha perdido los últimos vestigios de complicaciones tan arcaicas como el uso verbal del modo subjuntivo.

 

 El Instituto Tavistock de lavado de cerebros a escala planetaria sabe que las ideas son más poderosas que las armas, los misiles, los fusiles, las flotas de barcos y las bombas. Con el fin de asegurarse la aceptación de sus ideas imperialistas, Tavistock pretende controlar la forma de pensar de la gente, sobre todo, en temas científicos, el campo donde la capacidad humana de plantear hipótesis y de razonar con creatividad tiene el poder de introducir mejoras en el orden de la naturaleza. Si uno es capaz de controlar la forma de pensar que tiene la gente, podría controlar su forma de reaccionar ante los hechos que ocurren, sean cuales sean.

 

 Este proceso se denomina “cambio de paradigma”, un vuelco en el conjunto de ideas preconcebidas que se tiene de la sociedad.

 

 Vamos a echar una ojeada a las personas que crean el contenido ideológico del lavado de cerebros. Estas personas son expertas en la guerra cultural, crean los sistemas de valores que a su vez son impuestos a la sociedad mediante los mecanismos de lavado de cerebros, como la televisión. Esas personas o la mayor parte de ellos se encuentra en la franja de edad comprendida entre los treinta y cinco y cuarenta y cinco años. Es decir, los propios programadores han sufrido un lavado de cerebros a lo largo de cuarenta años de televisión. Por lo tanto, se trata de un grupo de imbéciles infantiles, con zapatillas deportivas y el pelo cortado a la moda, sentados en una sala bien provista de aire acondicionado que da a la Gran Manzana, barajando ideas para los principales programas que van a sacar en la pequeña pantalla el año que viene.

 

 Cuando se les ocurre una idea, se la pasan a otro grupo de imbéciles infantiles que se llaman guionistas, que plasmarán esa idea en una serie con diálogos simplones, llenos de nombres y verbos sencillos. A continuación, ese producto se pondrá en manos de los productores y los directores, para pasar a producción. Esto se hace así en todo el mundo, desde los Estados Unidos hasta Canadá y Europa occidental. Incluso culturas milenarias como la japonesa cuentan con una versión propia de todas las comedias de situación americanas, grandes y pequeñas, adaptadas a su mercado.

 

 La comunidad de personas creativas de Nueva York y de Hollywood es lo que los lavacerebros denominan “un grupo carente de líder”. No son conscientes de las verdaderas fuerzas externas que los controlan ni de que les han estado lavando el cerebro a lo largo de cuarenta años de televisión. Creen que son libres para crear, pero lo cierto es que sólo son capaces de producir banalidades. En última instancia, estos creadores de nuestros programas de televisión, para obtener la “inspiración creativa”, recurren a su propia experiencia y a sus propios valores, que han pasado por un lavado de cerebros.

 

 El mundo al que nos estamos asomando está, en cierto modo, más allá del Bien y del Mal. Es un mundo de sentimentalismo, de cambios radicales, de personas dispuestas a derramar una lágrima justo antes de la pausa publicitaria y después volver con una visión animosa de la vida en compañía de la familia, para poner fin al programa.

 

 Atacar los programas de entretenimiento de una cultura es una forma de atacar sus valores: sinceridad por encima de decencia; publicidad por encima de logros; victimismo por encima de responsabilidad personal; psicología por encima de moralidad. Y en todo este submundo aparecen los famosos. Esas personas que llaman la atención, intoxicadas por una importancia peripatética, son cómplices de esta farsa. Los pseudofamosos saben que le deben su carrera a la industria del famoseo, saben que su susceptibilidad ante la prensa sensacionalista se adapta bien a una cultura basada en esta, saben que todo aquello se sustenta en la mala fe. Y aun así, los índices de audiencia siguen subiendo.

 

 La nuestra es una cultura de mirones. La nuestra ha sido siempre una cultura de quedarnos mirando con la boca abierta como cuando venía el circo a nuestro pueblo con leones y tigres, pero es que ahora queremos formar parte del circo. Estamos viviendo en un mundo donde el exhibicionismo pasa por distinción.

 

 Los debates públicos sobre cualquier tema están cada vez más en manos de retrasados mentales, ignorantes. Los lavacerebros de la Red Tavistock llegaron a una brutal conclusión: la mente humana es simplemente una pizarra en blanco que evita el dolor y busca el placer. Así crearon la PSICOLOGÍA DE LAS MASAS. La programación del televisor tiene un mensaje oculto y a través de esos mensajes ocultos se está llevando a cabo desde hace varias décadas el lavado de cerebros.

 

 Me despido de nuestra querida audiencia, agradeciendo su amable atención y deseando que nos volvamos a encontrar en otra edición más de EL CLUB DE LA PLUMA.

 Introduciré unas pocas palabras del tema musical que elegí, como un anhelo de esperanza y la “muralla” como metáfora de lo que hay que traspasar para poder sobrevivir en este mundo hostil. Estoy parado sobre la muralla que divide, todo lo que fue de lo que será, estoy mirando como esas viejas ilusiones, pasando la muralla se hacen realidad.

 

 


VIVIANA ONOFRI

Profesora en Letras

ex catedrática de la Universidad Nacional de Mar del Plata

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